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P. Adolfo Franco, jesuita.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (13, 1-9):
En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían.
Jesús les contestó: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.»
Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?" Pero el viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas".»
Palabra del Señor
En este párrafo del evangelio de hoy hay dos contenidos algo diferentes, pero que se complementan. En el primero se narran dos hechos trágicos, y en el segundo Jesús cuenta una parábola en la que se habla de una higuera que no da fruto, que se la quiere arrancar por eso, pero el labrador encargado de la higuera pide un plazo, para cuidarla un poco más para que dé fruto.
En las dos noticias del primer párrafo hay gente que muere trágicamente: unos por una represión brutal de Pilatos que degüella a unos galileos revoltosos en el mismo templo, y los otros por el derrumbamiento de una torre y que aplastó a muchos. Frente a estas dos desgracias Jesús hace cambiar la perspectiva para mirar estos hechos trágicos. La forma ordinaria es fijarnos principalmente en la desgracia: en estas situaciones la gente piensa principalmente en las muertes, en esas terribles desgracias. Y es normalmente la forma que tenemos de mirar esos sucesos fatales. Además algunas veces pensamos en si habrá alguna conexión entre la conducta de los que murieron y el hecho de su muerte repentina. Esa era una interpretación frecuente entre los contemporáneos de Jesús.
Jesús primero afirma que eso no es así; no es verdad que hayan perecido por ser malos. Lo dice claramente: había otros muchísimos igualmente pecadores y a ellos no les ocurrió nada. No es la desgracia material consecuencia de la conducta mala. Pero Jesús no entra en ninguna explicación de por qué ocurren estas cosas. El Evangelio no entra en este problema del por qué del mal en el mundo, del mal en sus diversas variantes y modalidades, el mal físico, el mal espiritual, el mal temporal, al mal definitivo. Es un problema al que no se le encuentra una explicación racional. Pero Jesús, aunque no entra en la explicación del mal, sí afirma de todas formas que Dios no castiga, cuando esas cosas suceden. Dios no es la causa de ningún mal, es lo que quiere decir Jesús.
Y en segundo lugar lleva la reflexión a otro asunto, a la conversión, a que no quedemos paralizados contemplando simplemente la desgracia, sino que saquemos otras lecciones, y aquí especialmente que nos animemos a la conversión. A los que piensan que esto ha sucedido a los que son malos Jesús les encara que ellos no son mejores que los que padecieron la desgracia y les exhorta a la conversión, añadiendo además que si no se convierten les sobrevendría otra desgracia mucho peor. Y para eso nos da el Señor una oportunidad.
Por eso se añade la parábola de la higuera para manifestar la misericordia de Dios, que nos tiene paciencia y que está dispuesto siempre para darnos otra oportunidad. Es el labrador que tiene misericordia de su arbolito, que sale en su defensa, y por eso pide un plazo de un año más.
Eso es la Cuaresma, esa lección nos da a nosotros este mensaje. Primero: que ante las desgracias que nos dejan desconcertados y a veces duramente golpeados, hay que pensar que ése no es el peor mal que nos puede sobrevenir. El mal que nos aparta de Dios, es peor que cualquier desgracia física. Y sin embargo nos estremece más la desgracia física, que el mal intrínseco que es el pecado.
Por eso esas circunstancias duras deben abrir nuestra mente a la conversión. A darnos cuenta que la vida es efímera, que en cualquier momento puede llegarnos el fin, de una manera o de otra y por eso hay que estar dispuestos siempre a pensar en el cambio de conducta, estar dispuestos a la conversión.
Además, se nos invita a esa conversión mirando la misericordia de Dios que nos da un nuevo plazo. Esta cuaresma es un nuevo plazo que Dios nos da; El nos tiene paciencia cuando muchas veces no ve fruto en nosotros, que podría pensar que estamos ocupando un espacio inútilmente, como la higuera de la parábola. Pero está dispuesto a darnos otra oportunidad. Y el que intercede por nosotros para que tengamos una nueva oportunidad es Jesús, que es el que cultivará de nuevo al arbolito, del que ha tenido misericordia. Se trata de ver la salvación que Jesús ha venido a realizar: La redención es la nueva oportunidad que Dios da a la humanidad y que nos da a cada uno de nosotros.
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