P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA
(Mayo 28 - Mayo 29)
E. ULTERIOR MINISTERIO EN GALILEA: HASTA LA FIESTA DE PENTECOSTES
(Hasta fines de mayo del Año 29)
101.- JESÚS, PAN DE
VIDA
d) CONSECUENCIAS DEL DISCURSO DE JESÚS
TEXTO
Juan 6, 60-71
Muchos de sus discípulos, al oírle dijeron:
"Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?". Sabiendo Jesús en
su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: "¿Esto os
escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El
espíritu es el que da vida, la carne no sirve para nada. Las palabras que os he
dicho son espíritu y son vida. Pero hay entre vosotros algunos que no
creen." Porque Jesús sabía quiénes eran los que no creían y quién era el
que le iba a entregar. Y añadió: "Por esto os he dicho que nadie puede
venir a mí si no se lo concede el Padre." Desde entonces muchos de los
discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él. Jesús dijo entonces a los
Doce: ¿También vosotros queréis marcharos?". Le respondió Simón Pedro:
"Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros
creemos y sabemos que Tú eres el Santo de Dios." Jesús les respondió:
"¿No os he elegido yo a vosotros, los doce? ¡Y uno de vosotros es un
diablo!". Hablaba de Judas, hijo de Simón Iscariote, porque éste le iba a
entregar, uno de los Doce.
INTRODUCCIÓN
El rechazo del
mensaje de Cristo se da también por parte de bastantes discípulos suyos. Pero
no se refiere el Señor aquí a los Doce. Se trata de un círculo amplio de
discípulos que seguían al Señor, que podían llegar a más de cien. Acordémonos
que a 72 de estos discípulos los envió el Señor a predicar. La respuesta que
da Jesús a estos discípulos, que se han escandalizado de sus palabras, es
afirmarles una vez más su origen divino y que no le juzguen por sus meras
apariencias externas. Ellos mismos le verán en su Ascensión volver al Padre de
donde había salido. Este es el señor de las palabras de Cristo: "¿Y si
viéseis al Hijo del hombre subir a donde estaba antes?".
Por
"espíritu" entiende aquí Cristo la categoría de lo divino y sobrenatural,
lo que es fuerte y omnipotente. "La carne" es lo humano, lo radicalmente
débil e impotente, lo perecedero. En una palabra: "espíritu
"identifica con lo divino; la "carne" con lo humano.
MEDITACIÓN
1) Actitud de Cristo con los discípulos que le
quieren abandonar
Jesús no se indigna ni muestra una actitud
desprecio hacia ellos. Todavía quiere atraerlos hacia sí y, por eso, les hace reflexionar.
Como hemos indicado en la introducción, al indicarles Cristo su próxima Ascensión
a los Cielos, prueba evidente de su divinidad, les invita a que caigan en la
cuenta de que quien les habla y enseña no es un profeta cualquiera, sino el
mismo Hijo del Padre. Y, consiguientemente, sus palabras son "espíritu y
vida". En sus palabras, en su enseñanza, se revela toda la fuerza de Dios,
toda la vida del Espíritu. En sus palabras están todas las promesas de vida
eterna garantizadas por el origen divino del mismo Cristo.
"La carne no
sirve para nada"; lo que es puramente natural y humano, débil y
perecedero, no tiene ningún valor en orden a las cosas divinas, en orden a la
vida eterna. Pero si el cuerpo y la sangre de Cristo "vivifican", es
porque en la humanidad de Cristo mora la plenitud de la divinidad. La humanidad
de Cristo es el instrumento más eficaz para acercarse Dios al hombre y para, a
través de esa humanidad, recibir los hombres todos, la verdadera vida sobrenatural,
la misma vida del Hijo de Dios y, por ende, la vida eterna.
La actitud
benévola de Cristo invitando a sus discípulos a reflexionar, no es bien
acogida; y el Evangelista nos dirá "que muchos de sus discípulos se volvieron
atrás y ya no andaban con él."
Por supuesto, no
fue una sorpresa para el Señor, pues como nos dice el mismo Evangelista Juan
"Jesús sabía quiénes eran los que creían y quién era el que le iba a
entregar."
El Señor se
refiere clarísimamente a la fe de muchos de sus mismos discípulos. Es cierto
que tenían una cierta fe en él, pero podríamos decir, que era una fe
condicionada. Si las enseñanzas de Jesús sobrepasaban su capacidad de
comprensión, las rechazaban, como en este caso de la revelación del misterio
Eucarístico.
La fe en Cristo no puede ser una fe limitada y
condicionada. O se cree con toda sinceridad en Cristo como el Hijo del Padre, en
Cristo como la verdadera luz y la misma Verdad absoluta que no puede ni engañarse
ni engañar, o no se cree en Cristo. El aceptar la revelación de Cristo no se
debe a motivos humanos, de que pueda comprenderla y explicarla el
entendimiento humano. El aceptar la revelación de Cristo se basa
exclusivamente en su testimonio divino. Es absurdo enfrentarse a Cristo para
decirle qué es lo que podemos creer y qué es lo que podemos creer. Cuántos a
través de la historia se han apartado de la verdadera revelación de Cristo,
por tener fe limitada y condicionada. Nuestra fe tiene que ser un
"Sí" incondicional a todo lo que el Señor, en su infinito amor, ha
revelado a los hombres. ¿Qué es mi verdad humana y mi entendimiento limitado
para enfrentarlos a la Verdad y Sabiduría Divinas?
