Historia de la Salvación: 5° Parte - La formación del Pueblo de Israel


P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA

3. EL PUEBLO DE ISRAEL


3.1. DIOS FORMA UN PUEBLO DE SU PROPIEDAD
         
La prehistoria bíblica, capítulos 1 al 11, como hemos visto anteriormente, termina con la narración de un nuevo pecado de orgullo de la humanidad, con la construcción de la Torre de Babel.  Esta humanidad, dispersa a causa del pecado, comienza a encontrar su unidad en un hombre llamado por Dios para ser: “padre de una muchedumbre”, Gen 17, 4-5, en quien : “serán bendecidas todas las familias de la tierra”, Gen 12, 3. Su nombre es: Abrahán, el amigo de Dios y padre del pueblo elegido.

         
En la presente visión histórico ‑ cronológica que presentamos esquemáticamente, se extiende a dos mil años que separan a Abrahán de Jesucristo, "hijo de David, hijo de Abrahán" (Mat.1.1). Abrahán se presenta como un emigrante llamado por Dios desde Ur de Caldea (Mesopotamia) Su asentamiento en Palestina encaja bien con la penetración de los amorreos en este país y en Mesopotamia. En Palestina llevó una vida seminómada, pastoreando sus rebaños en régimen de trashumancia; sin embargo, ligado a la zona de Mambré – Hebrón persiste el recuerdo de una etapa en que el patriarca residió de manera más estable. El tipo de vida que se describe en Génesis, concuerda perfectamente, desde el punto de vista histórico, con todo lo que sabemos acerca de la existencia seminómada a comienzos del segundo milenio a.d.C.




3.2. HISTORIA DE ABRAHAM: Gen 11, 1 y s.s.  

3.2.1. Ambientación general de los Patriarcas
         
La formación de las tradiciones orales relativas a los Patriarcas se sitúa en el 2º milenio a.d. Cristo, antes del asentamiento del pueblo de Israel en la tierra de Canaán (Siglo XIII).
         
W. F. Albright y R. de Vaux, lo ubican entre el 1900 y el 1700 antes de Cristo. H. H. Rowley lo sitúa en el siglo  XVIII o XVII antes de Cristo. C. H. Gordon lo ubica en el siglo XIV, antes de Cristo.
         
Las antiguas tradiciones orales se referían a los jefes de cada clan seminómada, que vivían independientemente unos de otros. Eran de raza semita del Medio Oriente. La cultura era de pastores que trashumaban por los pozos de agua potable para abrevar a sus rebaños.
         
La religión era la del Dios de los padres, basada en el culto a un Dios personal, que prometía bendición y protección, fecundidad, descendencia, y la posesión de la Tierra Prometida.
         
En un segundo tiempo estas figuras patriarcales se confundieron con las tribus, que los consideraron como sus antepasados. Estas tribus se establecieron en varios centros del Medio Oriente: Mesopotamia, en torno a Jarán, patria de la parentela de los tres patriarcas: Abrahán, Isaac, y Jacob; en Galad, más allá del Jordán; en la Palestina central, y en el Negueb.
         
Históricamente hablando, la datación exacta de la historia de Abrahán es muy discutida y no hay fechas claras y exactas.  Las opiniones de los expertos en la materia son muy discordantes. Lo que sí es cierto que la era de los Patriarcas coincide con el agitado período de la migración de las tribus semitas (2000‑1700) antes de Cristo.
         
Los caminos que siguieron los patriarcas, según la Biblia, bordeaban el río Eúfrates, o corrían a lo largo de las márgenes esteparias del desierto, donde había pozos de agua, útiles para dar de beber al ganado.


3.2.2. Situación de Abrahan en la historia
         
Las narraciones sobre Abrahán y los patriarcas, recogidas en la Biblia, fueron escritas muchos siglos después de los sucesos.  Durante esos siglos, las tradiciones orales se transmiten como recuerdos de familia, la historia de sus antecesores. Por hallarse en un período de cultura oral tienen un gran desarrollo de la memoria y de las narraciones y se transmiten de padres a hijos, sucesivamente e ininterrumpidamente, los acontecimientos acaecidos hasta que finalmente y muy tardíamente se escriben.
         
