P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
VIII. JESÚS EN PEREA
(Diciembre año 29 - Abril año 30)
169.- PARÁBOLA DEL
HIJO PRÓDIGO - SEGUNDA PARTE: EL HIJO MAYOR
TEXTO
Lucas 15, 25-32
"Su hijo
mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la
música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era
aquello. El le dijo: 'Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado un novillo
cebado, porque lo ha recobrado sano.' El se irritó y no quería entrar. Salió
su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: 'Hace tantos años que te
sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito
para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que
ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo
cebado!'
Pero él le dijo:
"Hijo, tu siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar
una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a
la vida; estaba perdido, y ha sido hallado'."
INTRODUCCIÓN
Propiamente la
parábola del Hijo pródigo termina en el perdón que el padre le concede y en la
gran fiesta que celebra para mostrar su gran alegría al recobrar al hijo
extraviado. Pero el Señor añade una segunda parte referida al hijo mayor, que
pone de manifiesto la actitud inmisericorde que los fariseos tenían con los
pecadores, y muestra también la carencia de su amor sincero a Dios que perdona.
Y en los fariseos
están representados todos aquellos que intentan servir a Dios por puro interés
y les carcome la rabia y la envidia al ver que personas pecadoras, y a veces
muy pecadoras, son perdonadas por Dios y colmadas de sus gracias y beneficios.
MEDITACIÓN
1) Actitud del hijo mayor
El hijo mayor se
hallaba ausente de la casa cuando llegó el hermano menor. Se nos dice que
estaba en el campo; probablemente estaría trabajando en alguna de las
posesiones del padre. Al llegar a casa, desde lejos oye el ruido de la música y
de la fiesta; y al enterarse que había llegado el hermano menor y que su padre
había dado una gran fiesta, siente en su interior una cólera muy grande contra
su padre y, por supuesto, un desprecio total hacia su hermano.
El conocía lo que
sufría su padre desde la partida del hermano menor. No le importaba el dolor de
su padre. Para él su hermano sí había muerto definitivamente y no quería
volver a saber nada de él. Y pensaría también que si volvía su hermano, su padre
tendría que gastar de nuevo en él y tendría que darle dinero de las riquezas
que ya todas las iba a heredar él solo. Corazón verdaderamente mezquino para
con su padre y para con su hermano.
Y cuando el padre
sale para hablar con él y le ruega que entre, la respuesta que da muestra
todavía más su mezquindad. En su respuesta no aparece ningún rasgo de amor a su
padre; no aprecia el haber vivido bajo la protección y cuidado de su padre,
haber recibido todo de él y seguir disfrutando de todos los bienes de su padre.
Más bien le reclama a su padre por el hecho de haberle obedecido siempre y,
sin embargo, no haber tenido la oportunidad de celebrar una gran fiesta con
sus amigos. Pareciera como si su actitud de obediencia no naciese de un verdadero
amor a su padre, sino que era motivado por el interés. Y muestra hacia su
hermano ese desprecio que mencionábamos antes. No le llama
"hermano", sino que habla con desdén de él diciendo "ese hijo
tuyo". No le mueve lo más mínimo conocer que su hermano se ha arrepentido,
que ha dejado el mal camino para incorporarse de nuevo a la casa de su padre.
No hace nada más que recalcar los pecados de su hermano: "Ha devorado tu
hacienda con prostitutas". Con su actitud sabía que hería profundamente
el corazón de su padre, pero no le importaba. Prefería manifestar su envidia,
su cólera, su resentimiento, que sentirse amado por su padre durante toda la
vida. Y la decisión que muestra es la más dolorosa para el padre. El ya no
quiere entrar en la casa del padre; para que él entre tendrá que salir ese
intruso. No va a convivir con él, que no viene sino a perjudicarle.
Jesucristo en la
figura del hijo mayor está representando a los fariseos y escribas, que se
creían justos, que no debían nada a Dios, y que no toleraban el trato con los
pecadores. El desprecio y la acusación constante al pegador es lo único que
brotaba de sus corazones hipócritas y soberbios.
Y en esos fariseos
están también representados los que se creen con derechos respecto a Dios, los
que llevan cuenta de las buenas obras que creen hacer, y no saben sino hablar
mal, acusar, despreciar a los pecadores; y si el pecador se convierte, siguen
despreciándolo y les parece injusticia que Dios le perdone y que Dios le
bendiga con sus gracias y beneficios. La envidia está también en la raíz de
estas actitudes. Muchos que se llaman cristianos no saben de verdad perdonar al
pecador arrepentido y para ellos será siempre el pecador que fue, siempre
estarán recordando sus pecados y, si pueden, echándoselos en cara.
2) Actitud del padre con el hijo mayor
El padre no
manifiesta ningún enojo con el hijo mayor. Con amor le llama "hijo" y
quiere hacerle ver lo feliz que ha sido siempre estando junto a él y le
recuerda que "todo lo que tiene es suyo".
El padre ama igual
al hijo mayor que al menor, pero era completamente justo que manifestase su
inmensa alegría por la vuelta del hijo extraviado. Lo mismo hubiera hecho si
hubiese sido el hijo mayor el que abandonase la casa y hubiera vuelto después
arrepentido. Se trata de un acontecimiento excepcional dentro de la rutina de
la vida de hogar, acontecimiento de transcendental importancia para el padre
que seguía amando tiernamente a ese hijo "que estaba muerto y ha vuelto a
la vida, estaba perdido y ha sido hallado". La lógica del corazón pedía la
celebración de una gran fiesta llena de alegría. En la vida humana todos los
grandes acontecimientos que alegran el corazón del hombre se celebran con el
júbilo de las fiestas. El hijo no podía entenderlo, porque para él no era ninguna
alegría que su hermano menor hubiera vuelto a la casa.
La cólera y enojo
que tiene el hijo mayor y la recriminación que hace al padre, suponen que nunca
ha valorado el amor de su padre, él estar junto a su padre y gozar de todas las
cosas de su padre.
Las palabras que
dirige el padre al hijo mayor nos revelan la infinita bondad que Dios tiene
con los que perseveran en su amor. Son hijos suyos a los que Dios, con su
gracia, les ha concedido el mayor bien de todos, vivir en su amor sin apartarse
de él, y así poder gozar de todas sus gracias y beneficios continuamente. Permanecen
en la casa del Padre y le tienen a él como el mayor tesoro de la vida y con
Dios tienen y poseen todas las demás cosas. Profunda definición también de lo
que será el premio a los justos que mueran en gracia de Dios: Estar con Dios,
gozar de su presencia y de su intimidad por una eternidad, poseer al mismo Dios
y, con él, todas las cosas.
El que vive aquí
en la tierra perseverando en la vida de gracia, sin apartarse del Señor, debe
sentir un profundo agradecimiento, pues es don suyo inestimable. El hombre con
sus fuerzas meramente naturales no puede perseverar sin caer en pecado. Y mayor
gracia es por parte de Dios el preservar un alma de caer en pecado que
levantarla después que ha caído. La creatura más amada de Dios fue la Santísima
Virgen a la que preservó de todo posible pecado e imperfección moral desde el
mismo momento de su concepción.
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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