Jesús cura a la suegra de Pedro |
TIEMPO ORDINARIO
DOMINGO V
Mc 1, 29-39
La enfermedad hizo que muchos buscaran a Jesús en el evangelio; también ahora la enfermedad puede ser un encuentro con Jesús.
Jesucristo comienza a
actuar. Tendrá un tiempo muy breve de actuación pública: tres años. En esos
tres años tiene una gran actividad, muy intensa y variada. Marcos nos narra el
trabajo de un día de la vida apostólica de Jesús. Y en ese día pone como una
síntesis de toda la variedad de actividades de Jesús, que después desarrollará
en todo su Evangelio: predicación, curaciones, oración, peregrinaje.
Reflexionemos en la importancia que tienen
las curaciones de enfermedades en el actuar de Jesús. Es tan importante esta
parte de la actividad del Señor que era inclusive una de las señales
fundamentales de la venida del Mesías; y así cuando Juan Bautista envía algunos
discípulos a Jesús para que averigüen si es el Mesías, Jesús mismo les dará
como señal: los cojos andan, los ciegos ven (o sea los enfermos son curados).
Así que las curaciones de enfermos fue una
actividad muy importante del Mesías. Manifiestan, entre otras cosas, la bondad
del Señor. Pero cuando los enfermos no son curados ¿es que entonces está lejos
el Mesías? Y es necesario plantearnos esta cuestión, pues tenemos la tentación
de pensar que cuando hay una enfermedad y no se cura, a pesar de nuestras
oraciones, es que Dios se nos fue lejos. Y otras veces pensamos que si una
persona tiene una grave enfermedad, es que esa persona ha cometido algo malo y
por eso es castigado. Cuántas veces se piensa así. Ya en el Evangelio Cristo
mismo tuvo que responder a sus propios apóstoles, cuando se le presentó un
ciego de nacimiento y le preguntaron ¿quién pecó éste o sus padres, para que
naciera ciego? Y Jesús claramente responderá que ni pecó el ciego ni sus
padres; sino que esto servirá para que Dios se manifieste.
La verdad es que las curaciones en el
Evangelio tienen mucha importancia para manifestar la bondad y el poder de
Dios. Pero muchísimos enfermos no fueron curados entonces, ni lo son ahora. Y
nosotros pedimos y pedimos curaciones de enfermedades, y parece que Dios no
hace caso; simplemente pasan los días y no hay curación. ¿Qué es esto?
Hay un planteamiento equivocado con respecto
a la enfermedad; simplemente la catalogamos como mal: es mejor estar sano que
estar enfermo; esta afirmación parece obvia. Y sin embargo, no lo es tanto.
Analicemos esto.
La enfermedad primero es un asunto
intrínsecamente humano; de alguna forma se puede decir que constituye parte del
plan de Dios sobre nuestra vida en la tierra. Es tan precario y milagroso el
equilibrio de los diversos componentes corporales, que basta que un pequeño
agente externo intervenga y el equilibrio se descompone. Basta que haya un poco
más de alguna sustancia o un poco menos de otra y nuestro organismo se
desmorona.
La enfermedad no es un castigo de Dios, sino
la expresión de la fragilidad del ser humano.
Además muchas veces de una enfermedad resulta
un extraordinario beneficio espiritual del que carecía el sujeto cuando estaba
sano. Aunque tampoco hay que sacar la conclusión de que nos hace falta la
enfermedad para ser buenos. Pero no hay duda de que la enfermedad es un período
en el que muchísimos se sienten más cerca de Dios. ¿Podríamos calificar en este
caso la enfermedad como una gracia de Dios? Muchas veces es un camino por el
que Dios se hace presente a una persona.
La enfermedad, como etapa del ser humano, nos
desafía a nuestro orgullo, a nuestra tentación de todopoderosos. Ayuda a muchos
a ser más reflexivos, especialmente los que siempre andan aturdidos por la
distracción y por una vida superficial. Nos ayuda a todos a sentirnos
necesitados y Dios tiene especial cuidado de los que claman a El en su
necesidad.
De hecho Dios se hace presente en la
enfermedad, para el que está atento. Y cuando esa enfermedad es grave, quiere
hacerse compañero del enfermo mediante uno de los sacramentos, el de la Unción
de los Enfermos, al cual le ha dado una extraordinaria capacidad curativa del
espíritu. Y es que el Señor, quiere así decirnos que El está presente siempre
en nuestra vida; y especialmente en la enfermedad, quiere decirnos que nunca
nos abandona y más aún cuando sentimos la debilidad de nuestro frágil ser
humano.
La enfermedad en conclusión, no es una
situación tan negativa: puede ser una presencia privilegiada de Dios en
nuestras vidas.
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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
Para acceder a otras reflexiones del P. Adolfo acceda AQUÍ.
Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
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1 comentario:
Muchas gracias al blog
porque me han enseñado oraciones hermosas para tener unos días bellos.
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