P. Mark Link, jesuita.
Día siete
“De su plenitud hemos recibido todos”
Juan 1,16
La novela “El Apóstol” tiene lugar en Roma en los primeros días del
cristianismo. Una de sus escenas es particularmente conmovedora. Cientos de
cristianos condenados están en un oscuro calabozo. No verán la luz hasta que
sean arrastrados al estadio, donde serán devorados por los leones. La atmósfera
es de profunda tristeza.
De improviso la reja de ingreso al coliseo se abre. Un rayo de luz perfora la oscuridad. Uno de los prisioneros va a ser sacado del calabozo para que enfrente a la muerte. Pero a diferencia de los otros, éste canta y reza. ¿Quién es este hombre? se preguntan todos. La respuesta se extiende como reguero de pólvora. El prisionero es el apóstol Pablo. La felicidad y alegría de Pablo es tan contagiosa que todos en el calabozo empiezan a alegrarse con él, cantando y alabando a Dios. En segundos, el calabozo es transformado, de un lugar de tristeza y desesperación, en otro de alegría y esperanza.
Como en la imagen del coliseo romano, el nacimiento de Jesús transformó al mundo, de un lugar de tinieblas y fatalidad, en un lugar de felicidad y fe.
¿Crees que tu vida sería igual si Jesús no hubiera entrado a nuestro mundo? Piensa en el impacto de la figura de Pablo sobre los demás prisioneros. Habla con Dios sobre la impresión que da tu vida a otras personas y cómo quisieras que fuera.
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Referencia bibliográfica: Desafío. P. Mark Link, jesuita. Ejercicios Espirituales de San Ignacio
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