P. Ignacio Garro, jesuita †
9. EL SINDICATO
Continuación...
9.6.- La confesionalidad sindical
Ha habido, sin
embargo, un punto, referido al modelo sindical, que ha hecho correr mucha tinta
en los documentos de la DSI: la confesionalidad de los sindicatos, es decir, si
deben de ser sindicatos cristianos católicos, o de otra religión. Hoy no es ya
un tema de actualidad. Las circunstancias han cambiado mucho La secularidad de
la realidad terrena ha dado otros matices a este problema. Pero no puede
omitirse su recuerdo a la hora de recordar la postura de la Iglesia ente el
sindicato.
Es preciso, ante
todo, plantear bien la cuestión. Lo que se pregunta es lo siguiente: ¿tiene un católico
obligación de afiliarse a un sindicato católico o puede militar en un sindicato
de ideología neutral? Esto es lo que se plantea, no si todos los sindicatos
deben ser confesionales. La evolución de la DSI en este punto se puede resumir
así, reduciéndonos a los hitos más significativos:
- León XIII
percibió la evidente ventaja de que los católicos militasen unidos en un
sindicato católico. Pero, a la vez, se daba cuenta de que se trataba de un tema
muy complejo, en el que debían de entrar en juego otras consideraciones, y muy
principalmente la utilidad de los propios trabajadores. Por eso, sin dejar de
ponderar las ventajas de la confesionalidad, dejaba abierta la doble
posibilidad para los obreros católicos.
- Pío X tuvo que
enfrentarse a la polémica surgida en Alemania: ¿podían colaborar juntos los
trabajadores católicos y los protestantes? Para Alemania lo admitía de forma
transitoria, aunque mostraba su preferencia por la confesionalidad. De todas
formas, se abría paso a la idea de que en los asuntos económico y profesionales
podían primar una serie de factores que escapaban a la incumbencia de la
Jerarquía de la Iglesia: comienza a vislumbrarse la autonomía de lo temporal,
como había aparecido ya poco antes en la polémica suscitada en Italia propósito de la "Opera dei Congressi"
en tiempos de León XIIII.
- La misma idea se
defendía en tiempos de Pío XI, en la "Resolución" que la Sagrada
Congregación del Concilio dirigió al Cardenal Liénart, Obispo de Lille,
Francia. Dos años después, en QA, el papa Pío XI, dejaba de considerar excepción
la filiación de un católico a un sindicato neutral y establecía, como norma
general, que ésta debía ser la praxis cuando concurriesen una de estas dos
causas:
1.- La legislación hacía imposible o muy difícil la existencia de sindicatos
católicos.
2.- No era conveniente debilitar o romper la unidad del frente obrero
creando sindicatos distintos a los ya existente.
De hecho estas
circunstancias se iban haciendo tan universales que lo que antes era excepción
se va configurando como la norma general. A estas indicaciones, QA, nº 35,
añadía otras dos consideraciones:
a.- El obrero católico podía, en los casos citados, afiliarse a un sindicato
neutral con tal de que no le obligasen a actuar contra su conciencia.
b.- Los Obispos debían de crear "asociaciones religiosas", no
sindicatos, que proporcionasen al obrero católico, afiliado a un sindicato
neutral, la formación cristiana que no iba a encontrar en dicho sindicato.
9.7.- Problemas que subsisten
hoy en el mundo sindical.
Simplificando se
puede decir que el sindicato nació para conseguir, frente a las pretensiones
del capital, una defensa eficaz de las reivindicaciones salariales de los
trabajadores. Hoy, sin embargo, sus pretensiones históricas o están en parte conseguidas,
aunque siempre se puede avanzar más en esta línea, o, incluso son patrimonio de otras entidades: la misma
Administración del Estado, o de la Patronal, y tienen tanto interés como el
sindicato por algunos de sus objetivos, por ejemplo, crear el máximo número posible
de empleos o puestos de trabajo. Una de las tareas típicas de los sindicatos en
países de desarrollo es la negociación de los convenios colectivos, la
representación de los trabajadores en la participación de la empresa, etc. Y esto
con atención a intereses superiores macroeconómicos. Y así, ciertamente los
objetivos sindicales ha evolucionado mucho a lo largo de los últimos años. Los
documentos de la DSI han tenido siempre conciencia de que el sindicato tenía otros
fines, además de su finalidad reivindicativa salarial. En este sentido, ya León
XIII en RN, nº 32, suponía que debía haber diferentes asociaciones de obreros
para diferentes fines, sindicatos, mutuas de vivienda, patronatos, etc, y
proponía como objetivos que no deben de olvidarse la prosperidad tanto familiar
como individual de los obreros, moderar con justicia las relaciones entre
obreros y patronos, robustecer en unos y en otros la observancia de los
preceptos evangélicos, el cultivo del espíritu, el pleno empleo, la seguridad
social, etc. Es decir, pensaba en unos sindicatos con una finalidad integral:
"un aumento de los bienes del cuerpo y del espíritu y de la fortuna".
