Rodrigo Sánchez-Arjona Halcón, S.J.
CAPÍTULO 2
Continuación...
Enseñanzas del N. T.
Las enseñanzas de Pablo sobre el tema, que nos ocupa, son numerosas y afortunadamente tenemos sobre ellas una bibliografía abundante y especializada (4).
Ahora sólo recordemos que una de las ideas centrales del pensamiento paulino es la unión de la redenci6n humana con la resurrección del Señor, por la cual Jesús ha venido a ser "espíritu vivificante" (1 Cor 1S, 45).
Lyonnet expone el pensamiento· de Pablo así: "Si quisiéramos buscar, cómo el mismo Pablo... se representó la obra redentora de Cristo, me parece, que se podría, sin peligro de error, atribuirle la representación siguiente, íntimamente fundada en nociones de la Escritura y familiares a él. Nos parece que S. Pablo se figura la obra de la redención de Cristo esencialmente como el regreso de la humanidad a Dios, después del alejamiento del pecado ... Esta vuelta de la humanidad a Dios se realiza asumiendo Cristo una carne enferma y capaz de sufrir, como una carne de pecado sin ser pecador (Rm. 8,3) y muriendo para resucitar con un cuerpo glorioso, convertido en espíritu vivificante (1 Cor 15,45) ...
Cristo no regresa solo a su Padre; en cierta manera todos regresamos con él; la participación en la muerte y resurrección de Cristo por el bautismo de cada cristiano: según Rom. 6, ~, parece suponer, como lo afirmaron explícitamente los padres que, en cierto' sentido, Cristo llevaba en SI todos los hombres llamados un día a participar personalmente en este misterio" (5).
De estas palabras de un especialista sacamos la conclusión de que la incorporación del pecado en la carne glorificada de Jesús es capital en la soteriología paulina, de ahí la dificultad que encuentra Pablo para expresar su pensamiento.
Las honduras teológicas de Rom. 6, 3-10 son casi indescifrables para la exégesis científica y sólo pueden ser vislumbradas por la experiencia religiosa litúrgica, por eso la teología de los misterios de la escuela de Casel considera a este texto como el más fecundo para una reflexión sobre el misterio litúrgico (6).
Lo que la exégesis nos dice, es que según Pablo el catecúmeno a través de los símbolos bautismales es injertado de modo realístico en la carne muriente y gloriosa del Señor. Esta unión sacramental con Cristo siembra en el bautizado un germen de vida nueva, de hombre nuevo y de nueva creación.
El rito litúrgico del bautismo sería, pues, para Pablo la suprema expresión de la fe por parte del catecúmeno pues por este rito el convertido manifiesta por palabras y gestos corporales la absoluta necesidad, que tiene como hombre pecador, de incorporarse real y empíricamente, aunque en forma mistérica, a Cristo muerto y resucitado, para poderse enrolar en la poderosa acción salvadora de Dios (Co. 12,11-12). Esta misma visión teológica la vuelve a desarrollar Pablo, cuando habla de la celebración litúrgica de la eucaristía.
El texto fundamental aquí es 1 Cor 10,16-17. Haciendo suyo el pensamiento religioso antiguo, según el cual se creaba una profunda comunidad existencial entre los fieles y, sus dioses en el banquete sacrificial, el apóstol nos habla de esa cercanía vital al Padre, de que pueden gozar los cristianos al unirse realmente con el cuerpo Y la sangre de Cristo en la cena del Señor por el pan y el vino eucaristizados. Además de esta unión religiosa con el Padre, la participación en un mismo pan y en una misma copa despierta en los cristianos el amor fraternal generador de la paz y de la unidad de la Iglesia. La celebración eucarística, lo mismo que el bautismo, es, pues, para Pablo un lugar de encuentro real, corporal y sacramental con el Señor glorificado, que crea y recrea sin cesar en el hombre pecador la apertura hacia Dios y hacia sus hermanos de raza.
Dejando otros textos N. T. centremos nuestra atención en el evangelio de Juan. Gracias a los estudios recientes de O. Cullmann y F. Braun podemos leer este evangelio desde una perspectiva litúrgica (7). Juan según ellos busca hacer teología a partir de la vida histórica y fenoménica de Jesús y pretende con su evangelio mostrar la identidad del Jesús histórico con el Señor, cuya gloria es sentida por los cristianos en su culto.
Él quiere subrayar contra los docetas la realidad de la carne humana de Cristo, la cual desde su resurrección es fuente permanente del Espíritu santificador (Jn. 7,37-39; 19,31-37). Para el evangelista todo acontecimiento histórico en la vida de Jesús, además de su significación inmediata, contiene un mensaje trans-histórico y figurativo de "las obras más espléndidas" (Jn. 14, 12), que se realizarán en el tiempo de la Iglesia. Todo el esfuerzo de Juan va encaminado a descorrer el velo que envuelve la vida de Jesús: Su venida al mundo, sus palabras, sus obras, sus gestos y sus milagros son símbolos tipológicos de su actividad salvadora futura.