Como es obvio, estas tradiciones no pueden ser exactas y precisas como nuestras crónicas modernas. De suyo esta crónica de Abrahán está narrada por tres tradiciones:  la Yahvista, la Elohista y la Sacerdotal.  A veces se introducen exageraciones para exaltar cualidades personales de los patriarcas, pero  esto no prejuzga ni anula el hecho acaecido.
         
Por todo esto la historia de los Patriarcas, como se presenta en el Libro del Génesis,12 y s.s. es el producto de un proceso secular de maduración teológica, que ha llegado a la redacción definitiva actual del Texto solamente hacia el S. V antes de Cristo. Se trata de una composición literaria muy compleja, que resulta de la yuxtaposición de muchos estratos diferentes y aún opuestos, no solo desde el punto de vista cronológico sino también teológico.


3.2.3. Vocación de Abrahan
         
La humanidad ha vivido miles de años en condición de prehistoria, lo mismo en el orden cultural que en el salvífico.  Una vez más, Yahvé Dios, toma la iniciativa para realizar la salvación de todo el género humano. El tema fundamental de la iniciativa y de la acción de Dios lo presentamos en cuatro tiempos:
         
1. Dios toma la iniciativa y llama a Abrahán: "Yahvé, dijo: Abrahán, Sal de tu cierra, de tu parentela, y de la casa de tu padre... ". Gen 12, 1.
         
2. Dios ofrece una promesa material (la tierra prometida):  "Y vete a la tierra que yo te indicaré”. Gen 12, 1.
         
3. Dios ofrece una promesa  humana (la descendencia de Isaac): “ ... De ti haré una nación grande. Engrandeceré tu nombre; y sé tu una bendición ... “ Por ti se bendecirán todas los linajes de la tierra”, Gen 12, 2-3.
         
4. Dios establecerá una Alianza con Abrahán: "Aquel día firmó Yahvé una alianza con Abrahán”. Gen 15,18.
         
Dios dirige el plan de salvación y Abrahán obedece. Es siempre Dios el que lleva la iniciativa de la historia de la salvación.  El hombre puede tener sus planes, pero si no concuerdan con los de Dios, estos planes del hombre no se cumplen, es necesario obedecer a la voluntad de Dios, aceptar plenamente sus planes. Su voluntad está por encima de nuestros planes y de nuestros cálculos.
         
La iniciativa de Dios es para el hombre Abrahán una llamada que se concreta en una orden de partida, esa llamada es al mismo tiempo una orden de renuncia.  Abrahán tiene que abandonar todo aquello que constituye su seguridad en la vida: tierra y familia y dirigirse en la fe, "a la tierra que yo te señalaré".  Es decir además de la renuncia tiene que fiarse totalmente del plan de Dios, sin saber con certeza a dónde va.  Su patria, su vida, su familia empieza a ser la palabra de Dios, su voluntad misteriosa y salvífica.  El sacrificio de esta fe y de esta renuncia no será inútil: "Yo te haré un gran pueblo, te bendeciré y te engrandeceré, tu nombre será una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan, y serán bendecidas en ti todas las familias de la tierra".  Gen 12, 2‑3.
         
Abrahán está destinado dentro de los planes de Dios a ser el origen de una bendición que no se limitará a él personalmente, sino que se extenderá a un pueblo que surgirá de él, y por medio  de él a todos los habitantes de la tierra.


3.2.4. Las promesas

El Dios de Abrahán es un Dios de promesas reales que luego se cumplen con toda fidelidad. Veamos:

Gen 12, 1   
“Sal de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre, y vete al país que yo te indicaré”.

Gen 12,2
“Yo haré de ti un gran pueblo; te bendeciré y engrandeceré tu nombre. Tú serás una bendición”.

Gen 12,3
“Yo bendeciré a los que bendigan... Por ti serán bendecidas todas las comunidades de la tierra”.

Gen 12, 7   
“Yo daré esta tierra a tu descendencia”.

Gen 13, 5   
“Toda la tierra que ves te la daré a ti y a tu descendencia para siempre”.

Gen 13, 16 
“Multiplicaré tu descendencia como el polvo de la tierra”.

Gen 15, 5 
“Levanta tus ojos al cielo y cuenta, si puedes, las estrellas... Así será tu descendencia"

Gen 15, 7   
“Yo soy el Señor que te sacó de Ur de los caldeos para darte esta tierra en posición".

Gen 15, 18 
“A tu descendencia doy esta tierra”.

