P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
IX. JESÚS SUBE A JERUSALÉN PARA LA FIESTA DE LA PASCUA
DESDE LA ENTRADA TRIUNFAL DE JESÚS EN JERUSALÉN HASTA LA ÚLTIMA CENA
(Fines de Marzo - Primeros de Abril, año 30)
SERMÓN ESCATOLÓGICO - INTRODUCCIÓN
214.- EL JUICIO FINAL
TEXTOS
Mateo 25, 31-46
"Cuando el
Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, se sentará
en su trono de gloria. Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él
separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los
cabritos. Pondrá las ovejas a la derecha, y los cabritos a su izquierda.
Entonces dirá el Rey a los de su derecha: 'Venid, benditos de mi Padre, recibid
la herencia del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque
tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era
forastero y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis: enfermo, y me
visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme.' Entonces los justos le responderán:
'Señor, ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te visitamos?
¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?' Y el Rey les dirá:
'En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos pequeños,
a mí me lo hicisteis.'
Entonces dirá
también a los de su izquierda: 'Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno
preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de
comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero y no me acogisteis; estaba
desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis.'
Entonces dirán también éstos: 'Señor, ¿Cuándo te vimos hambriento o sediento o
forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?' Y él entonces
les responderá: 'En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de
estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo.'
E irán éstos a un
castigo eterno, y los justos a una vida eterna."
INTRODUCCIÓN
Mateo coloca al final de todas las enseñanzas
de Jesús, antes del comienzo de su pasión, esta visión escatológica del juicio
final. Es una escena llena de dramatismo y solemnidad: Todos los pueblos, todos
los hombres serán llamados al supremo juicio al final de los tiempos.
Mateo pone esta enseñanza de Cristo después de
las parábolas de las vírgenes sensatas y las vírgenes necias y de la parábola
de los talentos, todas ellas centradas en la vigilancia y en el hacer obras
que nos conduzcan a la vida eterna; de aquí que con frecuencia se habla
también de la parábola del juicio final. Sin embargo no se puede considerar
este pasaje como una parábola. Hay algunos elementos parabólicos como el del
pastor que separa las ovejas de los machos cabríos, pero estos elementos no
constituyen sino una ornamentación secundaria y marginal en la descripción de
toda la escena. La enseñanza que nos da Cristo es una enseñanza directa y muy
clara sobre el hecho realísimo de la venida del Hijo del hombre como juez de
vivos y muertos, a juzgar a toda la humanidad al final de la historia.
Y toda la enseñanza
de Cristo, al mismo tiempo que es una autorrevelación de su persona como
supremo y único juez de todos los hombres, se centra principalmente en la
importancia transcendental y definitiva que tiene la auténtica caridad fraterna,
de ayuda eficaz a los hermanos más necesitados, para obtener un juicio
favorable. No olvidemos que al día siguiente, Jueves Santo, al instituir la
eucaristía, el Señor nos dejará como testamento suyo el mandamiento del amor fraterno:
"Amaos unos a
otros como yo os he amado." (Jn 13,34)
Los primeros
versículos del pasaje no son sino una introducción sensible que impacta a los
oyentes y lectores, para que pongan toda su atención en lo que constituye lo
fundamental de la enseñanza de Cristo: el veredicto que ha de impartir el Hijo
del hombre, veredicto de salvación o condenación, y veredicto inapelable y
definitivo.
MEDITACIÓN
1) La llegada del Hijo del hombre
El Hijo del
hombre, Jesucristo, aparece con toda la gloria y poder de su divinidad.
"El trono de gloria", sobre el que se sentará, es el símbolo de su
poder divino. Se muestra escoltado por todos los ángeles para llevar a cabo el
juicio universal a todos los hombres.
El es el Rey y
Supremo Juez de vivos y muertos. Se hace realidad lo que anteriormente había anunciado:
"El Padre no juzga a nadie, sino que todo el juicio lo ha entregado al
Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre."(Jn 5,22)
Y la primera
acción que realiza el Hijo del hombre es convocar a todos los hombres de todos
los pueblos y de todos los tiempos.
