P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
IX. JESÚS SUBE A JERUSALÉN PARA LA FIESTA DE LA PASCUA
DESDE LA ENTRADA TRIUNFAL DE JESUS EN JERUSALÉN HASTA LA ÚLTIMA CENA
(Fines de Marzo - Primeros de Abril, año 30)
193.- ENTRADA
TRIUNFAL DE JESÚS EN JERUSALÉN
TEXTOS
Mateo 21,1-11
Cuando se
aproximaban ya a Jerusalén, al llegar a Betfagé, junto al monte de los Olivos,
envió Jesús a dos discípulos, diciéndoles: "Id al pueblo que está enfrente
de vosotros, y en seguida encontraréis un asna atada y un pollino con ella;
desatadlos y traédmelos. Y si alguien os dice algo, diréis: El Señor los
necesita; en seguida los devolverá." Esto sucedió para que se cumpliese el
oráculo del profeta: "Decid a la hija de Sión: He ahí que tu Rey viene a
ti, manso y sentado en un asna y un pollino, hijo de animal de yugo."
Fueron, pues, los
discípulos e hicieron como Jesús les había encargado: Trajeron el asna y el
pollino. Luego pusieron sobre ellos sus mantos, y él se sentó encima. La gente,
numerosa, extendió sus mantos por el camino; otros cortaban ramas de árboles y
las tendían por el camino. Y la gente que iba delante y detrás de él gritaba:
"¡Hosanna al
Hijo de David!
¡Bendito el que
viene en nombre del Señor!
¡Hosanna en las
alturas!"
Y al entrar él en
Jerusalén, toda la ciudad se conmovió. "¿Quién es éste?" decían. Y la
gente respondía: "Este es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea."
Marcos 11,1-10
Cuando se
aproximaban a Jerusalén, cerca de Betfagé y Betania, al pie del monte de los
Olivos, envía a dos de sus discípulos, diciéndoles: "Id al pueblo que está
enfrente de vosotros, y no bien entréis en él, encontraréis un pollino atado,
sobre el que no ha montado todavía ningún hombre. Desatadle y traedle. Y si alguien
os dice: "¿Por qué hacéis eso?", contestad: "El Señor lo
necesita, y en seguida lo devolverá acá". Fueron y encontraron el pollino
atado junto a una puerta, fuera, en la calle, y le desataron. Algunos de los
que estaban allí les dijeron:
"¿Qué hacéis desatando
el pollino?" Ellos les contestaron según les había dicho Jesús, y les
dejaron. Traen el pollino donde Jesús, echaron encima sus mantos y se sentó
sobre él. Muchos extendieron sus mantos por el camino; otros, follaje cortado de
los campos. Los que iban delante y los que le seguían, gritaban:
"¡Hosanna!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Bendito el reino
que viene, de nuestro padre David!
¡Hosanna en las
alturas!"
Lucas 19,28-40
Y habiendo dicho
esto, marchaba delante subiendo a Jerusalén. Y al llegar cerca de Betfagé y
Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos,
diciendo: "Id al pueblo que está enfrente y, entrando en él, encontraréis
un pollino atado, sobre el que no ha montado todavía ningún hombre; desatadlo
y traedlo. Y si alguien os pregunta: ‘¿Por qué lo desatáis?', diréis esto:
'Porque el Señor lo necesita.’ Fueron, pues, los enviados y lo encontraron como
les había dicho. Cuando desataban el pollino, les dijeron los dueños: "¿Por
qué desatáis el pollino?" Ellos les dijeron: "Porque el Señor lo
necesita." Y lo trajeron donde Jesús; y echando sus mantos sobre el
pollino, hicieron montar a Jesús. Mientras él avanzaba, extendían sus mantos
por el camino. Cerca ya de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud
de los discípulos, llenos de alegría, se pusieron a alabar a Dios a grandes
voces, por todos los milagros que habían visto. Decían:
"¡Bendito el
Rey que viene en nombre del Señor!
¡Paz en el cielo y
gloria en las alturas!"
Algunos de los fariseos
que estaban entre la gente, le dijeron: “Maestro, reprende a tus
discípulos." Respondió: "Os digo que si éstos callan gritarán las
piedras."
Juan 11, 55-57; 12, 12-19
Estaba cerca la
Pascua de los judíos. Muchos del país habían subido a Jerusalén para
purificarse. Buscaban a Jesús y estando en el Templo se decían unos a otros:
"¿Qué os parece? ¿Que no vendrá a la fiesta?" Los sumos sacerdotes y
los fariseos habían dado órdenes de que, si alguno sabía donde estaba, lo
notificara para detenerle.
Al día siguiente,
al enterarse la numerosa muchedumbre que había llegado para la fiesta, que
Jesús se dirigía a Jerusalén, tomaron ramas de palmera y salieron a su
encuentro gritando:
"¡Hosanna!
