P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
IX. JESÚS SUBE A JERUSALÉN PARA LA FIESTA DE LA PASCUA
DESDE LA ENTRADA TRIUNFAL DE JESÚS EN JERUSALÉN HASTA LA ÚLTIMA CENA
(Fines de Marzo - Primeros de Abril, año 30)
SERMÓN ESCATOLÓGICO
210.- EL FINAL DE LOS TIEMPOS
TEXTOS
Mateo 24,21-29
"Porque habrá
entonces una tribulación tan grande como no la hubo desde el principio del
mundo hasta el presente ni la volverá a haber. Y si aquellos días no se
hubiesen abreviado, no se salvaría nadie; pero en atención a los elegidos, se
abreviarán aquellos días.
Entonces, si alguno
os dice: "Mirad, el Cristo está aquí o allí", no lo creáis. Porque
surgirán falsos cristos y falsos profetas, que harán grandes señales y
prodigios, capaces de engañar, si fuera posible, a los mismos elegidos. ¡Mirad
que os lo he predicho! Así que si se os dice:
`Está en el
desierto', no salgáis; 'está en lo interior de las casas', no lo creáis. Porque
como el relámpago sale por el oriente y brilla hasta el occidente, así será la
venida del Hijo del hombre. Donde está el cadáver, allí se juntarán los buitres.
Inmediatamente, la
luna perderá su resplandor, las estrellas caerán del cielo, y las fuerzas de
los cielos serán sacudidas."
Marcos 13,19-25
"Porque
aquellos días habrá una tribulación tan grande como no la hubo igual desde el
principio de la creación, que hizo Dios, hasta el presente, ni la volverá a
haber. Y si el Señor no hubiese abreviado aquellos días, no se salvaría nadie,
pero en atención a los elegidos que el escogió, ha abreviado los días.
Entonces, si alguno os dice: 'Mira, el Cristo aquí', no lo creáis. Pues surgirán
falsos cristos y falsos profetas y realizarán señales y prodigios con el
propósito de engañar, si fuera posible, a los elegidos. Vosotros, pues, estad
sobre aviso; mirad que os lo he predicho todo. Más por esos días, después de aquella
tribulación, el sol se oscurecerá, la luna perderá su resplandor, las estrellas
irán cayendo del cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán
sacudidas."
Lucas 21,25-26
"Habrá
señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de la
gente, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los
hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo;
porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas."
INTRODUCCIÓN
Los primeros versículos
de los pasajes de Mateo y Marcos ofrecen una cierta ambigüedad. Para poderlos
interpretar hay que conocer algunas características de la literatura
profética, y más si se trata de profecía escatológica. El profeta puede
presentar en su visión del futuro diversos acontecimientos sin separación de
tiempos, pero que en realidad han de tener lugar en diversas épocas de la
historia. Es lo que encontramos en esta parte del discurso escatológico de
Cristo. Se nos presenta la ruina y destrucción de Jerusalén, que consideramos en
la meditación anterior, como un hecho al que ha de seguir el final de los
tiempos y la segunda venida de Cristo.
En la descripción
que nos hace el Señor de estos dos acontecimientos no aparece una línea
divisoria clara de los distintos tiempos.
Y muchos de los elementos
de que se nos habla pueden atribuirse tanto a una como otra catástrofe, tanto a
la ruina de Jerusalén como a la gran tribulación al final de los tiempos.
Ambos acontecimientos se nos presentan en una misma visión profética, que abarca,
sin embargo, una distancia de muchos siglos.
Al hablarnos
Cristo de que habrá una enorme tribulación, puede referirse tanto al tiempo de
la destrucción de Jerusalén como a los últimos tiempos de la historia de la
humanidad. Al hablarnos de que surgirán falsos cristus y falsos profetas, puede
referirse igualmente al hecho concreto que aconteció en los días que
precedieron a la invasión y conquista romana, como a los últimos tiempos en
que conocemos se multiplicarán los falsos mesías.
"Y si aquellos
días no se hubiesen abreviado, no se salvaría nadie; pero en atención a los
elegidos, se abreviarán aquellos días."
Esta sentencia del
Señor puede también tener su doble aplicación. Conocemos por los profetas (Cfr.
Is 4,3), y está confirmado por San Pablo (Cfr. Rom 11,7), que Dios quería
salvar a un "resto" de Israel de perecer en la destrucción de
Jerusalén. En atención a estos elegidos se acortarían los días de la
tribulación. Referida a la tribulación de los últimos tiempos significaría que,
en atención a los "elegidos", es decir, a los que habían de salvarse
y entrar en el Reino de Dios, esos días se acortarían.
La frase
"donde está el cadáver, allí se reunirán los buitres", se refiere a
la venida de Cristo como Juez, a su segunda venida, que consideraremos en la siguiente
meditación, donde explicaremos el sentido de esta frase.
Lo que tenemos que
considerar también es que, en el discurso escatológico de Cristo, la ruina de
Jerusalén es como un símbolo, como un anticipo de la gran tribulación final de la
humanidad. Por eso el Señor, con espontaneidad y naturalidad, pasa de un
acontecimiento a otro, pasa del símbolo a lo simbolizado, de la destrucción de
Jerusalén a la tribulación antes de su llegada.
