La Misa: 2° Parte - La Cena Pascual Judía

P. Rodrigo Sánchez Arjona Halcón, S.J.


1.2. La vivencia religiosa provocada por el rito

Nos interesa sobre manera conocer la vivencia religiosa de los piadosos judíos en la cena pascual, pues esa vivencia religiosa nos permite vislumbrar los sentimientos de Jesús en su última cena, de donde ha brotado la eucaristía cristiana, la misa católica.

En la cena pascual los judíos piadosos sentían una serie de sentimientos religiosos en torno a un central, es decir, al sentimiento de bendición o de alabanza.

El sentimiento de alabanza, aunque fronterizo al de acción de gracias, tiene matices propios que nos conviene recordar ahora: en la alabanza el hombre se olvida de sí mismo, para fijar su mirada sólo en el ser alabado, mientras que en la acción de gracias el hombre se mira así mismo como sujeto que ha recibido un beneficio; por esta razón la alabanza brota espontánea y a acción de gracias por el contrario nace de una obligación reflexivamente aceptada. Además, la alabanza supone capacidad de admirarse, de maravillarse, de salir de sí por el éxtasis, mientras que la acción de gracias sólo necesita un corazón agradecido. Finalmente, el sentimiento de alanzan espontáneamente busca un auditor, un público, a quien contar lo admirado; por el contrario, el sentimiento de acción de gracias busca de preferencia la intimidad del bienhechor para expresar la gratitud.

En los tiempos de Jesús la espiritualidad de las bendiciones o de alabanza era el corazón de la espiritualidad judía. En todos los acontecimientos, en todas sus actividades el judío piadoso contemplaba y bendecía la presencia protectora de Yavé. Las bendiciones continuas del judío, a vistas de los sucesos cotidianos, de las personas y de sus cualidades, de las mieses y del ganado, de la mar embravecida o serena… hacían de todas las cosas creadas una morada de Yavé.

Por estas bendiciones continuas el judío piadoso sacralizaba el cosmos, la historia de los pueblos y de las personas y veía la presencia de Yavé en todas partes; por ellas subía hasta Dios partiendo de lo creado para alabarle como fuente del ser, de la vida, del éxito…

Esta espiritualidad de la alabanza llegaba a su cumbre en la gran alabanza de la cena judía. En ella el presidente vivía con la máxima intensidad el dicho del salmo:

“Proclamaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la asamblea te alabaré” (21,23)

Alabanza y proclamación eran las dos caras de una misma situación psicológica. Alabar era contar, narrar, referir y recordar para arrastrar a otros en el mismo sentimiento de alabanza que embargaba al que presidía la cena ritual. Así pues, en el ritual de la Pascua la bendición o alabanza es como una línea central, como una flecha que llega hasta la cena de Jesús y en ella encuentra su culminación. Paralelos a esta línea central hallamos otros sentimientos religiosos en la piedad judía de la cena pascual.

Como hemos dicho, la bendición judía narraba y recordaba para alabar, era alabanza y recuerdo a la vez. El memorial litúrgico judío, al recordar, resucita ante la comunidad un hecho histórico salvador pasado a través de los símbolos rituales. Por medio del rito religioso los fieles se enrolan en la acción salvadora de Yavé y captan como ya presente una salvación futura y definitiva. De esta manera el pasado, el presente y el futuro se dan cita en el memorial litúrgico.

En la Cena Pascual de los tiempos de Jesús los judíos hacían una confesión de fe de todas las maravillas obradas por Yavé a favor de su pueblo (Deut. 26,1-11); pero esta confesión de la fe la hacían para contar y proclamar la historia de la salvación, a fin de que los hombres crean en Yavé, se fíen de Él, reconozcan su salvación. Pero el creer no era para ellos solamente aceptar con la mente la realidad de unos hechos históricos pasados; creer era ante todo una adhesión personal y comunitaria a Yavé, el cual se hacía presente en la cena ritual para salvar, para iluminar, para consolar y para dar esperanzas, pues Yavé era visto ante todo como el Fiel.

Porque la bendición y el memorial proclamaban la historia de la salvación cuyo fundamento era la alianza. Alianza que evocaba ante todo la fidelidad inquebrantable de Yavé a sus promesas y animaba a los judíos al arrepentimiento de las fallas en el cumplimiento de la alianza firmada con Yavé.

Era, pues, la Cena Pascual un rito de renovación anual de la alianza entre el pueblo y Yavé que exigía año tras año a su pueblo la fidelidad, la conversión, la rectificación de sus caminos errados (Os. 2) Por esta razón el sacrificio del cordero pascual era a la vez un sacrificio de comunión y de expiación.

El sacrificio de comunión tenía como elementos esenciales la inmolación del animal, el rito de la sangre y la comida con la carne inmolada. Esta comida era llamada banquete sagrado, porque con él se significaba la amistad del pueblo elegido con Yavé. De ahí que en este banquete de comunión la comunidad pasara al primer plano y se sintiera a Yavé en medio de su pueblo haciendo alianza y ofreciéndole paz, seguridad y esperanza. De ahí también que el sacrificio de comunión de la Pascua fuera gozoso y se celebrase con músicas y cantos en honor de Yavé y de esta manera el sacrificio de la alianza entroncara con la bendición y con el memorial.

Junto con el matiz de comunión y de alianza, el sacrificio pascual en los tiempos de Jesús presentaba también el aspecto de expiación por los pecados del pueblo mediante la sangre derramada de los corderos.

Es importante recordar tres elementos rituales de la cena judía destinados a ser el lazo de unión más importante con la eucaristía cristiana. Ellos son el cordero, el pan y el vino.

Los evangelistas no hablan del cordero en la cena, porque según ellos el verdadero cordero, el figurado por los corderos de la pascua judía, era el Señor Jesús (1 Cor 5,7) Así, pues, la carne inmolada del Cordero de Dios se entregó a los discípulos bajo la apariencia del pan ázimo y la sangre de la nueva alianza derramada por los pecados se les dio bajo el aspecto del vino tinto de aquellas memorable cena (Mt 26,26-28)

De esta manera el pan y el vino que en la Cena Pascual significaban la miseria del pueblo durante la esclavitud y la alegría de la liberación en la tierra prometida, vinieron a significar en la Cena Cristiana la pascua del Señor y de los cristianos, su paso de la muerte a la vida, su marcha de la esclavitud a la liberación, de las tinieblas a la luz.




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Referencia bibliográfica: P. Rodrigo Sánchez Arjona Halcón, S.J. "La Misa en la religión del pueblo", Lima, 1983.
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