¡Bendito el que
viene en nombre del Señor, el Rey de Israel!"
Jesús, habiendo
encontrado un borrico, montó en él, según está escrito: "No temas, hija de
Sión: mira que viene tu Rey montado en un pollino de asna".
Esto no lo
comprendieron sus discípulos de momento; pero cuando Jesús fue glorificado, cayeron
en la cuenta de que esto estaba escrito sobre él, y que era lo que le habían
hecho. Los que estuvieron con él cuando llamó a Lázaro de la tumba y le
resucitó de entre los muertos, daban testimonio. La gente salió también a su
encuentro porque habían oído que él había realizado aquella señal. Entonces
los fariseos comentaban entre sí: "¿Veis? No adelantáis nada; todo el
mundo se ha ido tras él."
INTRODUCCIÓN
San Juan es quien
mejor nos explica el ambiente de Jerusalén con respecto a Jesús. La gente de
Jerusalén y los que habían venido de otras partes para la celebración de la
fiesta de Pascua mostraban una gran expectativa con respecto a Jesús. Habían
oído hablar del gran milagro que Cristo había realizado en Betania resucitando
a Lázaro. Pero tenían la duda de si el Señor se presentaría en la fiesta, pues
conocían el odio que le profesaban los escribas, fariseos, sumos sacerdotes, y
que habían decidido condenarle a muerte; por eso, habían publicado el decreto
de que cualquiera que conociese donde se encontraba Jesús, tenía que notificarlo
inmediatamente para que se le detuviese.
Sin embargo Jesús,
con su decisión libre e inquebrantable de consumar la misión del Padre, se
encamina a Jerusalén para ofrecer su vida en el sacrificio de la Cruz.
MEDITACIÓN
1) Cumplimiento de una profecía
El profeta
Zacarías, en una visión profética, había anunciado la entrada del Mesías en
Jerusalén:
"¡Exulta sin mesura, hija de Sión, lanza gritos de gozo, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu Rey: justo él y victorioso, humilde y montado sobre un asno, en un pollino, cría de asna." (Zac 9,9)
Mateo y Juan son los que nos hacen caer en la
cuenta de que esta profecía se cumplió en el día de la entrada triunfal de
Jesucristo en Jerusalén.
Siglos antes, el
profeta Zacarías invita a los habitantes de Jerusalén que salgan al encuentro
del Mesías, con gran gozo y alegría, porque llega a la Ciudad Santa en triunfo,
pero sencillo y humilde, montado en un pollino. El es el Mesías Rey prometido
en las Escrituras, el que salvará al pueblo de Israel, el que establecerá su Reino
definitivo en esta tierra. Pero la manera como se nos describe esta entrada
triunfal del Rey Mesías nos hace entender que su Reino no es un reino de
poderío político y de glorias humanas. Viene humilde, asequible a todos,
montado en un pollino. Su Reino será un reino de gracia, de paz, de amor.
2) Entrada triunfal de Jesús en Jerusalén
Es el mismo Señor
el que quiere entrar en la Ciudad Santa con la gloria de Mesías y quiere ser
reconocido así por las muchedumbres. Por supuesto, no buscará ostentación
alguna de riqueza o de poder temporal, sin que con su comportamiento humilde
y sencillo, cabalgado en un pollino, y rodeado de una multitud de gente pobre
y humilde, quiere demostrar a todos que su reinado no es el reinado político
con que soñaban los judíos, sino que la liberación que él viene a traer a todos
los hombres, será una liberación, no de la esclavitud del Imperio Romano, sino
una liberación del pecado y la muerte, una liberación que traerá la verdadera
salvación a todos los pueblos y a todos los hombres. Ese había sido el
contenido de toda su predicación. Los deseos de Cristo eran que todos llegasen
a comprender la naturaleza profundamente espiritual de su reinado. Aceptado
ese reino, como consecuencia ineludible también se llegaría a establecer un
reinado en el mundo donde reinase la justicia, la solidaridad, el amor, la
paz; y así desaparecerían tantas tragedias y sufrimientos humanos. Reino
espiritual con proyección a toda una eternidad, pero que renovaría también los
aspectos terrenos y humanos de la vida del hombre.
Hay que señalar un
hecho muy significativo. El Señor siempre había huido de toda aclamación
pública. Cuando después de la multiplicación de los panes le quisieron proclamar
Rey, se escapó de entre la multitud y se fue a un lugar solitario a orar (Cfr.
Mt 14,22-23; Jn 6,15). En cambio, en esta oportunidad provoca él esta
aclamación y acepta plenamente todas las alabanzas que le prodiga la gente.
Cristo va a consumar
su sacrificio en la cruz; va a entregar su vida en amor al Padre y a los
hombres. Y en esta entrega de su vida pone él toda su gloria; por eso es
precisamente en estos momentos cuando quiere que se le aclame como Rey y
Mesías. Quiere celebrar la gloria de su humillación, la gloria de su
sacrificio, la gloria de su amor a los hombres.