Lo que sí es ya
propio de los últimos tiempos, y que no tiene lugar en los días de la
destrucción de Jerusalén, son las señales y catástrofes cósmicas que se nos
anuncian. Las expresiones que usa el Señor las encontramos también en los
escritos de los profetas del Antiguo Testamento.
El profeta Isaías,
al transmitirnos el oráculo de Yahvéh contra Babilonia, nos dice:
"He aquí que el Día de Yahvéh viene implacable,
el arrebato, el ardor de su ira, a convertir la tierra
en yermo y exterminar de ella a los pecadores.
Cuando las estrellas del cielo y la constelación de Orión
no alumbren ya, esté oscurecido el sol en su salida,
y no brille la luz de la luna,
pasaré revista al orbe por su malicia y a los malvados
por su culpa...
Haré temblar los cielos, y se removerá la tierra de su sitio."
Muy parecidos paisajes encontramos en Jer.
4,23-26; Am.8,9; Miq. 1,34; Joel 2,10; 3,4; 4,15.
Los profetas usan
este lenguaje simbólico, de imágenes fuertemente impactantes, cuando quieren
describirnos las grandes manifestaciones de la justicia divina.
¿Cómo hay que interpretar
las frases del Señor que nos describen verdaderos cataclismos cósmicos? La
mayoría de comentaristas no juzga que haya que interpretarlas al pie de la
letra; por tanto, no se trataría de auténticas perturbaciones cósmicas, sino
una manera de expresar, al estilo de los profetas del Antiguo Testamento, la
intervención extraordinaria del poder de Dios y de su justicia al fin del
mundo.
En el texto de San
Mateo encontramos la frase "como el relámpago sale por el oriente y brilla
hasta el occidente, así será la venida del Hijo del hombre." Veremos su
sentido en la siguiente meditación, que versará sobre la segunda venida de
Cristo.
MEDITACIÓN
Todos estos
pasajes encierran una enseñanza muy importante para todos los cristianos y para
todos los hombres.
Conocemos que Dios
es infinitamente misericordioso e infinitamente paciente con los pecadores,
y Cristo mismo se presenta como la misma encarnación de la misericordia
divina; Cristo es la manifestación clara de la infinita misericordia de su Padre.
Pero la revelación
de la misericordia infinita de Dios no debe hacernos olvidar que Dios es
también infinito en su justicia, que su misericordia y paciencia tienen el límite
de la existencia humana, de la existencia del mundo. Esa justicia de Dios se hará
manifiesta y pública al final de los tiempos. Cada hombre que muera en pecado
grave, sin el don de la gracia sobrenatural, después de su muerte se
enfrentará a la justicia de Dios; y todo el género humano, de una manera
pública, al final de los tiempos, tendrá que presentarse ante el juicio de
Dios. Y desgraciados aquellos que merezcan un juicio condenatorio.
"Es necesario
que todos seamos puestos al descubierto ante el tribunal de Cristo, para que
cada cual reciba conforme a lo que hizo durante su vida mortal, el bien o el mal."
(2 Cor5, 19)
Todo lo que Cristo
nos dice en estos pasajes que estamos meditando, y las imágenes cósmicas que
usa, son una manera gráfica de hacernos comprender la transcendencia del poder
y de la justicia de Dios.
Tan esencial es la
enseñanza de Cristo sobre la misericordia de Dios como su enseñanza sobre la
posibilidad de caer en sus manos justicieras. Cristo quiere inculcar en el
cristiano el santo temor de Dios, tantas veces alabado en la literatura
sapiencia] del Antiguo Testamento:
"Gloria es y orgullo el temor del Señor,
contento y corona de júbilo.
El temor del Señor recrea el corazón,
da contento y regocijo y largos días.
Para el que teme al Señor todo irá bien al fin,
en el día de su muerte se le bendecirá.
Principio de la Sabiduría es temer al Señor." (Eccli. 1,11-14)
No se trata de un
temor servil, sino de un temor filial. Somos hijos que podemos defraudar a
nuestro Padre, hijos que pueden despreciar el don de la salvación que nos ha
ofrecido en su Hijo, crucificado y muerto por nosotros. Somos hijos que por
nuestros pecados podemos condenarnos para siempre.
El amor es el que
debe inspirar toda la conducta del hombre. Pero el hombre sabe de su debilidad,
de su miseria, de su ingratitud para con Dios; conoce las pasiones que le llevan
al pecado, que ofuscan su corazón y pueden hacer que se enfríe su caridad, y
hacer que entre en el camino del mal. Cuanto más sincera es la humildad que
uno tiene y el conocimiento de sí mismo, tanto más, se es consciente de que la
atracción del pecado puede triunfar en uno. Por eso es totalmente necesario que
uno tenga también una clara conciencia de la posibilidad de su condenación,
del castigo eterno.
Un santo tan
grande como San Ignacio de Loyola, que vivía continuamente inflamado en el amor
de Dios, no duda en pedir la gracia de sentir siempre un santo temor de Dios.
El Santo pedía y quería que todos pidiesen "interno sentimiento de la
pena que padecen los dañados, para que si del amor del Señor eterno me olvidare
por mis faltas, a lo menos el temor de las penas me ayude para no venir en
pecado." (Ejercicios Espirituales, n. 65,2)
...
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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