Gen 17, 2   
“Yo estableceré un pacto contigo: te multiplicaré inmensamente”.

Gen 17, 4   
“Éste es mi pacto contigo: tu llegarás a ser padre de una multitud de pueblos”.

Gen 17, 6   
“Te multiplicaré inmensamente: yo haré que de ti salgan pueblos y nazcan reyes”.

Gen 17, 8   
“Yo te daré a ti y a tu descendencia después de ti en posesión perpetua la tierra que habitas”.

Gen 18, 18 
“Ha de convertirse en un pueblo fuerte y en él serán bendecidas todas las naciones de la tierra”.

Gen 22, 17,ss.     
“Te colmaré de bendiciones y multiplicaré tanto tu descendencia... Por tu descendencia serán benditas todas las naciones de la tierra”.

Gen 24, 7   
“Yo daré esta tierra a tu descendencia”.

Gen 24, 35 
“El Señor ha colmado de bendiciones a mi amo y le ha enriquecido mucho”.


Con la promesa hecha por Dios a Abrahán, la mirada de éste estará, siempre pendiente del futuro, esta promesa genérica se va a ir concretando en nuevas manifestaciones del Dios que llama y que salva.

         
a . La promesa material física: Consistía en entregarle la tierra prometida; tierra que mana leche y miel. Esta tierra era Canaán y se lo indica diciendo "A tu descendencia daré yo esa tierra", Gen 12, 7. La donación no será para Abrahán, sino para "su descendencia",  él  tendrá que caminar en la fe y en esperanza hacia esa tierra como peregrino.
         
b . La Promesa material humana: Dios había prometido a Abrahán una descendencia numerosa, pero de suyo para que se realizara este promesa existían dos grandes dificultades: una, Abrahán no tenía hijos; otra, Sara su mujer ya era de edad avanzada y estéril, ¿cómo y de dónde va a venir la numerosa descendencia?  Lo que es imposible para el hombre es posible para Dios.
         
Abrahán, para salvar la dificultad de no poder tener descendencia de su mujer Sara, recurre a la costumbre de los semitas de tener un hijo de la esclava de Sara, Agar, de ésta nacerá Ismael y piensa hacerle su primogénito. Sara acepta esta propuesta, pero éste no era el plan de Dios: "He aquí que no me has dado descendencia y un criado de mi casa me va a heredar... no te heredará ése, sino que te heredará uno que saldrá de tus entrañas". Gen 15, 3‑4. En efecto, Sara la mujer legítima de Abrahán, a edad avanzada concibe y da a luz un Hijo: Isaac. Es el hijo de la promesa humana, de él vendrán las demás generaciones. El hombre propone y Dios dispone, desde el punto de vista de la Historia de la salvación no son los proyectos de Abrahán los que cuentan, sino el designio divino al que Abrahán se adhiere en la fe: "Y creyó en Yahvé, el cual se lo reputó por justicia".  Gen 15, 6.


3.2.5. La Alianza
         
La "alianza", en hebreo "berit", es un ritual nómada que se realiza para sellar y pactar una promesa o compromiso entre dos partes: bien sean dos personas, o dos tribus, etc. El rito consiste en descuartizar unas reses y sacrificarlas, así se pacta el acuerdo y se confirma la descendencia  prometida: "Aquel día formó Yahvé una alianza con Abrahán",  Gen.15,18. En este caso es la alianza entre Dios y Abrahán, en la que Dios formará un pueblo elegido cuyo padre será Abrahán, pueblo del que vendrá el Mesías salvador de todo el género humano, Jesucristo. Dios cuidará a su pueblo, Abrahán y los suyos le reconocerán como el único Dios.


3.2.6. La fe de Abrahan
         
Dios cuando llama y elige, lo hace con toda exigencia. Quiere que el elegido y llamado responda con todo su ser a la misión que se le ha encomendado. Abrahán es el primer modelo de una respuesta obediente y fiel al llamado divino. Abrahán tuvo que ejercitar continuamente la fe en Yahvé. Fe ante el llamado que Dios le hace. Fe a la promesa, cuando todo parecía imposible: la esterilidad.  Fe en la alianza, se cumplirá en un futuro. Fe cuando Yahvé le diga que sacrifique a su hijo Isaac, ¡el primogénito!
         
