49. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - "Perseverancia en la Oración"


 

P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA

(Mayo 28 - Mayo 29)


B. SERMÓN DE LA MONTAÑA

49.- PERSEVERANCIA EN LA ORACION

TEXTOS

Mateo 7,7-11

"Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca halla; y al que llama, se le abrirá. ¿O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le da una piedra; o si le pide un pescado, le da una culebra? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan!"

Lucas 11, 5-13

Les dijo también: "Si uno de vosotros tiene un amigo y, acudiendo a él a media noche, le dice: Amigo, préstame tres panes, porque ha llegado de viaje un amigo mío y no tengo qué ofrecerle, y aquél, desde dentro, le res­ponde: no me molestes; la puerta está ya cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos', os aseguro, que si no se le­vanta a dárselos por ser su amigo, al menos, se levantará por su importunidad (insistencia), y le dará cuanto necesite."

"Yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide pan, le da una piedra; o, si un pescado, en vez de pescado le da una culebra, o, si le pide un huevo, le da un escorpión? Si pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del Cielo dará el Espí­ritu Santo a los que se lo pidan!"


INTRODUCCIÓN

Mediante los ejemplos sencillos de padres humanos, ejemplos que pueden considerarse parábolas, el Señor quiere animar a todos a perseverar en la oración con la seguridad total de que serán escuchados.

Muchas objeciones se han puesto a estas palabras de Cristo; objeciones que vienen de aquellos que dicen tener experiencia de todo lo contrario: que por más que le piden a Dios, Dios no escucha sus oraciones.

Todas estas dificultades provienen de no entender fielmente la enseñanza de Cristo. Comprendida en su sentido verdadero, quien persevera en la oración siempre es escuchado por Dios. Esta es la promesa de Cristo que no puede fallar.

(Cfr. lo que explicamos al meditar sobre los pasajes que tratan de la Provi­dencia de Dios. Medit. 46)


MEDITACIÓN

1) "Pedid y se os dará; buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá"

Esta es la promesa de Cristo para todos los creyentes, de que nuestra ora­ción de petición será siempre escuchada. Promesa del Hijo de Dios, pro­mesa, por tanto, infalible.

Y para convencernos de la verdad de esta promesa, el Señor nos pone ejemplos de padres humanos que, aun estando llenos de imperfecciones, y en este sentido hay que entender la palabra "malos", acuden siempre a lo que sus hijos les piden. Y procuran darles todo aquello que saben es bue­no para sus hijos, no lo que les pueda perjudicar. ¡Cuánto más el Padre del Cielo escuchará las plegarias de sus hijos y les dará lo que sea para su bien! Esta conclusión está basada en la conciencia profunda que tenía Cristo de la paternidad de Dios con respecto a los hombres.

Y esa conciencia de la Paternidad de Dios supone tres cosas fundamenta­les: el reconocimiento de que nuestro Padre Dios es omnipotente, que no hay nada imposible para él; que es omnisapiente, y consiguientemente, co­noce todas las necesidades nuestras, todos nuestros deseos y anhelos; y fi­nalmente, y sobre todo, ser conscientes del amor de Padre que nos tiene, amor infinitamente superior al de cualquier padre humano.

Quien tenga esta conciencia cristiana de hijo de Dios y experimente el amor de Dios, como Padre, no podrá tener duda de la verdad de la prome­sa de Cristo sobre la oración perseverante.

Pero el mismo Cristo sale al encuentro de esas dificultades que mencioná­bamos en la introducción. ¡Cuántas veces se oye decir: Pido a Dios y no me escucha; ya estoy cansado de pedirle! Veamos la respuesta de Cristo.

"¡Cuánto más vuestro Padre que está en los cielos, dará cosas bue­nas a los que se lo pidan!" (Mt)

"Cuánto más el Padre del Cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan" (Lc)

El Señor, en sus palabras, no dice que el Padre del Cielo dará a sus hijos el objeto concreto que le pidan; concretamente habla "de cosas buenas". Y en la versión de Lucas se concretiza más y se dice que nos dará el don del "Espíritu Santo".

