86. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Misión de los apóstoles, misión de los setenta y dos discípulos, instrucciones del Señor


 

P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA

(Mayo 28 - Mayo 29)


E. ULTERIOR MINISTERIO EN GALILEA: HASTA LA FIESTA DE PENTECOSTES

(Hasta fines de mayo del Año 29)


86.- MISIÓN DE LOS DOCE APÓSTOLES - MISIÓN DE LOS SETENTA Y DOS DISCÍPULOS
INSTRUCCIONES DEL SEÑOR

TEXTOS

Mateo 10,5-15

A estos Doce envió Jesús después de haberles dado estas instrucciones: "No toméis el camino de los gentiles, ni entréis en ciudad de Samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la Casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, expulsad demonios. De gracia lo recibisteis; dadlo de gra­cia. No llevéis oro, ni plata, ni cobre en vuestras fajas; ni alforja para el ca­mino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero merece su sus­tento. En la ciudad o pueblo en que entréis, informaos de quién hay en ella digno, y quedaos allí hasta que salgáis. Al entrar en la casa, saludadla. Si la casa es digna, Llegue a ella vuestra paz; mas si no es digna, vuestra paz se vuelva a vosotros. Y si no os recibe ni se escuchan vuestras palabras, salid de la casa o de la ciudad aquélla sacudiendo el polvo de vuestros pies. Yo os aseguro: el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma y Gomorra que para la ciudad aquélla."

Mateo 11,20-24

Entonces se puso a maldecir a las ciudades en las que habían realizado la mayoría de sus milagros, porque no se habían convertido: ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los mila­gros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que con saco y ceniza se

habrían convertido. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el infierno te hundirás! Porque si en Sodoma se hubie­ran hecho los milagros que se han hecho en ti, aún subsistiría el día de hoy. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma que para ti."

Marcos 6,7-13

Y llamó a los Doce y comenzó a enviarles de dos en dos, dándoles poder so­bre los espíritus inmundos. Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja; sino: "calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas." Y les dijo: "Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de allí. Si algún lugar no os recibe y no os es­cuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos." Y yéndose de allí, predicaron que se convirtie­ran; expulsaban a muchos demonios y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

Lucas 9,1-6

Convocando a los Doce, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para curar enfermedades, y los envió a proclamar el Reino de Dios y a cu­rar. Y les dijo: "No toméis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni tengáis dos túnicas. Cuando entréis en una casa, quedaos en ella y que de allí sea vuestra salida. En cuanto a los que no os reciban, saliendo de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos." Saliendo, pues, recorrieron los pueblos anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes.

Lucas 10,1-15

Después de esto, designó el Señor a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios por donde él había de pa­sar. Y les dijo:

"La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros á su mies. Id: mirad que yo os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a na­die en el camino. En la casa en que entréis, decid primero: 'Paz a esta casa'. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volve­rá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero tiene derecho a su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: 'El Reino de Dios está cer­ca de vosotros'. En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus pla­zas y decid: 'Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cer­ca'. Os digo que en aquel Día habrá menos rigor para Sodoma que para la ciudad aquélla. ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que, sentados con saco y ceniza, se habrían convertido. Por eso, en el Jui­cio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el infierno te hundirás!".

INTRODUCCIÓN

Los tres Evangelistas sinópticos narran la misión de los Doce apóstoles. Mateo la pone inmediatamente después de la elección de los apóstoles. Mar­cos la narra después de la visita de Jesús a Nazaret. Y Lucas la coloca des­pués del milagro de la resurrección de la hija de Jairo. Es, por tanto, muy difí­cil situarla en la cronología de la vida apostólica de Cristo.

Por otra parte, Lucas nos habla también de una segunda misión de setenta y dos discípulos. Hoy día hay muchos autores que creen que esta segunda mi­sión fue la misma en la que tomaron parte los Doce. Para acentuar mejor la importancia de los Doce, Lucas habría desdoblado una misma misión en dos misiones, quizá siguiendo alguna tradición que existiese en este sentido. Y por su parte, Mateo y Marcos omiten la misión de los setenta y dos discípu­los, por considerar que los que iban a dirigir aquella misión y los miembros más importantes de ella eran los Doce apóstoles. Son opiniones que no pue­den ser confirmadas. Otros autores tienen también sus razones para creer que en realidad se trata de dos misiones diferentes.

Pero dada la identidad de las recomendaciones del Señor en ambas misiones de Lucas y en la que narran Mateo y Marcos, nos ha parecido más conve­niente tratarlas en la meditación como si fueran una sola.

Notemos que la frase del Señor que pone Lucas al comienzo de la misión de los setenta y dos discípulos: "La mies es mucha y los obreros pocos"; ha sido ya objeto de la meditación anterior.

