106. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Discusión con los fariseos: tradición de los antiguos


P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


IV. JESÚS REGRESA A GALILEA Y MARCHA A TIERRAS DE PAGANOS PASA DE NUEVO POR GALILEA

PASA DE NUEVO POR GALILEA

(Junio - Setiembre, año 29)

106.- DISCUSIÓN CON LOS FARISEOS: TRADICIÓN DE LOS ANTIGUOS

TEXTOS

Mateo 15, 1-9

Entonces se acercaron a Jesús algunos fariseos y escribas veni­dos de Jeru­salén, y le dijeron: "¿Por qué tus discípulos que­bran­tan la tradición de los antepasados?, pues no se lavan las manos a la hora de comer." El les res­pondió: "¿Y vosotros, por qué quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición? Porque Dios dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y tam­bién: el que maldiga a su padre o a su madre, morirá. Pero vosotros decís:

`El que diga al padre o a la madre: Todo aquello con que yo pudiera ayu­darte, es ofrenda, ése no tendrá que honrar a su padre o a su madre'. Así habéis anulado la Palabra de Dios por vuestra tradición. ¡Hipócritas! Bien profetizó de vosotros Isaías cuando dijo; "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está muy lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que sólo son preceptos humanos."

Marcos 7, 1-13

Se reúnen junto a él los fariseos, así como algunos escribas venidos de Je­rusalén. Y al ver que algunos de sus discípulos comían con manos impu­ras, es decir no lavadas -es que los fariseos y todos los judíos no comen sin haberse lavado las manos hasta el codo, aferrados a las tradiciones de los antiguos; y al volver de la plaza, si no se bañan, no comen; y hay otras muchas cosas que observan por tradición, como la purificación de vasos, jarros y bandejas.-

Por eso, los fariseos y los escribas le preguntaron: "¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras?" El les respondió: "Bien profetizó Isaías de vosotros, hi­pócritas, según está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón esta lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctri­nas que sólo son preceptos humanos. Dejando el precepto de Dios, os afe­rráis a la tradición de los hombres. Les decía también: "¡Qué bien violáis el mandamiento de Dios, para conservar vuestra tradición! Porque Moisés dijo: 'Honra a tu padre y a tu madre, y el que maldiga a su padre o a su madre, morirá'. Pero vosotros decís: 'Si uno dice a su padre o a su madre: Declaro corbán (ofrenda) todo aquello con que yo pudiera ayudarte', ya no le dejáis hacer nada por su padre y por su madre, anulando así la Palabra de Dios por vuestra tradición que os habéis transmitido, y hacéis muchas cosas semejantes a estas."

INTRODUCCIÓN

Conocemos que el discurso de Jesús sobre el Pan de Vida en la sinagoga de Cafarnaúm y el subsiguiente abandono de bastantes de sus discípulos, aunque no de los Doce, produjo en aquella ciudad, y se fue extendiendo por toda Galilea, una atmósfera de cierta hostilidad contra Jesús.

De momento Jesús escapa de esta hostilidad marchando a la Fiesta de Pentecostés en Jerusalén, pero después vuelve a Galilea. Y muy probable­mente al llegar a Cafarnaúm ya están los fariseos al acecho para hostigarle y hacerle preguntas Comprometedoras. Se nos dice que junto con los fari­seos estaban también, algunos escribas mandados de Jerusalén, sin duda algu­na para espiarle.

Jesús, pues, vuelve a tener un encuentro con los fariseos y escribas. Estos intentan desacreditar a Jesús delante de la gente acusándole de que no guardaba las tradiciones de los antepa­sa­dos; Jesús descubrirá la hipocresía de los fariseos y escribas delante de todo el pueblo y tendrá palabras durí­simas contra ellos.

Esta es la discusión que nos narran Mateo y Marcos en los pasajes aduci­dos. Para entender los pasajes evangélicos es necesario que conozcamos que los fariseos daban una importancia tan grande a ciertas purificaciones exteriores, que habían puesto en esa cuestión todo su celo. Esto había traí­do como consecuencia el que las purificaciones se multiplicasen y el que estuviesen rodeadas de tales ceremonias y ritos que hacía muy difícil la ob­servancia de las mismas, y eran una verdadera carga para todo el pueblo.

