¿Cómo surgieron los Ejercicios Espirituales?

Condicionamientos históricos de los mismos



Para comprender lo que son los Ejercicios tenemos que acudir al origen y desarrollo de los mismos. Antes de ser un "texto", fueron una experiencia vivida por san Ignacio en medio de su tiempo, es decir, marcada por condicionamientos históricos: sociales, económicos, políticos, espirituales y eclesiales.


1 Condicionamientos sociales, económicos y políticos


a) La historia

Iñigo López de Loyola nace y pasa su infancia en el ambiente feudal propio de la nobleza provinciana de Guipúzcoa. Pero su adolescencia es impactada por la corte española, abierta en esos momentos a la expansión universal de la conquista del Nuevo Mundo. Su niñez está envuelta en la mística de cruzada conquistadora iniciada en la toma de Granada por los Reyes Católicos, en cuya corte de Arévalo pasó sus años de adolescente. También respiró los aires universales de la llegada de Cristóbal Colón al Nuevo Mundo, a donde se expandió el espíritu de cruzada.

Su juventud, con todas las grandes ambiciones de una fuerte personalidad, se desarrolla en el momento estimulante de los inicios del reinado de Carlos I de Castilla, que une en su persona el poder político europeo de Emperador de Alemania y sueña en repetir la hazaña de Carlomagno, reinstaurando el Sacro Imperio en toda Europa y el Nuevo Mundo. En su edad madura, ya después de la conversión, Iñigo verá derrumbarse tan bello sueño medieval. Y el Emperador separará el poder imperial del español, poniendo a su hermano Francisco al frente de los estados alemanes y a su hijo Felipe frente al imperio español.

También verá que comienza a resquebrajarse la misma estructura feudal, fundada en las familias nobles, porque el mercantilismo, estimulado por la inyección de metales preciosos procedentes de las Indias, hace surgir una nueva fuerza social fundada en el dinero. El mismo Iñigo conocerá personalmente el movimiento económico de los grandes centros comerciales como Barcelona, Amsterdam, Londres, Venecia... Tanto el poder feudal arraigado en el honor de la familia noble, como el poder del dinero del capitalismo mercantil, fuerza éste último, de los moradores plebeyos de los burgos, dejarán su impronta en la experiencia espiritual de Iñigo. Esta impronta es la que intentaremos rastrear a fin de hacer después una transcripción a los condicionamientos actuales que influirán en los Ejercicios Espirituales desde América Latina.


b) Influjo de estos condicionamientos en la experiencia espiritual de Iñigo

Iñigo López de Loyola inicia su peregrinación a Jerusalén, desprendiéndose de los ducados cobrados en Nájera. Pero esto no es lo más significativo, porque en el mundo feudal el status social se fundaba en el apellido de familia noble. Por eso se desvía del camino real para no ser reconocido como noble. En ese momento el Cardenal de Utrecht, recién elegido Papa, estaba en España con el rey Carlos I, y se encaminaba a Roma precisamente por la misma vía que conducía a Iñigo hacia Montserrat. Pero el paso decisivo lo da cuando se despoja de sus vestidos de seda, símbolo del status de noble, para vestirse el distintivo social de lo más bajo de los plebeyos, que era el sayal de mendigo.

En ese momento la mendicidad era una institución social, por ser uno de los problemas más extendidos y agudos en Europa. El "abajarse" socialmente es el primer signo externo de su conversión interior, que marca inicial y definitivamente su experiencia espiritual. Son las armas del caballero de Cristo que velará ante la dama de sus sueños, la Virgen de Montserrat. Desde ese momento, el comer, vestir y dormir, "será como cosa propia de pobres", los más bajos de la sociedad. Y esta experiencia la exigirá a todos los que ingresan a la Compañía de Jesús, incluidos los nobles por supuesto, desde Francisco de Borja, privado del Emperador Carlos V, hasta Don Teutonio, pasando por Francisco Xavier.