El Hijo del hombre
ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada
uno según su conducta." (Mt 16,27) "Llega la hora en que todos los
que estén en los sepulcros oirán su voz, y los que hayan hecho el bien resucitarán
para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación."(Jn 5,29)
Al acudir todos
los hombres a la convocatoria del Hijo del hombre, quedarán divididos en dos
grandes grupos claramente definidos: los justos y los pecadores. El Señor usa
la comparación del pastor que separa las ovejas de los machos cabríos. Alude el
Señor a una escena corriente en la vida de Palestina. Los pastores solían
llevar en sus rebaños ovejas blancas y cabras de color oscuro; no dejaban que
se mezclaran e iban en grupos o filas diferentes. Las ovejas blancas
representan a los justos; las cabras o chivos representan a los pecadores.
Recordemos que los chivos solían ser considerados como animales inmundos que
simbolizaban el pecado de los hombres. (Cfr. Lev 16,10)
Toda esta primera
parte del pasaje merece una profunda reflexión por parte de todo cristiano. Se
nos describe una escena en la cual todos seremos un día actores. Todos seremos
convocados por el llamado del Hijo del hombre, para rendir cuenta de todos nuestros
actos. Al mismo tiempo que debemos profundizar en nuestra fe en Cristo como
Juez de vivos y muertes (Juez mío, cuyo juicio sobre toda mi vida será
inapelable) debemos incrementar nuestra amistad e intimidad con este Juez
Divino, que no puede ser otro que el mismo Cristo que murió por nuestros
pecados; y esa amistad e intimidad debe manifestarse en un seguimiento cada vez
más sincero de todas sus enseñanzas, que se resumen en el amor a Dios y el amor
al prójimo. De cómo correspondamos a las gracias de Cristo dependerá el que
aquel Día nos encontremos a su derecha o a su izquierda. No es una enseñanza de
Cristo que debe producirnos un temor angustioso ante la realidad de este juicio;
es una enseñanza que debe estimular más y más nuestro amor al Señor y nuestra decisión
de seguirle fielmente y de cumplir en todo su santa voluntad.
2) Solidaridad de Cristo con todos los hombres,
con los "pequeños"
Por "pequeños" hay que entender,
como lo explica el mismo Señor, todos aquellos que tienen necesidad de una ayuda
fraterna, para salir de su miseria y de las circunstancias adversas en las que
se encuentran. El Señor pone los ejemplos concretos de los que tienen hambre,
sed, están desnudos, padecen enfermedad, están exiliados de su patria, están presos
en las cárceles. Ejemplos que deben ampliarse a todos los casos donde se
refleje la situación miserable de un ser humano.
Y Jesucristo hace
precisión absoluta de las condiciones subjetivas de esas personas que sufren la
miseria. La ayuda se ha de prestar a cualquier hombre, cristiano o no
cristiano, amigo o enemigo, moralmente bueno y justo o lleno de pecados y de
vicios. Es suficiente que su existencia se desarrolle en medio de la miseria,
para que haya estricta obligación de prestarle una ayuda eficaz y desinteresada.
Y la razón última
de esta obligación radica en la solidaridad e identificación que Cristo siente
con todo hombre que vive en este mundo. Jesucristo se solidariza con todo
sufrimiento y miseria humana. ¿Como podría explicarse esta solidaridad de Cristo?
Cristo al encarnarse y hacerse hombre, asume en cierta manera a toda la
humanidad, y asume al mismo tiempo todas las miserias humanas de todos y cada
uno de los hombres. Desde la Encarnación, el hombre ya no puede ser considerado
separado de Cristo. El hombre dice relación transcendental a Cristo que, con su
infinito poder e infinito amor, lo ha asumido en su persona y por él muere en
la cruz. Desde entonces, cualquier hombre posee un valor y una dignidad
sobre-humana al participar de la misma dignidad de Cristo. Cristo se halla
presente en cualquier hombre y por eso cualquier ayuda eficaz que brote de un
corazón lleno de caridad fraterna tiene el valor inmenso de mérito de gloria,
porque es al mismo Cristo a quien ha consagrado ese gesto de amor. "Lo que
hagáis con cualquiera de estos hermanos míos pequeños, conmigo lo hacéis."
¡Qué sublime es la
dignidad del hombre! La profundización en esta enseñanza de Cristo debería
transformar el corazón de todos los cristianos en cuanto a sus relaciones con
todos los hombres. El cristiano debe tener ojos sobrenaturales, ojos de fe,
para, superando cualquier apariencia humana, poder ver en cualquier ser humano
una imagen de Cristo; un hermano de Cristo, por quien él ha muerto en la cruz;
otro Cristo, pues vive ahora en sus hermanos, en sus sufrimientos y sus miserias.
