P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
IX. JESÚS SUBE A JERUSALÉN PARA LA FIESTA DE LA PASCUA
DESDE LA ENTRADA TRIUNFAL DE JESÚS EN JERUSALÉN HASTA LA ÚLTIMA CENA
(Fines de Marzo - Primeros de Abril, año 30)
190.- LA PARÁBOLA DE
LAS MINAS O DE LOS TALENTOS
TEXTOS
Lucas 19,11-27
Estando la gente
escuchando estas cosas, añadió una parábola, pues estaba él cerca de
Jerusalén, y creían ellos que el Reinó de Dios aparecería de un momento a otro.
Dijo pues:
"Un hombre noble marchó a un país lejano, para recibir la investidura real
y volverse. Habiendo llamado a diez siervos suyos, les dio diez minas y les
dijo: 'Negociad hasta que vuelva'. Pero sus ciudadanos le odiaban y enviaron
detrás de él una embajada que dijese: No queremos que ése reine sobre nosotros'.
Cuando regresó, después de recibir la
investidura real, mandó llamar a aquellos siervos suyos, a los que les había
dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. Se presentó el primero
y dijo: Señor, tu mina ha producido diez minas'. "Le respondió: 'Muy bien,
siervo bueno; ya que has sido fiel en lo mínimo, toma el gobierno de diez
ciudades." Vino el segundo y dijo: 'Tu mina, Señor, ha producido cinco minas.'
Dijo a éste: 'Ponte tu también al mando de cinco ciudades.' Vino el otro y dijo:
'Señor, aquí tienes tu mina, que he tenido guardada en un lienzo; pues tenía
miedo de ti, que eres un hombre duro; que tomas lo que no pusiste, y cosechas
lo que no sembraste.' Dícele: 'Por tu propia boca te juzgaré, siervo malo;
sabías que yo era un hombre duro, que tomo lo que no puse y cosecho lo que no
sembré; pues ¿por qué no colocaste mi dinero en el banco? Y así, al volver yo,
lo hubiera cobrado con intereses.' Y dijo a los presentes: 'Quitadle la mina y
dádsela al que tiene las diez minas.' Dijéronle: 'Señor, tiene ya diez minas.'
Os digo que a todo el que tenga, se le dará; pero al que no tenga, aun lo que
tiene se le quitará.'
`Pero a aquellos enemigos míos, los que no
quisieron que reinara sobre ellos, traedlos aquí y matadlos delante de mí'.
Mateo 25, 14-30
"(El Reino de
los Cielos) es también como un hombre que, al irse de viaje, llamó a sus
siervos y les encomendó su hacienda: a uno le dio cinco talentos, a otro dos y
a otro uno, a cada cual según su capacidad; después se marchó. En seguida, el que
había recibido cinco talentos se puso a negociar con ellos y ganó otros cinco.
Igualmente el que había recibido dos ganó otros dos. En cambio el que había
recibido uno se fue, cavó un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su
señor. Al cabo de mucho tiempo, vuelve el Señor de aquellos siervos y ajusta
cuentas con ellos. Llegándose el que había recibido cinco talentos, presentó
otros cinco, diciendo: 'Señor, cinco talentos me diste; aquí tienes otros
cinco que he ganado.' Díjole su señor: ‘siervo bueno y fiel; has sido fiel en
lo poco, te pondré por eso al frente de mucho; entra en el gozo de tu señor.'
Se acercó también el de los dos talentos y dijo: 'Señor, dos talentos me
entregaste; aquí tienes otros dos que he ganado.' Díjole su señor: 'iBien, siervo
bueno y fiel! Has sido fiel en lo poco, te pondré por eso al frente de lo
mucho; entra en el gozo de tu señor.’ Se acercó por fin también el que había
recibido un talento y dijo: 'Señor, se que eres un hombre duro, que cosechas
donde no sembraste y recoges donde no esparciste. Por eso me dio miedo, y fui y
escondí en tierra tu talento. Mira, aquí tienes lo que es tuyo.' Mas su señor
le respondió: 'Siervo malo y perezoso, sabías que yo cosecho donde no sembré y
recojo donde no esparcí. Debías, pues, haber entregado mi dinero a los banqueros.