Del Evangelio de San Mateo, solamente hemos transcrito la primera parte del gran discurso apostólico de Cristo. Esta primera parte se refiere a la mi­sión temporal y local de los apóstoles y discípulos por las ciudades de Galilea. Las otras partes del discurso de Cristo, que trae San Mateo, se refieren a la misión posterior y universal de los apóstoles. Las considerare­mos en las siguientes meditaciones.

Finalmente, digamos que Lucas trae, al final de la exhortación a los sesenta y dos discípulos, las famosas maldiciones de Jesús sobre las ciudades de Galilea. Mateo las trae en otro contexto. Hemos puesto ambos textos para unirlos en la meditación.

MEDITACIÓN

1) "Dirigíos a las ovejas perdidas de la Casa de Israel."

El Señor comienza sus instrucciones limitando el campo de trabajo de sus apóstoles y discípulos. Su misión era para "las ovejas perdidas de la Casa de Israel", es decir, para el pueblo judío. El mismo Cristo nos dirá acerca de su misión temporal: "No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la Casa de Israel." Sólo después de la muerte de Cristo será cuando su obra redentora deberá extenderse a todos los pueblos; y será el mismo Cristo el que envíe a sus apóstoles hasta los últimos confines de la tierra. (Cfr. Mt 28, 18-20)

También los samaritanos quedaban excluidos en esta misión apostólica. En tiempos de Jesús la animosidad, incluso agresiva, de los samaritanos contra los judíos era muy profunda; y la religión de los samaritanos se había aparta­do mucho de la ortodoxia judía.

Al decir el Señor que vayan a "las ovejas perdidas de la Casa de Israel", ya les está indicando el espíritu con que han de cumplir su misión. Son enviados por el Señor, el Buen Pastor, y ellos han de ser verdaderos pastores que sólo busquen el bien de esas ovejas y procuren reunirlas bajo el cayado del Buen Pastor.

2) Contenido de la misión

Lo que han de predicar los apóstoles y discípulos es lo mismo que predicó Juan Bautista y predicaba el mismo Cristo al comienzo de su ministerio: La llegada inminente del Reino de Dios y la conversión del corazón para poder recibir ese Reino (Cfr. Medit. 17). Resumiendo lo que hemos explicado ya en otras meditaciones, diríamos que el Reino de Dios significaba la llegada del Mesías que traía la verdadera salvación al pueblo judío. Aceptar el Reino de Dios era aceptar a Cristo, aceptar sus enseñanzas, y convertirse de todos sus pecados. (Sobre una explicación más detallada de todo el sentido de Rei­no de Dios, (cfr. medit. 40)

Y el Señor, para que pudiesen ejercitar con mayor eficacia su misión y comprobar que era divina, les concede poderes extraordinarios para expulsar demonios y curar enfermos. Además, era una señal de que se cumplían las profecías del Antiguo Testamento, cuando nos hablan del Mesías, lleno de bondad y misericordia, ejerciendo su caridad con todos los enfermos, necesi­tados, con todos los que sufren.

Estos poderes extraordinarios los han recibido gratuitamente de la generosi­dad del Señor; ellos deben, pues, ejercerlos también gratuitamente, sin pedir nada a cambio. Cristo así los previene contra la soberbia y la avaricia, al ha­cerles conscientes de que todo es regalo suyo y mandarles que no exijan nada ni busquen ninguna ventaja material.

3) Actitud de los Evangelizadores

La primera advertencia que les hace el Señor, de una manera gráfica y con­creta, es que deben mostrarse siempre como personas humildes y sencillas, ajenas de todo lo que pueda parecer afán de lucro. Todo esto lo expresa el Señor diciendo: "No toméis oro, ni plata, ni cobre en vuestras fajas; ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón." Sabemos que las mo­nedas de uso corriente en aquella época eran de oro, de plata o de cobre. Lo que significa, pues, el Señor es que no vayan provistos de dinero que solían guardar las personas en los pliegues de sus fajas o cinturones. El llevar dos túnicas o sandalias que cubriesen todo el pie, o bastón de defensa, era un símbolo de personas de importancia en la categoría social de aquella época. No se refiere aquí el Señor a sandalias sencillas que llevaban hasta los po­bres, ni a un mero bastón tosco que servía para apoyarse en las largas cami­natas.

Y quiere también el Señor que vivan confiados en la Providencia de Dios. Que no lleven alforjas grandes donde había provisiones en abundancia y que equivaldría a un buen equipaje de nuestros tiempos. Deben contentarse con el alimento y demás provisiones que les suministrasen las gentes a las que iban a predicar. Dios cuidará de ellos para que no les falte lo necesario. Y el Señor añade: "El obrero merece su sustento". La gente que recibía el bien extraordinario de la predicación del Reino de Dios debía contribuir y corres­ponder a tanto beneficio procurando a los predicadores su merecido susten­to. Enseñanza del Señor que tiene pleno valor en nuestros días.

