P. Fernando Martínez Galdeano, S.J.
EL LIBRO DEL GÉNESIS
Una catequesis de fondo
En el presente capítulo, vamos a encuadrar el escrito del Génesis bajo una forma catequética. Aquí tenemos un libro el primero de todos que contiene los elementos básicos de nuestra propia historia de salvación, de nuestra relación de fondo con el Dios que nos transciende y nos salva.
Dividimos el tratamiento y análisis del siempre actual tema bíblico de “los orígenes” del hombre de fe y de la humanidad en dos partes: 1°- Los patriarcas (12-50); y 2°- La creación (1-11). Y este único Dios creador que es el Dios de los patriarcas, es el Dios auténtico de Israel.
No cabe duda alguna de que la nación judía tiene sus raíces en el acontecimiento del “éxodo” (salida liberadora desde las tierras extrañas de Egipto donde vivían como esclavos), bajo la dirección inspirada de Moisés. En los cinco primeros libros de la Biblia hallamos los fundamentos del pueblo “elegido”. En sus variados relatos y narraciones podemos llegar a descubrir a un Dios tan cercano y providente que nos acompaña incluso en nuestras vidas. Cada uno ha de sentir si el Señor está presente.
¿Historia o leyenda?
La historia de los patriarcas es compleja, y fuera de lo que dice la Biblia, no sabemos nada de la vida y obras de Abraham, Isaac, Jacob y José. Y en el análisis crítico de los mismos relatos bíblicos surgen no pocos problemas.
Aunque sea tarea imposible el verificar de forma contrastada estas narraciones bíblicas, sí podemos percibir como real el mundo que allí se refleja sobre las costumbres, estilo de vida, geografía, etc. Con lo que ya sabemos por las excavaciones arqueológicas realizadas, se hace posible el constatar que el modo de ser y de vivir de los patriarcas se remontan al período concreto entre los siglos XIX y XVI a.C.
Y también podemos constatar que la abundante documentación arqueológica encontrada, explica y confirma en gran medida, la historicidad de las tradiciones bíblicas narradas, y por tanto, hace muy verosímil el que los patriarcas fueran de hecho individuos concretos, pastores nómadas de ganado menor que vivían en tiendas recorriendo Palestina y sus regiones limítrofes, en busca de pastos para sus rebaños. No eran individuos aislados, sino jefes de clanes muy numerosos que buscan una tierra para establecerse en ella, una tierra con agua y pastos abundantes. La tierra de la promesa les va a ser ofrecida porque ellos la desean y la necesitan.
La fe que nace de un encuentro
Al ofrecer sus primicias de los frutos cosechados de la tierra, los israelitas decían ante el altar del Señor Yahvéh: “Mi padre era un arameo errante. Bajó a Egipto y se estableció allí como emigrante con un puñado de gente; allí se convirtió en una nación grande, fuerte y numerosa. Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron una dura esclavitud. Entonces clamamos al Señor; Dios de nuestros antepasados, y el Señor escuchó nuestra voz y vió nuestra miseria, nuestra angustia y nuestra opresión” (Dt 26,5-7).
¿Quién fue aquel pastor arameo errante y cómo éste descubrió a Dios como Señor? Y... ¿cómo se nos ha transmitido hasta nosotros aquella su confianza en su Dios? Estas son las preguntas fundamentales a las que trata de responder el Génesis en sus capítulos acerca de los patriarcas, y que van a desembocar en el libro del Éxodo.
