1. MISTERIO DE CRISTO Y AÑO LITÚRGICO
(...Continuación)
El valor
redentor de la vida de Jesús radica en el hecho de que el hombre que la vivió
era el mismo Hijo de Dios. No fue un judío de aquella época, quien nació pobre
y murió en la cruz, sino el Hijo de Dios, que tomó forma humana para unir
consigo a todos los hombres y dar así
culto digno a Dios quitando y borrando del corazón humano el pecado, que
ofrece al mismo Dios.
Entre los
ciclos de Navidad y de Pascua hallamos el Tiempo Ordinario, parte del Año
Litúrgico, que nos recuerda el trabajo
silencioso de la gracia salvadora en los corazones de los hombres, pues
la Historia de la Salvación llega hasta los tiempos presentes, ya que el
Espíritu Santo, brotado del Costado de Cristo en forma de agua, y derramado en
los pechos de los fieles con el agua del Bautismo, hace germinar y florecer en
ellos la fe, la esperanza y la caridad cristianas.
Precisamente
las fiestas de la Virgen María y los Santos, introducidas por la iglesia en el
Año Litúrgico, nos vienen a recordar el poder salvador de la gracia redentora de
Cristo, que hace posible el prodigio de la santidad heroica en medio de un
mundo dominado por valores totalmente opuestos a los caminos señalados por Dios
a los hombres desde el alba de la humanidad.
De ahí que
el Año Litúrgico, al comenzar con el primer domingo de Adviento y al terminar
con la fiesta de Cristo Rey y la semana que le sigue, nos recuerde el mundo
eterno de Dios, hacia donde los cristianos se dirigen como peregrinos. Así los
fieles podrán conformarse con el supremo misterio de Cristo expresado por él,
cuando dijo: “Salí del Padre y he venido al mundo; ahora dejo el mundo y me voy
al Padre” (Jn. 16,28)
Al Año
Litúrgico de la Iglesia, que tanto ayuda a los fieles para configurarse con
Cristo pasando de este mundo al Padre, se va plasmando día tras día en las
celebraciones litúrgicas de la Eucaristía y de las Horas. Por ello pienso que
no pocos lectores me agradecerán si recuerdo ahora la estructura fundamental de
ambas celebraciones antes de comenzar a explicar con detalle las diversas etapas
del Año Litúrgico.
1. La
Misa nos es a todos
más familiar, y como sabemos, consta de las partes siguientes:
·
Los ritos iniciales están compuestos del canto o
“antífona” de entrada, del saludo del celebrante al altar y al pueblo, del acto
penitencial, del Señor ten piedad, del gloria y de “la oración colecta” con la
que se expresa el sentido religioso de la celebración del día.
·
La liturgia de la Palabra tiene como parte principal las
lecturas de la Sagrada Escritura con los cantos intercalados del salmo o del
aleluya y como partes integrantes la homilía, la profesión de fe y la oración
de los fieles. Cada día del año tiene sus lecturas y cantos señalados.
·
La liturgia de la Eucaristía comienza con la preparación de los
dones y culmina con la “oración sobre las ofrendas”. Preparados los dones, el
celebrante invita a los presentes a elevar sus corazones a Dios y a darle
gracias, después canta o recita la Plegaria Eucarística, oración de alabanza y
de consagración. Ella comienza por “el Prefacio” que es un himno de acción de
gracias a Dios por los diversos aspectos de la obra redentora de Cristo y
cambia según los variantes del día, de la fiesta o del tiempo litúrgico; en
ella, mediante la repetición de las palabras y gestos de Jesús, se realiza el
sacrificio instituido por Cristo en la última Cena.
El rito de la comunión
se abre con la recitación del Padre Nuestro y continúa con el saludo de paz.
Mientras el sacerdote y los fieles reciben el sacramento tiene lugar el canto
de la comunión. Si no hay canto, se recitará la “antífona” de la comunión
propuesta por el Misal. En la “oración después de la comunión” el sacerdote
ruega inspirado por la celebración del día para que los fieles obtengan los
frutos del misterio celebrado.
·
El rito de conclusión consta del saludo, de la bendición
sacerdotal y de la despedida con la que se disuelve la asamblea litúrgica.
2. La
Liturgia de las Horas u Oficio Divino
fue creado por la Iglesia para que las alabanzas y súplicas a Dios broten del
pueblo cristiano a lo largo del día. Las Horas Litúrgicas tienen una estructura
comunitaria, aunque pueden ser recitadas en privado y están perfectamente
programadas para cada día del Año Litúrgico.
Hoy
están obligados a recitar diariamente el Oficio Divino todos los que han
recibido las órdenes sagradas y una serie de religiosos y religiosas. A los
laicos está recomendado, cuando se reúnen en asambleas de oración y de apostolado,
el recitar parte de la liturgia de las Horas, de modo especial las Vísperas.
El
número de las Horas cada día es de siete, las dos principales son los laudes
como oración matutina y Vísperas como oración vespertina. El Oficio de lecturas
se orienta a ofrecer a los fieles abundante meditación tomada de la Biblia y de
los mejores autores espirituales. Las Horas de Tercia, Sexta y Nona se
mantienen para los que recitan el oficio en común. A los que lo rezan en
privado se les permite elegir de las tres una, llamada Hora Intermedia. Las
Completas son la última oración del día, que se hace antes del descanso
nocturno.
Los
elementos del Oficio Divino son los
siguientes:
Los
salmos y otros himnos bíblicos son cantos insignes compuestos bajo la
inspiración del Espíritu Santo y forman la base de la Liturgia de las Horas.
Todos
los días se recitan los cánticos evangélicos del Benedictus en Laudes y del Magnificat
en Vísperas.
Las
Antífonas son como sentencias breves colocadas antes y después de cada salmo,
himno o cántico bíblico y ayudan a descubrir el mensaje religioso de ellos y el
sentido espiritual de la celebración litúrgica del día.
Las
lecturas de la Sagrada Escritura pueden ser breves o largas según las diversas
Horas; las lecturas de Santos Padres o Escritores Espirituales y las
hagiógrafas son propias del Oficio de lecturas y suele explicar el sentido
teológico – litúrgico del día o el mensaje del santo celebrado.
Los
Responsorios son frases breves que se dicen y se repiten después de las
lecturas, para subrayar su enseñanza principal.
Los
himnos y otros cantos no bíblicos constituyen el principal elemento poético
creado por la Iglesia, para manifestar el carácter propio de cada Hora o de
cada una de las fiestas litúrgicas.
Las
preces son las oraciones de súplica del Oficio Divino elaboradas por la
Iglesia; en Laudes se hacen invocaciones para encomendar a Dios el nuevo día y
en Vísperas se hacen en forma de intercesiones. A continuación de estas preces
se reza el Padre Nuestro.
Todas
las Horas Litúrgicas terminan con la oración conclusiva y en completas, después
de esta oración, se recita una antífona a la Virgen.
...
Bibliografía: P. Rodrigo Sánchez Arjona Halcón S.J. Año Litúrgico y Piedad Popular Católica. Lima, 1982
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