Maravilloso
ejemplo de Cristo nuestro Señor. Desde entonces, el verdadero cristiano pondrá
su máxima gloria no en las cosas de la tierra sino en seguir a Cristo y acompañarle
en su camino de humillación y sacrificio, participando así en su obra
redentora.
"En cuanto a
mí, ¡Dios me libre de gloriarme sino es en la cruz de nuestro Señor
Jesucristo!" (Gal. 6, 14)
3) Entusiasmo y aclamaciones de la gente
La multitud que acompañaba
a Jesús en su camino a Jerusalén, al ver que el Señor pide un asno para montar
en él y entrar así, cabalgando, en la Ciudad Santa, se enardece y se llena de entusiasmo.
Ponen sus mantos
sobre el pollino para que el Señor se siente sobre ellos. Era una manera de adornar
la cabalgadura en honor al Señor. Y también echan sus mantos sobre la tierra
por donde había de pasar el Señor. Cortan ramas de árboles, de olivos y
palmeras, y comienzan a alabar al Señor proclamándole como el verdadero Mesías
y el Rey que había de venir a establecer su reino.
"Hosanna"
originalmente tenía el sentido de una súplica: "Sálvanos"; pero en
aquel tiempo ya su sentido concreto era el de una alabanza a Dios: "Gloria, honor,
loor..." Y con esta palabra comienzan las aclamaciones del pueblo dirigidas
a Jesús.
La aclamación:
"¡Bendito el que viene en nombre del Señor!" está tomada del Salmo
117, 26 y se refería al Mesías que iba a venir.
El Mesías se
presenta en el Antiguo Testamento como descendiente de la casa real de David y que
sería proclamado Rey en el nuevo reinado que él estableciese. De ahí las
aclamaciones: "¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el Rey de Israel!
¡Bendito el Reino que viene, de nuestro padre David!"
Lucas añade otra
aclamación del pueblo: "Paz en el cielo y gloria en las alturas".
"Cielo" y "alturas" son palabras que designan al mismo
Dios, cuyo nombre se evitaba pronunciar por respeto. Con la llegada del Mesías
se anunciaba la reconciliación de los hombres con Dios, la paz y alianza para
siempre entre Dios y los hombres; y en esta paz y alianza estaba la gloria de
Dios.
Y el entusiasmo de
todos se desbordó aún más cuando, ya bajando por el monte de los Olivos, la
gente de Jerusalén se dio cuenta que llegaba el Señor entre las aclamaciones de
los que le acompañaban. Salieron a su encuentro uniéndose a las aclamaciones de
los que ya le acompañaban, y en medio de ese entusiasmo y de los gritos de
alabanza el Señor hizo su entrada triunfal en Jerusalén.
Fue ciertamente el
mismo Dios el que movió los corazones de toda aquella multitud para que
tributasen a su Hijo todo el honor que se merecía como Mesías y le glorificasen
en vísperas de la consumación de su sacrificio.
4) Reacción de los fariseos
San Lucas y San
Juan nos dicen algo de la reacción de los fariseos. Había orden de prender al
Señor, mas quién se atrevería a hacerlo, rodeado por tal multitud que le
aclamaba. Pero sí se atreven a increpar directamente al Señor. Ellos entendían
perfectamente que el Señor se proclamaba el verdadero Mesías al aceptar las
aclamaciones con que le alababa la multitud. Por eso se dirigen a él y le
dicen: "Maestro, reprende a tus discípulos."
Pero el Señor les
responde con una frase llena de sentido: "Os digo que si éstos callan,
gritarán las piedras."
La respuesta de Jesús
implica una confesión mesiánica de su persona. El acepta todas las alabanzas
que le tributan sus discípulos y la multitud que le rodea. Y el momento en que
entra en Jerusalén es de tal importancia y significado que, si callasen los hombres,
Dios haría que hablasen las piedras para glorificar a su Hijo, al Mesías
verdadero.
Y los fariseos,
mordidos por el odio y la envidia al Señor, comentan amargamente que no
adelantan nada en su persecución a Jesús; dan a entender que hay que buscar
otros medios más eficaces para acabar con su persona. Era otra oportunidad que
habían tenido para reconocer al Señor, al contemplar cómo todo el pueblo le
aclamaba y le reconocía, movido principalmente por el milagro que había hecho
de resucitar a Lázaro, como el verdadero Mesías. Pero la consecuencia, tanto
del milagro de Lázaro como de la aclamación de la multitud, fue que tomasen
ellos una nueva decisión de tramar nuevas maneras para conseguir prender a Cristo
y condenarle a muerte.
Nueva
manifestación de la dureza e hipocresía de estos hombres.
Esa dureza de
corazón será el pecado contra el Espíritu Santo que nunca podrá ser perdonado.
(Cfr. Medit. 66)
...
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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