Esta visión sobrenatural del hombre motivaría una actitud de aprecio y respeto
al hombre y también una conducta de eficaz misericordia para todos los que
puedan necesitar nuestra ayuda fraternal. La mejor manera de mostrar nuestro
amor al Señor es amando al prójimo con un amor verdadero y de obras. Y este
amor al prójimo el Señor lo pone como el distintivo de todos sus discípulos:
"En esto conocerán todos que sois mis discípulos: Si os tenéis amor los unos
a los otros." (Jn 13,35)
Y queremos
concluir esta parte de la enseñanza de Cristo recomendando un sincero examen de
conciencia sobre el desprendimiento que tenemos de los bienes materiales y la
generosidad con que practicamos las obras de misericordia. ¿Cuál es, en realidad,
la solidaridad que sentimos con los pobres y necesitados? No olvidemos que es
siempre solidaridad con el mismo Cristo.
3) El veredicto
El hijo del hombre
será totalmente favorable para aquellos que hayan vivido practicando las obras
de misericordia con un corazón generoso, aunque no cayesen en la cuenta de que
Cristo las recibía como hechas a sí mismo. Y el Señor se refiere a
"obras", no a meros sentimientos o a palabras de compasión. La
exigencia de Cristo es verdadera "obras" de caridad hechas a favor
del prójimo. El premio será la salvación, recibir en herencia el Reino de Dios
preparado para ellos desde la creación del mundo, conseguir la vida eterna.
El castigo para
los que no han practicado las obras de caridad es terrible, es la misma
condenación eterna expresada en términos de alejamiento definitivo de Dios y de
expulsión a los tormentos del infierno. Omitir las obras de caridad es pecado
gravísimo, comparable con cualquier pecado que merezca el infierno. Recordemos
la famosa parábola de Cristo sobre el rico y el pobre Lázaro en la que, después
de la muerte de ambos, el rico aparece condenado en el infierno en medio de
tormentos y el pobre Lázaro es llevado al seno de Abraham, adonde iban los
justos. El único pecado del que se hace mención en la parábola, por el que el
rico se condena, es la dureza de su corazón y su falta absoluta de caridad
para con aquel mendigo que yacía a la puerta de su casa; terrible pecado de omisión
por el que mereció la condenación eterna.
Hay que explicar
un hecho que puede parecer extraño al considerar el juicio absoluto o
condenatorio de Cristo. Solamente se mencionan las obras de caridad como único
motivo determinante de ese juicio.
Sin embargo,
conocemos por otros muchos pasajes del evangelio, que el Señor ha enseñado
diversas doctrinas cuyo cumplimiento son también condiciones necesarias para la
salvación. Exige la verdadera conversión y la total aceptación de su evangelio,
la fe en su persona y la adhesión a sus enseñanzas, el amor a Dios, el cumplimiento
de los mandamientos, la humildad, la sinceridad, la pureza de corazón, el
desprendimiento de los bienes terrenos, el aceptar la cruz de cada día, el
abandono en la Providencia de Dios, y hasta la misma actitud de estar dispuestos
a dar la vida por él y su evangelio.
Por lo tanto hay
que considerar en el conjunto de todo el Evangelio la enseñanza que Cristo nos
da al hablarnos del Juicio Final. No hay que entender sus palabras de una
manera exclusiva, como si las obras de caridad fueran la única condición para
la salvación. Con todo, el hecho de que aquí el Señor haga sólo referencia a
las obras de caridad nos está indicando la extraordinaria importancia que el
Señor da a este precepto del amor al prójimo, manifestado en ayuda eficaz, misericordiosa,
a los necesitados; y del cual fácilmente podrían olvidarse los hombres.
Pero lo que sí
podemos deducir de las palabras de Cristo es que aquellos paganos que, sin
culpa suya, no han llegado al conocimiento del evangelio pero han llevado una
vida honesta y han ejercido muchas obras de caridad por caminos solamente
conocidos por el Señor, serán conducidos a la salvación eterna. Esta doctrina
es la que nos enseña también el Concilio Vaticano II. (Cfr. Lumen Gentium, n. 16;
Decreto "Ad gentes", n. 7)
Que esta última
enseñanza de Cristo, sobre el Juicio Universal al final de los tiempos, antes
de entrar en el camino de su Pasión, se grabe en nuestros corazones y nos
estimule a llevar una vida totalmente consagrada al amor al Señor y al prójimo.
...
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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