Y así, al volver yo, hubiese recobrado lo mío, con los intereses. Quitadle,
por tanto, su talento y dádselo al que tiene diez talentos. Porque a todo el
que tenga, se le dará y le sobrará: pero al que no tenga, aun lo que tiene se le
quitará. Y a ese siervo inútil, echadle a las tinieblas de fuera. Allí será el
llanto y el rechinar de dientes'."
INTRODUCCIÓN
Desde siempre se
ha discutido sobre si estas parábolas son la misma y única parábola o son dos
distintas. Muchos elementos son comunes a ambas y la enseñanza principal es la
misma. Pero también encontramos elementos distintos en cada una de ellas. Será
muy difícil llegar a una conclusión cierta en esta discusión. Parece lo más
probable que el Señor en dos oportunidades distintas pronunció la misma
parábola en su sentido general, pero cambió matices y circunstancias. De todas
maneras, como la enseñanza principal es la misma, consideramos ambas parábolas
en esta meditación.
Lucas coloca la
parábola inmediatamente a continuación de la escena de Zaqueo. Y nos dice que
como el Señor ya se iba acercando a Jerusalén, algunos de sus discípulos
pensaban que había llegado el momento de que estableciese su Reino, el Reino
Mesiánico en Israel. Estos discípulos no parece que fueran los apóstoles, que
habían escuchado de labios del Señor el anuncio de su Pasión y Muerte.
Debieron ser otros
discípulos de los que seguían a Jesús en su camino a Jerusalén. Ellos
conservaban la idea tradicional de los judíos que creían que el Reino Mesiánico
era un reino terreno, de poderío político y social y de total liberación del
yugo romano. El Señor proclamaría su Reino en la entrada triunfal en Jerusalén.
Como respuesta a esta mentalidad de los judíos
y de muchos de sus discípulos, expone el Señor la Parábola de las Minas con la
que enseña que la llegada definitiva del Reino no es inmediata, que él se
ausentará, y que lo importante es que todos hayan hecho fructificar los dones
que han recibido de Dios, para que puedan dar cuenta de ellos cuando el Señor vuelva.
Mateo narra la parábola en el conjunto de sus
enseñanzas sobre la necesidad de estar preparados para el día del Juicio de
Dios.
Pone esta parábola
después de la parábola de las "Diez Vírgenes", e inmediatamente
antes de la parábola del "Juicio Final".
En Mateo se nos
habla de un hombre rico que se ausenta de su país por un tiempo. En Lucas se
trata de un rey que va a recibir la investidura real en un país lejano, que hay
que interpretar como la capital de un imperio al que estaría sometido tal rey.
No se trata de
hechos inverosímiles. No era infrecuente que los reyes de algunos países de
Oriente, sometidos a Roma, fuesen a la capital del Imperio Romano para recibir
la investidura real de manos del mismo emperador. El mismo Herodes el Grande
había acudido a Roma para ser investido como rey de los judíos; y también se
conoce que, en aquella ocasión, una representación de los judíos había marchado
a la capital del Imperio para acusar a Herodes de muchas injusticias y manifestar
su disconformidad con que fuese proclamado rey.
Hay otros detalles
diferentes entre ambas parábolas que iremos aclarando en el transcurso de la
meditación.
MEDITACIÓN
1) Ausencia del Señor
Tanto el dueño de
unas ricas posesiones que se aleja de ellas para hacer un largo viaje, como el
príncipe que marcha fuera de su país para ser investido como rey en un país
lejano, representan a Jesucristo.
Jesucristo con
estos ejemplos no pretende compararse con reyes orientales o con personajes
poderosos de su época; el término de la comparación está en la ausencia larga
de ambos personajes.
Muchos judíos
esperan la llegada inmediata del Reino de Dios en su manifestación terrena de
gloria humana. El Señor ha repetido ya muchas veces que el Reino de Dios ha
llegado y está en medio de ellos (Cfr. Medit. 178). Pero la llegada definitiva
del Reino de Dios, en todo su esplendor y gloria eterna, tendrá lugar con la segunda
venida del Hijo del hombre al final de los tiempos. Y esta Segunda Venida de
Cristo no será inmediata. El Señor va a ausentarse de esta tierra, su patria en
cuanto hombre; va a estar lejos por mucho tiempo, aunque ha de volver para
pedir cuenta a todos los hombres de sus obras.
