La Iglesia - 7º Parte: La Institución de la Iglesia - El Pueblo de la Alianza


P. Ignacio Garro, S.J.

SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA



4.3.- El Pueblo de la Alianza.
     
Opresión de los egipcios a los judíos: "Se alzó en Egipto un nuevo rey...  y dijo a su pueblo: Mirad, los hijos de Israel forman un pue­blo más fuerte y numeroso que nosotros. Tomemos precauciones contra él para que no siga multiplicándose.... pero cuanto más le oprimían tanto más crecían y se multiplicaban de modo que los egipcios llega­ron a temer a los hijos de Israel", Ex l, 8, s.s.

Moisés: Para el pueblo de Israel, Moisés es el profeta sin igual, Deut 34, 10, s.s. por el que Dios liberó a su pueblo y selló con él la Alian­za en el Monte Sinaí, Ex 24, 8, le reveló la Ley divina, Ex 24, 3;34, 27. La vocación de Moisés es el resultado de una larga preparación provi­dencial. Moisés nacido de una raza oprimida, Ex 1, 8-22, debe a la hija del Faraón opresor, no solo el "ser salvado de las aguas", y sobrevi­vir, Ex 2, 1-10, sino también el recibir una educación que le prepara providencialmente para su futura misión de jefe libertador. Por defen­der a un hermano de raza judío tiene que huir al desierto de Madián. Dios se le aparece y le revela su nombre y su designio de salvación, le da a conocer su misión liberadora y la fuerza para desempeñarla, Ex 3, 1-15. Dios estará con él, Ex 3,12, y le ayudará.

Misión de Moisés: Liberar al pueblo judío de la esclavitud de los e­gipcios. Moisés debe poner fin a la opresión egipcia que le impide a Israel tributar culto divino a Dios, y que el faraón se niega a reconocer. Ex 4, 22; 5, 1-18. Pero para esto debe Dios "mostrar su mano poderosa", hiriendo a los egipcios con golpes reiterados (las 10 plagas), Ex 7, 1-4. s.s. Moisés es el artífice de estas calamidades que manifiestan el juicio divino.

La Pascua: La última plaga de Egipto fue la muerte de los primogénitos egipcios, no afecta a los judíos si cumplen la señal que Dios ha da­do a Moisés, Ex 11 y 12, va unida a la Pascua judía y constitu­ye el comienzo de su salvación. Yahvé, o su ángel exterminador, ­"pasan" por la tierra de Egipto y realiza en ella un juicio: la muer­te de los primogénitos de Egipto; y al mismo tiempo "pasa de largo" por delante de las casas de los israelitas que han marcado el dintel de la casa con la sangre del cordero sacrificado. Así la visita exter­minadora de Yahvé ha sido un juicio condenatorio para el pueblo egipcio y una causa de salvación para el pueblo elegido. Moisés en el mo­mento de la última plaga lleno de la sabiduría de Dios celebra la "pascua" o "paso del Señor" y Dios salva a su pueblo; luego Dios conduce a su pueblo, por medio de Moisés, a través del paso del Mar Rojo, sal­vándolo por segunda vez de la persecución del faraón egipcio, Ex 14. Así, el primer objetivo del Exodo se ha cumplido y el pueblo elegido ha sido liberado físicamente de las manos opresoras de los egipcios. A continuación viene la prueba del desierto. La marcha durante "cuarenta años" por el desierto. Dios tiene que "purificar" a su pueblo de la idolatría y de las costumbres paganas egipcias. Nada mejor que el de­sierto para llevar a cabo toda una labor de purificación y de peda­gogía divinas. Purificación y marcha por el desierto que tiene como finalidad preparar y purificar al  pueblo elegido para el gran pacto o "alianza" entre Dios y su pueblo.

La Alianza: La tradición bíblica ha dado siempre gran importancia al pacto o alianza entre Dios y el pueblo elegido. En efecto, el enemigo del pueblo elegido ha sido vencido, el pueblo ha sido liberado de la mano opresora; ahora ya puede comenzar a rea­lizar la voluntad de Dios, los obstáculos han sido eliminados, ahora sólo queda que Dios Yahvé manifieste su voluntad. Esto se va a rea­lizar por medio de la Alianza, el lugar donde se ubica este acon­tecimiento salvífico es el monte Sinaí. Una vez más, la iniciativa parte de Dios. Yahvé es el que llama a Moisés desde lo alto de la montaña y le indica que va a establecer una alianza con su pueblo: "Descendió Yahvé sobre la montaña del Sinaí, sobre la cumbre de la montaña, y llamó a Moisés a la cumbre y Moi­sés subió a ella",  Ex 19, 20.

