200. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Parábola de los viñadores asesinos


 

P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


IX. JESÚS SUBE A JERUSALÉN PARA LA FIESTA DE LA PASCUA

DESDE LA ENTRADA TRIUNFAL DE JESÚS EN JERUSALÉN HASTA LA ÚLTIMA CENA 

(Fines de Marzo - Primeros de Abril, año 30)


JESÚS ENTRA EN EL TEMPLO DE JERUSALÉN

200.- PARÁBOLA DE LOS VIÑADORES ASESINOS

TEXTOS

Mateo 21,33-46

"Escuchad otra parábola. Era un propietario que plantó una viña, la ro­deó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores y se marchó lejos. Cuando llegó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores para recibir sus frutos. Pero los labra­dores agarraron a los siervos, y a uno le golpearon, a otro le mataron, a otro le apedrearon. De nuevo envió otros siervos en mayor número que los primeros; pero los trataron de la misma manera. Finalmente les envió a su hijo, diciéndose: 'Respetarán a mi hijo'. Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron entre sí: 'Este es el heredero. Vamos, matémosle, y nos quedaremos con su herencia.' Le agarraron, le echaron fuera de la viña y le mataron. Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará con aque­llos labradores?" Dícenle: "A esos miserables les dará una muerte mise­rable y arrendará la viña a otros labradores, que le paguen los frutos a su tiempo." Y Jesús les dice: "¿No habéis leído nunca en las Escrituras:

`La piedra que los constructores desecharon,
se ha convertido en piedra angular;
fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos'?"
Por eso os digo: "Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda frutos."
Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus palabras, comprendieron que se estaba refiriendo a ellos. Y trataban de detenerle, pero tuvieron miedo a la gente porque le tenían por profeta.

Marcos 12,1-12

Y se puso a hablarles en parábolas: "Un hombre plantó una viña, la ro­deó de una cerca, cavó un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos la­bradores, y se marchó lejos. A su debido tiempo, envió un siervo a los la­bradores para recibir de éstos la parte de los frutos de la viña. Ellos le agarraron, le golpearon y le despacharon con las manos vacías. De nuevo les envió otro siervo; también a éste le hirieron en la cabeza y le insulta­ron. Y envió a otro y a éste le mataron; y también a otros muchos, hirien­do a uno, matando a otros. Todavía le quedaba uno, su hijo querido; les envió a éste último, diciéndose: 'Respetarán a mi hijo'. Pero aquellos labradores se dijeron entre sí: 'Este es el heredero. Vamos, matémosle, y será nuestra la herencia.' Le agarraron, le mataron y le echaron fuera de la viña. ¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá y dará muerte a los labra­dores y entregará la viña a otros. ¿No habéis leído esta Escritura:

`La piedra que los constructores desecharon,
se ha convertido en piedra angular;
fue el Señor quien hizo esto
y es maravilloso a nuestros ojos'?"
Trataban de detenerle -pero tuvieron miedo a la gente- porque habían comprendido que la parábola la había dicho por ellos. Y dejándole, se fueron.

Lucas 20,9-19

Se puso a decir al pueblo esta parábola: "Un hombre plantó una viña y la arrendó a unos labradores, y se marchó lejos por mucho tiempo. A su de­bido tiempo, envió un siervo para que le diesen la parte del fruto de la viña. Pero los labradores, después de golpearle, le despacharon con las manos vacías. Volvió a enviar otro siervo, pero ellos, después de gol­pearle e insultarle, le despacharon con las manos vacías. Tomó a enviar un tercero, pero ellos, después de herirle, lo echaron. Dijo, pues, el amo de la viña: ‘¿Qué haré?' Voy a enviar a mi hijo querido; tal vez le respe­ten. Pero los labradores, al verle, se dijeron entre sí: 'Este es el here­de­ro; matémosle, para que la herencia sea nuestra.' Y echándole fuera de la viña, le mataron. ¿Qué les hará, pues, el amo de la viña? Vendrá y dará muerte a estos labradores, y entregará la viña a otros."
Al oír esto, dijeron: "De ninguna manera". Pero él, clavando en ellos la mirada, dijo: "¿Pues, qué es lo que está escrito:
`La piedra que desecharon los constructores, se ha convertido en piedra angular'?
Todo el que caiga sobre esta piedra, se destrozará, y a aquel sobre quien ella caiga, le aplastará."
Los escribas y los sumos sacerdotes trataron de echar le mano en aquel mismo momento -pero tuvieron miedo al pueblo- porque habían com­prendido que aquella parábola la había dicho por ellos.

INTRODUCCIÓN

A continuación de la parábola de los dos hijos, el Señor propone la pará­bola de los viñadores asesinos.