Abrahán supera y alimenta su fe en Yahvé por la obediencia a la voluntad de Dios, esto lo vemos perfectamente en el pasaje del sacrificio de su hijo Isaac.  La prueba a la que fue sometido Abrahán, no consiste sólo en anteponer el mandamiento divino a su amor paterno: es una prueba mucho más profunda y terrible, porque parece que en ella Abrahán debe dudar del mismo Dios, estando la voluntad expresa de Dios, que le impone sacrificar a Isaac, en oposición clara y manifiesta con la divina promesa sellada con alianza, según la cual promesa, Abrahán será padre de una gran descendencia.
         
La fe de Abrahán es sometida a una dura prueba pero sabe resolverla en providencia y en obediencia: "Dios proveerá", Gen 22, 8. Abrahán resuelve el conflicto remitiéndole a Dios la solución del problema en actitud reverente y obediencial, pues Abrahán tenía experiencia lo que es imposible para los hombres es posible para Dios, y así fue, Dios salvó a Isaac y de ahí vino la gran descendencia. Abrahán recupera a su hijo vivo en virtud de la fe y por su actitud humilde y obediencial.


3.2.7. La bendición de Melquisedec. Gen 14,17-24

En este pasaje encontramos una referencia al N.T. verdaderamente impresionante. Melquisedec ofrece al Dios vivo pan y vino. Sabemos que el ofrecimiento de pan y de vino constituye en el sacrificio de la nueva Alianza el presupuesto esencial, para que la obra de salvación de Cristo pueda hacerse realidad su presencia salvadora. A ninguna figura del A.T. se le tributa tanto honor como al rey Melquisedec que según la Epístola a los Hebreos 7, 3 : "es hecho semejante al Hijo de Dios y permanece sacerdote para siempre".

3.2.8. Conclusión

En la historia de Abrahán hay que destacar lo siguiente:
         
a. La iniciativa divina. Es Dios quien toma la iniciativa en todo momento, el hombre proyecta sus planes, Dios los dirige y concretiza. A veces los cálculos y previsiones humanas nada cuentan, si no coinciden con los designios divinos. Estos designios divinos a veces son difíciles de conocer y sobre todo de aceptar. Antes de llegar a adherirse plenamente a los planes últimos de Dios, el hombre debe de atravesar las más largas luchas y las más dolorosas pruebas y tentaciones. De esta lectura se saca al mismo tiempo el coraje para no desanimarse en las pruebas y en las esperanzas últimas de que quien confía en el Señor, ¡jamás será defraudado!
         
b. Abrahán es el modelo de hombre de fe.  Fe porque se fió continuamente de Dios y de su palabra y saliendo de sí mismo se aventuró esperando contra toda esperanza. Abrahán es modelo de obediencia, sabiendo superar las pruebas y dificultades a que le sometió Dios para probar su fidelidad. Sabe que los planes de Dios no son nuestros planes. 
         
c. Dios siempre cumple sus promesas. Ya sean éstas humanas o materiales aunque a veces, para probar al creyente, pida lo contrario a las promesas, pero el que obedece deja actuar a Dios. El Dios de Abrahán es el Dios que toma la iniciativa, que cumple su palabra y  salva.
        

3.3. HISTORIA DE ISAAC:  "EL BENDITO DE YAHVÉ", Gen 25, 19.
         
Isaac es el heredero de las grandes promesas de Dios a Abrahán y a su posteridad. Isaac cuya historia es pobre y breve de acontecimientos exteriores es una figura bíblica de transición a quien corresponde la misión de transmitir las bendiciones de la promesa.
         
Para situar en su justa luz la personalidad y la piedad de Isaac, es menester, desde la descripción del viaje al lugar del sacrificio junto con su padre Abrahán al monte Moriah, poner de relieve claramente y con pleno conocimiento el debate personal de Isaac con la orden divina y al fin su obediencia, que es fruto de conquista y al mismo tiempo desbordamiento de confianza. Entre Abrahán, fuerte y firme en la fe, y Jacob que lucha con Dios se halla Isaac, cuya piedad está caracterizada por la fidelidad serena y agradecida con que él custodia la bendición recibida en herencia. El sacrificio de Isaac ha sido considerado como el tipo del sacrificio de Cristo sobre la cruz.
        