Otro consejo del Señor es que sólo se hospeden en casas donde habita gente digna, es decir, gente de conducta moral sana; causaría escándalo que se hospedasen en casas de mal vivir: Y, por otro lado, les aconseja que no an­den cambiando de casa en casa buscando, quizá, una mayor comodidad.

El saludo de paz no debemos interpretarlo como dirigido exclusivamente a la casa donde se van a hospedar. Se refiere también al saludo de paz que de­bían dar al comienzo de su predicación en cualquier ciudad o aldea. El saludo de paz era usual entre los judíos; pero, dicho en nombre de Jesús, tenía una significación profunda referida a todos los bienes mesiánicos prometidos en el Antiguo Testamento.

4) Actitud ante el rechazo de la predicación apostólica

El Señor habla muy duramente contra aquellas personas, casas o pueblos que rechazasen a sus enviados y su mensaje. En primer lugar, dice el Señor que sacudan el polvo de sus sandalias sobre aquellas casas o ciudades, como señal de su plena responsabilidad al rechazar el mensaje mesiánico. Sacudir el polvo de las sandalias tenía un sentido muy claro para los judíos de aquella época. Era costumbre entre ellos que, cuando salían fuera de su patria a paí­ses paganos, al volver a su tierra, antes que entrar en ella, sacudiesen el pol­vo de sus sandalias para no contaminar la tierra sagrada del Señor con la tie­rra impura de los países paganos. Al mandar el Señor que los apóstoles repi­tiesen esta acción, estaba indicando que aquellas casas o ciudades que los rechazasen se comparaban con las casas y las ciudades paganas.

Y el Señor añade que su paz no descansará sobre ellos, es decir, no tendrá efecto alguno en sus corazones. Y al decir que esa paz volverá a los predi­cadores quiere significar que ellos recibirán recompensa por su predicación, sea ésta aceptada o rechazada.

Y para enfatizar la culpabilidad y declarar que no tienen excusa al rechazar su mensaje, el Señor dice: "Yo os aseguro: en el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma y Gomorra que para aquella ciudad". Y a continua­ción, pronuncia las maldiciones contra las ciudades del Lago de Genesaret, donde el Señor había predicado y había obrado multitud de milagros.

Todos conocían los terribles castigos que habían sufrido estas dos ciudades de Sodoma y Gomorra. Pues todavía sería mayor el castigo que recibiese la persona, casa o ciudad, que rechazase a los enviados del Señor. Su culpa era todavía mayor que los muchos pecados de Sodoma y Gomorra. La predicación de Cristo, sus milagros, su vida, eran un testimonio evidente de la llegada del Mesías y del Reino de Dios. Rechazarlo era cometer el "pecado contra el Espíritu Santo", del que nos habla el Señor en otro pasaje (Cfr. Medit.66). Y ese testimonio de Cristo no lo tuvieron Sodoma y Gomorra. Por eso, puede decir el Señor que su culpa es mayor y que la sentencia en el día del Juicio será mucho más severa.

Con qué dolor pronunciaría Cristo su condena contra la ciudad de Cafarnaúm, la ciudad más agraciada de todo el pueblo judío, la que tuvo el privilegio de albergar por un año al Señor y oír innumerables veces su pala­bra y ser testigo de muchísimos milagros. El Señor había escogido esta ciu­dad como su verdadera patria, desde donde partiría para todas sus excursio­nes apostólicas. La amaba, pero quiso advertirla que su destino sería el in­fierno, si no se convertía. Terrible es el destino de los que conscientemente rechazan a Cristo.

5) Aplicación de las enseñanzas de Cristo

Aunque los consejos concretos que el Señor da a sus apóstoles y discípulos se refieran, como hemos indicado en la introducción, a la misión concreta de aquella oportunidad; sin embargo, su espíritu es aplicable a todos los apósto­les de Cristo de todos los tiempos.

La actitud de desprendimiento de los bienes materiales, el vivir confiados en la Providencia de Dios, la actitud de humildad y sencillez con que debe pre­sentarse el misionero ante el pueblo de Dios, son virtudes que deben caracte­rizar a todo verdadero apóstol de Jesucristo. Igualmente podemos señalar la actitud de fortaleza, sin desaliento, ante el fracaso de la predicación, cuando en vez de ser aceptada sea rechazada por los oyentes.

Hay otra enseñanza implícita en este pasaje, y es una enseñanza de extraor­dinaria importancia. El Señor envía, no sólo a los Doce apóstoles, sino tam­bién a setenta y dos discípulos. Estos discípulos no llegarán al sacerdocio; se­rán, lo que hoy día llamamos "laicos comprometidos". La vocación al apostolado de todos los discípulos de Cristo, de todos los cristianos, es la en­señanza que nos da el Señor en este pasaje y que tiene una actualidad urgen­te en nuestros tiempos. El Concilio Vaticano II ha destacado de manera muy relevante la vocación a la santidad y al apostolado de todos los cristianos.


Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.





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