DESCENDIENTES DE TERAJ:
TERAJ ENGENDRÓ A ABRAN, NAJOR y HARÁN. HARÁN ENGENDRÓ A LOT. HARÁN MURIÓ VIVIENDO AÚN SU PADRE TERAJ, EN SU TIERRA NATAL, EN UR DE LOS CALDEOS. ABRÁN Y NAJOR SE CASARON. LA MUJER DE ABRÁN SE LLAMABA SARAY, LA DE NAJOR ERA MILCA, HIJA DE HARÁN, PADRE DE MILCA Y YISCA. SARAY ERA ESTÉRIL Y NO TENÍA HIJOS. TERAJ TOMÓ A ABRÁN SU HIJO, A LOT SU NIETO, HIJO DE HARÁN, A SARAY SU NUERA, MUJER DE SU HIJO ABRÁN, Y CON ELLOS SALIÓ DE UR DE LOS CALDEOS EN DIRECCIÓN A CANAÁN; LLECADO A HARÁN, SE ESTABLECIÓ ALLÍ. TERAJ VIVIÓ DOSCIENTOS CINCO AÑOS Y MURIÓ EN HARÁN. (Gn 11,17-32)
EL SEÑOR DIJO A ABRÁN: SAL DE TU TIERRA Y DE LA CASA DE TU PADRE, HACIA LA TIERRA QUE TE MOSTRARE. HARE DE TÍ UN GRAN PUEBLO, TE BENDECIRE, HARE FAMOSO TU NOMBRE, Y SERÁ UNA BENDICIÓN. BENDECIRÉ A LOS QUE TE BENDIGAN, MALDECIRÉ A LOS QUE TE MALDIÍAN. CON TU NOMBRE SERÁN BENDECIDOS TODOS LOS LINAJES DEL MUNDO. ABRÁN MARCHÓ, COMO LE HABÍA DICHO
EL SEÑOR, Y CON ÉL MARCHÓ LOT. (Gn 12,1-4)
ABRAHAM E ISAAC
(Capítulos 12 al 23)
El relato comienza con un Abrán que junto a su inquieto padre Teraj, emigran desde Ur (Mesopotamia); y según el deseo de Dios, desde la región de Harán (al Norte de Siria) hacia el Sur, hasta las tierras de Canaán (Palestina). Como su padre, él es también oriundo de Ur de Caldea. Originariamente su clan era pagano (Jos 24,2), pero la iniciativa libre del Dios único y verdadero se estaba haciendo presente en una historia concreta y muy personal. Por eso, el libro recoge unas palabras que subrayan esta iniciativa: “Sal de tu tierra, de entre tus parientes y de la casa de tu padre, y vete a la tierra que yo te indicaré” (12,1).
El Génesis nos narra cómo Abrán llevó una vida nómada, yendo de un lugar a otro en busca de una tierra rica en pastos, y llegó hasta Egipto, pero decidió establecerse en los campos junto a Hebrón. Una vez asentado allí, Abrán levantó un altar y ofreció un sacrificio al dios local pidiéndole que le diera un hijo. Su esposa Saray hasta entonces había sido estéril.
Se produce entonces la experiencia personal de Abrán de que el Dios verdadero no era una fuerza remota de la naturaleza, impersonal..., ni tampoco un ídolo mágico, sino que era un “alguien” y este alguien se interesaba de forma inmediata y personal por sus asuntos. El Dios verdadero era un Dios cercano a los deseos y anhelos de los hombres. “Aquel día hizo el Señor una alianza con Abrán” (15,18). De parte de Dios hay una promesa de fecundidad. De parte de Abrán se acepta a Dios como a su Señor. Es la alianza, como un pacto libre entre “soberanos”, entre seres libres y responsables. (Esta experiencia está recogida en el cap. 15 del Génesis).
