P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA
(Mayo 28 - Mayo 29)
E. ULTERIOR MINISTERIO EN GALILEA: HASTA LA FIESTA DE PENTECOSTES
(Hasta fines de mayo del Año 29)
DISCURSO APOSTÓLICO DEL SEÑOR
89.- JESÚS, SEÑAL DE
CONTRADICCIÓN
TEXTOS
Mateo 10, 34-36
"No penséis
que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada.
Sí he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la
nuera con su suegra; y sus propios familiares serán los enemigos de cada
cual".
Lucas 12,51-53
"¿Pensáis que
he venido para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división. Porque
desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y dos
contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo, y el hijo contra el
padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la
nuera y la nuera contra la suegra”.
Cfr. textos de la
medit. 87: Mt 10,21; Mc 13,12; Le 21,16
INTRODUCCIÓN
Es necesario
entender el sentido de la sentencia del Señor cuando dice que no ha venido a
traer la paz, sino la espada, la división. En el Antiguo Testamento se
profetiza al Mesías como el "Príncipe de la Paz" (Is 9,5); en su
nacimiento el himno angélico canta la llegada de la paz con la venida de Cristo;
el Señor dejará la paz a sus discípulos en su discurso de despedida antes de la
Pasión; y la paz será el saludo de Cristo Resucitado.
No se trata de que Cristo quiera la guerra y
la división, y consiguientemente, la falta de paz. El nos habla de la
consecuencia inevitable que trae su venida al mundo, consecuencia que resulta del
corazón perverso del hombre que no quiere aceptarle a él ni su mensaje y persigue
y acosa a los que lo predican. Es lo que ya encontramos al comienzo del
Evangelio en la profecía que hizo el anciano Simeón a María y a José cuando
llevaron al Niño al templo para ofrecerlo a su Padre: "Este (niño) está
puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de
contradicción" (Lc 2,34) En este pasaje de Lucas tampoco se quiere indicar
que la intención del Padre al enviar a su Hijo al mundo sea la de hacer de su
Hijo una señal de contradicción y que sirva de ruina para aquellos que no lo
reciban. La voluntad del Padre es que todos los hombres se salven y que todos
reciban a su Hijo. Pero, en realidad, no será así, y el pueblo judío lo rechazará,
y después en todos los siglos venideros, Cristo será rechazado por muchos.
Por lo tanto,
Cristo no dice otra cosa sino la realidad que ha de suceder en el mundo con
relación a la opción que se tome de seguirle a él o de despreciarle. Y de esa manera,
el grupo de los que le rechazan, creará la división y la persecución, y hasta
la guerra contra los seguidores de Cristo.
Y el Señor
desciende a un caso concreto: el caso de la división dentro de la misma
familia, por causa suya.
MEDITACIÓN
La enseñanza del Señor
es clara. Quiere indicar a los apóstoles, y en ellos, a todos los cristianos
que seguirle a El supone una actitud de valentía para defender su fe y
manifestar su vida cristiana en medio de muchos enemigos. Y aquí el Señor se
refiere, no a los enemigos internos de nuestra concupiscencia y pasiones que
todo cristiano siente dentro de sí, sino a los enemigos externos, los enemigos
del mundo que nos rodea, de los hombres que conviven con nosotros, aun de la
propia familia en muchas ocasiones. Y por ser el caso extremo, el Señor habla
expresamente de las divisiones dentro de la propia familia por causa suya. En
textos citados en la meditación anterior, Cristo llega a decir que:
"Entregará a la muerte hermano a hermano y padre a hijo; se levantarán
hijos contra padres y los matarán". (Mt 10,21) Y, ciertamente, no es
exageración del Señor. Son conocidos estos casos en las persecuciones primeras
de los cristianos en el Imperio Romano, y muchos siglos después, estos casos lo
confirma la historia en la tremenda persecución que se dio en Japón contra los
cristianos.
Pero sin llegar a
esos casos extremos, es completamente cierto que, muchas veces, es la propia
familia la que se opone a la fe y vida cristiana de alguno de sus miembros; en
nuestra misma sociedad cristiana, cuántas veces, la mayor dificultad que
tienen los hijos para practicar su vida cristiana es el mal ejemplo y los
consejos que reciben de sus padres. Los jóvenes que quieren llevar una vida
moral sana y una práctica religiosa sincera son objeto de burlas por los
hermanos y por el mismo padre. Y en terrenos de misión, la conversión de un
miembro de la familia al cristianismo, sigue suponiendo, en muchos casos, el rechazo
total por parte de la familia.
Como dijimos
anteriormente, Cristo habla del caso extremo de la familia; pero con qué
frecuencia se da también el caso de amistades, compañeros de trabajo y, en
general, el ambiente social del mundo, que consideran a los verdaderos
cristianos como objeto de burla, de desprecio y aún de marginación. Hoy día
resulta bien difícil mantener una vida totalmente basada en los principios y moral
cristiana dentro del grupo humano en que vivimos. Recuerdo que al llegar a una
ciudad, me decían los sacerdotes que los hombres no se acercaban a comulgar por
la vergüenza que les daba ser vistos por sus compañeros y amigos. Y no
condescender en el trabajo con los criterios inmorales de los jefes, es
exponerse a la marginación e incluso al despido.
A todo esto se
refiere Cristo, y nos enseña claramente, que quien quiera seguirle a él con
sinceridad, no puede vivir en plena armonía y paz con los enemigos de Cristo,
con los que le niegan y desprecian sus enseñanzas. Hacer las paces con ellos y
con el mundo supone traicionar a Cristo. Rechazar tajantemente todo aquello que
vaya en contra de la fe y de la moral cristiana, supone una actitud de lucha
valiente y continua. Amar a los enemigos como Cristo los amó; pero no
condescender con sus criterios y pecados. Y si es necesario romper la amistad
con ellos, hay que romperla. Estas son las enseñanzas que Cristo nos da en este
pasaje.
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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