MEDITACIÓN

El Señor que se ha mostrado siempre comprensivo y bondadoso con los pecadores y ha buscado siempre llevarles el perdón, sin embargo muestra siempre una actitud muy dura contra los escribas y fariseos.

Hay un pecado que radica en la soberbia y que se manifiesta en la hipocre­sía cínica de los fariseos y escribas, contra el cual el Señor siente un pro­fundo desprecio y una clara indignación. El pecado de la hipocresía hace a los hipócritas abominables delante de Dios.

Y de este pecado es el que acusa el Señor a los fariseos y escribas; y en una oportunidad los llamará: "sepulcros blanquea­dos" (Mt 23, 27). Y les acusa concretamente de quebrantar, anular los mandamientos de Dios, mientras ponen toda la importancia en lo que es puramente costumbre hu­mana, sin trascendencia alguna, como son las purificaciones que ellos exi­gían. Más adelante les llegará a decir: "¡Ay de vosotros, escribas y fari­seos, que pagáis el diezmo de la pimienta, del aneto y del comino, y des­cuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe!" (Mt 23, 23)

Aquí, les acusa concretamente de quebrantar el mandamiento de honrar padre y madre, que lleva consigo el cuidar de los padres, cuando ya son ancianos y necesitan de la ayuda de los hijos.

Los escribas y fariseos habían inventado todo un sistema de pretendidas li­mosnas para las cosas de Dios, por el cual los hijos defraudaban a sus pa­dres del socorro que les debían por precepto divino. Los hijos, con verda­dero cinismo, decían a sus padres que lo que tenían para socorrerles a ellos lo habían hecho "ofrenda a Dios", y eso sólo ya les desligaba de la obligación de cumplir con esa obligación grave. Y por supuesto que los fariseos y escribas eran los que más se aprovechaban de esas pretendidas limosnas hechas a Dios.

El Señor se indigna contra esta hipocresía de los escribas y fariseos y les aplica el famoso texto de Isaías:

"Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas humanas que sólo son pre­ceptos humanos."

En este texto de Isaías (Is 29, 13-14; cfr. Ps.78, 36-37) encontramos una definición clara de lo que es la hipocresía y que, por eso, desagrada tanto al Señor. Es la mentira, el fingimiento buscado, el cinismo de unas pala­bras que confiesan y alaban a Dios, pero que salen de un corazón total­mente alejado de él. Así era el corazón de los escribas y fariseos que se jactaban públicamente de orar a Dios, mientras en su vida no les importa­ba quebrantar los principales mandamientos de Dios. Y eran intransigen­tes y bien exigentes con los demás en el cumplimiento de una serie de pre­ceptos humanos, dados por ellos mismos, y ellos descuidaban totalmente los grandes preceptos del Decálogo.

Y esta actitud de los fariseos puede encontrarse hoy en muchos cristianos que prácticamente sólo se acuerdan de Dios cuando necesitan pedirle algo; tienen imágenes y cuadros religiosos en sus casas; van a la iglesia cuando las conveniencias sociales lo exigen, bautismos, bodas, funerales; pero su corazón y su vida están completamente alejados de Dios. Contra esta for­ma hipócrita de práctica religiosa predicaron siempre los grandes profetas, y a través de ellos Dios dirá a esos hipócritas: "Y al extender -vosotros vuestras palmas (para rezar), me tapo los ojos para no veros. Aunque, multipliquéis la plegaria, yo no oigo." (Is 1, 15)

La hipocresía es de los pecados que más aborrece el Señor y, si no de una manera tan abierta como en el caso de los escribas y fariseos, y en el caso de los cristianos que indicábamos en el párrafo anterior, fácilmente puede encontrarse en cristianos que parecen sinceros e incluso en personas con­sagradas a Dios. Continuamente hemos de hacer examen de conciencia en profundidad para arrancar del corazón todo lo que sea hipocresía, aparen­tar lo que uno no es; sólo el corazón sincero puede agradar al Señor y sólo la oración que brota de ese corazón es escuchada por el Señor.


Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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