P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA
(Mayo 28 - Mayo 29)
E. ULTERIOR MINISTERIO EN GALILEA: HASTA LA FIESTA DE PENTECOSTES
(Hasta fines de mayo del Año 29)
79.- LA TEMPESTAD
CALMADA EN GALILEA
TEXTO
Mateo 8,23-27
Subió después a la
barca y sus discípulos le siguieron. De pronto se levantó en el mar una
tempestad tan grande que las olas llegaban a cubrir la barca; pero él estaba
dormido. Acercándose, pues, le despertaron diciendo: "¡Señor, sálvanos,
que perecemos!" Díceles: "¿Por qué estáis con miedo, hombres de poca
fe?". Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino
una gran bonanza. Y aquellos hombres maravillados, decían: "¿Quién es
éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?"
Marcos 4,35-41
Ese día, al
atardecer, les dice: "Pasemos a la otra orilla". Despiden a la gente
y le llevan en la barca, como estaba; e iban otras barcas con él. En esto se
levantó una fuerte borrasca y las olas irrumpían en la barca, de suerte que ya
se anegaba la barca. El estaba en popa durmiendo sobre un cabezal. Le
despiertan y le dicen: "Maestro, ¿no te importa que perezcamos?" él,
habiéndose despertado, increpó al viento y dijo al mar: "¡calla y
enmudece!" El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza. Y les dijo:
"¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?" Ellos se
llenaron de gran temor y se decían unos a otros: "Pues, ¿quién es éste que
hasta el viento y el mar le obedecen?".
Lucas 8,22-25
Cierto día subió a
una barca con sus discípulos, y les dijo: "Pasemos a la otra orilla del Lago".
Y se hicieron a la mar. Mientras ellos navegaban, se durmió. Se abatió sobre el
lago una borrasca, se inundaba la barca y estaban en peligro. Entonces,
acercándose, le despertaron diciendo: "¡Maestro, que perecemos!" él,
habiéndose despertado, increpó al viento y al oleaje, que amainaron, y
sobrevino la bonanza. Entonces les dijo: "¿Dónde está vuestra fe?"
Ellos, llenos de temor, se decían entre sí maravillados: "Pues ¿quién es
éste, que impera a los vientos y al agua, y le obedecen?"
INTRODUCCIÓN
Son frecuentes las
borrascas y tempestades que de repente se ciernen sobre el Mar de Galilea, el
llamado Lago de Genesaret. Tiene una profundidad de 200 metros bajo el nivel
del Mediterráneo, y está circundado por una cadena de montañas. Los vientos del
norte se levantan repentinamente y caen sobre el Lago originando grandes tempestades.
Adentrarse en el Lago siempre suponía correr cierto riesgo. Una de estas
tempestades es la que nos narran los Evangelistas. Jesús, con frecuencia,
después de un trabajo apostólico fuerte, busca un retiro, un descanso con sus
apóstoles. Es lo que hace ahora; ha estado predicando horas a la gente, la
despide, y quiere pasar a la otra orilla del Lago para descansar. La otra
orilla del Lago ya no era Galilea, sino formaba parte de la Decápolis, donde la
mayoría de la gente era pagana. Y que el cansancio del Señor era profundo, lo
demuestra el hecho de que iba haciendo la travesía dormido y no se despertó a
causa de los vientos y el oleaje. Tuvieron que despertarle los apóstoles.
MEDITACIÓN
1) El milagro
Es uno de los
milagros que muestran más el poder del Señor sobre la misma naturaleza. Hasta
ahora, sólo había hecho curaciones de enfermos y el milagro impresionante de
la resurrección del hijo de la viuda de Naím. Ahora muestra su poder sobre los
vientos y los mares y con una majestad divina: Levantado, con sólo unas
palabras de autoridad, manda a los vientos que se callen y al mar que se calme,
y al instante vino una gran bonanza en todo el Lago. Y da la orden sin invocar
a su Padre. El mismo tiene ese supremo poder, lo que está demostrando su
divinidad: sólo Dios puede tener ese dominio sobre los elementos de la
naturaleza, y más aún cuando se desencadenan con toda su furia.
Y por eso
comprendemos la reacción de los apóstoles ante el milagro: admiración, quedar
maravillados, gran temor. El gran temor no se refiere a un temor ante la
amenaza de algún mal, sino es un temor de carácter religioso ante la presencia
de una actuación extraordinaria de Dios. El milagro es como una teofanía de
Dios que deja en el alma un santo temor reverencial.
Admiremos nosotros
también este gran milagro, y que sirva para incrementar nuestra fe en el Señor
que es omnipotente ante la enfermedad, la misma muerte, y ante la naturaleza.
