«Recemos por la Iglesia, para que reciba del Espíritu Santo la gracia y la fuerza para reformarse a la luz del Evangelio.»
Comentario del Papa Francisco a la intención del mes
26. Pablo VI invitó a ampliar el llamado a la renovación, para expresar con fuerza que no se dirige sólo a los individuos aislados, sino a la Iglesia entera. Recordemos este memorable texto que no ha perdido su fuerza interpelante: «La Iglesia debe profundizar en la conciencia de sí misma, debe meditar sobre el misterio que le es propio […] De esta iluminada y operante conciencia brota un espontáneo deseo de comparar la imagen ideal de la Iglesia —tal como Cristo la vio, la quiso y la amó como Esposa suya santa e inmaculada (cf. Ef 5,27)— y el rostro real que hoy la Iglesia presenta […] Brota, por lo tanto, un anhelo generoso y casi impaciente de renovación, es decir, de enmienda de los defectos que denuncia y refleja la conciencia, a modo de examen interior, frente al espejo del modelo que Cristo nos dejó de sí»[23].
El Concilio Vaticano II presentó la conversión eclesial como la apertura a una permanente reforma de sí por fidelidad a Jesucristo: «Toda la renovación de la Iglesia consiste esencialmente en el aumento de la fidelidad a su vocación […] Cristo llama a la Iglesia peregrinante hacia una perenne reforma, de la que la Iglesia misma, en cuanto institución humana y terrena, tiene siempre necesidad» [24].
Hay estructuras eclesiales que pueden llegar a condicionar un dinamismo evangelizador; igualmente las buenas estructuras sirven cuando hay una vida que las anima, las sostiene y las juzga. Sin vida nueva y auténtico espíritu evangélico, sin «fidelidad de la Iglesia a la propia vocación», cualquier estructura nueva se corrompe en poco tiempo.
27. Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad. Como decía Juan Pablo II a los Obispos de Oceanía, «toda renovación en el seno de la Iglesia debe tender a la misión como objetivo para no caer presa de una especie de introversión eclesial» [25].
EXHORTACIÓN APOSTÓLICA EVANGELI I GAUDIUM
FRANCISCO
24 DE NOVIEMBRE DE 2013
Ver el texto completo:
http://w2.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20131124_evangeliigaudium.
Actitudes del mes para encarnar en nuestra vida
Las intenciones de oración del Papa nacen de la compasión por el mundo y, por lo tanto, expresan desafíos para la humanidad y para la misión de la Iglesia. Cuando Francisco nos confía sus intenciones de oración, nos ayuda a acercarnos al corazón de Cristo, a contemplar el mundo con sus propios ojos: «El corazón de Cristo es tan grande que desea acogernos a todos en la revolución de la ternura. La cercanía al Corazón del Señor insta a nuestro corazón a acercarse a nuestro hermano con amor, y nos ayuda a entrar en esta compasión por el mundo» Francisco.
Cada intención puede ser desplegada en actitudes concretas que ayudan a encarnarla en la propia vida. Estas actitudes constituyen “una bajada” a la vida concreta y por tanto orientan el diseño de contenidos en los diversos proyectos de la RMOP, las instancias de formación, oración y actividades apostólicas en las comunidades cuyo tema sea la intención de oración mensual. Las actitudes orientan el modo de concretar en la propia vida, la intención de oración.
La actitud que aparece en el centro es la actitud global mensual, la cual es desplegada en actitudes concretas a trabajar durante el mes.
PARA MEDITAR: HUMILDAD
Nacer de nuevo
Nacer a una realidad nueva supone morir a algo, toda transformación pide un proceso de muerte y crisis que abra a la novedad de un nuevo nacimiento. No hay vida sin muerte, no hay comienzo de algo nuevo sin que lo viejo llegue a su fin. Encuentros y despedidas, tareas que concluyen y otras que comienzan, aperturas y cierres.
El misterio de la Encarnación y el Nacimiento de Jesús, como expresión plena de este ciclo, fue posible por la muerte – renuncia de José y de María a sus proyectos personales, a su modo de pensar el curso de sus vidas. La renuncia se hizo nacimiento y novedad de Dios, por ella entró la Salvación al mundo, y en la cruz alcanzó la máxima expresión de amor. Toda muerte es crisis, pues pone en jaque las propias seguridades; pero es al mismo tiempo oportunidad de alcanzar una transformación, un cambio. Por eso cuando el Papa nos habla de la reforma de la Iglesia, somos invitados a entrar en la lógica de morir a los impedimentos que bloquean la transformación del corazón y de la vida comunitaria bajo la acción del Espíritu del Señor.
¿A qué debemos morir para nacer a la novedad del Señor?
Debemos morir a una mentalidad que impide la transformación del propio corazón y la renovación de la experiencia de una fe misionera. Hemos de acoger nuevos modos de vivir el Evangelio, con una fe en salida, poniendo a Jesús en el centro de nuestra experiencia espiritual, sin aferrarnos a formas externas que no responden al hoy. No hemos alcanzado una comprensión acabada de la vida que brota del Evangelio; el Espíritu del Señor nos sigue inspirando nuevas maneras, pues la vida es movimiento y cambio. Debemos unir la historia de gracia y tesoro espiritual que nos confía y, lo que la novedad del Espíritu inspira para colaborar con Jesús en su misión de compasión; audaces para probar nuevos caminos y libres de formas históricas que ya no responden a este tiempo.
