61. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Curación del hombre con la mano paralizada


P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA

(Mayo 28 - Mayo 29)


C. ULTERIOR PREDICACIÓN Y MILAGROS DE JESÚS

61.- CURACIÓN DEL HOMBRE CON LA MANO PARALIZADA

TEXTOS

Mateo 12, 9-14

Pasó de allí y se fue a su sinagoga. Había en ella un hombre que tenía una mano paralizada. Y le preguntaron si era lícito curar en día sábado para poder acusarle. El les dijo: "¿Quién de vosotros que tenga una sola oveja, si ésta cae en un hoyo en día de sábado, no la agarra y la saca? Pues ¡cuán­to más vale un hombre que una oveja! Por tanto, es lícito hacer bien en sá­bado". Entonces dice al hombre: "Extiende tu mano". El la extendió, y quedó restablecida, sana como la otra. Pero los fariseos salieron y se con­fabularon contra él para eliminarle.

Marcos 3, 1-6

Entró de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acu­sarlo. Dice al hombre que tenía la mano paralizada: "Levántate ahí en me­dio". Y les pregunta: "¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?" Pero ellos callaban. Entonces, mi­rándoles con ira, apenado por la dureza de su cabeza, dice al hombre: "Ex­tiende la mano". El la extendió y quedó restablecida su mano. En cuanto salieron, los fariseos se confabularon con los herodianos contra él para ver cómo eliminarle.

Lucas 6, 6-11

Entró Jesús otro sábado en la sinagoga y se puso a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada. Estaban al acecho los escri­bas y fariseos por si curaba en sábado, para encontrar de qué acusarle. Pero él, conociendo sus pensamientos, dijo al hombre que tenía la mano paralizada: "Levántate y ponte ahí en medio". El levantándose, se puso allí. Entonces Jesús les dijo: "Yo os pregunto si en sábado es lícito hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla". Y mirando a todos ellos, le dijo: "Extiende tu mano". El lo hizo, y quedó restablecida su mano. Ellos se ofuscaron y deliberaban entre sí qué harían a Jesús.


INTRODUCCIÓN

Se nos nana una escena ordinaria en la vida de Jesús. Entra en la sinagoga para predicar. Como en tantas otras ocasiones. Era su manera ordinaria de comenzar su predicación en cualquier ciudad: aprovechaba los sábados para ir a la sinagoga donde se reunía el pueblo para dar culto a Dios y escuchar las palabras de la Ley y los Profetas. Y Jesús solía, después de la lectura de la palabra de Dios, explicar las Escri­turas y transmitir su mensaje nuevo del Evangelio.

En esta ocasión, se encuentra en la sinagoga un hombre minusválido. Tie­ne una mano paralizada. Los fariseos ya se han fijado en él, y conociendo la manera de actuar del Señor, ya le están espiando para ver si se atreve a hacer el milagro de curarle en día sábado. Curar en sábado, también esta­ba prohibido en la casuística judía de los rabinos y fariseos.


MEDITACIÓN

1) Actitud de los fariseos

Siempre andan buscando ocasiones para espiar al Señor, sus palabras, su conducta, para poderlo acusar después y condenarlo. Y ahora se les pre­senta una ocasión. No habían entendido nada de lo que el Señor les había enseñado poco antes: que Dios prefiere la misericordia, la caridad a cual­quier otro sacrificio; y que el sábado había sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado. Ya habían observado al hombre de la mano paralizada, y se ponen a mirar a Jesús para ver si se atreverá a curar a ese enfermo. A ellos, no les importa nada el enfermo, ni se alegrarán con su curación. Lo único en que piensan es en sorprender a Jesús en un acto, se­gún ellos, pecaminoso; sorprenderle curando al enfermo en día sábado.

Es muy difícil poder entender la actitud de estos fariseos y escribas. Ellos ven tantos milagros de Cristo. No dudan de ellos; más aún, se macen testigos de ellos al reconocerlos públicamente. Pero su odio a Jesús les in­capacita para comprender el mensaje de todos esos milagros y reconocer a Jesús como el Mesías prometido y aceptar sus enseñanzas.

Esta ceguera de los fariseos la veremos repetida tantas veces. Y aquí, des­pués de ver el milagro que reconocen, la consecuencia que sacan es que hay que eliminar al Señor, hay que acabar con él. Y para ello, incluso se hacen amigos de los herodianos, antes sus grandes enemigos, para juntos tramar la manera de poder matar a Jesús.

Ceguera incomprensible, pero que, desgraciadamente, puede repetirse en muchos hombres de hoy día, que por sus prejuicios, por su vida inmoral, y porque Cristo y sus enseñanzas les molestan en su vida, reniegan de él.

2) Actitud del Señor

En primer lugar se nos vuelve a repetir que Jesús conocía las intenciones que tenían los fariseos. "Conocía sus pensamientos". No hay nada escon­dido para Cristo, ni los pensamientos ni las intenciones más recónditas del corazón del hombre. Y no espera que ellos le ataquen; él se adelanta y les hace una pregunta comprometedora delante de los demás que estaban pre­sentes. ¿Acaso no sería lícito hacer el bien al prójimo, aunque fuese en día sábado? Evidentemente que los fariseos no se atreven a contestarle, pues saben que el pueblo se pondrá contra ellos, si su respuesta es negativa. Optan por el silencio y callan.

Entonces Jesús, lleno de bondad y misericordia para con el hombre paralí­tico de la mano derecha, manda a éste que se ponga en medio de la sina­goga, para que sea visto por todos, y con su voz omnipotente le manda: Extiende tu mano". Y al instante, el paralítico quedó curado.

Jesús conoce la reacción de esos hombres hipócritas y que su milagro será causa para que se incremente la persecución contra él. Pero el Señor no teme esa persecución que sabe terminará con él en la Cruz. El obra las obras que el Padre le ha encomendado, con plena valentía y plena libertad. Y más aún, se atreve a poner de manifiesto la hipocresía de los fariseos y escribas. Ellos mismos no dejarán que se pierda ni una oveja de su rebaño, y aunque sea en sábado, hacen todo lo posible por salvarla. Es pura hipo­cresía y, además, conducta absurda y contradictoria, que lo que juzgan que está permitido hacer en favor de los animales, lo prohiban cuando se trata de hacer un beneficio al hombre que vale mucho más que cualquier animal de sus ganados.

Una vez más se pone de manifiesto el grave pecado de la hipocresía, peca­do de los que más ofenden y desagradan a Dios; y al mismo tiempo encon­tramos de nuevo la enseñanza de que la caridad y obras de misericordia están por encima de otras obligaciones.

También debemos aprender del Señor su valentía y decisión para hacer lo que cree que debe hacer, sin importarle las críticas y las persecuciones que pueden provenir de su manera de actuar.

El criterio en nuestra manera de obrar debe ser únicamente la voluntad de Dios, prescindiendo de todas las consecuencias humanas adversas que puedan sobrevenir.


Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.




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