¡Son tantos los
misterios de Dios, que nunca llegará el hombre a comprenderlos de una manera
exhaustiva durante su peregrinar por la tierra! Y son misterios centrales de
nuestra fe: el misterio de la Santísima Trinidad, el misterio de la Eucaristía,
el misterio de la Redención, el misterio de la posible condenación eterna, y
tantos otros. Pero todos estos misterios los aceptamos con humildad y profundo
agradecimiento al Señor que ha querido revelárnoslos.
Fue, sin duda, para
el Señor una gran decepción. Que no le creyesen los escribas y fariseos, ya lo
conocía de siempre; pero que fueran muchos de sus discípulos los que le
abandonasen, le dolió profundamente al Señor. Y esta escena es la que se llama
"la crisis de Galilea". A partir de ahora, el Señor se dedicará mucho
más especialmente al grupo de los Doce; y, salvo alguna rara excepción, ya no
hará sus correrías apostólicas por Galilea. Esta escena cierra prácticamente el
año que Jesús dedicó a su ministerio apostólico en Galilea. Volverá algunas
veces de nuevo a Galilea, pero su modo de proceder será ya muy distinto.
2) La Confesión de Pedro
Al Señor le queda
el consuelo de la fidelidad de los Doce, aunque ya conoce que uno de ellos le
iba a traicionar. Pero quiere que esta fidelidad se manifieste públicamente y
con valentía. Volviéndose a los Doce les pregunta: "¿También vosotros
queréis marcharon?".
Pedro aparece
siempre como el representante principal de los Doce y el que habla por ellos. Y
en esta ocasión, responde inmediatamente con todo convencimiento y todo afecto
hacia el Señor: "¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y
nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios."
A las protestas,
murmuraciones y abandono por parte de muchos discípulos de Cristo, Pedro opone
su plena fe y aceptación de todo lo que ha revelado Cristo: "Tú tienes
palabras de vida eterna." Sus palabras son siempre verdaderas y eficaces,
y como ha hablado de otorgarnos "la vida eterna", mediante la entrega
de su Cuerpo y de su Sangre como alimento espiritual, esa promesa se cumplirá.
Y sólo el Señor
tiene "palabras de vida eterna". Fuera de él, no hay nadie, ni hay
posibilidad de que exista alguien, que pueda revelar los misterios y hacer las
promesas que Cristo nos revela y promete. Y la razón es porque sólo él es
"el Santo de Dios." "Santo de Dios" era otro título
mesiánico. El Mesías era el que más participaba de la santidad de Dios.
Las palabras de Pedro han resonado siempre en
la Iglesia y en el corazón de los verdaderos cristianos. Sólo en Cristo
encuentra la Iglesia y cada uno de los cristianos su verdadero Camino, Verdad y
Vida, su Salvación y la Vida Eterna. Jesús agradecería de todo corazón la
confesión decidida, valiente, en presencia de los que le abandonaban, de Pedro.
Pero Jesús llevaba otra amargura en el corazón, y quiso manifestarla, con el
fin de hacer recapacitar a aquel apóstol entre los "Doce" que ya
estaba pensando traicionarle: "¿No os he elegido yo a vosotros, los Doce?
Y uno de vosotros es un diablo." Y para que no tengamos posible duda, el
evangelista nos indica que el Señor se refería a Judas Iscariote que lo iba a entregar.
Misterios insondables de la gracia y de la libertad humana que puede
rechazarla. El Señor seguirá hasta el fin de su vida intentando convertir al
mismo Judas. Fue él quien se encerró en su decisión tomada y llevará a cabo la
peor traición de todos los siglos. El Señor llama "diablo" a Judas;
en el sentido de que su pecado era instigado por Satanás. Satanás mueve e
inspira a Judas a cometer tal traición.
Pero es necesario
reafirmar la plena libertad de Judas en el pecado que cometió entregando a
Cristo. Satanás no quita la libertad moral del hombre; podrá instigar, tentar;
pero siempre será el hombre quien sea responsable de su pecado.
Jesucristo habla
de "aquel que le iba a entregar"; se trata de un futuro que Jesús,
por su ciencia divina, veía ya como una realidad presente. Pero hasta que se
cumplió la traición, Judas siguió siendo libre para arrepentirse y cambiar de
decisión.
Y Judas había sido
uno de los Doce escogidos personalmente por Cristo, con toda sinceridad y
buscando el mejor bien para el mismo Judas. Debe ser motivo de reflexión para
todos. Aun los regalos más generosos y sublimes de Dios los podemos nosotros
transformar en nuestra condenación. Mantengamos siempre una profunda humildad,
y continuamente oremos por nuestra perseverancia final y nuestra fidelidad
constante a Cristo.
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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