93. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - "Venid a mí todos"


P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA

(Mayo 28 - Mayo 29)


E. ULTERIOR MINISTERIO EN GALILEA: HASTA LA FIESTA DE PENTECOSTES

(Hasta fines de mayo del Año 29)


93.- "VENID A MÍ TODOS"

TEXTO

Mateo 11,28-30

"Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. To­mad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera."

INTRODUCCIÓN

Sólo San Mateo nos pone esta invitación de Jesús llena de amor para todos los hombres. Y la pone inmediatamente después de la oración de acción de gracias de Jesús a su Padre y de su autorevelación como Hijo de Dios.

Por la palabra "yugo" hay que entender el "yugo de la Ley". Era una me­táfora común entre los rabinos.

MEDITACIÓN

1) ¿A quienes invita el Señor?

A los que están fatigados y agobiados.

Otras traducciones ponen en vez de "fatigados", la palabra "cargados". Es decir los que viven soportando una carga dura y, por tanto, el peso de la car­ga los fatiga, los deja cansados.

¿A qué "carga" se refiere el Señor?

Según los judíos, la Ley de Dios suponía una carga dura sobre los hombros que todos tenían que llevar; y esa carga se había aumentado notablemente con los cientos de prescripciones que los rabinos habían añadido.

El Señor podía, pues, referirse también a la carga que supone cumplir con to­das sus enseñanzas, con las exigencias del Evangelio. El mismo, en otra oportunidad, nos dirá que el camino del Evangelio, el camino que lleva a la vida, es un camino estrecho y difícil de andar (Cfr. medit. 51: Mt 7,13-14).

Invita también a los "agobiados", es decir, a todos aquellos que viven con tensiones de angustia por las circunstancias de la vida, por problemas de ne­cesidades materiales, problemas familiares, problemas de fracasos, proble­mas de enfermedad, temor ante la cercanía de la muerte; problemas sicológicos de soledad, incomprensión, injusticias y marginaciones. Imposible enumerar todas las causas de tensión y angustia por las que pasa el hombre. La invitación del Señor se extiende, pues, a todos los hombres, pues todos, en un grado o en otro, viven "cargados y agobiados".

2) Promesa del Señor: "Yo os aliviaré"

El Señor no dice que va a quitar la "carga" de nosotros, o que va a hacer desaparecer los problemas por los que nos angustia­mos. Lo que el Señor promete es que, acudiendo a él, recibiremos muchas gracias y dones espe­ciales para sobrellevar esa carga y para podernos enfrentar a los problemas con serenidad y paz interior.

Este es el sentido de "aliviaré". La presencia del Señor en nuestra vida, sentir que nos acompaña en todo momento, por triste y difícil que sea, es sin duda un gran consuelo. El sabrá infundir en nosotros cada vez más fe y con­fianza en él, sabrá hacernos comprender el sentido que tiene el dolor y el su­frimiento en nuestras vidas, sentido corredentor, si unimos esos dolores y su­frimientos a los suyos en su Pasión y muerte. Quizá el problema en sí no cambie, pero lo que sí cambia radicalmente es la actitud con que nos enfren­tamos a ellos; de una actitud pesimista, de desesperanza, de miedo y de te­mor, a una actitud llena de fe y de esperanza, de paz e, incluso, de alegría en el fondo del alma.

Lo que en definitiva Cristo nos promete es un consuelo sobrenatural, que su­pone un gran alivio y un crecimiento profundo de las tres virtudes fundamen­tales de todo cristiano, aumento de fe, esperanza y caridad. Para compren­der este consuelo hay que haberlo experimentado en la vida. No existe vez alguna, que quien se haya acercado al Señor, en un rato de oración y de trato íntimo con él, no haya salido aliviado de todos sus pesares. La promesa del Señor se cumple.

3) Exhortación del Señor: "Tomad sobre vosotros mi yugo"

Tiene un profundo sentido esta exhortación del Señor, si entendemos el signi­ficado de "cargad mi yugo". El yugo siempre se pone a dos animales para que ayudándose el uno al otro puedan tirar de una carga pesada o realizar un trabajo duro, como es el arar los campos. La metáfora de "yugo" está indi­cando que el cristiano no estará nunca sólo llevando su carga; quien le acompaña a cargar el yugo es el mismo Jesucristo. Primeramente, él nos dio ejemplo, a través de toda su vida, de aceptación plena de todos los sufrimien­tos que suponía para él haber tomado la carga de la redención de los hom­bres. El nos precede con su ejemplo en cualquier situación difícil por la que pasemos; nunca llegaremos a tener que pasar esas horas profundísimas de tinieblas y dolores por las que pasó Cristo. Y nadie como él comprende lo que significa para el hombre el misterio de su dolor, de las horas negras de su vida. Y es por eso que Cristo nos dice que nunca estaremos solos en esos momentos. El se ofrece a cargar con nosotros el yugo de toda tribulación. Entonces el yugo se hace suave y la carga ligera, y en el fondo del alma en­contraremos hasta descanso.

Y podemos considerar que el Señor se refiere también a la carga que supone cumplir con todas las exigencias del Evangelio. Sin Cristo, se hace imposible. Unidos al Señor, apoyados en él, seguir el camino de sus enseñanzas, no sólo se hace fácil, sino que además produce un enorme consuelo en el alma. No ha habido personas más alegres y con mayor consuelo que los santos que se entregaron totalmente al Señor. Aun en medio de las mayores tribulaciones, sintieron que realmente la carga de seguir al Señor se hacía ligera, y se con­vertía en ellos en fortaleza inquebrantable.

4) "Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón"

Se suelen dar dos interpretaciones a esta frase del Señor. Una, la más cono­cida, explica el sentido diciendo que lo que el Señor nos enseña es a imitarle a él en su mansedumbre, en su humildad, en su paciencia ante cualquier tri­bulación.

La segunda interpretación se basa en el sentido que tiene en el original la pala­bra "aprended de mí" que significa:"Haceos discípulos míos". Lo que el Se­ñor quiere decir es que vayamos a él, que acudamos a él, que nos hagamos verdaderos discípulos suyos, y que no temamos sus exigencias. El es el Maes­tro bueno, manso, humilde, paciente con todos, y nunca nos impondrá una car­ga que no podamos soportar. Su autoridad, no es como la de los escribas y fa­riseos que imponían cargas insoportables sobre el pueblo, pero ellos no le ayu­daban en nada a llevar esas cargas; al contrario las hacían lo más pesadas que podían. Es lo que reprende Cristo de ellos: "Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas" (Mt 23,4). Cristo, el Maestro bueno, no es así; será el primero que con su ejemplo nos enseña a llevar la carga del cumplimiento perfecto de la voluntad de su Pa­dre, y la llevó con toda sumisión y con todo amor, pues sabía muy bien el amor infinito que su Padre le tenía y que era su Hijo amado. La carga que Cristo imponga sobre nuestros hombros será una carga que proviene de su corazón, todo bondad y amor por nosotros, y que sólo busca nuestro bien y felicidad; y, por supuesto, él nos ayudará siempre a llevar esa carga. Todo cambiará en nuestras vidas si aceptamos la invitación del Señor:

"Venid a mí todos". Acudir a Cristo, compartir con él todas nuestras cargas y angustias, es la verdadera solución para cualquier situación de tinieblas en que nos encontremos. Generosísima invitación la de Cristo, que desgraciada­mente es despreciada por muchos.


Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.





 

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