Iniciamos con profunda alegría la celebración anual de la Pascua. La pasión, muerte y resurrección de Jesús no son acontecimientos del pasado, sino que, por la potencia del Espíritu Santo, se actualizan hoy para nosotros.
Por ser bautizados, nuestra vida, con sus triunfos y derrotas, con sus amarguras y sus gozos, es una prolongación de la pasión y la resurrección del Señor. Es por esto que en la Semana Santa no somos espectadores, sino partícipes del amor y de la Vida de Dios que se entrega por nosotros y nos prepara para vivir del mismo modo que Él.
Este Domingo de Ramos, aclamaremos jubilosos a Jesús, como Rey y Señor de nuestra vida. Luego escucharemos el relato de su pasión gloriosa, que nos introduce en el misterio de su amor entrañable por nosotros. Permitamos que este amor tan gratuito e incondicional inunda nuestra vida y comience a hacer renacer lo que está muerto en cada uno y entre nosotros.
Que el Espíritu Santo nos guíe en estos días santos, para que podamos acoger la salvación que con tanta abundancia nos será ofrecida. Iniciemos con jubilosa esperanza nuestra celebración.
CONMEMORACIÓN DE LA ENTRADA DEL SEÑOR EN JERUSALÉN – CICLO C
SALUDO Y MONICIÓN DEL SACERDOTE
S – Hermanos: El Señor Jesús, que se entregó a la muerte para darnos vida, esté con todos ustedes.
T – Y con tu espíritu.
S – Nos reunimos este Domingo de Ramos para dar inicio a las celebraciones de Semana Santa. Em ella celebraremos los misterios centrales de nuestra fe, misterios que empezaron con la solemne entrada del Señor en Jerusalén. Jesús es aclamado como el enviado de Dios. También nosotros estaos aquí para aclamar a Jesús con nuestra fe, nuestros ramos y nuestros cantos y acompañarlo en su camino en estos días santos, porque creemos que el misterio de su pasión, muerte y resurrección nos abre la puerta de la vida y nos hará participar un día de su gloriosa resurrección.
BENDICIÓN DE RAMOS
ORACIÓN:
Oremos: Dios todopoderoso y eterno, santifica con tu bendición + estos ramos, y a cuantos vamos a acompañar a Cristo aclamándolo con cantos, concédenos entrar en la Jerusalén del cielo por medio de Él que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
MONICIÓN AL EVANGELIO DE LA ENTRADA
Escuchemos ahora el relato de la entrada de Jesús en Jerusalén y las aclamaciones entusiastas del pueblo. Hoy repetimos nosotros esta misma experiencia.
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas (Lc. 19, 28-40)
Dicho esto, Jesús pasó adelante y emprendió la subida hacia Jerusalén. Cuando se acercaban a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos y les dijo:
-Vayan al pueblo de enfrente y al entrar en él encontrarán atado un burrito que no ha sido montado por nadie hasta ahora. Desátenlo y tráiganmelo. Si alguien les pregunta por qué lo desatan, contéstenle que el Señor lo necesita.
Fueron los dos discípulos y hallaron todo tal como Jesús les había dicho. Mientras soltaban el burrito llegaron los dueños y les preguntaron:
-¿Por qué desatan ese burrito?
Contestaron: El Señor lo necesita.
Trajeron entonces el burrito y le echaron sus capas encima para que Jesús se montara.
La gente extendía sus mantos sobre el camino a medida que iba avanzando.
Al acercarse a la bajada del monte de los Olivos, la multitud de los discípulos comenzó a alabar a Dios a gritos, con gran alegría, por todos los milagros que habían visto.
Decían:
-¡Bendito el que viene como Rey en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en lo más alto de los cielos!
Algunos fariseos que se encontraban entre la gente dijeron a Jesús:
-Maestro, reprende a tus discípulos.
Pero él contestó:
-Yo les aseguro que, si ellos se callan, gritarán las piedras.
Palabra del Señor.
PROCESIÓN HACIA LA IGLESIA (O DESDE LA ENTRADA)
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