Sin embargo, Abrán no deja de tener incertidumbres y accede a la sugerencia de su esposa quien le ofrece a su esclava Agar para que de ella tenga al menos un hijo. Y así sucede, y este hijo se llamará Ismael, el hijo de la esclava. Así las cosas, el Génesis relata también una doble experiencia religiosa de Abrán. Está en el capítulo 17, cuando el Señor se hace presente en su vida cotidiana y le aclara que el “hijo de la promesa” lo tendrá su esposa Saray. Y es cuando se produce el acto de fe de Abrán. Creyó en la palabra de Dios, aun cuando ésta le pareciera imposible. Al darse esta honda “conversión” se produce el cambio de nombre: “No te llamarás ya Abrán, sino que tu nombre será Abraham...” (17,5) “A tu mujer Saray ya no la llamarás Saray, sino Sara. Yo la bendeciré y haré que te dé un hijo” (17,15s.) [En la lengua de Ugarit, el plural se forma intercalando en la sílaba final una “h”. Abrán (un individuo) se llamará en adelante Abraham (muchos)]. Por todo ésto será llamado “padre de los creyentes”. Y el Dios viviente que da vida es el Dios de nuestro padre Abraham. “Yo soy el Dios de Abraham y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. No es un Dios de muertos sino de vivos” (Mc 12,26s.)
La segunda parte de esta gran experiencia religiosa de Abraham acontece junto al encinar de Mambré y se narra en el capítulo 18. Lo más sorprendente es que esta experiencia consiste en un encuentro con tres hombres que van de paso, de camino. Ante la incredulidad de Sara, los huéspedes insisten que nada hay difícil para el Señor (18,14). La iconografía oriental cristiana ha expresado de forma plástica en la tabla de Andrej Rublév (1360-1430 d.C.) el misterio divino de la Trinidad, a través de tres huéspedes nimbados, como representantes de Dios, aceptando la hospitalidad y participando de una misma mesa, signo de amistad con Abraham, el hombre de fe.
ABRÁN CAYÓ DE BRUCES, Y DIOS LE DIJO: MIRA, ÉSTE ES MI PACTO CONTIGO. SERÁS PADRE DE MUCHEDUMBRE DE PUEBLOS. YA NO TE LLAMARÁS ABRÁN, SINO QUE TE LLAMARÁS ABRAHAM, PORQUE TE HACJO PADRE DE MUCHOS PUEBLOS. (Gen 17,5—5)
Nació Isaac, tal como el Señor lo había prometido. Pero, Abraham tuvo que pasar por una gran prueba, que no sería otra sino la de perder precisamente a éste hijo suyo, el “hijo de la promesa”. El Génesis nos cuenta “el sacrificio de Isaac” en el capítulo 22. Abraham vió la mano de su Señor y aceptó la muerte de su hijo, incluso causada por su propia mano. Pero Abraham creyó contra toda esperanza. Hay que considerar que en aquel tiempo era práctica corriente entre los cananeos el sacrificio de sus primogénitos con el fin de aplacar a sus dioses. El autor sagrado se inspira en este rito pagano, para resaltar la fe y confianza heroicas que vivió Abraham en relación con su Dios. Su actitud de disponibilidad confiada le descubre a su Dios como a su Señor.
LOS PUSO A PRUEBA A ABRAHAM LLAMÁNDOLE: ¡ABRAHAM! EL RESPONDIÓ: AQUI' ME TIENES. DIOS LE DIJO: TOMA A TU HIJO ÚNICO, AL QUE QUIERES, A ISAAC, Y VETE AL PAÍS DE MORIA Y OFRÉCEMELO ALLÍ EN SACRIFICIO EN UNO DE LOS MONTES QUE YO TE INDICARÉ. ABRAHAM MADRUGÓ, APAREJÓ EL ASNO Y SE LLEVÓ CONSIGO A DOS CRIADOS.
Y A SU HIJO ISAAC; CORTÓ LEÑA PARA EL SACRIFICIO Y SE ENCAMINÓ AL LUGAR QUE LE HABÍA INDICADO DIOS. EL TERCER DÍA LEVANTÓ ABRAHAM LOS OJOS Y DESCUBRIÓ EL SITIO DE LEJOS. Y ABRAHAM DIJO A SUS CRIADOS: QUEDAOS Aquí CON EL ASNO; YO CON EL MUCHACHO IRÉ HASTA ALLÁ PARA ADORAR Y DESPUÉS VOLVEREMOS CON VOSOTROS. ABRAHAM TOMÓ LA LEÑA PARA EL SACRIFICIO, SE LA CARGÓ A SU HIJO ISAAC, Y ÉL LLEVABA EL FUEGO Y EL CUCHILLO. LOS DOS CAMINABAN JUNTOS. ISAAC DIJO A ABRAHAM, SU PADRE: PADRE.
