Mt 5, 1-12a
¿Es tu fiesta? ¿es la
mía?
La santidad ¿qué es?
Vale la pena empezar por
estos interrogantes ante los que nos sitúa esta celebración litúrgica. Este
cuestionamiento nos lo plantean las vidas de algunos cristianos que se han
tomado en serio completamente el cristianismo y se han esforzado por llegar al
límite.
Esta consideración nos
abre a nuevas preguntas: ¿cualquiera puede aspirar a ser santo? Y la santidad
¿es una meta a la que vale la pena aspirar? ¿es un ideal apetecible?
Se trata en buena cuenta
en preguntarnos a nosotros mismos ¿en qué vale la pena gastar a vida? ¿cómo
quiero vivir? ¿cuál es para mí la mejor manera de existencia?
Dejemos atrás ya tantas
preguntas para entrar en el tema. Es verdad que para muchos cristianos, y aún
me atrevería a decir para la mayor parte de los cristianos, la santidad es algo
muy hermoso, pero a la vez piensan que eso está reservado para algunos, muy
pocos, que tienen vocación de héroes. De alguna forma parecida que cuando uno
admira a un atleta que ha hecho una proeza inimaginable, uno mismo se descarta
(yo no sirvo para eso). De igual manera admiramos a los que han llegado a
alturas inaccesibles en las artes o en las ciencias. Y pensamos que se trata de
personas que han nacido para ser prodigio, que tienen genes especiales.
De esa misma forma pensamos
a veces en los santos y en la santidad: eso está reservado para algunas
personas que han nacido con unas características muy especiales y por eso han
subido de esa forma a la escala de la virtud heroica. Así que de esa manera nos
descartamos, pensando que eso es demasiado para nosotros que no hemos nacido
para eso.
A esto además se añade
otra cosa; no pensamos que la santidad sea una forma de vida a la que valga la
pena aspirar. Me basta con ser buena gente. Decimos que exagerar nunca es
bueno. Y que es buena una vida recta, pero concediéndome algunas vacaciones de
la misma rectitud. El lema de algunos: no exagerar, no llamar la atención, ser
normales, evitar el radicalismo.
Así que, a mi parecer,
hay dos pensamientos que nos sacan de la aspiración a la santidad; el pensar
que no he nacido para eso, que para eso hace falta tener una personalidad
especial y la segunda es que la santidad no es la mejor meta para mi vida, me
basta con la medianía.
Pero creo que esas dos
respuestas no tienen valor. Porque en primer lugar el Evangelio y sus metas
están propuestos para cada cristiano, para todos. Y además la santidad es la
mejor forma de vida a la que cada persona puede aspirar; en la santidad se
llega a alcanzar la paz interior serena que es lo que también se llama
felicidad.
Otro asunto a considerar,
importante, es aclarar el concepto de santidad. No confundirlo con el
misticismo ni con la tortura. La santidad brevemente se puede definir como
vivir amando y sirviendo en todo, a Dios y a los hermanos. También como hacer
perfectamente incluso las cosas pequeñas. La santidad es el logro de eliminar
el EGO que además es en el fondo nuestro peor enemigo. La santidad es atreverse
a ser bienaventurado con la felicidad prometida a cada una de las
bienaventuranzas.
Basta poner nuestra buena
voluntad, para marchar en esa dirección;
Dios estará siempre dispuesto para llevarnos hasta la meta.
Esta fiesta de Todos los
Santos nos cuestiona y nos invita a vivir plenamente la vida que tenemos en
nuestras manos con la gracia de Dios.
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Agradecemos al P. Franco SJ por su colaboración
Para otras reflexiones del P. Adolfo acceda AQUÍ.
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