P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
VI. DESPUÉS DE LA FIESTA DE LOS TABERNÁCULOS, HASTA LA FIESTA DE LA DEDICACIÓN
ACTIVIDAD DE JESÚS EN JUDEA Y PEREA
(Mediados de Octubre a Diciembre, año 29)
161.- LA PARÁBOLA DEL
BANQUETE
TEXTOS
Mateo 22,1-14
Tomando Jesús de
nuevo la palabra les habló en parábolas, diciendo:
"El Reino de
los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Y
envió sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir.
Envió todavía otros siervos, con este encargo: Decid a los invitados:
"Mirad, mi banquete está preparado, se han matado ya mis novillos y
animales cebados, y todo está a punto; venid a la boda". Pero ellos, sin
hacer caso se fueron uno a su campo, el otro a su negocio; y los demás
agarraron a los siervos y los mataron. Entonces el rey, airado, envió a sus
tropas, dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad. Después
dijo a sus siervos: "La boda está preparada, más los invitados no eran
dignos. Id pues a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis,
invitadlos a la boda'. Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos
los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales."
Entró entonces el
rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de
bodas, le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?". Y
él se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: “Atadle de pies y manos,
y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de
dientes". Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos."
Lucas 14,15-24
Habiendo oído esto
uno de los comensales le dijo: "¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de
Dios!" El le respondió: "Un hombre dio una gran cena y convidó a
muchos; a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los invitados:
"Venid, que ya está todo preparado". Pero todos a una empezaron a
excusarse. El primero le dijo: "He comprado un campo y tengo que ir a
verlo; te ruego me dispenses". Y otro dijo: "He comprado cinco yuntas
de bueyes y voy a probarlos; te ruego me dispenses". Otro dijo: "Me
he casado, y por eso no puedo ir". Regresó el siervo y se lo contó a su
señor. Entonces, airado el dueño de la casa, dijo a su siervo: "Sal en
seguida a las plazas y calles de la ciudad, y haz entrar aquí a los pobres y
lisiados, y ciegos y cojos". Dijo el siervo:
"Señor, se ha
hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio"; Dijo el señor al siervo: "Sal
a los caminos y cercas, y obliga a entrar hasta que se llene mi casa".
Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena.
INTRODUCCIÓN
Lucas propone esta
parábola del Señor en el contexto del banquete en casa del fariseo (Cfr. meditaciones
interiores). Uno de los comensales, al oír las enseñanzas de Cristo sobre la
recompensa que recibirán, los que ejercitan la caridad con los pobres y
desvalidos, en la vida eterna, exclama: "¡Dichoso el que pueda comer en
el Reino de Dios!"; expresión que significa participar de la felicidad
eterna, simbolizada en un banquete.
El Señor, en conexión con la exclamación que
acaba de oír, propone la parábola del banquete donde expone el llamado que
Dios hace al pueblo judío y a todos los hombres a participar en el banquete
eterno en la casa del Padre; y al mismo tiempo describe el rechazo a esa invitación
por parte de muchos, refiriéndose de manera especial al rechazo del pueblo
judío. El castigo de Dios caerá sobre todos aquellos que rechacen su invitación
a la salvación.
Mateo expone la parábola del banquete en otro
contexto. Une esta parábola con la parábola de los viñadores asesinos. Ambas
parábolas significan muy concretamente el total rechazo que el pueblo judío
hará de la salvación ofrecida por Dios en su Hijo Jesucristo, y la sustitución
del pueblo judío por los pueblos gentiles que vendrán a formar el nuevo pueblo
de Dios y entrarán en el banquete eterno.
Mateo añade en la parábola una segunda escena
que no trae Lucas. Es la escena del hombre que entró en el banquete de bodas
del hijo del rey sin el traje de etiqueta y es arrojado fuera. Se considera esta
segunda escena como una nueva parábola que Mateo añade a la primera.
MEDITACIÓN
1) El banquete
La felicidad en el
Reino definitivo de Dios en la vida eterna se expresa con frecuencia con la
imagen de un gran festín o banquete al que invita Dios (Cfr. Is 25,6-8; Is
65,13-14).
En Lucas la invitación proviene de un gran
señor que con generosidad invita a los de la ciudad al banquete que ha preparado.
En Mateo la invitación proviene de un rey que celebra las bodas de su hijo.
Tanto el gran señor como el rey simbolizan a Dios, y el banquete simboliza el
Reino Mesiánico, los bienes de la salvación eterna en el Reino de los Cielos.
Mateo ha añadido a la imagen del banquete la
imagen de la boda. En el Antiguo Testamento, la alianza de Dios con su pueblo
se expresaba bajo la imagen de un matrimonio de Dios con su pueblo, que ama y
es fiel a sus promesas y que exige por parte del pueblo escogido amor y fidelidad.