Esta actividad salvadora del Cristo glorioso en la Iglesia naciente se manifestaba de preferencia en el culto sobre todo en el bautismo y en la eucaristía. La presencia de Jesús
resucitado en el culto cristiano tiene también su anuncio profético en los hechos de la vida de Jesús. Son muchos los pasajes del evangelio en los que Juan ve la línea que lleva del Jesús histórico al Señor contemplado en el bautismo y en la eucaristía. Así, por ejemplo, la curación del ciego de nacimiento es una narración tipológica del bautismo cristiano y la multiplicación de los panes es un símbolo del pan eucarístico. Recordemos que Juan llama a los milagros" señales " en contraposición a los sinópticos, que los llaman "poderes". Estos milagros-señales son manifestaciones de realidades ocultas, ellos significan, que a través de lo humano de Jesús la gloria divina, dada al Hijo antes de la creación, ha aparecido en medio de nosotros.
Dediquemos algunas reflexiones a la curación del ciego de nacimiento y a la multiplicación de los panes.
Al ver Jesús al ciego de nacimiento dijo: "Mientras estoy en el mundo soy la luz del mundo" (Jn. 9, 5), en seguida el evangelio nos presenta a Jesús tocando con sus manos los ojos oscurecidos del ciego y enviándolo a las aguas del "enviado". Una vez que el ciego hizo todo lo mandado volvió con la luz en sus ojos (Jn. 9,6 - 7). La historia de la exégesis de este pasaje muestra, que pronto se vio en él una catequesis bautismal. El bautismo es presentado aquí como un encuentro con Jesús, el iluminador. En este encuentro, a través de las aguas misteriosas el catecúmeno es tocado en la oscuridad radical de su persona por- las manos milagrosas del Señor y comienza a ver la presencia del Padre en su vida y a sobreestimar esta luz de Dios anidada en su alma (Jn. 1,9 - 13).
Juan ve en el ciego de nacimiento el símbolo más expresivo de la incapacidad de todo hombre para elevarse a la fe cristiana y con el relato busca subrayar un hecho de su experiencia. Entre sus coetáneos sólo se bautizaban los que se consideraban a sí mismos pobres, ciegos y pecadores. Se trata de algo de perenne actualidad, los que se tienen por clarividentes no van a la fuente de la luz, mientras que los conscientes de su ceguera acuden a Cristo y pueden recibir el don de unos ojos abiertos (Jn. 9,39).
Desde esta perspectiva se comprenden las palabras de Jesús en su conversación con Nicodemo: "Quien no nace del agua y del espíritu no puede entrar en el reino de Dios" (Jn. 3, 5). Esta necesidad del bautismo publicada en el Evangelio de Juan tiene la misma explicación, que hemos visto en Pablo, el participar en los sencillos ritos bautismales es hacerse niño, (Lc. 18, 17) es manifestar en forma cumbre. la fe. El que no acepta a Cristo en la humildad de sus misterios litúrgicos, como camino único de iluminación (Jn.14,6), ya está condenado, y esta condenación consiste en que "la luz vino al mundo y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas" (Jn. 3, 19).
El pasaje de la multiplicación de los panes y el discurso del pan de la vida nos trae un mensaje semejante. También la exégesis ha reconocido desde antiguo el lazo simbólico de la multiplicación de los panes con la cena del Señor en la Iglesia.
El realismo y la necesidad de comer la carne de Jesús y de beber su sangre es lo que más impresiona al leer el discurso, que Juan pone en boca del Señor: "Si no coméis mi carne y no bebéis mi sangre, no tenéis vida en vosotros ... El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna" Jn 6,53-54). El evangelista para expresar el hecho de comer usa un verbo, que indica "machacar con los dientes", así indica claramente el contacto real del fiel con la carne de Jesús en el sacramento y no con una apariencia de cuerpo, como pretendían los docetas.
la salvación para Ireneo consiste en que el hombre en cuerpo y alma llegue a ver a Dios. Ahora bien, el hombre no tiene en sí capacidad para remontarse a esa visión salvadora de Dios, de ahí que se hizo necesaria la aparición del Verbo en una carne humana concreta, la cual es la visibilización humana de Dios y el ventanal por donde los hombres pueden contemplar a Dios (Adv. Haer. 3, 16; 4, 5; 5, 14).
También aquí Juan nos presenta a los judíos (Jn. 6,52) y a un grupo de discípulos (Jn. 6, 60. 66) rechazando las enseñanzas de Jesús. Es posible que en tiempos del evangelista, a ciertos cristianos le pareciesen absurdas las exigencias del Señor. A ellos se dirigen las reflexiones emocionadas sobre la necesidad de la fe para penetrar en el misterio del pan de la vida (Jn. 6,36,47,60-74). De nuevo nos aparece el sacramento como la manifestación suprema de la fe, la cual contempla a Cristo hallado y sentido en el misterio litúrgico como fuente única de la vida cristiana.
Así, pues, Cristo trae la salvación porque es Dios y hombre a la vez, tenía que ser Dios para poder divinizar al hombre (Adv. Haer. 3, 19), y tenía que ser hombre, porque sólo una carne totalmente espiritualizada podía comunicar la iluminación salvadora a la carne pecadora (Adv. Haer.3, 18).
No hay comentarios:
Publicar un comentario