El Señor mediante esta parábola indica muy claramente, a todos los jefes judíos, el gravísimo pecado que están cometiendo al rechazarle e intentar matarle; y al mismo tiempo les manifiesta el terrible castigo que les espe­ra. También les enseña el plan de la Providencia de su Padre, que será arrebatarles a ellos el Reino de Dios para entregarlo a los pueblos gentiles.


MEDITACIÓN

1) La viña

Los profetas del Antiguo Testamento habían comparado al pueblo de Is­rael con una viña. El texto más famoso es el de la canción de la viña del profeta Isaías. Isaías describe la viña casi en los mismos términos que el Señor en la parábola:

"Una viña tenía mi amigo en un fértil otero. La cavó y despedregó, y la plantó de cepa exquisita. Edificó una torre en medio de ella, y además excavó en ella un lagar." (Is 5, 1-2) Y al final del canto nos dice Isaías: "Pues bien, viña de Yahveh Sebaot es la Casa de Israel y los hombres de Judá por su plantío exquisito." (Is 5,7)

Todos los judíos conocían este pasaje de Isaías; por eso, cuando comen­zó a hablar el Señor de una viña, entendieron perfectamente que se refe­ría al pueblo de Israel. Más aún, Isaías ya nos habla, en la comparación de la viña, del rechazo y rebeldía del pueblo de Israel contra Yahveh: "Y esperó que diese uvas, pero dio agraces... Esperaba de ellos justicia, y hay asesinatos; honradez, y hay alaridos." (Is 5,2-7)

Y finalmente el profeta Isaías nos habla también del castigo que Yahveh daría a su viña, por la que había hecho todo lo posible para que diera buenos frutos: "¿Qué más pude hacer yo a mi viña, que no se lo haya he­cho yo? Yo esperaba que diese uvas. ¿Por qué ha dado agraces? Ahora, pues, voy a haceros saber lo que hago yo a mi viña; quitar su seto, y será quemada; despostillar su cerca, y será pisoteada. Haré de ella un erial que ni se pode ni se escarde, crecerá la zarza y el pino, y a las nubes pro­hibiré llover sobre ella." (Is 5,4-6)

Comprendemos, pues, que el Señor no hizo sino explicar más el texto de Isaías con su parábola de los Viñadores asesinos, y mediante esta pará­bola hacer una síntesis de toda la historia del pueblo de Israel hasta entonces, donde apareciese claro el continuo rechazo de ese pueblo a to­das las invitaciones que Yahveh le hacía para su conversión. Y como consecuencia de este rechazo, el castigo de la reprobación definitiva.

2) El Dueño de la viña, sus siervos y su Hijo

El Dueño de la viña es Dios, que tenía a Israel como su pueblo escogido. Dios había encargado el cuidado de su viña a los jefes de Israel, a los sa­cerdotes, escribas, fariseos, ancianos. Los siervos representan a los pro­fetas que Dios enviaba con frecuencia para llamar a los judíos a conver­sión y hacer que diesen frutos de buenas obras. Sin embargo, la suerte de los profetas se nos da a conocer en todo el Antiguo Testamento: Nunca fueron escuchados y muchos de ellos serían torturados y asesinados. Será una de las acusaciones explícitas que el Señor hará contra los jefes y el pueblo judío: ¡Jerusalén!, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados." (Lc 13,34)

Dios muestra un amor y una paciencia extraordinarios con su pueblo. No cesa de mandarle profetas; pero llega hasta el extremo de enviar a su propio Hijo, a su Unigénito, al Hijo por naturaleza. Jesucristo, al hablar­nos del dueño de la viña que envía a su propio hijo, se está refiriendo a sí mismo, el verdadero Hijo de Dios. Una nueva confesión de Cristo de su divinidad y de su misión como enviado del Padre. Y al decirnos "el hijo querido" está aludiendo a las palabras que el Padre pronunció sobre él en su Bautismo y Transfiguración: "Este es mi Hijo, el Amado."

Dios no podía hacer más por su pueblo. Era la máxima prueba de su amor y generosidad. Pero los judíos no sólo rechazaron al Hijo de Dios sino que llegarían a matarlo. En la parábola se hace, pues, una alusión clara a la muerte del Señor.

En la parábola se nos dice también que otro de los motivos de matar al hijo era el de quedarse con la herencia del amo, con la viña. Los jefes ju­díos eran los que manipulaban a su antojo al pueblo de Israel, se consi­deraban los dueños de ese pueblo. Cristo les estorbaba; se llevaba tras sí a ese pueblo y les dejaba a ellos sin los privilegios y autoridad de que go­zaban hasta entonces. Esta fue otra de las motivaciones que indujeron a los jefes judíos a matar a Cristo.

Al decirnos Jesús en la parábola que al hijo lo sacaron fuera de la viña y lo mataron, está haciendo una clara alusión a su muerte en la cruz fuera de Jerusalén.