Por eso los pecados del pueblo de Israel se consideraban como pecados de
adulterio, pecados de infidelidad contra Dios. (Cfr. Os. 9,1; Ez.16,8.15.32; Is
57,3)
Y en la Nueva
Alianza, Jesucristo toma la imagen del esposo y se la aplica a sí mismo. Dirá
en una oportunidad a los fariseos que acusaban a sus discípulos de que no
ayunaban:" ¿Pueden acaso los invitados a la boda estar tristes mientras
el novio está con ellos?" (Mt 9, 15); y en la parábola de las diez
vírgenes también encarna el Señor la figura del esposo (Cfr. Mt 25,6). Y San
Pablo considera la unión y el amor de Cristo por su Iglesia como la unión y el
amor matrimonial entre el esposo y la esposa (Cfr. Efes. 5,25-33).
Las bodas son las
bodas del hijo del rey. Este hijo del rey simboliza a Jesucristo. En su
Encarnación se desposa con la humanidad para establecer con ella la Nueva
Alianza; a participar de la Nueva Alianza está invitado, primero, el pueblo
escogido; pero se extiende la invitación a todos los pueblos paganos. Más aún,
ante el rechazo de los judíos, ellos quedarán excluidos de esa Alianza, y en su
sustitución entrarán todos los pueblos de la tierra.
2) Invitación y castigo
Tanto en la parábola narrada por Mateo como
por Lucas, aparece claro que la primera invitación que se hace se refiere al pueblo
judío. Los judíos son los primeros invitados a participar en el banquete del
Reino de Dios.
En Mateo se
muestra con más viveza la apremiante invitación que hace el Rey, y también el
rechazo de los invitados llega hasta la crueldad de asesinar a los siervos que
transmiten la invitación del rey. El Señor se refiere a la suerte que corrieron
muchos profetas que fueron perseguidos y torturados hasta la muerte, por ser
fieles a la misión que Dios les había confiado `(Cfr. Mt 23,29-39); e implícitamente
está aludiendo a la suerte que correrá él mismo, cuando los escribas, fariseos,
sacerdotes y autoridades judías decidan su muerte ignominiosa en la cruz.
El castigo que han
de sufrir los invitados que rechazan la invitación, según Lucas, es que
"ninguno de aquellos invitados probará mi cena", es decir, que ya
nunca jamás podrán participar en el banquete del Reino Mesiánico, lo que
significa la condenación eterna. En Mateo, se sobreentiende este castigo de
consecuencias eternas al decir que los destruirá; el rey prenderá fuego a la
ciudad y todos perecerán. Es muy posible que el Señor aluda aquí a la
destrucción y ruina de Jerusalén por los romanos en el año 70, pero esa
destrucción no será sino un símbolo de la ruina eterna de los condenados, por
haber rechazado la invitación tan generosa que Dios les hacía a participar en
la salvación mesiánica que traía su Hijo. Trágico destino el del pueblo judío;
pero destino que no era el que estaba en los planes de Dios, sino destino que
ellos mismos buscaron.
3) Nuevos invitados
Los Santos Padres
en su comentario a esta parábola han considerado como divididos en dos grupos
los nuevos invitados. El primer grupo estaría aún formado por judíos, pero
judíos sencillos, pobres, humildes, enfermos, que, con apertura de corazón a la
gracia de Dios, sí llegaron a aceptar a Cristo y su mensaje; y en este grupo de
judíos habría que incluir también a los pecadores públicos y a los publicanos
que también se convirtieron.
El otro grupo
estaría formado por todos los pueblos gentiles. La invitación se extiende a
todos los hombres de cualquier raza o país. Jesús afirma delante de los
escribas y fariseos que el Reino de Dios será arrebatado de ellos y se
entregará a todos aquellos que acepten con humildad, gratitud y amor, la invitación
que les hace el Padre a participar en la Nueva Alianza de su Hijo con los
hombres.
En esta nueva
invitación que hace Dios, muestra su deseo de que todos se salven, al decirnos
que quiere que "mi casa se llene." Y San Lucas añade una expresión
del Señor que manifiesta de una manera muy enérgica esta voluntad salvífica de
Dios. El Señor, dirigiéndose al siervo que hace la invitación dice:
"obliga (a los invitados) a entrar." La orden de obligar a los
invitados no hay que interpretarla al pie de la letra. Sabemos que Dios nunca
impone por la fuerza la conversión. Cristo con esta expresión quiere señalar el
interés tan extraordinario que tiene Dios en que todos los hombres acepten la
invitación. Y por otra parte, es una exhortación a su futura Iglesia, representada
en ese siervo, a que ponga todo su esfuerzo en llevar el mensaje de salvación a
todos los pueblos; que ningún hombre quede sin oírlo. Es una exhortación al
celo apostólico.