Vida Isaac                                Vida de Jesucristo
- La leña para el sacrificio           - El leño de la cruz
- El monte Moriah                       - El monte Calvario
- Obediencia hasta la muerte      - Obediente hasta la muerte


3.4. HISTORIA DE JACOB, CABEZA DE ISRAEL         

De la historia de Jacob podemos decir que mientras en la vida de Abrahán y de Isaac Dios ha intervenido de modo francamente visible, en la historia de Jacob, la acción divina es más oculta. Sin embargo hay un tema, que a través de muchos errores y conflictos, intrigas y engaños, tan abundantes en la vida de Jacob, él se abre camino obstinadamente y vemos cómo Dios, el Dios de Abrahán y de Isaac, se interesa por Jacob.


3.4.1. Jacob y Esaú 

El conjunto de relatos que asocian a los dos hermanos pertenecen a una tradición familiar, los hermanos mellizos se pelean ya en el seno materno (Gen,25 1 22). La etimología popular dada al nombre de Jacob, en hebreo significa que él "suplanta" a su hermano, Gen 27, 3-6, pues no en vano le roba la primogenitura Gen 25, 29-34, al igual que la bendición de su padre, Gen 27, 40. Tampoco duda en fingir una reconciliación con Esaú para poderle engañar con más facilidad.
         
Mientras Esaú se presenta como un muchacho engreído y estúpido que goza de las simpatías de su padre, Jacob es el niño astuto que se ha ganado la simpatía y protección de la madre. Estos relatos quieren justificar por qué, aun siendo Esaú el mayor Jacob debe de ser considerado primogénito y en consecuencia portador de la promesa que antes hiciera Dios a Abrahán.
         
En la historia de Jacob siempre ha habido una dificultad en cómo explicar edificantemente, que Jacob bajo el disfraz velludo y la mentira a su padre Isaac, pueda estar la primogenitura usurpada a su hermano Esaú. Esta acción realizada por Jacob cuando, por instancias de Rebeca su madre le cubrió el cuello y los brazos con pieles de cabrito, Gen 27,16, y habló con falsas palabras a su padre, Gen 21, 19.  Ciertamente que la Biblia no trata de justificar y ni siquiera legitimar el fraude y la mentira como forma de realizar la voluntad de Dios. Agustín, el Obispo santo de Hipona, respondía a sus fieles: "no es la mentira sino el misterio de Dios". ¿Por qué no ver cómo Dios escoge lo débil, lo segundo y no lo fuerte y lo primero o principal?




Otro pasaje importante en la vida de Jacob es la lucha con Dios que Jacob mantuvo junto al torrente de Yabboc. Es importante para destacar la importancia esencial para Jacob y su descendencia, Gen 32, 23-33. Es muy difícil establecer los detalles de lo que realmente ocurrió en aquel episodio. La lucha con Dios, pudo haber sido un conflicto íntimo, religioso, al que parece aludir el nombre "Fanuel" impuesto a la localidad donde ocurrió: "... porque dijo: "he visto a Dios cara a cara y he salvado la vida", Gen 32, 31. En estas palabras resuena ya la frase que en adelante vendrá repetida más veces : "Quien ve a Dios debe morir",  Ex 33, 20.  Mas puede también haber sido realmente una lucha con Dios personificado: "Y un hombre luchaba con él hasta despuntar el alba.  Viendo el hombre que no le podía a Jacob, le golpeó en la articulación del muslo y se descoyuntó el tendón del muslo de Jacob durante la lucha con él", Gen 32, 25,s.s.. Cualquiera que sea la interpretación escogida, queda siempre el hecho de que el nombre de ISRAEL está ligado a una epifanía divina y a una resistencia opuesta por Jacob a la potencia de Dios: "No será ya Jacob tu nombre, sino ISRAEL porque has peleado con Dios y has vencido", Gen 32, 29.




La escena del torrente Yabboc tiene como objetivo preparar el encuentro de los dos hermanos: Esaú y Jacob. En este encuentro se ventilan muy pocas cosas. Sólo se deja en claro que el miedo ancestral de Jacob hacia Esaú, Gen.32,12, ya no tendrá razón de ser.  Esaú indolente y estúpido, no comprende el juego de Jacob, al contrario, rehúsa incluso aceptar los dones que Jacob le ofrece en desagravio, Gen 33, 9. Con ello cada uno establece su propio lugar y ya no volverán a molestarse. Jacob se siente feliz. 
         
