Homilía: Domingo de la Sagrada Familia


Lecturas: Eclco. 3,3-7.14-17; S. 127; Col 3,12-21; Lc 2,41-52

Crecer en sabiduría, virtud y gracia
ante Dios y los hombres
P.José Ramón Martínez Galdeano, S.J.





La Navidad para todos nosotros tiene un fuerte acento familiar, gracias a Dios. En cualquier familia que camina debidamente, el nacimiento de un niño tiene un significado de vitalidad, de esperanza, de confianza en el futuro y en Dios. El niño, cuyo nacimiento celebramos estos días, es de todos –“un niño nos ha nacido”– y ha nacido para salvar a todos los hombres, y por eso toda la familia humana se alegra y debe alegrarse. Si alguna esperanza existe para todos los hombres, es la que aporta el nacimiento de Jesús.

Es por ello normal que en este clima en la Iglesia recordemos el don de la familia. Porque la familia es un don que Dios quiere otorgar a todo hombre que viene a este mundo. No es ningún secreto que la Iglesia es la gran defensora de la familia y lo ha sido siempre. En el concilio Vaticano II la constitución “El gozo y la esperanza”, que estudia las relaciones de la Iglesia con el mundo contemporáneo, de los cuatro temas específicos, que analiza por su especial importancia, el primero es el de la familia: “La dignidad del matrimonio y la familia”.

El concilio, al hablar de la familia, destaca como primera riqueza su dignidad por ser una institución santa, destinada a contribuir al desarrollo del género humano, al progreso personal y al destino eterno de sus miembros. Dios quiere la familia, Dios ve la familia como un valor irrenunciable para el género humano. El Hijo de Dios, para venir al mundo, nació y formó parte de una familia y vivió en ella la mayor parte de su existencia terrena; fundó su Iglesia como una familia, todos hermanos con el mismo origen pues todos son hechos “hijos de Dios” porque lo son, todos hermanos porque a todos les otorgó su propia madre; la instituyó dotándola con un sacramento que santifica y consagra a la familia para el cumplimiento de su misión, que de este modo queda reconocida como santa y santificadora. Sólo el sacerdocio y la familia comienzan en la Iglesia con un sacramento, que –recuerden– es una fuente de gracia instituida nada más que por Cristo y que por ello la asegura sin dudar si el fiel corresponde.

Padres, caigan en la cuenta de esta verdad. Su familia es santa. Cierto, santo de verdad es solo Dios. Por eso en toda familia cristiana debe estar presente y actuante Dios. No estará de más que ustedes los papás y mamás miren hoy si en su familia se ora como familia, si oran los unos por los otros, si se vive a Dios como Padre, a la Virgen María como Madre, si se tienen respeto unos con otros, si la caridad, el perdón, el sacrificio por el prójimo son casi espontáneos.

Santa la familia y por eso también santificadora. Cierto que hay otros lugares muy santificadores; pero me atrevo a decir que éste es el primero y que, de no vivirlo como tal, tampoco las otras instancias santificadoras no se aprovecharán debidamente. El mismo poner al alcance de los miembros de la familia los elementos fundamentales de la siembra y desarrollo de las virtudes necesarias para que la familia cumpla con las exigencias que suscita y las esperanzas que despierta, pide a todos sus miembros esfuerzo, disciplina, espíritu de sacrificio y reflexión, que dinamizan todas sus posibilidades y provocan el crecimiento personal de todos. Porque en una familia no sólo la habitación y muchas cosas materiales son comunes. Son de manera especial los elementos inmateriales los que de manera sutil pero palpable se viven como comunes y eficaces sirviendo a todos sus miembros.

La fe de los padres y de los mayores, su compromiso creyente, su práctica religiosa va consolidando la apertura y la familiaridad con Dios, como con alguien que acompaña en la vida, que unas veces puede corregir con seriedad, pero en quien siempre se encuentra la comprensión y el ánimo tan necesario en la vida. El Dios cercano, exigente pero al mismo tiempo comprensivo, siempre amigo y refugio de los padres, lo será normalmente también para los hijos.

Una familia donde la fe se vive será una familia rica en esperanza. Y así mismo una familia cristiana es una familia donde se vive por todos y todos sienten la fuerza del amor cristiano, del amor que se da, del amor que no se dirige a asegurar la propia felicidad sino la del otro. Cuando los esposos tratan ellos de relacionarse así y lo van proponiendo como tarea a sus hijos, aquella familia se convierte en la casa de Nazaret.

Tengan todos presente que la eficacia de la parroquia, de la catequesis, de la escuela o de la universidad, pasan por la familia. Si la familia marcha, esas instituciones contribuirán con eficacia a la mejora de las personas y de la sociedad; pero si por desgracia por el contrario está fracasando, es muy difícil que los mejores medios den grandes resultados.

Por eso el concilio y la Iglesia constantemente alertan a los sacerdotes a la atención de los matrimonios y familias en su esfuerzo pastoral.

Porque también en este aspecto no basta con conformarse con evitar lo peor, sino que toda familia debe tratar de mejorar continuamente todos sus valores y sus frutos con la ayuda de Dios. Porque debemos creer que no sólo el niño sino que todos en la familia de Nazaret crecían constantemente en sabiduría, en virtudes y en gracia ante Dios, ante los hombres y ante sí mismos.
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1 comentario:

Anónimo dijo...

La familia y su gracia, será que es la época de distracciones escondidas tras los medios de comunicación,que nos esperan para tapar o poner un interés que no lleva a algo mejor ,la falta de perdón y caridad, de pasar el dolor con amor, la fe o la esperanza débil que no se ha dejado profundizar por Cristo porque cada vez se corre más rápido, pienso que el detenerse un momento y frenar todo para profundizar que pide Dios a cada persona ayuda ver más alla de lo que tenemos al frente, y con una misión que sólo Dios puede dar a conocer al ser.
Que los esposos se amen con respeto y no descuiden la comunión, que los hijos sepamos respetar y valorar a nuestros padres, que la gracia de Dios acompañe a las familias que se están separando, y que si dos personas deciden casarse sea por un amor llevado en Cristo y su voluntad, así sea.
Gracias al padre por el comentario de la familia y su santidad en cristo.Dios y la virgen María siempre le cuiden y proteja en su misión, así sea +*