El Viacrucis no es algo sólo del pasado.
No es un mero ritualde la humillación de Jesús.
No es una locura que sólo ocurrió una vez,
hace muchos siglos.
La crucifixión
es una realidad de todos los días:
es la persistente inhumanidad del hombre,
el poder incontrolado del pecado.
Los pobres y los débiles
son traicionados por el dinero,
condenados por la indiferencia,
azotados por las ideologías.
Todos los días arrastran sus cruces
subiendo a un millón de calvarios
para morir, allí, de sed inextinguible.
Y mueren sin que nadie se dé cuenta.
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