Presentación del Señor

P. Adolfo Franco, S.J.

Lc 2, 22-40




Jesús es presentado en el templo a los cuarenta días de su nacimiento como establecía la ley de Moisés. Jesús va a superar esta ley, la va a sustituir por la Nueva Ley de la caridad, pero en su vida cumplirá como judío piadoso todas las obligaciones establecidas para un buen israelita.

Pero en esta misma escena se manifiesta ya el nuevo futuro que se hace visible por la manifestación al anciano Simeón que encuentra a la Sagrada Familia cuando están cumpliendo con el rito establecido para la presentación del Niño en el templo y la purificación de la Madre.
Lo que Simeón va a manifestar y a declarar va a dar el sentido profundo a ese simple acto litúrgico de la presentación.

La presentación de todo primogénito a los cuarenta días de su nacimiento significaba  que pertenecían a Dios; Dios permitía que fueran rescatados mediante una ofrenda y no quedasen para siempre  en el templo al servicio de Dios.

Simeón es descrito como hombre justo, piadoso, que espera el consuelo de Israel (el Mesías), y habitado por el Espíritu Santo. Este hombre hace ver que Jesucristo, a quien toma en brazos, es el Consagrado de Dios, no es un primogénito más del pueblo de Israel, es el Primogénito de todos los primogénitos, que aunque es rescatado del tempo con la modesta ofrenda de los pobres pertenece a Dios y es la ofrenda para Dios, el Cordero que será el precio del recate de todos nosotros. Simeón es también el que hace la primera confesión de fe en lo que es este Niño que ha tomado en sus brazos; lo proclama como Salvador, como Luz de las naciones y como gloria de Israel.

Pero terminada esta proclamación con la que manifiesta lo que es este Niño y con la que da un sentido trascendente a la ceremonia litúrgica de la presentación, adelanta el futuro del Niño y de la Madre. Ese futuro de salvación que realizará Jesús estará lleno de contradicciones, de aceptación por unos y rechazo por otros; su Madre estará unida a Él porque una espada atravesará su corazón de Madre, lo cual servirá para que queden al descubierto las intenciones de muchos.

Podría pensarse que con esta profecía Simeón está viendo por adelantado la escena del Calvario; Cristo en la cruz que es la realidad a la que apunta la presentación ritual del templo. Pero es una presentación del Primogénito al Padre, de la cual Jesús ya no será rescatado porque será consumado en totalidad en el plan de salvación. Y la cruz en la que estará Cristo será para siempre al signo de contradicción, aceptado por unos y rechazado por otros. Y en la misma escena del Calvario la Madre al pie de la cruz con su corazón traspasado por la espada.

El párrafo de San Lucas que leemos hoy completa esta narración con la presencia de la profetisa Ana que hace también una proclamación del niño a los que esperaban la liberación de Israel.

Termina todo con la vuelta de la Sagrada Familia a Nazaret donde Jesús vivirá una simple vida de familia durante treinta años.

Jesús se nos ha manifestado como Salvador y Luz, y nos cuestiona a cada uno de nosotros, porque también para nosotros ahora es a la vez Salvador  y signo de contradicción. También ante la cruz quedan al descubierto nuestras intenciones o sea queda al descubierto lo más profundo de lo que somos en nuestro interior, lo más íntimo de lo que pensamos y de lo que deseamos.


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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.

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