Junto a la renuncia del poder clave en la sociedad feudal, que es la nobleza y su símbolo del vestido, une la renuncia al dinero. Por eso deja el dinero en un banco que halló junto a la playa en Barcelona al partir hacia Italia, y sigue distribuyendo las limosnas recogidas por él mismo entre los mendigos durante su peregrinación a Tierra Santa. Después, como estudiante en París, ayudará a sus compañeros de estudio con las limosnas recogidas en Flandes e Inglaterra. Y en Roma, los primeros compañeros vivirán en graves penurias económicas, por su gran desprendimiento en tiempos de hambre. El gesto final, llevado a la práctica con calma pero sin retroceder un paso, será el cambio premeditado de su nombre y de su "firma completa, pregonera de la antigüedad y alcurnia de la propia sangre", pues "fue podándolo todo hasta quedarse aun sin el nombre de Iñigo". (LETURIA Pedro, "El gentil hombre Iñigo López de Loyola", Editorial Labor, Barcelona 1949, p.8).

Por eso, el "abajarse" en el texto de los Ejercicios, además del sentido ascético, tiene un sentido social, porque antes de ser una formulación espiritual fue una realidad vivida dentro de la estratificación social de su tiempo, lo que constituyó una evidente manifestación de su conversión. Y es muy significativo que el lugar en que se usa la palabra "abajarse" en los Ejercicios, sea el momento culminante de los "tres maneras de humildad". El otro lugar significativo de los Ejercicios es el de la meditación de los "tres binarios". Y es ahí donde aparece como ejemplo clave de riqueza el dinero, los 10.000 ducados; ese dinero que Ignacio observó como el motor del mercantilismo, padre del capitalismo moderno (EE 165.150).

Y en las "dos banderas" están puestos los dos pasos estratégicos para llegar a la soberbia: primero, el desear riqueza, y segundo, el buscar honores. Frente a ellos, haciendo lo diametralmente opuesto, hay que desear la pobreza actual, la que sufren los pobres sociales, "no menos que la espiritual", y las humillaciones. Porque el sumo y verdadero Capitán Jesús está en lugar humilde y sencillo, es decir, pobre, y él con su ejemplo nos muestra la vida verdadera. Otros reflejos de su vida de mendicante y del problema de la mendicidad, se ven claramente en las reglas para "distribuir limosnas" (EE 337-344) y en la reforma de "la propia vida y estado" (EE 189).


2 Condicionamientos espirituales y eclesiales

a) La historia

Los condicionamientos espirituales los vivió Iñigo desde su niñez en el seno de una familia creyente formada principalmente en la piedad franciscana. En los momentos de su adolescencia, se había intensificado esa piedad en toda España, con el gran impulso dado por el regente de Carlos I, el franciscano Cardenal Cisneros. Ya en la plenitud de su juventud, en el momento álgido de la curación de su pierna, recibió otro impacto piadoso decisivo, al no encontrar en casa libros de caballería sino el "Flos Sanctorum" y la Vida de Cristo. Esta línea de espiritualidad chocará más tarde en París con la espiritualidad de Erasmo, elitista, erudita, crítica y despreciativa de la piedad popular que alimentó a Iñigo toda su vida y que en los Ejercicios se convierte en base inspiradora. A nivel de jerarquía eclesiástica vivió las preocupaciones reformistas frente a la corrupción de la cúpula romana, y se vio inmerso en todo el remolino de la reforma luterana y calvinista.


b) Influjo de estos condicionamientos en la experiencia espiritual de Iñigo

La piedad popular de Ignacio1 tiene toda la fuerza de la sensibilidad tomada del valor sacramental de la teología católica, cuya fuente primera es la encarnación del Hijo. Esta piedad empapa todas las consideraciones de los Ejercicios, desde las meditaciones sobre el pecado -en particular el ejercicio sobre el infierno- hasta las contemplaciones de la vida de Cristo. En el nacimiento, merecen destacarse los detalles populares, con sabor franciscano, de hacerse presente como "pobrecito y esclavito indigno, mirándolos, contemplándolos y sirviéndolos en sus necesidades, como si presente me hallase, con todo acatamiento y reverencia" (EE 114).

