P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
X. MEDITACIÓNES SOBRE LA ÚLTIMA CENA
215. CONSPIRACIÓN
DEFINITIVA CONTRA JESÚS
TEXTOS
Mateo 26, 1-3
Cuando Jesús
terminó todos estos discursos, dijo a sus discípulos: "Ya sabéis que
dentro de dos días es la Pascua; y el Hijo del hombre va a ser entregado para
ser crucificado."
Entonces los sumos
sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en el palacio del Sumo
Sacerdote, llamado Caifás; y resolvieron apoderarse de Jesús con engaño y
darle muerte. Decían sin embargo: "Durante la fiesta no, para que no haya
alboroto en el pueblo."
Marcos 14, 1-2
Faltaban dos días
para la Pascua y los Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas andaban buscando
cómo podrían apoderarse de él con engaño y darle muerte. Pues decían:
"Durante la fiesta no, no sea que haya alboroto en el pueblo."
Lucas 22, 1-2
Se acercaba la
fiesta de los Ázimos, llamada Pascua. Los sumos sacerdotes y los escribas
andaban buscando cómo hacerle desaparecer, pues temían al pueblo.
INTRODUCCIÓN
El Señor, desde el
Domingo de Ramos hasta el miércoles, había estado en el Templo de Jerusalén
predicando, y había tenido controversias muy duras con los escribas y fariseos,
en las que desenmascaró sus pecados e hipocresías.
La resurrección de
Lázaro, realizada pocos días antes; el crecimiento de su popularidad entre la
gente sencilla del pueblo judío; las acusaciones formuladas contra los jefes
judíos; todas éstas fueron las causas que exacerbaron la envidia y el odio por
parte de los jefes judíos contra Jesús, y motivaron una asamblea extraordinaria
del sanedrín, el Concejo Supremo de los judíos. Formaban parte del sanedrín
los pertenecientes a las familias de los sumos sacerdotes, los maestros de la
ley o escribas, los fariseos, y los ancianos y notables del pueblo judío. Pero
para evitar dar publicidad a la asamblea, no se reunieron en el gran salón
oficial del sanedrín, que estaba en un edificio muy cercano al Templo, y donde
estaban todas las dependencias pertinentes. Prefirieron reunirse en una sala
privada del palacio del Sumo Sacerdote Caifás.
En esta asamblea
no parece que hubiese una sincera deliberación sobre la condena a muerte del
Señor; la decisión ya estaba tomada desde el principio. Lo que se discutió fue
la manera cómo llevar a cabo el prendimiento de Jesús y su muerte, pues tenían
miedo al pueblo, que le seguía. No se nos dice en concreto qué decisión tomaron
sobre este asunto. Lo que se nos indica es que no debían hacerlo en medio del
tumulto de la fiesta; sería peligroso, pues habría una fuerte oposición por
parte del pueblo. Tenía que hacerse a escondidas del pueblo; el Señor debía
ser tomado preso cuando no hubiese gente, debía ser juzgado en secreto. La
traición de Judas, que se nos narra a continuación, será la que determine el
modo de tomar preso al Señor.
MEDITACIÓN
1. Pecado de los Judíos contra el Espíritu Santo.
El Señor en una
oportunidad, en controversia con los escribas y fariseos, había dicho:
"Yo os aseguro
que se perdonará todo a los hijos de los hombres, los pecados y blasfemias,
por muchas que éstas sean. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no
tendrá perdón nunca, antes bien será reo de pecado eterno." (Mc 3, 28-29)
Es precisamente en
el momento en que Cristo está obrando muchas curaciones y echando demonios de
los posesos, cuando los escribas y fariseos atacan al Señor y le increpan
diciéndole que echa los demonios con el poder del mismo diablo. Es decir, que
ante la evidencia de un poder sobrenatural de Jesús, que les debía llevar a la
fe, cierran sus ojos, y obstinados por su envidia y odio a Jesús, atribuyen
esos hechos a un poder satánico.
No es que haya
algún pecado que no se pueda perdonar; pero para arrepentirse de los pecados
hay que tener fe, y sin fe es imposible el arrepentimiento cristiano y
consiguientemente se hace imposible el perdón. Y es al Espíritu Santo a quien
se atribuyen las mociones en el interior del alma para llegar a la verdadera fe
en Cristo: La misma vida de Cristo, sus enseñanzas, sus milagros, debieron ser
la evidencia que los motivara a aceptarle como el verdadero Mesías; sin
embargo el efecto que produjeron en los jefes judíos fue todo lo contrario: La
repulsa y el odio total al Señor, al que sólo buscaban para tener la oportunidad
de matarle. Cerraron su corazón con una obstinación increíble a la gracia de
Dios, al llamado que les hacía, por medio de su Hijo, a la conversión y a la
aceptación de su Reino. Cometieron el pecado contra el Espíritu Santo. Sus pasiones
y pecados, tal como nos los describe el Señor en otros pasajes del Evangelio (Cfr.