En este mes puedo preguntarme ¿Cuál es mi experiencia espiritual que centra mi fe en Jesús? ¿Cómo renovarme hacia una fe apostólica, en salida hacia el encuentro con los demás? Acompañemos al Papa Francisco este mes con la ofrenda de nuestra propia conversión personal “recemos por la Iglesia, para que reciba del Espíritu Santo la gracia y la fuerza para reformarse a la luz del Evangelio”.
BETTINA RAED
DIRECTORA REGIONAL
RED DE ORACIÓN DEL PAPA
ARGENTINA - URUGUAY
PARA MEDITAR: VÍNCULOS
¿Cómo anda vecino?
Una experiencia común en las salidas misioneras a los barrios populares o a las zonas rurales es la gracia de reconocer que esos ecos del reino de Dios que vamos a transmitir, nos son transmitido en los modos de vincularse de la gente sencilla y humilde. Su hospitalidad con el que viene de afuera, su ser vecino con los de ahí.
Francisco nos dice que “en algunos barrios populares, todavía se vive el espíritu del «vecindario», donde cada uno siente espontáneamente el deber de acompañar y ayudar al vecino. En estos lugares que conservan esos valores comunitarios, se viven las relaciones de cercanía con notas de gratuidad, solidaridad y reciprocidad, a partir del sentido de un «nosotros» barrial” (FT 152).
A mí, que viví la mayor parte de mi vida en una ciudad grande, al mudarme a una ciudad del interior lo primero que me interpeló fue “cómo soy vecino”. Cómo me relaciono con los que viven en mi barrio, en mi ciudad, y cómo me vinculo con los primeros vecinos, esos otros que no soy yo, más cercanos, que son los que viven en mi misma casa. Preguntándome cómo vivo “el valor del amor al vecino, primer ejercicio indispensable para lograr una sana integración universal” (FT 151).
En el Evangelio, Jesús pregunta “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” (Mc 3, 33) Los que estudian la biblia dicen que para los judíos de la época “hermano” significaba los de su lugar, los de su barrio. Que, como suele pasar todavía hoy en los pueblos chicos, algo de parentesco tienen.
Pero hace la pregunta para ampliarnos la mirada “El que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mc 3, 35). Ese ejercicio de movimiento me moviliza nuevamente a salir de mi mismo, a la misión, para ver cómo aquellos que, siendo hermanos, me muestran el reino de Dios; me invita a abrir el corazón para reconocer en el vecino un hermano; y me impulsa a hacerme vecino, cercano, prójimo (cfr. FT 80), con quienes Dios, hoy en particular, me está llamando a estar.
“Entonces, ya no digo que tengo «prójimos» a quienes debo ayudar, sino que me siento llamado a volverme yo un prójimo de los otros” (FT 81) de los que están sufriendo, de los pobres, los oprimidos, aquellos que nadie quiere ver. Reconociendo que “el bien, como también el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados cada día” (FT 11). Salgo confiando en que todas las mañanas Jesús vuelve a caminar, sentir y mirar conmigo, acercándose, haciéndose vecino.
MARTÍN ALGORTA NSJ
NOVICIO JESUITA – PROVINCIA ARU
PARA MEDITAR: ORACIÓN
¿Ayudan las crisis?
Las transformaciones profundas, producto de procesos hondos de cambio, llegan después de una crisis, de una ruptura. Es una tempestad que acecha nuestra barca desenmascarando vulnerabilidades y falsas seguridades. Las personas, las instituciones, los grupos y comunidades viven y van afirmándose en hábitos, rituales, estructuras, esquemas de funcionamiento sobre los que construyen sus relaciones. En la medida que esas formas externas se alimenten de los valores y deseos originarios, las personas y grupos se adaptarán a los cambios de contexto, y permanecerán dando fruto.
Sin embargo, pueden caer en la tentación de vaciar sus formas externas, y acabar siendo formas rígidas vacías de contenido desconectadas de su tesoro original. ¡Bienvenida sea la crisis en estos momentos! Pues permite zarandear las seguridades como al trigo, y resquebrajar esas duras paredes de formas, que aíslan. La ruptura permitirá que caigan los muros, que se fracturen las rigideces y que se inicie el proceso de transformación. ¿En qué consiste este proceso? En volver a conectar con los deseos y con el tesoro de su origen. Volver a las primeras motivaciones que dieron origen a las relaciones, a la vida de los grupos a las decisiones estructurales de la persona.
Es un tiempo de ponerse a la escucha de la voz del Señor, del Espíritu Santo que conduce y fecunda la vida. Transformarse es acercarse nuevamente al ser, a su razón de ser, que lo hace ser quien es y no otra cosa o persona; y dejar caer lo accesorio y accidental, las formas que son adaptaciones a circunstancias variables. La sabiduría en estos procesos reside en aprender a distinguir lo accesorio o accidental del tesoro original, para encontrar caminos que lo sostengan en vida permitiendo nuevas formas más ajustadas a los tiempos actuales para seguir dando frutos que permanezcan.
MARÍA BETTINA RAED
DIRECTORA REGIONAL
RED DE ORACIÓN DEL PAPA ARGENTINA - URUGUAY
FUENTE:
REVISTA DIGITAL - RED MUNDIAL DE ORACIÓN DEL PAPA - AGOSTO 2021 - N°57
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