No sólo ha conseguido dos esposas para perpetuar la descendencia, sino que ha logrado el, perdón de Esaú. Este relato primoroso ayuda a comprender porqué los hijos de Israel vieron siempre en Jacob el símbolo de la justicia y de la valentía.  Jacob es valiente para hacer frente a Dios y es astuto para doblegar la oposición de los hombres. Así ha de proceder el pueblo elegido.  A Dios no tiene por qué temerle.  Su gran ancestro Jacob le supo resistir, a pesar de los envites por doblegarle; tampoco hay motivos para temer a los habitantes de los pueblos vecinos.


3.4.2. La descendencia de Jacob
         
Los doce hijos de Jacob y las doce tribus de Israel. En efecto para el pueblo de Israel no hay relato más importante que el del nacimiento de los doce hijos de Jacob, que con razón ha sido definido como el núcleo central de la historia del pueblo elegido. Los nombres de los doce hijos de Jacob, de los que la biblia da una etimología popular, deben de considerarse como una tentativa audaz de explicar a la posteridad el origen y las relaciones de las doce tribus de Israel. A continuación hacemos la reseña bíblica:

- Hijos de Lía: Gen 29, 31‑35.  Rubén, Simeón, Leví, Judá.
         Hijos de la sierva de Raquel: Gen 30, 1‑8.  Dan, Neftalí.
         Hijos de la sierva de Lía:  Gen 30, 9‑13.  Gad, Aser.
- Hijos de Lía: Gen 30, 14‑21. Isacar, Zabulón.
- Hijos de Raquel:  José, Gen 30, 22‑24  y  Benjamín, Gen 35, 16‑18.

En Génesis 35, 23‑26, viene una relación total de todos los hijos de Jacob, como una recopilación del autor sagrado.
         
La vida de Jacob tiene un alcance y una amplitud extraordinaria.  Sobre todo, es necesario tomar en consideración y desarrollar la entonación religiosa del relato. Abrahán ha sido llamado y probado por Dios. Dios se ha preocupado de Abrahán, el cual en la fe y en la obediencia ha cumplido la voluntad divina. Jacob se sabe indudablemente protegido de Dios como aparece claramente por la visión de la escala de Betel.  Mas la lucha de Jacob con Dios junto al torrente de Yabboc pone en evidencia una nueva orientación religiosa: ahora es Jacob quien se ocupa de Dios, es Jacob el que se ha hecho activo y no deja marchar a Dios antes de haber recibido la bendición, Gen 32,27.
         
"Creer" en hebreo significa "consolidarse" = "hacerse a sí mismo firme, sólido en Yahvé", y es precisamente lo que ha hecho Jacob en la lucha del torrente del Yabboc y la subsiguiente petición de bendición. Entonces Jacob de una vez para siempre ha anclado a Dios en sí para siempre, y en él al pueblo de Israel.  A donde quiera que vaya este pueblo permanecerá enganchado a Dios y volverá siempre a implorar de El la bendición.
         
La plegaria de Gen 32, 10‑13, que el escritor sagrado ha puesto en boca de Jacob, alcanza una altura teológica hasta entonces no superada y, al mismo tiempo, el nudo de enlace que une la historia de los tres patriarcas : Abrahán, Isaac y Jacob.  Y dice así:
         
"Dios de mi padre Abrahán, Dios de mi padre Isaac.  Yahvé que me dijiste: Vuelve a tu tierra y a tu familia y yo te haré el bien. Yo soy indigno de todos tus favores y de toda la bondad que has dispensado a tu siervo. Sólo, con mi bastón pasé este Jordán y ahora puedo formar dos campamentos. Líbrame ahora de la mano de mi hermano, de la mano de Esaú, porque yo temo que venga y me mate a mí a la madre de mis hijos y a mis hijos. Sin embargo tú me has dicho: Yo te haré el bien y haré tu descendencia como la arena del mar que no se puede contar por su gran número", Gen 32, 10-13.

