145. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Jesús cura a un ciego de nacimiento: Reacción obstinada de los fariseos


 

P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


V. JESÚS EN JERUSALÉN

(Fines de Septiembre - comienzos de Octubre, año 29)

JESÚS CURA A UN CIEGO DE NACIMIENTO

145.- REACCIÓN OBSTINADA DE LOS FARISEOS

TEXTO

Juan 9,13-34

Llevan al que antes era ciego a los fariseos. Era sábado el día en que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los fariseos a su vez le preguntaron cómo había recobrado la vista. El les dijo: "Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo." Algunos fariseos decían:' "Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el Sábado." "Pero, ¿cómo puede un pecador - replicaban otros- realizar semejantes señales?" Y no se ponían de acuerdo. Entonces le dicen otra vez al ciego: "¿Y tú que dices de él, ya que te ha abierto los ojos?" El respondió "que es un profeta".

No creyeron los judíos que aquel hombre hubiera sido ciego y hubiera lle­gado a ver, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: "¿Es éste vuestro hijo, el que decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?" Sus padres respondieron: "Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego. Pero cómo ve ahora, no lo sabemos; ni quien le ha abierto los ojos, eso no­sotros no lo sabemos. Edad tiene; puede dar cuenta de sí mismo". Sus pa­dres hablaban así por miedo a los judíos, pues los judíos se habían puesto ya de acuerdo en que, si alguno le reconocía como Cristo, quedara exclui­do de la sinagoga. Por eso dijeron sus padres: "Edad tiene; preguntádselo a él." Le llamaron los judíos por segunda vez y le dijeron: "Da gloria a Dios, Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador."_ "Si es un peca­dor, les respondió, no lo sé. Sólo sé una cosa: que era ciego y que ahora veo". Le dijeron entonces: "¿Qué hizo contigo? ¿Cómo te abrió los ojos?" El replicó: lo he dicho ya, y no me habéis escuchado. ¿Por que queréis oírlo otra vez? ¿Es que queréis también vosotros haceros discípulos su­yos?" Ellos le llenaron de injurias y le dijeron: "Tú eres discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios; pero ése no sabemos de dónde es". El hombre les respondió: "Eso es lo extraño: que vosotros no sepáis de dónde es y que me haya abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; mas si uno es religioso y cumple su voluntad, a ése le escucha. Jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos de un ciego de nacimiento. Si éste no viniera de Dios, no podría hacer nada." Ellos le respondieron: "Has nacido todo en pecado y ¿tú nos vas a dar lecciones?" Y le expulsa­ron.

INTRODUCCIÓN

Resulta interesantísima la narración que Juan nos hace, con muchos deta­lles, de los interrogatorios que los fariseos hacen al mismo ciego, repetidas veces, y a los padres del ciego. Es un ejemplo más de cómo se pueden ce­rrar los ojos ante la evidencia, cuando el corazón está dominado por pasio­nes. Es un contraste extraordinario entre la reacción obstinada de los fari­seos contra Jesús y contra el ciego, y la reacción valiente del ciego en de­fender a su gran bienhechor, que, aun conociendo todo el poder que tenían los fariseos, se opone a ellos y niega que Cristo sea un pecador y le llama profeta.

MEDITACIÓN

1) Obstinación de los fariseos

El ciego ya curado es llevado a la presencia de los fariseos. Se trataba de un hecho milagroso y, por lo tanto, de contenido religioso del que tenían que tener conocimiento y juzgar los fariseos. El ciego es interrogado una primera vez, y él nana con sencillez lo que ha sucedido con él y cómo ha sido curado por Jesús. Los fariseos no lo pueden creer, y llaman a sus pa­dres para que ellos certifiquen si ese hombre es realmente su hijo y si es verdad que fue ciego de nacimiento. Estaba también el testimonio de los vecinos y conocidos del ciego. El hecho es tan evidente que no cabe duda del milagro; de todas maneras vuelven a interrogar al mismo ciego ya cu­rado.