En las reglas para sentir "en la Iglesia militante" (EE 352), Ignacio no se queda en el evangelismo libre, tan en boga en esos momentos de la Reforma, sino que inserta toda su experiencia en la comunidad eclesial, con todo su sistema jerárquico, sacramental y devocional. Su fidelidad sigue los caminos de los grandes santos de la historia de la Iglesia. Ignacio supo mantener el equilibrio en dos grandes temas, fuertemente debatidos en aquellos momentos y de perenne interés en la historia: entre la fidelidad a la jerarquía de la Iglesia y la fidelidad al Espíritu que le empujó a notables innovaciones en la concepción de la vida religiosa, y aun a decisiones circunstanciales opuestas a la autoridad del Papa, como fue el asunto de la elección como cardenal de Francisco de Borja. También mantuvo equilibrio entre el respeto al pueblo sencillo en sus devociones populares: reliquias, procesiones, candelas, ornamentos, edificios... (EE 358-361) y el respeto a la jerarquía de esa misma y única Iglesia, pueblo de Dios (EE 362), equilibrio que sigue siendo muy importante en nuestro tiempo.


3 Conclusión

De esta breve confrontación entre la vida de Iñigo contextualizada social y eclesialmente y el contenido de los Ejercicios, podemos sacar dos observaciones importantes: Primera: Aunque el libro de los Ejercicios esté escrito con un lenguaje espiritual, no puede desligarse de la vivencia de Ignacio con todos sus condicionamientos sociales y eclesiales. Por tanto, al ofrecer un Directorio actualizado de Ejercicios desde América Latina y para América Latina, debemos contextualizarlo en nuestras circunstancias, si queremos ser fieles al espíritu del mismo. Segunda: La situación de América Latina nos da unos condicionamientos especialmente apropiados para poder comprender el contenido y la dinámica de los Ejercicios. Y recíprocamente, los Ejercicios nos introducen de lleno en nuestra situación latinoamericana.


4 Proceso de la elaboración del libro de los Ejercicios

a) Introducción

Vista ya brevemente la contextualización histórica, social y eclesial de la vivencia de Ignacio, se nos impone recordar ahora el proceso de su formulación escrita.

Al narrar en su Autobiografía los hechos acaecidos en Manresa (nn. 18-43), san Ignacio no mencionó la composición de los Ejercicios; pero al final de su relato, a una pregunta del P. Luis Gonçalves de Câmara, respondió en pocas palabras que "los Ejercicios no los había hecho todos de una sola vez, sino que algunas cosas que observaba en su alma y las encontraba útiles, le parecía que podrían ser útiles también a los otros, y así las ponía por escrito, verbi gratia, del examinar la conciencia con aquel modo de las líneas, etc. Las elecciones, especialmente, me dijo que las había sacado de aquella variedad de espíritus y pensamientos que tenía cuando estaba en Loyola, cuando se encontraba enfermo de una pierna" (Ibid. n.99).

De esta breve declaración deducimos:

1º. Que la composición de los Ejercicios siguió un proceso evolutivo que se extendió desde los tiempos de Manresa (1522) hasta los primeros años de la vida de Ignacio en Roma (alrededor de 1541).

2º. Que los Ejercicios son fruto de la experiencia personal de Ignacio, quien los experimentó en sí mismo antes de escribirlos para la utilidad de otros. Como dice gráficamente el P. Polanco: "Como mucho labraron en su misma alma, así él deseaba con ellas (las meditaciones de los Ejercicios) ayudar a otras personas" (Sumario, n. 24: FN I,163).