Es decir, que siempre nuestra oración será escuchada y redundará en gran­des bendiciones de Dios para nosotros. Y si el objeto de nuestra oración es cosa santa y buena que nos conviene, y si lo que se pide es la comunica­ción del Espíritu Santo, y por esa comunicación del Espíritu Santo pode­mos entender todo lo que se refiere a nuestra vida de gracia y santidad, en­tonces eso mismo que pedimos se nos concederá.

Pero, si pedimos otras cosas, sobre todo de tipo material, el Señor sabrá si eso concreto que pedimos es lo más conveniente para nosotros o no; y si no nos conviene, no nos dará eso concreto que pedimos, pero, sí, nos dará a cambio, otros muchos beneficios.

También hay que tener en cuenta que cuando lo que pedimos es para bien de otras personas, puede darse el caso que esa persona no esté preparada para recibir esa gracia del Señor, y entonces tampoco se concederá en con­creto eso que pedimos para esa persona, pero sí servirá para que el Señor le conceda otras gracias que la puedan ayudar.

La oración será siempre medio infalible, el gran recurso de todos los cris­tianos para recibir de Dios las gracias suficientes para salir del pecado, permanecer en la gracia de Dios, adelantar en el camino de nuestro segui­miento a Cristo; y en general, para atraer hacia nosotros toda clase de be­neficios y gracias de Dios, primero y ante todo, para bien de nuestra alma; pero también, si nos conviene, para todo lo que respecta a nuestras verda­deras necesidades humanas y materiales.

Los autores al tratar esta enseñanza de Cristo, suelen añadir la explicación que da San Agustín de por qué, a veces, nuestra oración no es escuchada. Y San Agustín, con su gran ingenio, reduce todas las causas a tres pala­bras que tienen la misma raíz.

En latín estas palabras son "Mali"- "Male"- "Mala".

Es decir, nuestras oraciones no pueden ser escuchadas por Dios, cuando quien hace la oración es una persona que vive en pecado habitual, una vida inmoral, sin arrepentimiento, ni sincera conversión. Esa es una oración hi­pócrita que desagrada a Dios. Y hablando de la oración de estas personas que viven en plena paz con todos sus pecados, el profeta Isaías dirá:

"Aunque multipliquéis vuestras plegarias, no las escucho; aparto mis ojos para no veros". (Is 1,15)

Otras veces será porque nuestra manera de orar no es buena, es decir, no oramos con esa fe, confianza y perseverancia que es necesaria para que la oración sea escuchada por Dios. La oración que brota de un corazón hu­milde, que siente su nada delante de Dios, y que vive en una fe sincera, en una confianza total, y es perseverante en ella, esa oración siempre será es­cuchada por Dios.

Finalmente, nos dice San Agustín, que otras veces la causa de que no sea la oración escuchada, es porque pedimos cosas "malas"; es decir, no signi­fica que pidamos claramente cosas pecaminosas o inmorales, sino cosas que no nos convienen, que nos pueden hacer daño, que pueden favorecer más el egoísmo, el apego a las cosas materiales, que el amor a Dios y amor verdadero al prójimo, o sencillamente, porque la Providencia amoro­sa de Dios con nosotros quiere de nosotros otros bienes y tiene otros cami­nos distintos para nuestro bien.

Queremos terminar esta meditación mencionando el pasaje que trae Lucas, inmediatamente, antes del que hemos meditado. El tema es el mis­mo, el de la perseverancia en la oración y su eficacia. La única diferencia es que aquí usa un ejemplo distinto, el del amigo que a horas inoportunas acude con insistencia a quien puede ayudarle en una necesidad. La ense­ñanza es la misma y el comentario sería igual al que hemos hecho al tratar los ejemplos de los padres humanos.



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.






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