4) El invitado sin traje de boda
Como indicamos en
la introducción, Mateo añade una segunda parábola que complementa la primera y
evita sus malas interpretaciones.
Quizá podría
extrañar el que el rey se encolerice contra un invitado que no estaba en el
banquete con el traje de etiqueta, propio de esas ocasiones, y más tratándose de
la boda de su hijo. Parece natural que, siendo invitado a última hora, no
hubiese tenido tiempo de procurarse ese traje ceremonioso. Pero también
conocemos que había la costumbre de que si algún invitado entraba sin el traje
adecuado para participar en la celebración de una boda, se le ofrecía un traje
de etiqueta para poder asistir dignamente a la fiesta. Este invitado no se
preocupó de recibir tal traje.
Lo verdaderamente
importante es comprender lo que el Señor quiso enseñarnos en esta segunda parábola.
La reacción del rey es muy dura: no sólo manda
que lo echen fuera del festín, sino que atado de pies y manos sea arrojado a
las tinieblas de fuera; '`allí será el llanto y el rechinar de dientes".
Esta expresión ya la hemos considerado al meditar otros pasajes (Cfr. Mt 8,12;
13,41-42) y sabemos que indica la condenación eterna en lo que tiene de sufrimiento
y desesperación.
No todos los que
entren en el Reino Mesiánico aquí en la tierra no todos los que entren en la
Iglesia, serán admitidos al banquete celestial de la gloria, sino sólo
aquellos que tengan la vestidura nupcial de la gracia.
La primera
parábola podría llevar a la equivocación de que bastaría ya la aceptación de la
invitación, para entrar al banquete celestial. Se nos dice que fueron invitados
"malos y buenos", y podría pensarse que lo único importante era
decir un "sí" a la invitación, y que no se requerían otras condiciones
para gozar del banquete. Contra esta posible mala interpretación Dos enseña
Cristo que, aun los que hayan aceptado la invitación suya y se llamen
cristianos, si su vida no esta de acuerdo con su fe, con las enseñanzas del
Evangelio; si su alma no está revestida con la gracia santificante, serán
arrojados del banquete celestial, es decir, de la gloria eterna.
Es lo que el Señor
ya nos había enseñado en el Sermón del Monte: "No todo el que me diga:
"Señor, Señor"; entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga
la voluntad de mi Padre celestial." (Mt 7, 21)
5) "Muchos son los llamados y pocos los escogidos."
Algunos autores
han querido interpretar esta sentencia del Señor como una afirmación de que
serán muy pocos los que se salvan, los que entrarán definitivamente a tomar
parte del banquete del Reino. Sin embargo, la mayoría de autores rechaza esta
interpretación.
Y la razón es que
Cristo nunca nos quiso revelar el profundo misterio del número de los elegidos,
de los que lograrán la salvación eterna. Es un misterio muy profundo que
permanece oculto en los designios de la infinita providencia de Dios.
Al terminar ambas
parábolas, el Señor se dirige muy especialmente a los fariseos y escribas, y
estas últimas palabras del Señor hay que interpretarlas, no tanto en conexión
con la última escena del invitado que no tenía traje de bodas, sino en conexión
con la doctrina central que Cristo quiere impartir a los escribas y fariseos. Y
esta doctrina se centra en la reprobación del pueblo judío, principalmente de
sus jefes y guías espirituales, por su gravísimo pecado de rechazar al Mesías,
y la sustitución del pueblo judío por los pueblos gentiles y paganos.
El sentido, pues,
de la sentencia del Señor, será que todos los judíos han sido insistentemente
invitados a participar del Reino de Dios, del banquete celestial. (Notemos que
la palabra griega "polloi", que literalmente significa
"muchos", con mucha frecuencia se interpreta también como
"todos"). Desde Moisés fueron invitados por todos los grandes
profetas, y recientemente fueron de nuevo invitados por Juan Bautista, y sobre
todo por el mismo Mesías; sin embargo, muy pocos relativamente fueron dóciles
al llamado de Dios, como nos consta por el Evangelio. Y después de la muerte y
resurrección de Cristo, volverán a ser invitados por medio de los apóstoles, de
la Iglesia, y tampoco prestarán oídos a la invitación de Dios.
Consiguientemente, de entre ellos "pocos son los escogidos".
También todos
nosotros podemos sacar una gran lección de esta sentencia del Señor que nos
hace ser conscientes de que no por haber sido llamados a la fe, a su Iglesia,
estamos ya salvados, somos de los "escogidos"; sino que es necesario
que perseveremos en el bien hasta el final de nuestros días.
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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