P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
IX. JESÚS SUBE A JERUSALÉN PARA LA FIESTA DE LA PASCUA
DESDE LA ENTRADA TRIUNFAL DE JESÚS EN JERUSALÉN HASTA LA ÚLTIMA CENA
(Fines de Marzo - Primeros de Abril, año 30)
JESÚS ENTRA EN EL TEMPLO DE JERUSALÉN
197.- LA HIGUERA
ESTERIL
TEXTOS
Mateo 21,18-22
Al amanecer,
cuando volvía a la ciudad, sintió hambre, y viendo una higuera junto al camino,
se acercó a ella, pero no encontró en ella más que hojas. Entonces dice a la
higuera: "¡Que nunca jamás brote fruto de ti!" Y al momento se secó
la higuera. Al verlo los discípulos se maravillaron y decían: "¿Cómo al
momento quedó seca la higuera?" Jesús les respondió: "yo os aseguro:
si tenéis fe y no vaciláis, no sólo haréis lo de la higuera, sino que si decís
a este monte: 'Quítate y arrójate al mar', así se hará. Y todo cuanto pidáis
con fe en la oración, lo recibiréis."
Marcos 11,12-14; 11,20-26
Al día siguiente,
cuando salieron de Betania, sintió hambre. Y viendo de lejos una higuera con
hojas, fue a ver si encontraba algo en ella, no encontró más que hojas; es que
no era tiempo de higos. Entonces dijo a la higuera: "¡Que nunca jamás coma
nadie fruto de ti!" Y sus discípulos oyeron esto.
Al pasar muy de
mañana, vieron la higuera, que estaba seca hasta la raíz. Pedro, recordándolo,
le dice: "¡Rabbí, mira!, la higuera que maldijiste está seca." Jesús
les respondió: "Tened fe en Dios, Yo os aseguro que quien diga a este
monte: 'Quítate y arrójate al mar y no vacile en su corazón sino que crea que
va a suceder lo que dice, lo obtendrá, por eso os digo: Todo cuanto pidáis en
la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis. Y cuando os pongáis
de pie para orar, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también
vuestro Padre que está en los cielos, os perdone vuestras ofensas."
INTRODUCCIÓN
Estos pasajes han
sido motivo de muchas discusiones y de vacilaciones en su interpretación. Parece
que la actitud de Jesús maldiciendo una higuera porque no daba frutos, y más
todavía conociendo que no era tiempo de que los higos estuviesen maduros, es
una actitud incongruente con la manera de proceder del Señor.
Es una dificultad
que nace de no comprender el mensaje de Cristo. Cristo lo que hace es una
parábola en acción, como hacían frecuentemente los profetas del Antiguo
Testamento (Cfr. por ejemplo Jerem. 13,1-11; Ezeq. 12,1-16). No interesa saber
si realmente Jesucristo tenía hambre; tampoco saber que no era tiempo de que
las higueras diesen frutos. Lo que interesa es conocer lo que Cristo quiso
enseñarnos por medio de esta parábola en acción. La higuera representa al
pueblo judío, de manera especial representado en sus jefes, los sacerdotes,
los escribas, los fariseos.
También es
frecuente en la Biblia comparar al Pueblo de Dios con una plantación, sea un
árbol, sea una viña, sea una higuera. Y cuando se trata del Pueblo de Dios,
éste en todo tiempo debe dar frutos de conversión, de fidelidad en el servicio
al Señor. No debe haber tiempo estéril para el que sigue a Cristo. Por lo tanto
la maldición del Señor a la higuera sólo podrá entenderse como el castigo que
está reservado al pueblo judío por su obstinación en negar a Cristo.
Y el Señor aprovecha
la admiración que causa a los apóstoles que la higuera se secase después de la
maldición para repetir su exhortación a la oración, a una oración llena de fe y
confianza.
La escena de la
maldición de la higuera tiene lugar al día siguiente de la entrada triunfal de
Jesús a Jerusalén. Como vimos anteriormente, al atardecer de ese primer
Domingo de Ramos de la historia, Cristo volvió a Betania. Al día siguiente, muy
temprano, parte de nuevo para la Ciudad Santa y en el camino, al pasar cerca de
una higuera, tiene lugar la escena.