Nuestra fe en Jesús, como Hijo de Dios, tiene como uno de sus fundamentos
principales los muchos milagros que realizó Jesús a través de su vida. Los
milagros de Jesús fueron oscuridad que cerraron los ojos de los escribas y fariseos;
cada milagro que hacía Jesús era motivo más para su envidia y su rechazo y para
desear terminar con él. Y siempre ha habido corazones muy escépticos e
indiferentes ante los milagros del Señor. Que nosotros, con un corazón humilde
y agradecido, abierto a la gracia de Dios, sepamos contemplar con fe los
milagros de Jesús y reconocer en ellos su divinidad.
2) La actitud de los apóstoles
Los apóstoles,
aunque ya llevaban varios meses en compañía de Jesús y habían sido testigos de
sus milagros, sin embargo, manifiestan una fe muy imperfecta. La manera cómo
expresan su inquietud nos hablan de una fe muy dudosa y hecha con desconfianza.
De ahí su angustia y casi desesperación. Más aún, la pregunta final:
"¿Quién es éste que hasta los vientos y el mar le obedecen?" indican
también que todavía no habían comprendido el misterio de la persona de Jesús.
Pero sí hay algo
muy de alabar en la actitud de los apóstoles. Aun con esa duda, acuden al
Señor, reconocen su impotencia, y están seguros que sólo el Señor será quien
pueda sacarlos de aquel peligro. Sus palabras son un grito de angustia, pero
ese grito va dirigido al Señor.
El Señor conoce
perfectamente la imperfección de la fe de los apóstoles y, por eso, les
reprende; pero, en su infinita bondad, escucha ese grito de angustia y realiza
el milagro.
3) Enseñanzas del milagro
Todo el milagro
del Señor tiene un contenido real que nos muestra siempre su gran bondad y
misericordia y su poder divino: pero son siempre también autorevelaciones de su
persona y son símbolos de sus atributos divinos, y encierran enseñanzas profundas
para todos los creyentes. Recordemos por ejemplo, que cuando el Señor cura al
ciego de nacimiento, antes había dicho "Yo soy la Luz del mundo", y
cuando resucita a Lázaro, antes exclamó: "Yo soy la resurrección y la
vida".
En el pasaje de la
tempestad calmada, el Señor no hace ninguna proclamación sobre su persona,
pero el mismo hecho de esa tempestad tiene un significado bien claro, y así lo
ha entendido siempre la Iglesia y los Santos Padres.
Tiene una
aplicación a la Iglesia misma a través de su historia. La Iglesia ha estado,
está y estará siempre sometida a los terribles vientos y tempestades de las
persecuciones, de los desprecios, del rechazo y hasta del odio del mundo. Por
eso se llama a la Iglesia "la barca de Pedro" haciendo alusión a esta
escena del Evangelio.
Pero al igual que
entonces, de la misma manera que Cristo estaba en la barca de Pedro, Cristo
está siempre presente en su Iglesia, y esa es la garantía total y absoluta de
que jamás Cristo va a dejar que su Iglesia se hunda. Jesús permite que sufra
esos ataques de sus enemigos, pero la Iglesia tiene una fe absoluta en que el
Señor la sacará siempre adelante. La frase del Señor: "Yo estaré con
vosotros hasta el fin de los tiempos" (Mt 28,20) la experimenta diariamente.
El Señor es quien la hace superar todas las dificultades y triunfar de sus
enemigos. Cuántos enemigos ha tenido la Iglesia que hoy yacen bajo tierra,
todos los que han intentado acabar con ella y destruirla. Pero la Iglesia persevera
y perseverará hasta el fin del mundo.
Pero el milagro
encierra también una gran lección para cada cristiano. El cristiano tendrá que
sufrir muchas tempestades de tentaciones y de toda clase de circunstancias
adversas. Es un consuelo para nosotros el saber que, a pesar de la poca fe de
los apóstoles, el Señor escuchó su grito de angustia. Aquí tenemos la fuerza
irresistible para vencer todas las tentaciones y superar todas las
circunstancias adversas. Tenemos que vivir siempre conscientes de que el Señor
está con nosotros y, aunque parezca que duerme, siempre nos está viendo y
escuchando y cuidando de nosotros. Basta que quede en nosotros algo de fe
profunda y que seamos capaces de dirigir al Señor nuestros gritos de angustia y
que estemos convencidos que él solo puede salvarnos, ayudarnos en el momento
difícil por el que estamos pasando, para que él no deje nunca que nos hundamos.
Si en esos momentos nos miramos a nosotros mismos, pecadores, llenos de
miseria, nuestra fe flaqueará, nos creeremos indignos de que el Señor nos escuche,
dudaremos de su amor. Sólo tenemos que mirar al Señor, con ojos de fe, que nos
ayuda y nos salva, no por los méritos que tengamos, sino porque él es bueno,
infinitamente misericordioso y cuida de nosotros con su providencia amorosa. Si
viviésemos plenamente confiados a su providencia y a su amor aún en las
mayores tempestades, mantendríamos la calma, la serenidad, y estaríamos seguros
de que el Señor vendría en nuestra ayuda. Que no se borre de nuestro corazón la
imagen de Cristo acallando los vientos y calmando los oleajes.
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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