121. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Segundo anuncio de la pasión


 

P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


IV. JESÚS REGRESA A GALILEA Y MARCHA A TIERRAS DE PAGANOS PASA DE NUEVO POR GALILEA

PASA DE NUEVO POR GALILEA

(Junio - Setiembre, año 29)


121.- SEGUNDO ANUNCIO DE LA PASIÓN

TEXTOS

Mateo 17, 22-23

Yendo un día juntos por Galilea, les dijo Jesús: "El Hijo del hom­bre va a ser entregado en manos de los hombres; le matarán, y al tercer día resuci­tará." Y se entristecieron mucho.

Marcos 9, 30-32

Partieron de allí e iban caminando por Galilea; él no quería que se supiera, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: "El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará." Pero ellos no entendían lo que les decía y tenían miedo de preguntarle.

Lucas 9, 43-45

Estando todos maravillados por todas las cosas que hacía, dijo a sus discí­pulos: "Poned en vuestros oídos estas palabras: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres." Pero ellos no entendían esto; les estaba velado de modo que no lo entendían y temían preguntarle acerca de este asunto.

INTRODUCCIÓN

Jesús se aleja de la gente que había presenciado el milagro de la curación del joven epiléptico, y junto con sus discípulos va caminando por tierras de Galilea, pero procurando no pasar por las ciudades y aldeas para no ser re­conocido. Sigue manteniendo una actitud muy reservada; ha fracasado en su predicación al pueblo, y ahora se concentra en instruir a sus discípulos: "iba instruyendo a sus discípulos."

Y es durante este caminar con sus discípulos cuando el Señor vuelve a anunciarles su Pasión. Y claramente pone gran énfasis en esta nueva pre­dicción de su Pasión, pues les dice: "Poned en vuestros oídos estas pala­bras", dándoles a entender que pusiesen gran atención en lo que les iba a decir y que guardasen sus palabras siempre, sin olvidarlas.

MEDITACIÓN

Las palabras de Cristo son bien claras de entender:

"El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le mata­rán, y al tercer día resucitará."

¿Por qué insiste el Señor de nuevo en el anuncio de su Pasión? Se acerca­ba la hora de la Pasión y quería disponer el corazón de los apóstoles, para que en esa hora no desfalleciesen en su fe y perseverasen con él. Y para confirmarles en esa fe había precedido el misterio de su Transfiguración. Llegará, sin embargo, la "hora" de Jesús y todos los apóstoles fallarán y hasta el mismo Pedro llegará a renegar del Señor; pero el Señor ha ido de­jando en ellos la semilla del misterio de su Pasión y Muerte que llegará a fructificar con toda lozanía, cuando el Espíritu Santo descienda sobre ellos el día de Pentecostés.

Y el Señor insiste también en el anuncio de su Pasión, porque quiere ha­cerles comprender que su Pasión y Muerte no son hechos casuales que su­ceden por el azar de las circunstancias. Que él es plenamente consciente del destino de su misión y que se enfrenta a él con plena libertad. Podía huir, pero lleno de fortaleza ha escogido el camino de su Pasión y Muerte; así cumplirá los designios de su Padre Dios para redimir a la humanidad, y así mostrará también su infinito amor a los hombres. "Nadie me quita la vida; yo la doy voluntariamente" dice el Señor (Jn 10, 18)

La reacción de los apóstoles fue de total incomprensión: "No entendían lo que les decía." Ellos también, en cierto sentido, participaban de la mentali­dad judía de creer en un Mesías glorioso, y no podían comprender lo que el Señor les anunciaba de su Pasión y Muerte.

El misterio de Cristo muerto en la cruz, es el misterio más difícil de enten­der. Es el misterio en que más se nos revela el amor infinito del Padre y del Hijo por los hombres; y el corazón del hombre no entiende que el amor pueda llegar a esas profundidades de sacrificio a las que llegó Cristo.

Se nos dice también que se entristecieron y que tenían miedo. La tristeza brotaría de su sincero, aunque muy imperfecto, amor al Señor; pero el miedo sería producto de su egoísmo. Si de tal manera iban a perseguir al Señor hasta llevarlo a la muerte ¿qué sucedería con sus discípulos, los que le habían acompañado en sus años de vida pública? Temían por ellos mis­mos. Y en esa confusión de pensamientos y de emociones, no se atrevían a preguntarle nada.

Y parece que no hubiesen caído en la cuenta de la promesa maravillosa de que había de resucitar al tercer día. Tampoco podían entender el misterio de la resurrección de Cristo.

El Señor no los reprende por su actitud de incomprensión; muestra siem­pre una infinita paciencia con las imperfecciones y limitaciones de sus apóstoles; él sabe que llegará el día en que de tal manera comprenderán el misterio de su cruz, que ellos mismos con toda alegría y fortaleza entrega­rán sus vidas en el martirio.

La actitud de los apóstoles es una actitud que se repite continuamente en la mayoría de los cristianos. Seguimos sin comprender el misterio de la Cruz del Señor y lo que ese misterio supone de participación nuestra en los sufrimientos del Señor. En cuanto llega la cruz de Cristo a nuestra vida, no la comprendemos, nos quejamos, vacilamos en la fe y nos llena­mos de miedo y pesimismo. Y parece que también nos olvidamos del mis­terio de su Resurrección. No acabamos de comprender que todo dolor y sufrimiento, aceptado en unión a los sufrimientos de Cristo, termina en gloria y en resurrección.

Que el Señor nos alcance la gracia de entender el misterio de su Cruz y el misterio de nuestra participación en esa Cruz. Y para eso nos tiene que conceder la gracia de llegar a comprender la infinitud de su amor por no­sotros, y la gracia de querer corresponder a ese amor cargando también nosotros con su cruz.



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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