El resultado de todos estos interrogatorios es que la evidencia de los he­chos obliga a los fariseos a admitir el hecho prodigioso de que aquel hom­bre había sido ciego desde su nacimiento y que ahora, por el poder de Je­sús, ha sido curado. ¿Cómo reaccionan ante esta evidencia? No puede ne­gar el hecho, pero en vez de alabar y glorificar a Dios porque ha enviado un gran profeta en la persona de Jesús, aumenta más su enemistad y agre­sividad contra Jesús. Ha realizado el milagro en día Sábado; es pues un gran pecador que ha transgredido la Ley. Y es muy probable que, como en otras ocasiones, atribuyesen el poder de Cristo al mismo demonio. Cristo, en muchas oportunidades, ya les había explicado que el hacer un acto de caridad al prójimo en día Sábado, de ninguna manera transgredía la ley del descanso sabático. Los fariseos no querían entender nada de lo que Cristo enseñase, y cierran los ojos ante la luz que brilla ante ellos en la persona de Cristo. Sus enseñanzas, su santidad, sus milagros que le acreditaban como el Enviado del Padre son precisamente la causa de su odio a Jesús.

En esta actitud de los fariseos consiste precisamente el pecado, la blasfe­mia contra el Espíritu Santo que no tendrá perdón (Cfr. medit. 66).

Llegan a decir al ciego: "Da gloria a Dios." Y lo que le mandaban es que rechazase plenamente a Jesús que le había sanado y que aceptase lo que ellos, conocedores de la Ley de Dios, afirmaban de él, que era un gran pe­cador. Hasta dónde llegaba su hipocresía y su obstinación. Enseñan todo lo contrario de lo que siempre se encuentra en las Escrituras: reconocer los beneficios de Dios, y más todavía, si son beneficios extraordinarios, era deber de todos y cada uno de los judíos, y al manifestar su agradecimiento daban gloria a Dios con cantos e himnos de alabanza. Los fariseos preten­den que el ciego de gracias a Dios negando el beneficio y rechazando a su bienhechor, Jesús, el Hijo de Dios. Ciertamente, es el pecado que no podrá ser perdonado, porque lleva consigo rechazar los medios de salvación que Dios ofrece para poder salir del pecado.

Terriblemente desgraciados todos los que se cierren así a la gracia de Dios, a los beneficios de Dios. Lo que Dios ofrece como medios de salva­ción, ellos lo convierten en instrumentos de su propia condenación.

2) Actitud del ciego de nacimiento

Es una actitud de profundo agradecimiento a Jesús; y el milagro que ha hecho, ha suscitado la fe en él como profeta verdadero. Es hombre muy pobre -era mendigo- y podemos suponer que también era muy ignorante; sin embargo, se enfrenta con toda decisión a los fariseos y, a pesar de los desprecios de los que es objeto, no vacilará en reconocer el gran beneficio que ha recibido y en manifestar, dando una gran lección a los fariseos, que Jesús no puede ser pecador. Dios no oye a los pecadores ni a través de ellos obra milagros tan extraordinarios. Verdaderamente, él sí da gloria a Dios y responde a sus beneficios reconociéndolos con profundo agradeci­miento y manifestando su fe en aquel que en nombre de Dios le ha curado. Y hasta, con su dejo de ironía, ataca la ignorancia de los fariseos.

El sabe la autoridad e influencia que tenían los fariseos y conocía que ellos habían dado una orden de que todo aquel que reconociese a Jesús quedase excluido de la sinagoga, es decir, de la comunidad judía. Era el castigo de la excomunión; era el castigo que imponían a grandes pecadores públicos y, sobre todo, a los herejes, a los que se apartaban de la verdadera fe en Dios. Los padres del ciego, justamente, por el temor a ese castigo, se muestran muy reservados en lo que hablan con los fariseos, y les dicen que su hijo tiene ya edad suficiente para que él pueda dar razón de lo que ha sucedido. Quieren mantenerse al margen del acontecimiento y no en­frentarse con los fariseos, aunque sí reconocen el hecho del milagro: que ése, era su hijo, que desde el nacimiento no veía, ahora ha recobrado la vista. Pero el ciego no teme el castigo que le puedan imponer los fariseos. Estima mucho más su agradecimiento y su fe en el Señor.

Y, efectivamente, los fariseos le increparán, "le llenarán de injurias", y le dirán que es un desgraciado que "ha nacido todo en pecado", y finalmente "lo expulsarán", es decir, lo arrojarán de la comunidad judía, de la comu­nidad del Pueblo Escogido.

Pero el ciego, ni ante el castigo de la excomunión, cambia de actitud. Es tal la alegría y gozo que siente en su interior por haber recobrado la vista, y su agradecimiento y fe en Jesús, como profeta enviado por Dios, que su­pera todas las injurias y el castigo que se le imponía, y se mantiene fiel a su conciencia y fiel a Dios.

Ejemplo de fidelidad al Señor en medio de ultrajes y persecuciones.



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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