P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
VI. DESPUÉS DE LA FIESTA DE LOS TABERNÁCULOS, HASTA LA FIESTA DE LA DEDICACIÓN
ACTIVIDAD DE JESÚS EN JUDEA Y PEREA
(Mediados de Octubre a Diciembre, año 29)
150.- MARTA Y MARIA
TEXTO
Lucas 10,38-42
Yendo de camino,
entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía
ella una hermana llamada María que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su
Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose,
pues, dijo: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo?
Dile, pues, que me ayude." Le respondió el Señor: "Marta, Marta, te
afanas y preocupas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una
sola. María ha escogido la parte buena, que no le será quitada."
INTRODUCCIÓN
En sus andares por
Judea, el Señor llega a un pueblo que sabemos se llamaba Betania, pues era
donde vivían los tres hermanos Lázaro, Marta y María, muy buenos amigos de
Jesús. Betania estaba a algo menos de la mitad de camino entre Jerusalén y
Jericó. No sabemos cómo nació esa profunda amistad entre Jesús y esta familia;
pero cuando Jesús iba a Jerusalén solía visitarla y con frecuencia se hospedó
en su casa. En esta ocasión, no conocemos tampoco el motivo de la visita. Hacía
poco que había salido de Jerusalén, después de la fiesta de los Tabernáculos, y
caminando por tierras de Judea quiso tomar un descanso en casa de sus buenos
amigos. Al no hablarnos de Lázaro, es de creer que entonces no se encontraba
allí.
El Señor llegaría
con sus apóstoles de una manera imprevista. Es muy bien recibido por las dos
hermanas. Marta se preocupa en seguida en preparar la comida para los
invitados, y probablemente, queriendo ofrecerles un banquete se ve muy atareada
y parece faltarle tiempo. Marta ve a su hermana sentada a los pies de Jesús escuchando
sus divinas palabras, e interiormente siente como cólera contra su hermana y
la acusa a Jesús de que no la ayuda. Que el Señor le diga que se levante y que
le ayude. El Señor con su respuesta nos deja una enseñanza muy importante para
la vida del cristiano.
MEDITACIÓN
Contra todo lo que
pudiera imaginar Marta, la respuesta del Señor es una reprensión delicada
dirigida a ella misma.
El Señor le dice
que se afana y preocupa por muchas cosas; que sólo una cosa es necesaria.
Muchos autores interpretan esta frase en el sentido material, como si Jesús le
indicase que no tenía que preparar una gran comida de muchos platos, sino que
era suficiente un solo plato, algo muy sencillo.
Aunque aceptemos
esta interpretación de "una sola cosa es necesaria", sin embargo, es también
cierto que en labios de Jesús esta sentencia tenía un sentido más
transcendental, un sentido espiritual. Y este sentido se deduce de las palabras
de Jesús referidas a María: "María ha escogido la buena parte, que no le
será quitada."
Lo que el Señor quiere
decirnos es que lo verdaderamente importante, lo verdaderamente necesario es
escuchar su Palabra, es tener trato íntimo con él; dar siempre mucha mayor
importancia a los bienes del alma que a las cosas materiales.
Jesús no reprende
sin más la actividad de Marta. Lo que le reprende es que está plenamente
absorbida en su trabajo, preocupada de tal manera que no le deja tiempo para
aprovechar la maravillosa ocasión de escucharle a él y de aprender de él las
cosas de Dios y de su alma. Su actividad le impedía aprovecharse de la visita
del Señor. Y ese exceso de actividad no era necesario, pues hubiera bastado que
preparase un almuerzo sencillo, y tener tiempo para disfrutar de su visita y de
sus enseñanzas. Y este bien espiritual está por encima del bien material que
ella, con buena intención, pretendía. El bien que ha escogido María es un bien
que tiene consecuencias para la vida eterna, es un bien que no puede ser
arrebatado.
Una interpretación
tradicional de la Iglesia ha sido considerar esta escena como un símbolo de lo
que se llama "vida contemplativa" y "vida activa." Es una
alabanza muy clara del Señor que considera la vida contemplativa superior a la
vida activa. Estas reflexiones son legítimas.
Pero hay que tener
en cuenta que la vida contemplativa pura sólo se tendrá en el cielo. Acá en la
tierra siempre será una mezcla de actividad y contemplación. Aun los religiosos
y religiosas de vida contemplativa tienen también sus trabajos y sus
actividades dentro de sus monasterios.
Y el Señor conoce la
necesidad que tiene el hombre del trabajo de sus manos, de ejercer toda clase
de actividades para bien suyo, de la familia, de la sociedad. El trabajo es una
ley impuesta por el mismo Dios, ya desde las primeras páginas del Génesis.
La enseñanza de Jesucristo
tiene aplicación para todos los cristianos. El hombre debe ocuparse de toda
clase de tareas y trabajos, pero nunca puede quedar tan absorbido por ellos que
no le deje tiempo para la contemplación, es decir, para la vida de oración y
de trato con el Señor, y para llevar una vida de reflexión sobre todo lo
concerniente al bien espiritual de su alma. El Señor jamás condenará la
ocupación en las tareas profanas de este mundo; lo que condena es el exceso, el
afán excesivo de esos trabajos, con detrimento de la vida espiritual, de la
vida de oración, necesaria e importantísima para todo cristiano. El ideal que
propone Cristo es la unión de "acción" y "contemplación".
Hay que unir muy estrechamente las dos vidas, la activa y la contemplativa. Contemplación
sin acción, mientras vivamos en esta tierra, es una utopía y, más aún, una
transgresión del mandato de Dios de trabajar. Pero actividad y trabajo sin
unión con Dios, sin vida de oración, y sin ofrecer nuestro trabajo a Dios, es
no sólo estéril para la vida del alma, sino que puede llevarle incluso a la
condenación. Y en jerarquía de valores, siempre tenemos que dar primacía a la
vida de oración, al cumplimiento de todos nuestros deberes religiosos, al bien
espiritual de nuestra alma.
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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