Mt cap.24), fueron la causa de esa obstinación que les llevó a cometer el
crimen más horrendo de la humanidad. El Señor nos hablará de su tremenda
responsabilidad (Cfr. Jn 5,31-47; Jn 9,40-41), y llegará a decirles:
"Moriréis en vuestros pecados." (Jn 8,21).
Profunda reflexión
debe suscitar este pasaje en nosotros. Todos podemos caer en el pecado contra
el Espíritu Santo. Nuestras pasiones incontroladas, sea la pasión de la codicia,
de los placeres, de la envidia, el odio, o la ira, pueden cerrar nuestro
corazón a toda gracia de Dios, a toda moción del Espíritu Santo que nos mueva
al arrepentimiento. San Pablo nos dirá: "El hombre carnal no capta las
cosas del Espíritu de Dios; son necedad para él" (1 Cor 2,14). Y este
hombre "carnal" no es otro que el que está en esclavitud de sus
pasiones terrenas.
Llevar a cabo un
examen profundo de nuestras pasiones y considerar hasta qué punto nos dominan,
es el comienzo para poder llevar a cabo una conversión sincera que nos libere
de esas pasiones, que nos haga tener pleno control de ellas. Liberándonos de la
esclavitud de las pasiones podemos llegar, con la gracia de Dios, que no nos ha
de faltar, a un pleno arrepentimiento de nuestros pecados y a obtener siempre
el perdón de Dios. Pidamos constantemente al Señor la gracia de no cenar
nuestros corazones a sus gracias, a sus beneficios, a su amor, y que cada día
haga crecer más en nosotros la fe en él y la actitud de sincero arrepentimiento
de nuestros pecados. Perder la capacidad de arrepentirse es la mayor desgracia
que puede sobrevenir a un hombre.
2. Actitud de Jesús.
"Ya sabéis
que dentro de dos días es la Pascua; y el Hijo del hombre va a ser entregado
para ser crucificado."
El Señor dirige estas
palabras a sus apóstoles el miércoles santo, o quizá el mismo jueves por la
mañana. Quedan dos días para la gran fiesta de la Pascua, llamada también de
los Ázimos, porque en ella se comía el pan sin levadura. El pan sin levadura es
un pan que no alimenta; simbolizaba la miseria y el hambre que habían tenido
que sufrir los judíos durante su esclavitud en Egipto.
En esta sentencia
el Señor muestra su ciencia divina que le hace ser clarividente de su inminente
muerte en cruz. Llega la Pascua; para el Señor será la última; en esta
consumará su obra redentora y hará realidad todo lo que la Pascua simbolizaba.
En ella se sacrificaba el cordero Pascual, símbolo de toda la misión redentora
del Mesías. San Juan Bautista había anunciado proféticamente al Mesías como
"El Cordero de Dios que quita el pecado del mundo." (Jn 1,29).
Jesucristo es ese cordero de Dios, puro e inmaculado, que, sacrificado en la
cruz, borrará todos los pecados del humilde y traerá todos los frutos de la
redención.
Jesucristo es plenamente
consciente de su misión redentora, plenamente consciente de que esa misión le
lleva a la muerte, ignominiosa y llena de tormentos, en la cruz. Y Jesucristo,
con una serenidad verdaderamente divina, se enfrenta a esa muerte con una decisión
plenamente libre. Podía huir; podía incluso, con su poder, destruir a sus
adversarios; pero su amor filial al Padre y su amor redentor a los hombres le
mantiene firme en su decisión, y así nos podrá decir: "Nadie me quita la
vida; yo la doy, voluntariamente." (Jn 10,18)
Admirable Cristo
en su actitud de absoluta firmeza ante la inminencia de su muerte en cruz.
Firmeza que sólo puede explicarse por la infinitud de amor que había en su
sacratísimo corazón hacia su Padre y hacia los hombres. El sabía que la voluntad
de su Padre era que entregase a los hombres todo su amor y su misma vida para
redimirlos del pecado y hacerlos hijos de Dios. Cristo no tiene otra obsesión
en su vida que la de cumplir esa voluntad santísima de su Padre: "Mi
alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra.
"(Jn 4,34)
Desde el comienzo
de las meditaciones sobre la Pasión de Cristo hemos de fomentar en nosotros una
inmensa gratitud y un inmenso amor al Señor. Gracias a esa Pasión y Muerte de Cristo
puedo ser perdonado de mis pecados, transformarme en verdadero hijo de Dios, y
heredar la vida eterna. Y cuánto le ha costado a Cristo brindarme todos estos
beneficios.
Y esa actitud de
gratitud y amor hacia el Señor debe traducirse en una actitud de fiel cumplimiento
a todas sus enseñanzas, a estar dispuestos a cualquier sacrificio antes que
ofender al Señor. La Pasión y Muerte de Cristo es lo que más debe motivarnos al
amor al Señor y a odiar todo pecado.
...
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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