DOMINGO XX
DEL TIEMPO ORDINARIO
Mt. 15, 21-28
Se trata en este párrafo del evangelio de la
curación de la hija de una cananea. Y es un milagro muy especial, porque tiene
tres peculiaridades muy particulares, que no aparecen en otros milagros: lo
primero es que es una curación fuera del territorio de Israel; Jesús salió muy
poco de ese territorio y no hizo milagros sino en la tierra de Israel. En
segundo lugar es el único milagro al que se resiste, parecería que no lo quiere
realizar (es diferente a la resistencia que aparenta en el milagro de las bodas
de Caná); aquí la misma mujer cananea le va a forzar a que lo haga. En otras
situaciones Jesús incluso se adelanta a hacer los milagros la mayor parte de
las veces, o al menos no pone resistencia. Y en tercer lugar entra en un
intercambio de palabras con la mujer cananea y aparentemente la mujer queda con
la última palabra a la que el Señor ya no puede replicar, ya no dice nada más
que una alabanza de la fe de esta mujer. Se podría decir que es la única vez que Jesús pierde en una polémica; El que tuvo
tantas con los personajes notables de los judíos.
Se nos enseña en este milagro la universalidad
de la misión de Jesús; aunque Jesús, por sí mismo, en su propia vida, se movió casi
únicamente dentro del territorio de Israel, y allí predicó, allí gastó su vida;
pero ya aquí asoma la universalidad de su mensaje, de su Reino, de su salvación
y redención. Y ya este milagro es un adelanto de la predicación de los
apóstoles, que se extenderán por todas las regiones de la tierra. Este milagro
es una primicia de la salvación universal. Después será San Pablo el que se
esfuerce para hacer caer en la cuenta que la salvación de Jesús es para todos
los pueblos; universalidad que Jesús señala a sus apóstoles cuando les deja su
misión y les dice que vayan a predicar a todos los pueblos.
Además otro mensaje que nos deja este milagro es
el de la perseverancia en la oración. A esta mujer Jesús no le hace caso, su
oración parece rechazada. Incluso los apóstoles apoyan la petición de esta
mujer; ellos lo hacen por cierta comodidad: «Atiéndela, que viene detrás
gritando». Y El entonces replica a los apóstoles y les dice: -«Sólo me han
enviadlo a las ovejas descarriadas de Israel.» Parecería que la oración de esta
mujer se estrella contra una pared. Pero al final la oración es la que triunfa.
Pero la oración ha pasado por aparente silencio primero, y por rechazo después.
La mujer ha sido puesta a prueba, y ella ha perseverado hasta el fin. Hay otras
enseñanzas similares de Jesús sobre la oración: en la parábola del amigo que a
hora inoportuna va a pedir unos panes a su amigo, y que si insiste en la
oración, será escuchado, si no como amigo, al menos como importuno. Y lo mismo
enseña en la parábola del juez injusto que no quiere hacer justicia a una pobre
viuda; si el juez no le hace justicia por derecho, al menos se la hará para que
le dejen en paz. Ocurre tantas veces en nuestras peticiones que nos parece que
no son oídas e incluso a veces nos parecen rechazadas, como que a Dios no le interesara
escucharnos. Y nunca es así.
Y muy importante lección en este milagro es la
humildad de esta mujer, que acepta que la comparen con los perrillos que
merodean alrededor de la mesa de sus amos. Ciertamente que suena muy dura esta
respuesta de Jesús, por el calificativo que da a la mujer cananea y porque
parece despreciativa de todos los que non judíos. Parecería una respuesta
discriminatoria. La mujer tiene respuestas todavía por su gran humildad; acepta
que la comparen con los perrillos que andan buscando migajas; está tan
concentrada en la necesidad que tiene su hija, que tolera lo que parece un
insulto. Lo que ella quiere es que le curen a su hija, y por eso acepta todo.
Un gran amor de madre, que le hace humillarse hasta seguir insistiendo con firmeza,
con fe y con humildad. Por eso al final lo que queda es un elogio a la misma
mujer a la que Jesús aparentemente había rechazado.
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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
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