         
3.4.3. Conclusión

En la historia de Jacob sorprende, ante todo, su espíritu de lucha: La escena del torrente de Yabboc siempre fue considerada como muy importante por la tradición bíblica, vinculando con ella ese famoso cambio de nombre ISRAEL que garantiza el entronque común con las diversas tribus beduinas. El afán del patriarca Jacob se cifra en afianzarse en la línea de la promesa, contrayendo para ello matrimonio con esposas mesopotámicas, pues las cananeas hubieran podido apartarle de la senda trazada por Yahvé. Asimismo sirve de modelo la serena retirada de Jacob a Egipto, donde se instala sin más, para preparar la conciencia de aquellos hombres que, al disponerlo Dios, darían vida a ese pueblo elegido, que sigue sirviendo de norma aún hoy a cuantos creyentes acusan en su vida el peso de la opresión. Los hebreos fueron capaces de convertirse en un pueblo grande, porque antes supieron acrisolarse en la adversidad. Esta se asocia con Egipto, donde Jacob decidió instalarse a instancias de su propio hijo José. Ambos personajes quedan, pues, ensamblados en la oscura fase de la historia bíblica, donde la libertad  nómada se depuró al cargar con el peso del cautiverio.


3.5. HISTORIA DE JOSÉ: Gen 37, 1‑50, 26.
         
En la historia de los Patriarcas la vida de José constituye el fin del libro del Génesis extraordinariamente amplio. Al mismo tiempo sirve de enlace y de introducción a la historia de Moisés y  al relato de la instalación de las doce tribus israelitas en Egipto.
         
José, el egipcio, es un personaje de excepcional interés. Sus sueños atraen desde el primer momento las predilecciones de su padre Jacob. Sus hermanos sienten envidia hasta desear la muerte de él.  A última hora se salva por la intervención misericordiosa de uno de sus hermanos y es vendido como esclavo a unos mercaderes beduinos que traficaban con los egipcios. El dramatismo de todos estos relatos ayudar a realzar la figura de José: siendo casi el más pequeño de sus hermanos, reivindica una grandeza sin par. Gracias a su providencial intervención, los hijos de los patriarcas consiguen superar una situación de hambre que era mortal.




José es un protagonista que sufre toda una serie de dificultades y vicisitudes, hasta que ayudado por Dios logra cambiar su desgracia en bendición. José entra en Egipto como un simple esclavo y al cabo del tiempo es uno de los personajes más, importantes en la corte del faraón.
         
La mayor parte de los estudiosos considera la historia de José como una narración didáctico-sapiencial, que no carece de fundamento histórico.  En la descripción de la vida de José la realidad histórica en sí y el intento pedagógico ‑ religioso se funden en un mismo hilo sin suturas.  El material histórico, que ya habla sido redactado una primera vez conforme a los modelos y clichés literarios egipcios, es fijado, por escrito, sobre una base religiosa bien definida y elaborada en un relato más amplio por un escritor sapiencial de los comienzos de la época de los Reyes, S. X a. de Cristo.  Se comprende por esto cómo, sobre todo en las épocas posteriores de miseria y de crisis, por ejemplo durante, la cautividad babilónica, la historia de José haya ejercido un influjo extraordinariamente profundo y reconfortante y que haya consolidado la confianza en la ayuda y en la potencia de Dios.
         
La historia de José esta escrita por dos tradiciones: la Yahvista y la Elohista.
         
a. Tradición Yahvista
La historia de José comienza con la confabulación de sus hermanos a causa de las predilecciones de su padre para con José. Los hermanos queriendo eliminarlo, Judá lo defiende y lo venden a una caravana de ismaelitas comerciantes que venden sus productos a los egipcios.  José es llevado a Egipto como esclavo y vendido a un ciudadano anónimo que ante la acusación calumniosa de su mujer le manda a la cárcel. Tras muchas vicisitudes José prospera, llegando el faraón a nombrarle su primer ministro. 
La primera venida a Egipto de los hijos de Israel termina con el reconocimiento de José, quien simula acusarlos como espías por venir a explorar el país egipcio. Regresan sus hermanos a Canáan, encontrando, al cabo de una jornada, que en sus sacos estaba el dinero con que habían pagado el trigo. De nuevo vuelven a Egipto, donde José les revela su auténtica identidad. Terminan estableciéndose en Egipto a causa de la invitación que les cursa el propio faraón, a causa de la buena posición de José, y a su buen prestigio, Jacob, su padre muere bendiciendo a Efraín y Manasés y es enterrado en Egipto.




b. Tradición Elohista
Comienza la historia presentando a los hijos de Jacob dispuestos a terminar con su hermano José, también a causa de las preferencias de su padre.  Sin embargo Rubén lo libera, a través de una estratagema llegando José a ser secuestrado por los madianitas.  Estos le llevan a Egipto, donde es vendido como esclavo a Putifar, comandante de los guardias, quien le confía el cuidado de los prisioneros. Tras una serie de eventualidades, termina el faraón nombrándole jefe de su palacio.
Llegan a Egipto los hijos de Jacob, a quienes José, simulando no conocerlos, les acusa como espías. Vuelven a Canaán y a su llegada encuentra el dinero en las alforjas.  Regresan a Egipto y son reconocidos por José, el cual les invita a que se establezcan allí con su padre Jacob.  Jacob a punto de morir, bendice a Efraín y Manasés.  Muerte y sepultura de Jacob.