Esta es la primera
enseñanza que nos da Cristo en la parábola.
No quiere que sus
discípulos estén engañados pensando en un inmediato establecimiento del Reino
de Dios tal como ellos lo conciben. Su Reino es de naturaleza espiritual y no
tiene nada que ver con poderíos y glorias humanas; será al fin de la historia
cuando él, como Rey Supremo y Juez Universal de todos los hombres, venga de
nuevo a la tierra y, después del Juicio de todos los pueblos y personas,
comience el Reino de Dios Escatológico.
Y esa ausencia del
Señor se dará desde su Ascensión a los Cielos hasta su segunda venida gloriosa.
Se trata solamente de una ausencia visible por parte de los hombres; pero para
los que tienen fe en su persona, los que creen en él como Hijo de Dios,
Redentor de los hombres, Cristo estará siempre presente en la vida de la
Iglesia y en el corazón de cada creyente. No podemos olvidar la promesa de
Cristo: "Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del
mundo."(Mt 28,20)
2) Tarea del hombre en la tierra
En la parábola
aparece el personaje principal repartiendo bienes a sus siervos; en concreto, les
da una cantidad de dinero para que negocien con ella. La parábola nos habla de
"minas" y "talentos". El talento y la mina no eran monedas
acuñadas, pero sí equivalían a una unidad contable. El talento equivalía a 50
kilos de plata; la mina equivalía a 35 gramos de oro.
Lo significativo
de la parábola no está en el número de minas o de talentos que se dan a cada
uno de los siervos. Lo importante es que tienen que trabajar ese dinero,
hacerlo fructificar, cada uno de acuerdo a lo que ha recibido y de acuerdo a sus
posibilidades.
La enseñanza es
clara. Todos, sin excepción alguna, reciben de Dios multitud de dones y de
gracias, comenzando por la propia existencia. Y en los designios inescrutables
de Dios está conceder a cada uno lo que él juzga conveniente. Más a unos, menos
a otros. Pero este hecho no debe llevarnos a una concepción equivocada de Dios.
Dios es
infinitamente generoso con todos sus hijos y a todos les da con una gran
largueza todo lo que necesiten para su salvación y aun para su misma santificación.
En esos talentos y
esas minas de la parábola están representados todos los dones de Dios de orden
sobrenatural, de gracia; pero también representan los dones naturales y
humanos que cada cual posea.
Hasta la llegada
de Cristo en su segunda venida, todo hombre tiene una tarea ineludible que
cumplir:
"Negociad
hasta mi vuelta." "Trabajad este dinero hasta que yo vuelva."
Este es el punto central de la parábola. El hombre tiene como tarea hacer
fructificar todos los dones que ha recibido de Dios; ningún don puede quedar
estéril. Con los dones que ha recibido debe esforzarse para vivir de manera que
su vida dé verdaderamente frutos de vida eterna. Tal es el valor de los dones
recibidos de Dios que, trabajándolos, podemos con ellos comprar la vida eterna.
Esta es la gran
responsabilidad del hombre. Dios, como Padre amorosísimo, nos colma de sus
bendiciones y nos regala todo aquello que podemos necesitar para nuestra
salvación. Si nos condenamos, no es por culpa de Dios, sino por culpa nuestra
que hemos despreciado y hecho estériles los dones de Dios.
Deberíamos estar
en continua acción de gracias a Dios por su infinita bondad al concedernos
tantas gracias, y al mismo tiempo permanecer en continua reflexión para
examinarnos y considerar cómo usamos de esos dones de Dios, si los hacemos
fructificar, los hemos perdido, o los hemos enterrado. Y la mayor muestra de
nuestro amor a Dios será siempre esforzarnos por hacer fructificar sus dones
en nuestras almas.
3) Vuelta del Señor y rendición de cuentas
Al volver de sus viajes,
los personajes de la parábola se muestran muy generosos con los siervos que
habían multiplicado su dinero. Es el símbolo de la gran generosidad que Dios
tendrá con los que acá en la tierra hicieron fructificar sus dones y gracias. Y
la frase que encontramos en San Mateo: "Entra en el gozo de tu señor"
tiene un profundo sentido referido a Dios. Es el premio de la vida eterna. Es
la entrada definitiva en la casa del Padre para disfrutar por toda una
eternidad de su gozo y felicidad.
