P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA
(Mayo 28 - Mayo 29)
E. ULTERIOR MINISTERIO EN GALILEA: HASTA LA FIESTA DE PENTECOSTES
(Hasta fines de mayo del Año 29)
96.- JESÚS CAMINA SOBRE
LAS AGUAS
TEXTOS
Mateo 14, 22-33
Inmediatamente
obligó a los discípulos a subirse a la barca y a ir por delante de él a la otra
orilla, mientras él despedía a la gente.
Después de
despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Al atardecer estaba solo
allí. Y la barca se hallaba ya en medio del mar, zarandeada por las olas, pues
el viento era contrario. Y a la cuarta vigilia de la noche, vino hacia ellos,
caminando sobre el mar. Los discípulos, viéndole caminar sobre el mar, se
turbaron y decían: "Es un fantasma", y de miedo se pusieron a
gritar. Pero al instante les habló Jesús y les dijo: "¡Animo!, que soy yo;
no temáis". Respondióle Pedro: "Señor, si eres tú, mándame ir donde
ti sobre las aguas".
El le dijo:
"¡Ven!". Bajó Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas,
yendo hacia Jesús. Pero viendo la violencia del viento, le entró miedo y, como
comenzara a hundirse, grito: "¡Señor, sálvame!" Al punto Jesús,
tendiendo la mano, asió de él y le dice: "Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?".
Subieron a la barca y amainó el viento. Entonces los que estaban en la barca se
postraron ante él diciendo: "Verdaderamente, eres Hijo de Dios".
Marcos 6, 45-52
Inmediatamente
obligó a sus discípulos a subirse a la barca y a ir por delante hacia Betsaida,
mientras él despedía a la gente. Después de despedirse de ellos, se fue al
monte a orar. Al atardecer, estaba la barca en medio del mar y él, solo en
tierra. Viendo que ellos se fatigaban remando, pues el viento les era
contrario, a eso de la cuarta vigilia de la noche viene hacia ellos caminando
sobre el mar y quería pasarles de largo. Pero, ellos, viéndole caminar sobre el
mar, creyeron que era un fantasma y se pusieron a gritar, pues todos le habían
visto y estaban turbados. Pero, él, al instante, les habló, diciéndoles:
"¡Animo!, que soy yo, no temáis". Subió entonces donde ellos a la
barca, y amainó el viento y quedaron en su interior completamente estupefactos,
pues no habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba embotada.
Juan 6, 14-21
Al ver la gente la
señal que había realizado, decía: "Este es sin duda el profeta que iba a
venir al mundo". Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle
por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo.
Al atardecer,
bajaron sus discípulos a la orilla del mar, y subiendo a una barca se dirigían
al otro lado del mar, a Cafarnaún. Había ya oscurecido, y Jesús todavía no
había venido donde ellos, soplaba un fuerte viento y el mar comenzó a
encresparse. Cuando habían remado unos veinticinco o treinta estadios, ven a
Jesús que caminaba sobre el mar y se acercaba a la barca, y tuvieron miedo.
Pero él les dijo: "Soy yo, no tengáis miedo". Quisieron recogerle en
la barca, y en seguida la barca tocó tierra en el lugar adonde se dirigían.
INTRODUCCIÓN
San Juan es el
único evangelista que nos cuenta la reacción de la muchedumbre ante la
realización del milagro de la multiplicación de los panes y peces. Y Mateo es
el único que nos describe la reacción de Pedro al ver al Señor caminar sobre
las aguas. Lucas omite todo este pasaje.
San Mateo y San
Marcos nos hablan de que el Señor obligó a sus discípulos a partir en barca;
Juan, en cambio, da la sensación que partieron por sí mismos. Pero es más de
acuerdo con la realidad la narración de Mateo y Marcos.
La frase de
Marcos: "id por delante hacia Betsaida" hay que entenderla en el
sentido de que fuesen allí, a Betsaida, para desde allí embarcarse hacia la
orilla occidental. Betsaida estaba a la orilla oriental.
MEDITACIÓN
1) Reacción del pueblo ante el milagro de Jesús,
y respuesta de Jesús
La gente se entusiasma, reconoce en él al Gran
Profeta que estaba anunciado por el mismo Moisés, que vendría como Mesías.
(cf. Deut. 18, 15.18). El Pueblo había identificado a ese "profeta"
con el Mesías y con un mesías terreno socio-político; y por eso lo quiere
proclamar rey. Aquí vemos hecha realidad los temores que tenía Jesús de que su
mesianismo se interpretase de manera muy diferente, y de ahí su preocupación
por guardar el "secreto mesiánico", del que hemos hablado en otras
oportunidades.
La respuesta de
Jesús es inmediata y tajante. Manda a sus apóstoles que se embarquen de nuevo
para la orilla occidental del Lago; podían contagiarse del fervor popular en
interpretar también la misión salvífica de Cristo como una misión de violencia,
de revolución, de reino político. El despide inmediatamente a la gente y con
su autoridad consigue que esa gente le obedezca, y se retira a un cerro para
estar a solas con su Padre Dios en profunda oración.
Ya por otros
textos del Evangelio conocemos la costumbre de Jesús de retirarse con mucha
frecuencia a lugares solitarios para orar (Cfr. Lc 5, 16). Siempre se presenta
Jesús como un modelo de trato íntimo con su Padre y de dedicar ratos largos en
soledad a dialogar con él. Jesús, el Hijo de Dios, en continua unión con su
Padre, siente la necesidad de consagrar horas a la oración; cuánto más
necesario será para todos los cristianos, y de manera especial, para el
apóstol, la vida de oración intensa y frecuente. Y como Cristo, encontraremos
en la oración el medio más eficaz para superar las tentaciones, y buscar claramente
la voluntad de Dios y encontrarla.
