P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA
(Mayo 28 - Mayo 29)
D. DISCURSO DE LAS PARÁBOLAS
73.- PARÁBOLA DEL
GRANO DE MOSTAZA
TEXTOS
Mateo 13,31-32
Otra parábola les
propuso: "El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que
tomó un hombre y lo sembró en su campo. Es ciertamente más pequeña que
cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas y se hace
árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen a anidar en sus ramas."
Marcos 4,30-32
Decía también:
"¿A qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos?
Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra, es más pequeña que
cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero, una vez sembrada, crece y se
hace mayor que todas las hortalizas y hecha ramas tan grandes que las aves del
cielo pueden anidar a su sombra."
Lucas 13,18-19
Decía, pues:
"¿A qué es semejante el Reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Es semejante a
un grano de mostaza, que un hombre tomó y puso en su huerto, y creció hasta
hacerse árbol, y las aves del cielo anidaron en sus ramas."
INTRODUCCIÓN
En Palestina
abundaba mucho la planta de mostaza y llamaba la atención el desarrollo a que
podía llegar. A veces se convertía en un arbusto de hasta tres y cuatro
metros. Entre los arbustos, ciertamente es uno de los más grandes; de la misma
manera que su semilla es muy pequeña. El Señor pone ese contraste entre la pequeñez
de la semilla y la grandeza del arbusto que de ella nace, para explicarnos
algunas características del Reino de Dios.
MEDITACIÓN
1) La explicación tradicional
Los Santos Padres
han querido ver en esta parábola el contraste entre la pequeñez de los
comienzos del Reino de Dios en la tierra, los comienzos de la predicación apostólica,
los comienzos de la Iglesia, y el desarrollo universal, la grandeza que esa
Iglesia, Reino de Cristo, iba a tener a través de la historia. El contraste entre
los primeros apóstoles de Cristo que, sin otra arma que la de la Palabra de
Dios, salen de Jerusalén al mundo entero para implantar el Reino de Dios, y el
florecimiento posterior de esa Iglesia extendida a todas las naciones y pueblos
y en donde encuentran acogida millones, cientos de millones de cristianos, es
tan admirable, que solamente se explica por la omnipotencia y la gracia de
Dios que desde los comienzos acompañó a los predicadores de la Palabra.
Cristo quiere dar
a entender que el Reino de Dios que él predica, llegará a triunfar, pese a
todas las persecuciones que ahora está padeciendo, persecuciones que
continuarán siempre en su Iglesia.
Es una parábola
que debió infundir optimismo en los apóstoles y en los otros discípulos del
Señor. Es una parábola que viene a ser como una profecía del extraordinario
desarrollo y florecimiento que tendrá en la tierra el Reino de Dios, que el
mismo Cristo instituye. Para eso ha venido al mundo, para instaurar el Reino
de Dios en la tierra. Y la Iglesia, hasta el final de los tiempos, podrá
siempre compararse a un inmenso árbol cuyas ramas se extienden por toda la
tierra, y en cuyas ramas se cobijarán innumerables aves.
Y así vemos a la
Iglesia de hoy, esparcida, plantada hasta el último confín del mundo, y de
todos los pueblos acuden a ella para encontrar salvación. Y como nos dice el
Concilio Vaticano II, la Iglesia, Reino de Dios, seguirá siendo testigo de ese
Reino y abriendo sus puertas a todos quienes quieran entrar en ella. Ningún
otro Reino ha existido ni existirá que tenga la garantía de su permanencia
hasta el fin de los tiempos, ni la grandeza de extender su influencia a todo
el mundo, y de hacer crecer continuamente el número de los fieles que entran a
formar parte de ese Reino.
2) Aceptando plenamente la
explicación tradicional de la parábola, creemos que
también tiene un sentido profundo la otra interpretación,
más moderna, donde el contraste se quiere poner entre la pequeñez del Reino
de Dios en la tierra con la grandeza de ese Reino en su consumación
escatológica, en la gloria eterna.
A pesar de toda la
grandeza de la Iglesia, de su extensión por todo el mundo, y del crecimiento
en número de los fieles, continúa siendo semilla pequeña. Todavía la gran
mayoría de la humanidad está fuera de la Iglesia y esa Iglesia se muestra
impotente ante el rechazo que sufre por parte de muchos. La Iglesia sigue y
seguirá siendo incomprendida y perseguida. Será objeto de burlas por parte de
muchos. Y por más que se esfuercen los Pastores de la Iglesia, el mismo Vicario
de Cristo, el Papa, en transmitir el mensaje del Reino de Dios, continuará siendo
una realidad que, como nos dice San Pablo, para muchos ese mensaje será
"idiotez y locura".
Ahora bien, ese
Reino Mesiánico en la tierra con su pequeñez y su debilidad, se transformará
en árbol gigante cuyas ramas llegarán hasta el mismo cielo. El Reino Mesiánico
aquí en la tierra siempre se podrá comparar a una semilla pequeña y débil; pero
esa semilla va creciendo y desarrollándose hasta que ese arbusto sea
trasplantado, y convertido en árbol gigante y lleno de fortaleza, en los jardines
del Paraíso Celestial. El Reino de Dios en la tierra no es sino el comienzo de
lo que terminará siendo el Reino escatológico de gloria y vida eterna.
3) Interpretación aplicada a cada uno de los
cristianos
Para cada uno de los cristianos, la semilla del Reino está en los dones de fe, esperanza y caridad que recibió en su Bautismo. El que cuide esa semilla, hará que crezca esa fe, esperanza y caridad a través de una profunda vida interior, vida de oración, vida de abnegación. Y ese crecimiento es el que le va llevando hacia lo alto, de tal manera, que un día se encontrará que ya ha llegado al cielo, a la bienaventuranza eterna. Y el cristiano, nunca crece él solo. Al crecer él, siempre hará que otros crezcan con él. Es esencial al crecimiento espiritual, el apostolado ejercido con el prójimo. También en sus ramas se cobijarán otras aves.
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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