Se encierra aquí toda
la doctrina cristiana de la retribución que Dios dará a cada hombre según hayan
sido sus obras y que aparece muchas veces en la Escritura.
"El Hijo del
hombre ha de venir en la gloria de su Padre con sus ángeles y entonces dará a cada
uno según sus obras” (Mt 16, 27).
"Es preciso
que todos comparezcamos ante el Tribunal de Cristo, para que cada cual reciba
lo que haya merecido durante su vida, por sus obras buenas o malas." (2
Cor 5,10; Cfr. Rom 14,11-12)
"Se abrieron
unos libros, y después otro más. Entonces los muertos serán juzgados de acuerdo
con lo que está escrito en los libros, es decir, cada uno según sus
obras."(Apoc. 20,13)
La severidad con
que son juzgados y condenados los siervos que enterraron los talentos,
simboliza el castigo de la condenación eterna para aquellos que han
despreciado el llamado y las gracias que el Señor les había otorgado para su
salvación.
La acusación del
siervo que enterró los talentos contra su señor, no tiene justificación
aplicada al Señor. El Señor pone estos detalles en la parábola para impartir
otra enseñanza muy necesaria para muchos cristianos. Son muchos los que creen
que Dios es demasiado exigente con sus mandamientos y que los mandamientos
vienen a ser como una muestra de un Dios autoritario que manda por mandar. No
han reflexionado ni caído en la cuenta de que los mandamientos de Dios son una
muestra extraordinaria de su amor, de un Dios que se preocupa y cuida de
nosotros, y que, por eso, nos enseña el camino del bien y de la felicidad. Todos
viviríamos felices, aun en esta tierra, si nos esforzásemos por cumplir con
los mandamientos de Dios. Todas las exigencias de Dios nacen de su amor de
Padre y van encaminadas al bien de sus hijos. Deberíamos también dar continuas
gracias a Dios por los mandamientos que nos ha dado, porque con ellos ha
iluminado el camino de nuestro bien y felicidad.
Lucas añade una
última frase: "En cuanto a mis enemigos que no me quisieron por rey, tráiganlos
acá y mátenlos en mi presencia."
La mayoría de
autores cree que en esta frase el Señor no se refiere al Juicio Final, sino que
más bien se refiere a la suerte que iba a correr el pueblo judío. Pronto
llegaría a ellos la destrucción del Templo y su propia destrucción. El Señor
se refería a la catástrofe del año 70, cuando Jerusalén fue destruida por los
romanos y gran parte del pueblo judío aniquilado. Y da a entender que era un
castigo de Dios por no haberle querido reconocer a él como Mesías, el Hijo de
Dios, el Enviado del Padre.
4) "A todo el que tenga, se le dará; pero al
que no tenga, aun lo que tenga se le quitará." (Cfr. Medit. 70)
Esta sentencia del
Señor puede parecer paradójica, sin embargo encierra un contenido doctrinal muy
práctico y de gran importancia para todos los cristianos.
El Señor está siempre
deseoso de colmarnos de sus gracias y beneficios. Y cuando ve un corazón
preparado para recibirlos, se vuelca en él. Y ese corazón preparado es el que
sabe apreciar los dones de Dios y pone gran empeño en hacerlos fructificar.
Cuanto más corresponda uno a las gracias del Señor, tanto más seguirá
recibiendo nuevas gracias de su generosidad. Es lo que ha sucedido con todos
los santos, y de manera especialísima con María.
San Ignacio de
Loyola afirmaba que nadie sabe hasta dónde llegaría en su santidad y gloria, si
correspondiese a las gracias del Señor. El sí lo conocía por propia
experiencia.
En cambio, el que
no sabe apreciar los dones de Dios y no corresponde a su gracia, evidentemente
irá muriéndose espiritualmente y su corazón quedará cerrado para recibir nuevas
gracias. Y las que tenía, que él mismo ha enterrado, se irán marchitando y
acabaran por desaparecer.
Es lo que siempre
ha enseñado la Iglesia al tratar de la economía de la gracia. La
correspondencia a una gracia provoca la concesión de una nueva gracia. Por el
contrario, el que no aprecia el don de Dios y no lo hace fructificar, vendrá a
perder, por su misma negligencia, las demás gracias que poseía.
...
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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