3) El castigo

El castigo como se nos descubre en la parábola es la muerte de todos aquellos viñadores asesinos. En este pasaje de la parábola Jesús profetiza el castigo que espera a los jefes judíos por rechazarle. Aquí se trata de la muerte como muerte eterna en oposición a la verdadera vida, que sólo será regalada a los que acepten a Cristo y su Reino. "Les dará muerte" indica claramente la expulsión para siempre del Reino de Dios, donde se encuentra la salvación y la verdadera vida.

Y hay otra profecía del Señor cuando habla del castigo. El Reino de Dios será transferido a otros pueblos: Se indica con estas palabras la conver­sión de los pueblos gentiles que entrarán a formar parte de la Iglesia, el verdadero Reino de Dios en este mundo.

Tal fue la responsabilidad y el pecado del pueblo escogido de Dios, que no sólo perdieron todos sus privilegios, sino que merecieron la reprobación definitiva por parte de Dios.

Todo aquel que de manera consciente rechace a Cristo tendrá siempre la misma condena. Quedará en nada la vocación divina que había recibido para ser hijo de Dios y como tal entrar en su Reino. Ser excluido del Rei­no de Dios será su suerte eterna de condenación.

4) La piedra angular

Conociendo la manera como se construían muchas casas en el Oriente, y concretamente en Palestina, comprenderemos mejor el sentido de la nue­va enseñanza de Cristo. Sobre una gran piedra, a veces sobre roca viva, se levantaban las paredes de la casa, y asentaban los ángulos de esas pa­redes sobre la piedra. A esa piedra o roca viva se llamaba la piedra angu­lar, y es la que daba firmeza y consistencia a la casa.

En el Antiguo Testamento la piedra angular podía significar, en sentido figurado, los jefes de Israel; en Isaías se refiere al Mesías: "Por eso, así dice Yahveh: He aquí que yo pongo por fundamento en Sión una piedra elegida, angular, preciosa y fundamental: Quien tuviera fe en ella no va­cilará." (Is 38,16)

El Señor en sus palabras alude a este texto y se aplica a sí mismo otro texto de los salmos: "La piedra que los constructores desecharon, se ha convertido en piedra angular; ésta ha sido la obra de Yahveh, una mara­villa a nuestros ojos." (Salmo 117,22-23)

La piedra angular no es otra que el Mesías, Jesucristo, el hijo de Dios. Pero los constructores, es decir, los jefes judíos que estaban llamados a construir el Reino de Dios sobre la fe en Cristo, rechazaron esta piedra angular y, consiguientemente, vino la ruina total para ellos y su pueblo.

Y San Lucas añade otras palabras del Señor: "Todo el que caiga sobre esta piedra, se destrozará; y aquel sobre quien ella caiga, le aplastará."

Son palabras bien duras contra todos aquellos que en su vida hayan lu­chado contra Cristo, hayan sido enemigos suyos. Perecerán igual que los judíos. Pero, por otra parte, son consoladoras para aquellos que han puesto el fundamento de su vida en Cristo. No hay ningún otro funda­mento donde pueda asentarse la vida humana. Pero apoyados en Cristo no tenemos que tener miedo a nada ni a nadie. Estamos seguros del triunfo- definitivo, de nuestra salvación eterna. Y ésta es también la con­fianza inquebrantable que tiene la Iglesia que se funda en Cristo. No ha­brá ningún poder humano que la pueda destruir y perseverará hasta el fin de los tiempos. Todos los enemigos de Cristo y de la Iglesia han pereci­do, como lo demuestra la Historia; y la Iglesia y todos los fieles de Cristo siguen persistiendo a través de todos los siglos.

5) Reacción de los jefes judíos

Como tantos otros pasajes del Evangelio, éste también termina con la descripción de la reacción de los jefes judíos, enraizados cada vez más en su ceguera y en su maldad. Sólo el gran temor que tenían al pueblo sencillo que rodeaba al Señor y que entonces le seguía de corazón, impi­dió que le detuviesen y llevasen a cabo su condena a muerte.

Ellos habían comprendido perfectamente el sentido de la parábola de Cristo, palabra divina; pero en vez de hacerles reflexionar, es ocasión para que su corazón se endurezca cada vez más, crezca su odio a Jesús y se confirme su decisión de matarle. Para el que está ciego de nada sirve la luz. Y ellos eran ciegos, pero ciegos con ceguera voluntaria y respon­sable. Misterios insondables de la libertad y maldad humanas.

Pero en aquel momento no podían prender a Jesús; se retiraron, pues, y se apartaron de Jesús. "Y dejándole, se fueron." En esta frase del Evan­gelista encontramos la mayor desgracia que puede acaecer a un hombre: Abandonar a Jesús y alejarse de él. Así como todos los bienes nos vienen por Jesús, así todos los males llegan por abandonarle. Que nunca jamás abandonemos a Jesús en nuestra vida.


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Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.





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