3º. Que el origen remoto de los Ejercicios hay que buscarlo en la variedad de espíritus que experimentó en Loyola, durante el curso de su convalecencia. Con todo, según el testimonio unánime de los contemporáneos, los Ejercicios pertenecen al tiempo de la estancia de Ignacio en Manresa. Laínez dice que "cerca de este tiempo hizo confesión general de toda su vida y vino, quanto a la sustancia, en estas meditaciones que decimos exercicios" (Carta de Polanco, 1547: FN I,82). La expresión "vino en" significa que Ignacio hizo y escribió los Ejercicios en Manresa. Nos consta el uso de Ignacio de poner por escrito cuanto pasaba por él en aquel período. Por lo que se refiere a los Ejercicios, en el pasaje que hemos copiado (Autobiografía, n. 99) dice expresamente que ponía por escrito las cosas que creía que podrían ser útiles a otros. Que los Ejercicios fueron
escritos en Manresa lo dicen, entre otros, Polanco, Nadal y Ribadeneira.

Dice Polanco: "...las cosas que se contienen en el libro de los Ejercicios espirituales, primero las observó y después las escribió para utilidad de otros" (FN II, 527). Nadal: "De entre las cosas que comprobó por experiencia que le habían aprovechado, aquellas que le parecía que podrían ser útiles a los demás las puso por escrito en un librito" (MI, Nadal V, 842). Y Ribadeneira: "En este mismo tiempo (...) escribió el libro que llamamos de los Exercicios espirituales" (Vida, lib. I, cap. VIII: FN IV, 135). La primera vez que Ignacio habló de los Ejercicios escritos fue en Salamanca (1527), cuando dio al bachiller Sancho de Frías "todos sus papeles, que eran los Ejercicios, para que los examinasen" (Autobiografía, n. 67). De hecho, nos consta que este Bachiller y los otros tres jueces que examinaron a Ignacio vieron los Ejercicios (Ibid. n. 68). La segunda vez fue en París, cuando el inquisidor Valentín Liévin le pidió los Ejercicios, "y viéndolos, los alabó mucho y pidió al peregrino que le dejase una copia de ellos, cosa que él hizo" (Ibid. n. 86). Un tercer texto es el que copió para sí en Venecia, el año 1536, el cardenal Gaspar Contarini
(FN II, 585, n. 96; MI, Scripta de S. Ignatio II, 872).

Recorriendo más en detalle el camino seguido por Ignacio, podemos distinguir dos etapas principales, que describe el P. Nadal: una, antes de cursar los estudios; y otra, después de terminarlos. Dice en su apología contra el dominico Tomás de Pedroche: "Cuando escribió una buena parte de los Ejercicios, todavía no había estudiado... Después de terminar sus estudios, recogió sus primeras notas (deliberationes) de los Ejercicios, les añadió muchas cosas, ordenó (digessit) todos los materiales y los sometió a la probación de la Sede Apostólica" (FN, I, 318-319). Más en concreto, podemos distinguir los siguientes estadios:


b) Manresa

Ignacio hizo y escribió los Ejercicios en la tercera y última etapa de su permanencia en Manresa, caracterizada por las especiales gracias recibidas. Como dice Polanco, lo hizo después de la llamada eximia ilustración del Cardoner (FN II, 527). Respecto al contenido, ya hemos visto que, según Laínez, en Manresa hizo los Ejercicios "quanto a la substancia", expresión que equivale a decir que los Ejercicios son del tiempo de Manresa. Polanco añadió que "después, el uso y la experiencia de muchas cosas le hizo más perfeccionar su primera invención" (Sumario, n.24: FN I, 163). Nadal dice que en Manresa, "con lo que él devía de leer y el Señor le comunicava en la oración de su alma, comenzó a notar los puntos y exerçiçios de la primera semana", y después "el Señor le llevó más adelante, y començó a meditar en la vida de Cristo nuestro Señor, y a tener en ella devoción y desseo de ymitarla" (FN II, 190; MHSI, Nadal V, 274). En concreto, Nadal sitúa en Manresa las meditaciones del Reino de Cristo y de "dos banderas": "Aquí le comunicó nuestro Señor los Exercicios, guiándole desta manera para que todo se emplease en el servicio suyo y salud de las almas, lo cual le mostró con devoción specialmente en dos exercicios, scilicet, del Rey y de las banderas" (FN I, 307; MHSI, Nadal V, 4O).