EL RESPONDIÓ: AQUÍ ESTOY, HIJO MÍO.
EL MUCHACHO DIJO: TENEMOS FUEGO Y LEÑA, PERO, ¿DÓNDE ESTÁ EL CORDERO PARA EL SACRIFICIO? ABRAHAM CONTESTÓ: DIOS PROVEERÁ EL CORDERO PARA EL SACRIFICIO, HIJO MÍO. Y SIGUIERON CAMINANDO JUNTOS. CUANDO LLEGARON AL SITIO QUE LE HABÍA DICHO DIOS, ABRAHAM LEVANTÓ ALLÍ EL ALTAR Y APILÓ LA LEÑA, LUEGO ATÓ A SU HIJO ISAAC Y LO PUSO SOBRE EL ALTAR, ENCIMA DE LA LEÑA. ENTONCES ABRAHAM TOMÓ EL CUCHILLO PARA DEGOLLAR A SU HIJO;
PERO EL ÁNGEL DEL SEÑOR LE GRITÓ DESDE EL CIELO: ¡ABRAHAM, ABRAHAM! EL CONTESTÓ: AQUÍ ME TIENES. EL ÁNGEL LE ORDENÓ: NO ALARGUES LA MANO CONTRA TU HIJO NI LE HAGAS NADA. AHORA SÉ QUE TEMES A DIOS, PORQUE NO TE HAS RESERVADO A TU HIJO, TU ÚNICO HIJO.
(Gn 22,1-12)
El sacrificio de Isaac:
"Sucedió que Dios tentó a Abraham" (Gn 22,1). Así da comienzo el relato (Gn 22,1-19), que desde siempre ha chocado con nuestra sensibilidad. Pero la narración tiene su importancia para captar algo esencial en la fe y en la forma de ser de Dios como Señor de los creyentes. Conviene insistir, antes que nada, que Dios no se comunica con los hombres como a través de un teléfono. Él se hace presente de ordinario en los "signos" que tocan y mueven el corazón humano. No siempre su voluntad nos deslumbra sin dudar ni poder dudar.
Abraham vivía en un entorno cananeo. Este era un pueblo muy exigente en sus prácticas religiosas y creía que la ofrenda que aplacaba de verdad a sus dioses consistía a veces en el sacrificio de sus primogénitos. En ese contexto social y religioso, Abraham sintió en su interior que debería ofrecer a su Dios, a su hijo más querido, el hijo de la "promesa'.' ¿Cómo Abraham pudo caer en esta tentación del ambiente?
Porque en definitiva su Idea de Dios era la del dios de las religiones, la del Dios riguroso y ofendido que ha de ser aplacado. En el texto, el redactor emplea distintas palabras: Dios ("Elohim") en los primeros párrafos y Señor ("Yahvéh") en el v.11 y 14-16. La orden del sacrificio es dada por"Elohim", pero su interrupción es inspiración del ángel de "Yahvéh", el Dios de misericordia y paciente. Abraham acoge en su corazón la moción de la fe que pone su confianza en un Dios "humano" "Porque yo quiero amor, no sacrificio, conocimiento de Dios, más que holocausto" (Os 6,6). Sería la conversión de Abraham, "padre de los creyentes": de un Dios ofendido a un Señor de misericordia.
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Agradecemos al P. Fernando Martínez, S.J. por su colaboración.
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Imagen tomada de:
http://www.lahornacina.com/curiosidadeselias2.htm
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