178. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - La venida del reino de Dios

 


P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


VIII. JESÚS EN PEREA

(Diciembre año 29 - Abril año 30)

178.- LA VENIDA DEL REINO DE DIOS

TEXTO

Lc 17, 20-21

Habiéndole preguntado los fariseos cuando llegará el Reino de Dios, les respondió: "El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán: Tedio aquí o allá, porque el Reino de Dios ya está entre vosotros".


INTRODUCCIÓN

Los fariseos hacen una pregunta al Señor sobre un problema que se discu­tía entre ellos. La llegada del Reino Mesiánico estaba en la esperanza de todos los judíos. Pero pensaban en la instauración de un reino político de poderío humano y social, y creían que ese reino se instauraría con señales y portentos, incluso de tipo cósmico. De ahí que varias veces le pidiesen al Señor una "señal del cielo." "Acercáronse los fariseos y saduceos y, para ponerle a prueba, le pidieron que les mostrase una señal del cielo." (Mt 16, 1) (Cfr. Medit. 111). A esta problemática responde el Señor.

MEDITACIÓN

El Señor responde primeramente negando la suposición de los fariseos. El Reino de Dios no se ha de manifestar a través de fenómenos espectacula­res, ni tampoco habrá señales extremas y aparatosas para localizar su pre­sencia "aquí o allá". No habrá teofanías apocalípticas ni el Reino de Dios se limitará a un lugar concreto. Todos esos prejuicios eran una de las cau­sas que impedía a los fariseos reconocer en Cristo la llegada del Reino.

Lo más importante en la respuesta del Señor a los fariseos es su enseñanza positiva sobre la llegada del Reino: "El Reino de Dios está entre vosotros." Es la misma enseñanza que ya había proclamado en otras ocasiones: "El Reino de Dios ya ha llegado a vosotros." (Lc 11,20)

La expresión "el Reino de Dios está entre vosotros" se interpreta de tres maneras distintas, las tres valederas y que responden al significado que tiene la preposición "entos" en el original griego, que puede traducirse por "en medio de"; "al alcance de", "dentro de".

1) "En medio de vosotros"

Cristo es el mismo Reino de Dios. La presencia de Cristo, que predica el mensaje de salvación y realiza las obras que el Padre le ha encargado en sus múltiples milagros, es la única prueba clara y cierta de que el Reino de Dios ya ha llegado. Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios, con sus palabras y sus obras, hace presente el Reino de Dios en este mundo. Buscar el Reino de Dios fuera de Cristo es condenarse a no encontrarlo nunca.

Con razón podía, pues, decir Cristo a los fariseos "el Reino de Dios está medio de vosotros." Cristo estaba en medio de los judíos; en medio de sus mismos enemigos, escribas, fariseos, saduceos; en medio de todo el pueblo, cuando iba recorriendo las ciudades y aldeas de Galilea. Y él es el mismo Reino de Dios encarnado en la tierra. Donde estaba él, estaba el Reino de Dios.

Y Cristo sigue estando presente en el mundo actual. La presencia de Cristo, si bien ahora no es física y visible, es tan real como entonces. Su persona, su enseñanza, sus obras, su vida, siguen estando presentes y siguen trayendo a todos los hombres la salvación. Su presencia es una presencia tan activa como cuando vivió sobre la tierra. Reconocer y vivir esta presencia del Señor en nuestra vida es haber alcanzado el Reino de Dios. "El Reino de Dios está en medio de nosotros".

2) "El Reino de Dios está al alcance vuestro"

El Reino de Dios es asequible, fácil de entrar en él. Todos tenemos opción a formar parte de él y capacidad para conseguirlo.

La única condición que pone Cristo a través de todo el Evangelio es acep­tarle a él, creer en él y esforzarse por cumplir con sus exigencias. Estas palabras del Señor suponían un grave reproche contra los fariseos. Ellos nunca podrían alcanzar el Reino de Dios, pues sus corazones se habían ce­frado totalmente a la gracia de Dios y no podían creer en Cristo y aceptar su revelación. Jesucristo continúa en el día de hoy diciendo a todos que su Reino está al alcance de cualquiera que tenga buena voluntad.

Continúa invitándonos a todos a que entremos en ese Reino y que en ese Reino encontremos la paz y la felicidad. Y sólo el que entra en el Reino de Dios aquí en la tierra, podrá después gozar para siempre del Reino de Dios en la eternidad.

3) "El Reino de Dios está dentro de vosotros"

Cuando Jesús predicaba sobre el Reino de Dios y exponía tantas parábolas sobre la naturaleza de ese Reino, muchas veces se refirió a la existencia de ese Reino dentro del corazón del hombre. Cuando en el corazón del cre­yente reina Cristo por la fe, la esperanza y la caridad; cuando es acogido Cristo en el interior nuestro y aceptamos sus enseñanzas; cuando se nos ha comunicado la gracia del Espíritu Santo que ha borrado nuestros pecados y nos ha hecho partícipes de la vida de hijos de Dios; entonces, no como metáfora o comparación, sino como realidad maravillosa, podemos decir ciertamente que el Reino de Dios está "dentro de nosotros" (Cfr. Medit.40).

Pero tenemos que decir que en el contexto que Cristo pronuncia esa sen­tencia, la interpretación "dentro de vosotros" no puede darse. Jesús no po­día decir a los fariseos que el Reino de Dios estaba dentro de sus corazo­nes. Pero prescindiendo de este contexto sí podemos pensar que la senten­cia del Señor no se limitaba a ser una respuesta a los fariseos. Como todas las palabras del Señor, tenía un valor universal y para todos los hombres. Y así, dirigida esta sentencia a los que un día habían de ser sus discípulos, sí quería decir que el "Reino de Dios está dentro de vosotros."

El mayor tesoro que pueda tener un hombre en su corazón, es poseer el Reino de Dios. La parábola del Tesoro encontrado y la Perla hallada se re­fieren a la interiorización del Reino de Dios en nuestros corazones. Encon­tremos esta Perla y este Tesoro y nunca dejemos que se nos pierda.



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.





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