Según Mateo, el
efecto de las palabras del Señor fue inmediato. Al instante se secó la
higuera. Según San Marcos al otro día, al pasar por el mismo sitio, fue cuando
los apóstoles vieron que la higuera se había secado.
MEDITACIÓN
1) La maldición de la higuera
El Señor estaba
para terminar su vida pública. Había hecho todo lo posible para traer la
salvación al pueblo judío, que consistía en que le aceptasen a él y aceptasen
el Reino que él venía a instaurar en la tierra. Y estaba ya muy próximo el
rechazo definitivo del pueblo judío que, en las personas de sus autoridades, le
condenaría a morir en la cruz.
La maldición a la
higuera no significa otra cosa que la condenación del pueblo judío; de manera
muy especial de sus jefes, sacerdotes, escribas y fariseos, porque habían sido
completamente estériles en cuanto a la fe y a las obras buenas de conversión. Y
una planta estéril, seca desde la raíz, no sirve para nada; hay que arrancarla
y echarla al fuego, como dirá el Señor en otra oportunidad: "Todo árbol
que no da un buen fruto, es cortado y arrojado al fuego." (Mt 7,19)
Para el pueblo
judío se acababa el tiempo oportuno de dar frutos. Quedaría estéril. Su suerte
estaba echada; quedaría arrancado de la plantación de Dios, lo que suponía la
ruina y destrucción humana como pueblo y el castigo de la condenación.
Las palabras del
Señor que se dirigen directamente al pueblo judío tienen también una proyección
para todos los hombres de todos los tiempos. Cada persona humana es como una
plantación de Dios que tiene que dar frutos de fe y de buenas obras. Y el
tiempo de dar frutos es limitado: Durante nuestra existencia en esta tierra.
Después de la muerte ya no hay lugar ni al arrepentimiento ni a las buenas obras
meritorias de salvación. Terrible la tragedia del hombre que al morir se
presenta ante Dios con una vida completamente estéril en frutos de vida eterna.
Sobre él caerán las palabras de condenación que, por ser palabras de Dios,
tendrán una eficacia inmediata.
2) Enseñanzas sobre la oración
El Señor repite
aquí, casi con las mismas palabras, las mismas enseñanzas sobre la oración que
había pronunciado en otras ocasiones. El Señor trata de la eficacia de la
oración hecha con fe profunda y con una confianza que no entraña ninguna duda.
Y nos habla del poder de la oración para alcanzar aun aquello que parece
imposible. Y recordando la oración del Padre Nuestro que había enseñando a sus
apóstoles, vuelve a indicar que para que nuestra oración sea escuchada es necesario
primero haberse reconciliado con todos los hermanos.
La explicación
detallada sobre el valor de la oración cristiana, las condiciones que se
requieren para que nuestra oración sea siempre escuchada, las encontramos en la
meditación 49, donde considerarnos los principales textos del Señor sobre la
oración. Nos remitimos a esa meditación.
El Señor nos habla
en el pasaje de la higuera de una fe que tiene poder para hacer incluso
milagros. Les pone a los discípulos el ejemplo de trasladar o arrojar montañas
al mar. No se trata de hacer milagros espectaculares por el solo deseo de
hacer milagros. Es una comparación que pone el Señor para indicar que, cuando
se trate de la gloria de Dios y del bien de los hombres, sus discípulos tendrán
el poder, concedido por el mismo Señor, de hacer milagros. Se trata de una
"fe carismática", de un don especial del Señor que concede, según
sus designios, a los que él quiere.
Y esa "fe
carismática" se la concedió a los apóstoles. A través de la historia de la
Iglesia, encontramos que siempre ha habido personas santas que han gozado de
este don del Señor.
Una aclaración más teológica y profunda sobre lo que es la "fe carismática" la expusimos al meditar otras palabras similares del Señor: "Si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a este sicomoro: `Arráncate y plántate en el mar' y os obedecería." (Lc 17,6) (Cfr. Meditación 120)
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Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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