120. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - El endemoniado epiléptico



P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


IV. JESÚS REGRESA A GALILEA Y MARCHA A TIERRAS DE PAGANOS PASA DE NUEVO POR GALILEA

PASA DE NUEVO POR GALILEA

(Junio - Setiembre, año 29)


120.- EL ENDEMONIADO EPILÉPTICO

TEXTOS

Mateo 17,14-21

Cuando llegaron donde la gente, se acercó a él un hombre que, arrodillán­dose ante él, le dijo: "Señor, ten piedad de mi hijo, porque es lunático y está mal; pues muchas veces cae en el fuego y muchas en el agua. Se lo he presentado a tus discípulos, pero ellos no han podido curarle." Jesús res­pondió: "¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo habré de soportaros? ¡Traédmelo acá!" Jesús le increpó, y el demonio salió de él; y quedó sano el niño desde aquel momen­to. Entonces los discípulos se llegaron a Jesús, en privado, y le dijeron: "¿Por qué no pudimos nosotros expulsarle?" Díceles: "Por vuestra poca fe. Porque os aseguro: si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte; desplázate de aquí allá', y se desplazará, y nada os será imposi­ble."

Marcos 9, 14-29

Al llegar donde los discípulos, vio a muchísima gente que les rodeaba y a unos escribas que discutían con ellos. Toda la gente al verle, quedó sor­prendida y corrieron a saludarle. El les preguntó: "¿De qué discutís con ellos?" Uno de entre la gente le respondió: "Maestro, te he traído a mi hijo que tiene un espíritu mudo y, dondequiera que se apodera de él, le derriba, le hace echar espumarajos, rechinar los dientes y le deja rígido. He dicho a tus discípulos que lo expulsara, pero no han podido." El les responde: "¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo tendré que soportaros? ¡Traédmelo!" Y se lo traje­ron. Apenas el espíritu vio a Jesús, agitó violentamente al mucha­cho y, cayendo en tierra, se revolcaba echando espumarajos. Entonces, él preguntó a su padre: "¿Cuánto tiempo hace que le viene sucediendo eso?" Le contestó: "Desde niño. Y muchas veces le ha arrojado al fuego y al agua para acabar con él; pero, si algo puedes, ayúdanos, compadécete de nosotros." Jesús le dijo: "¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para quien cree!". Al instante, gritó el padre del muchacho: "¡Creo, ayuda a mi poca fe!" Viendo Jesús que se agolpaba la gente, increpó al espíritu inmundo, diciéndole: "Espíri­tu sordo y mudo, yo te lo mando: sal de él y no entres más en él." Y el es­píritu salió dando gritos y agitándole con violencia. El muchacho quedó como muerto, hasta el punto de que muchos decían que había muerto. Pero Jesús, tomándole de la mano, le levantó y él se puso de pie. Cuando Jesús entró en casa, le preguntaban en privado sus discípulos: "¿Por qué no pudimos nosotros expulsarle?". Les respondió: "Esta clase con nada puede ser arrojada sino con la oración".

Lucas 9, 37-43

Al día siguiente, cuando bajaron del monte, les salió al encuentro muchísi­ma gente. Un hombre de entre la gente empezó a gritar: "Maestro, te su­plico que mires a mi hijo, porque es el único que tengo, y un espíritu se apodera de él y de pronto empieza a dar gritos, le hace retorcerse echando espuma, y difícilmente se aparta de él, dejándole quebrantado. He pedido a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido. Respondió Jesús: "¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros y habré de soportaros? ¡Trae acá a tu hijo!" Cuando se acercaba, el demo­nio le arrojó por tierra y le agitó violentamente; pero Jesús increpó al espí­ritu inmundo, curó al niño y lo devolvió a su padre; y todos quedaron ató­nitos ante la grandeza de Dios.

Lucas 17, 5-6

Dijeron los apóstoles al Señor: "Auméntanos la fe". El Señor dijo: "Si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a este sicomoro: arráncate y plántate en el mar, y os obedecerá."

INTRODUCCIÓN

Alguien correría la voz de que el Señor había llegado y se encontraba en el Monte Tabor. Un padre que tenía a su hijo epiléptico se apresuró a ir al encuentro de Jesús en busca del milagro y serían muchos los que le acom­pañarían. Al llegar a la falda del monte se encuentran con los apóstoles, a excepción de los tres que habían subido con Jesús a la cumbre. El padre ruega a los apóstoles que realicen el milagro de curar a su hijo, que expul­sen el demonio de su hijo, causa de la enfermedad. Los apóstoles recorda­rían que el Señor les había dado potestad para expulsar a los demonios e intentaron realizar el milagro; pero fue en vano su esfuerzo. Entre la gente se encontraban también algunos escribas y estos empiezan a discutir con los apóstoles, probablemente para burlarse de su impotencia, y probable­mente para burlarse también de su Maestro. Es en estos momentos cuando Jesús hace su aparición descendiendo de la cumbre del Tabor con Pedro, Santiago y Juan.