- Pío XI, trata
lateralmente del sindicato en QA, nº 91-96, es decir, habla de él a la hora de
evaluar el modelo corporativo italiano. Pero lo que dice supone con claridad
que el sindicato debe de tener, ante la Administración del Estado, un papel
consultivo y representativo.
- Pío XII, dice:
"el fin esencial de los sindicatos es representar y defender los intereses
de los trabajadores en los contratos de trabajo". Esta doble tarea de
representar y defender los intereses de los trabajadores va a ser
insistentemente repetida por el Magisterio social posterior a Pío XII, con la
encíclica M et M, de Juan XXIII y el Conc. Vat. II en G et S, repiten literalmente
estos mismos conceptos.
- Pablo VI, seguirá
avanzando por este camino. La finalidad del sindicato ya no es sólo la defensa
de los derechos e intereses de los trabajadores ni favorecer la participación
en los asuntos comunes de los trabajadores. Es también objetivo importante
educar el sentido de responsabilidad hacia el bien común, P P, nº 38-39; OA, nº
14. Y esta actitud responsable hacia el bien común es parte del desarrollo integral
de cada persona, es una condición de vida más humana hacia la que debe de
tender todo hombre que quiera desarrollarse, a tenor de la conocida definición
de desarrollo que ofrece PP, en que dice que lo importante no es "tener
cada vez más" sino "ser cada vez más".
Juan Pablo II, considera
imprescindible el sindicato, como quedó indicado más arriba. Y le invita a que
el sindicato se ocupe también de tareas educativas, asistenciales, promoción de
la vivienda, etc, y a no defender solamente los intereses de sus afiliados, cayendo
en el egoísmo de defender solamente los intereses del grupo de la clase social
obrera, en LE, nº 20, dice: "Las
exigencias sindicales no pueden transformarse en una especie de
"egoísmo" de grupo o de clase, por más que puedan y deban tender también
a corregir, con miras al bien común de la sociedad, incluso todo lo que es
defectuoso en el sistema de propiedad de los bienes de producción o en el modo
de administrarlos o disponer de ellos".
En CA, nº 15, el
papa dedica una reflexión abundante a los sindicatos y, en concreto, a su finalidad.
Además de considerarlos obviamente como: "cauce
para participar en la vida de la empresa e instrumento para negociar los
contratos laborales, los concibe sugerentemente como "lugares" donde
se expresa la personalidad de los trabajadores: sus servicios contribuyen al
desarrollo de una auténtica cultura del trabajo". La cultura es uno de
los temas dominantes en el pensamiento social de J. Pablo II. En CA, nº 24,
describe hondamente la cultura como un conglomerado de realidades humanas: "la lengua, la historia y las
actitudes que (el hombre) asume ente los acontecimientos fundamentales de la
existencia, como son nacer, amar, trabajar, morir. El punto central de toda
cultura lo ocupa la actitud que el hombre asume ante el misterio más grande: el
misterio de Dios. Las culturas de las diversas naciones son, en el fondo, otras
tantas maneras diversas de plantear la pregunta acerca del sentido de la
existencia personal".
Más adelante, en CA,
nº 35, concreta cuál es la "función
cultural" de los sindicatos: ayudar a los trabajadores a participar, de
manera más digna y plena, en la vida de la Nación, ayudar al desarrollo y
empeño por sustituir el sistema que asegura el predominio del capital sobre el
hombre por una sociedad basada en el trabajo libre, la empresa y la participación.
Y todavía concreta más cuando señala, como objetivo para los sindicatos, "La liberación y promoción integral de la persona", CA,
nº 43.
El camino recorrido
por la DSI al tratar de la finalidad del sindicato ha sido largo. Estamos muy lejos
de concebirlo exclusivamente como un grupo de presión social meramente
reivindicativo. Su finalidad incluye este aspecto, pero a la vez es mucho más
amplia. En esta ampliación del abanico de la finalidad del sindicato, la DSI,
no ha caminado sola. Cuando desde otras posiciones ideológicas y desde la misma
realidad se va descubriendo que la finalidad del sindicato debe reorientarse,
reconocerlo ha sido fácil para la DSI, que ya desde el comienzo había considerado
que los fines de la asociación obrera eran amplios e incluían en bien integral
del trabajador y de toda la sociedad, ya que si bien es verdad que el sindicato
mira al trabajador, sus derechos, y obligaciones, también se abre a otros niveles
de vida como son prestar ayuda, formación u orientación al trabajador y mirar a
la vez el bien común de la sociedad. Por eso el sindicato si bien tiene aspecto
de confrontación y de lucha, también tiene aspectos de promoción ayuda,
desarrollo y aportación al bien común.
...
Damos gracias a Dios por la vida del P. Ignacio Garro, SJ † quien, como parte del blog, participó con mucho entusiasmo en este servicio pastoral, seguiremos publicando los materiales que nos compartió.
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