3.5.1. José y sus defectos
         
José es el preferido de Jacob, pues le recuerda siempre a su predilecta esposa Raquel, Gen 29, 18; 30, 22. Mas esta preferencia no ha favorecido, al carácter de José, ni a su desarrollo religioso y espiritual.  José cree ser mejor que sus hermanos y se erige en juez de ellos.  "José hizo saber a su padre la mala fama de ellos", Gen 37, 2. No es, pues, de maravillarse: que José haya irritado cada vez más a sus hermanos.
         
Por ejemplo, el modo con que él les contaba sus propios sueños debía parecer necesariamente una provocación a sus hermanos: "Y ellos le aborrecían todavía más a causa de sus sueños y de sus palabras", Gen 37, 8.  José ignoraba el arte de la prudencia y de callar.  Inconscientemente, pero muy infelizmente, él ha suscitado y agudizado la irritación y antipatía de los hermanos en sus confrontaciones.  Evidentemente carecía de discreción.


3.5.2. José y sus pruebas
         
José fue vendido como esclavo por sus hermanos a unos mercaderes ismaelitas, o madianitas. Siendo inocente, se le metió en la cárcel por no acceder a la solicitud de pecar con la mujer de Putifar, su jefe.


3.5.3. José y la confianza en Dios
         
En el sufrimiento y en medio de las calumnias, José conservó y profundizó su ilimitada confianza en el auxilio de la divina Providencia.  El sabía que en Dios su honor permanecía puro e inviolado. Se sentía llevado y envuelto por la mano paterna de Dios, que había conducido toda su vida a buen término.
         
José es un hombre lleno del Espíritu de Dios, Gen 41,38. Que no se fía de la inteligencia humana, sino que se abandona enteramente a la guía del divino espíritu: "Es Dios quien da la interpretación", Gen 40, 8. "Yo no soy nada: es Dios quien dará al faraón respuesta favorable",  Gen  41, 16.
         
Tras la historia de José surge la pregunta cómo un elegido de Dios puede tener a la vez bendición y protección de Dios y a la vez poder sufrir la injusticia, el sufrimiento y el escarnio.  Dos son las respuestas que se dan a este relato: Ante todo el sufrimiento purifica al hombre y lo conforma con Dios. A quien Dios ama, lo pone a prueba para que madure en lo más profundo de su personalidad y le ofrece la posibilidad de expiar; es una señal de amor de parte de Dios. Tanto a José como a sus hermanos, los transforma y les hace crecer en el dolor.  En segundo lugar, de la historia de José, se deduce que los crímenes e injusticias de los hombres no consiguen inutilizar los designios de la divina Providencia, Gen 41, 32, y Dios endereza hacia el bien los planes criminales de los hombres, Gen 50, 20.  La potencia y la bondad de Dios son más grandes que toda la maldad humana.  Dios es paciente, pero al fin, todo lo endereza al bien.
         
A través de toda la historia de José resuena una especie de estribillo consolador: "Yahvé estaba con José y hacía prosperar todo cuanto emprendía", Gen 39, 3.23. Cada uno de los individuos del pueblo elegido, probado por el dolor, forzado a vivir en el exilio y en la cautividad, podía confortarse y consolarse con la historia de José. Finalmente quisiéramos resaltar los siguientes valores religiosos sacados de lo más profundo de  esta historia llena de sabiduría y de contenido religioso:
         
a. La purificación de los hombres que, a través del dolor, vienen a ser instrumento del plan divino de salvación.
b. La inmutable confianza en Dios, a pesar de todas las amarguras y sufrimientos y dolores.
c. La realización de los planes de Dios (providencia divina), y aprender cómo Dios está bien dispuesto hacia los hombres y sabe convertir los males humanos en bienes salvíficos.



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Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.

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