MEDITACIÓN

1) "¡Oh generación incrédula y perversa!"

Nada más llegar a la falda del monte se le acerca al Señor el padre del hijo enfermo rogándole el milagro. El Señor conoce el corazón de la gente que acompañaba al padre del hijo enfermo; era gente que volvía a buscarle, pero solamente con la curiosidad de presenciar otro milagro suyo; y allí es­taban también los escribas con la mala intención de siempre de desacredi­tarle delante del pueblo. La falta de verdadera fe en el pueblo, la falta de conversión sincera, su negación a aceptar el Reino de Dios, y sobre todo, la presencia de los escribas hipócritas, produjeron en el Señor un senti­miento profundo de tristeza y de santa indignación que le hace exclamar: "¡Oh generación incrédula y perversa!" y da a entender que su paciencia en tolerarlos va a terminar.

Exclamación de Jesús que debería hacer reflexionar a las generaciones de todos los tiempos. De cuántos grupos humanos podría hoy día el Señor re­petir la misma queja. Y nos referimos especialmente a grupos cristianos que han conocido a Cristo, pero que nunca han llegado a tener una fe sin­cera y nunca han buscado la conversión de sus vidas. Al igual que aquellas gentes de Palestina que trataron con el Señor, son también ellos culpables del rechazo que hacen de Cristo y de su Reino. Y qué terrible saber que algún día se terminará la paciencia de Cristo; para cada uno, ese fin de la paciencia del Señor señala el momento de su muerte.

2) El milagro

El Señor, a pesar de su queja contra esa "generación incrédula y perver­sa", quiere todavía darle otra prueba de su gran bondad y de su poder atendiendo a la petición del padre del hijo enfermo.

Manda traer al muchacho epiléptico y, antes de realizar el milagro, quiere suscitar una fe más profunda en el padre, y por eso le reprende la manera cómo ha hecho su petición. El padre había rogado al Señor diciendo: Si algo puedes, ayúdanos, compadécete de nosotros." Y Jesús le dice: "¡Qué es eso de si puedes! Todo es posible para quien cree." Aquel hombre sin­tió crecer en sí la fe en el Señor y con humildad, reconociendo su poca fe, exclamó: "¡Creo, ayuda mi poca fe!". Es entonces, cuando el Señor con el solo mandato de su omnipotente autoridad, expulsa al demonio del hijo en­fermo y se lo devuelve a su padre.

La plegaria de este padre: "Creo, Señor, aumenta mi poca fe", ha venido a ser plegaria modelo que deben repetir todos los cristianos. Con humildad, siempre debemos reconocer que nuestra fe es débil, y que por nuestras fuerzas no podemos incrementar esa fe. La fe y el ir cada día aumentando esa fe es gracia del Señor; por eso debemos pedir continuamente al Señor que aumente nuestra fe y la haga una fe tan grande que todo lo pueda, como dice el Señor: "Todo es posible para quien cree."

3) "Si tuvierais fe como un grano de mostaza..."

Los apóstoles habían quedado humillados delante de la gente al no haber podido realizar el milagro, y ya cuando están a solas con el Señor le pre­guntan la razón de su fracaso. Y es entonces que el Señor les responde: "por vuestra poca fe. Porque os aseguro que si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: 'desplázate de aquí', y se desplazará, y nada os será imposible."

¿Cuál es el verdadero sentido de la frase del Señor? La experiencia nos enseña que puede haber personas muy santas con una gran fe en el Señor, y sin embargo no tener el poder de hacer milagros.

Los teólogos nos hablan de una fe que llaman la "fe de los milagros". Es una manera particular de manifestarse la fe sobrenatural. Se trata de una fe que llaman "carismática"; es un don que Dios concede a algunos cristianos por motivos que él solo conoce. Es lo que San Pablo considera como "don carismático" y lo llama "el poder de los milagros" o "el don de curaciones", carisma o don que no se concede a todos, según el mismo Pablo. (Cfr. 1 Cor 12, 28-30)

La fe carismática de hacer milagros consiste, principalmente, no sólo en el pleno conocimiento de la omnipotencia y bondad de Dios, sino en una gra­cia especial, por la cual el Señor concede una persuasión interna sobrena­tural de que a través suyo quiere realizar tal milagro concreto, y esa perso­na, fiándose de esa persuasión, dada por Dios, intenta realizar el milagro y realmente lo obra.

Este don o carisma no depende de nosotros. Lo tuvieron los apóstoles y siempre ha habido en la Iglesia personas santas que han tenido esa fe de hacer milagros.

El Señor aquí reprende a los apóstoles, porque ellos sí habían recibido el don de hacer milagros, esa "fe de milagros", y si no pudieron activarla en este caso fue por culpa suya y por falta de oración. Al carisma de hacer milagros acompaña siempre una profunda vida de oración.



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.








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