2) La tempestad en el Lago
Al comentar el
pasaje parecido de la gran tempestad en el Lago, y que el Señor calmó con solo
su palabra, indicamos ya lo frecuente que eran esas tempestades en el Lago de
Tiberiades, debidas a los vientos impetuosos que bajan del norte, desde el
monte Hermón. Las diferencias de temperatura entre la cuenca del Jordán, región
muy calurosa, y el monte Hermón de nieves perpetuas en sus cimas, provocan esas
corrientes impetuosas que van de norte a sur. Uno de esos vendavales fue el que
sorprendió a los apóstoles en su viaje de regreso a la orilla occidental.
Por causa de ese
vendaval, los apóstoles pasan largas horas de lucha, tribulación y angustia. Y
en esas circunstancias, se acordarían de la experiencia de la otra tempestad,
cuando el Señor estaba en la barca con ellos. Ahora estaban sin el Señor, y
estaban angustiados. Pero esta angustia significaba una falta de fe. ¿No creían
que el Señor a distancia conocería todo lo que estaban sufriendo y que vendría
en su ayuda? No lo creían, pero así era en realidad. El Señor debió de estar
horas en oración con su Padre, y en esa oración contemplaba también las
vicisitudes de sus apóstoles; pero deja que sean probados. Sólo en la cuarta
vigilia, es decir, entre tres y seis de la mañana, el Señor decide ir al
encuentro de los apóstoles.
Después de
Pentecostés sí comprendieron los apóstoles que el Señor les acompañaba siempre
y que estaba presente, aunque no físicamente, en todas sus tribulaciones. Esta
es la enseñanza que debemos aprender todos los cristianos. No dudar nunca de
que el Señor siempre se preocupa de nosotros, y que no hace falta su presencia
física para venir en nuestra ayuda. Tempestades y vendavales siempre han de
sobrevenir en la vida de todo cristiano; pero con fe en el Señor, acompañados
del Señor, siempre podremos superar esas tempestades y vendavales.
3) El Señor sale al encuentro de los apóstoles
El Señor muestra
su preocupación y cuidado por sus apóstoles saliendo a su encuentro caminando
sobre las aguas. Milagro también extraordinario sobre las fuerzas y leyes de la
naturaleza. Pero en la oscuridad del amanecer, los apóstoles no le reconocen y
creen que es un fantasma. No podían imaginar que el Señor fuera a socorrerlos
haciendo ese milagro de caminar sobre las aguas. La misericordia del Señor
supera todo cuanto podamos imaginar. Y el Señor al ver su turbación les dice: "¡Animo!
que soy yo; no temáis".
Estas palabras de
Cristo se repiten en otros pasajes del Evangelio. "No temáis" es
frase que dirige el Señor a sus apóstoles en situaciones de turbación. Y la
razón fundamental es "Que yo soy". Y el "Yo soy" ha sido interpretado
con profundidad teológica. "Yo soy el que soy" es la definición que
Yahvé dio de sí mismo a Moisés (Cfr. Ex. 3,14). Jesús es consciente de su
divinidad, y en esas palabras que pronuncia: "Yo soy", está incluido
todo lo concerniente a su divinidad, es decir, su omnipotencia, su infinita sabiduría
y su infinito amor y misericordia. Por eso no tienen que temer los apóstoles:
quien está con ellos es Jesús, el Hijo de Dios, que los ama y cuida de ellos, y
pone a su servicio su omnipotencia y su sabiduría.
¿Seremos capaces
de creer y fiarnos de Cristo y escuchar siempre de sus labios estas palabras:
"¡Animo! que Yo soy; no temáis"? En toda situación en que nos
encontremos, por difícil y angustiosa que sea, Cristo está presente, y lo que
permita que nos suceda será siempre fruto de amor y providencia para con nosotros.
4) Reacción de Pedro
Aquí Pedro revela
todo su carácter impetuoso y osado. No acaba de convencerse que es Jesús y le
pide, le exige una prueba tentando a Dios: "Si eres tú, mándame ir a ti sobre
las aguas".
Atrevimiento
condenable de Pedro, pero infinita condescendencia del Señor. Jesús manda a
Pedro que vaya hacia él sobre las aguas. Pero Pedro deja de mirar a Jesús y
mira el mar encrespado a su alrededor. Titubea en su fe y empieza a hundirse. Y
sólo encuentra su salvación en la oración-grito que exclama: "¡Sálvame,
Señor!". Y el Señor, infinito en su amor y condescendencia, extendió
la mano diciendo: "Hombre de poca fe; ¿por qué has dudado?".
Maravillosa escena
del Señor sacando a Pedro de las aguas. Cuánto simbolismo tiene esta escena
aplicable a la Iglesia y a cada uno de los cristianos. Jaculatoria infalible
para todos: "¡Sálvame, Señor!".
5) Jesús entra en la barca
Sube Jesús con
Pedro a la barca, y en ese momento, cesa el viento y en seguida llegan a
tierra. Con Jesús, todo termina bien. Con Jesús llegaremos ciertamente "a
la otra orilla", al destino feliz de nuestra existencia.
Marcos hace un
comentario diciendo que los apóstoles "no habían entendido lo de los
panes; su mente estaba cerrada". Es decir, no acababan de comprender que
Jesús era verdaderamente el Hijo de Dios y que tenía todo poder sobre la misma
naturaleza.
Creer en Jesús es
creer en él como el verdadero Hijo de Dios, igual en todo al Padre, infinito en
su omnipotencia, sabiduría y amor. Y consiguientemente, vivir en un total
abandono en su Providencia, sin que haya nadie ni nada que pueda quitar de
nosotros la absoluta confianza en él.
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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