Además de las meditaciones, podemos atribuir a la época de Manresa los documentos sobre el "examen particular" (EE 24-31), que él enseñó desde el principio a sus ejercitantes, y los del "examen general" (EE 32-43), con las normas para distinguir entre pecado mortal y venial. Son también de Manresa las "Reglas para discernir espíritus más propias para la primera semana" (EE 313-327) y los "tres modos de orar" (EE 238-260). Todo ello fue revisado y completado en períodos sucesivos. No nos consta que compusiese ya en Manresa el "Principio y Fundamento", al menos en la forma en que hoy lo conocemos.


c) París (1528-1535)

Si no se conserva el texto que Ignacio entregó al inquisidor Liévin -probablemente un texto latino-, tenemos, en cambio, los Ejercicios que el propio Ignacio (o, más probablemente, Pedro Fabro) dio al inglés John Helyar alrededor de 1535, y que son los más antiguos que se conservan. Se trata de un texto no "arquetipo" sino "adaptado". Encontramos en él una redacción del "Principio y Fundamento" algo diferente de la definitiva (MHSI, Ex², p. 429). Podemos conjeturar que son del tiempo de París las meditaciones de los "tres binarios" (EE 149-157) y la consideración sobre las "tres maneras de humildad" (EE 164-168), la "Contemplación para alcanzar amor" (EE 230-237), algunas "Anotaciones" que describen las disposiciones que debe tener el Ejercitante (EE 3, 5, 11, 12, 13, 16, 20), las "Adiciones" (EE 73-90) y, al menos, una
primera serie de "Reglas para sentir en la Iglesia" (EE 352-365).


d) Italia (1536-1539) y Roma (1539-1541)

De 1536 a 1539, Ignacio llevó a término la revisión del libro de los Ejercicios de que nos habla Nadal (EE 1, 2, 4, 6-10, 14, 15, 17, 18, 19), la redacción definitiva del "Principio y Fundamento", los "Misterios de la vida de Cristo" puestos al final del libro (EE 261-312), y las "Reglas para ordenarse en el comer" (EE 210-217). Se completa la redacción del libro con las "Reglas de discreción de espíritus más propias de la segunda semana" (EE 328-336), las de los "escrúpulos" (EE 345-351) y la definitiva ordenación y formulación de las "Reglas para sentir en la Iglesia" (EE 353-370).

Que hay elementos añadidos en Roma lo deducimos de tres cartas: una del P. Francisco Estrada, que en 1539 escribió a Roma desde Montepulciano pidiendo que, sin falta, se le enviasen "las reglas de discretione spirituum y de tentaciones, con esotras de Exercitios, y esto sin faltar" (MHSI, Epp. Mixtae I, 22). En una segunda carta, el mismo Estrada pedía "las reglas de la 1ª, 2ª y 3ª semana de Exercicios, y otras nuevas, si se han adjunto" (Ibid. 29). Por su parte, Francisco Javier escribía desde Lisboa el año 1540 pidiendo que le mandasen "un traslado de los (Ejercicios) coreptos", para poder mostrarlos al rey de Portugal, Juan III (MHSI, S. Francisci Xaverii epistolae I, 47).


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(1) Piedad alimentada, sin duda, por la “Imitación de Cristo”, libro muy querido para Ignacio.


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Tomado de:



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