La exigencia de purificación y de san­tificación que Dios exige a su pueblo antes de celebrar la alianza, Ex 19, 21-22, marcan la distancia que separa al pueblo, todavía impu­ro con el Dios tres veces Santo y que va a descender a su encuentro. La "alianza" es una "gracia" o "condescendencia" de Dios para con su pueblo; el pueblo elegido no tiene nada que ofrecer a cambio no ­tiene ningún título que exhibir para hacerse acreedor de tal don. Sólo el amor de Dios a su pueblo es lo que hace que se realice la "alianza": "si Yahvé se ha ligado con vosotros y os ha elegido, no es por ser vosotros el pueblo más numeroso entre los demás pueblos, pues ciertamente, sois el más pequeño de todos los pueblos. Es porque Yahvé os amó", Deut 7, 7-8. Y precisamente porque es el amor de Dios el que ha realizado tal maravilla, Yahvé no impone la a­lianza a su pueblo, sino que la expone y propone por medio de su servidor Moisés para que el pueblo la apruebe y acepte libremente: "Moisés vino y llamó a los ancianos de Israel (los representantes del pueblo elegido) y les expuso todas estas palabras, como Yahvé las había mandado. El pueblo todo entero respondió: "Nosotros hare­mos todo cuanto Yahvé ha dicho",  Ex  19, 7-8 .

Contenido de la Alianza y la LEY: El pacto escrito, legal, o "Alianza" entre Yahvé y el pue­blo de Israel queda plasmado en los Diez Mandamientos. Esta fórmula de la alianza en el monte Sinaí es mencionada dos veces en la Sagra­da Escritura y en dos versiones diferentes. Una la más antigua, la de Ex 20, 2-17; y la otra versión mas reciente en Deut 5, 6-18. La tra­dición bíblica conoce estas versiones con la "diez palabras", Ex 34, 28 y Deut 4,13. A partir de esta alianza el pueblo elegido ya sabe cuál es la voluntad de Dios para con su pueblo. Es un código sobrenatural, existencial, moral y humano que regula las obligaciones y deberes del hombre para con Dios.

Código de la alianza: La alianza del Sinaí tenía no sólo una parte ritual y formal: los Diez Mandamientos, sino también una serie de im­plicaciones materiales y sociales. A esta parte de la alianza se le denomina el "Código de la alianza". Que son un conjunto de prescripciones, leyes, disposiciones justas, sanas y sólidas que tienen como finalidad regular equitativa y justamente las relaciones materiales, sociales y humanas entre el pueblo elegido. Ex 20, 22, s.s; 23, 1.s.s.

Objeto de la "Alianza": La esencia de la alianza está constituida por la relación de comunión vital, que se establece e inicia entre las dos partes que la constituyen: Yahvé y el pueblo elegido. La alianza crea entre ambos una "comunidad de intereses", de tal manera que Yahvé se hace garante de la seguridad del pueblo elegido en todos los sentidos: humano-materiales y sobrenaturales, como aparece en las ben­diciones y maldiciones anexionadas a esa alianza: "Yo mandaré un ángel ante ti, para que te defienda en el camino, y te haga llegar al lu­gar que te he dispuesto.... seré enemigo de tus enemigos y oprimiré a tus opresores", Ex 23, 20. La alianza establece una relación de propiedad entre Yahvé y el pue­blo elegido. Yahvé es dueño de toda la tierra y de todos los pueblos que la habitan. Ha querido sin embargo ligarse con "ligaduras humanas con lazos de amor", Os 11, 4, con una serie de tribus trashumantes, ha­ciendo de ellas  "su propiedad", uniéndolas para sí en un solo pueblo, reservado en exclusiva para El: el pueblo de Yahvé. Lev 26, 12: "Aho­ra si oís mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra, pero vosotros seréis para mí un pueblo de sacerdotes y una nación santa", Ex 19, 5-6. Esta relación profunda y amorosa entre Yahvé y su pueblo supone una presencia especial de Dios entre ellos: "Estableceré mi morada entre vosotros y no os abominará mi alma. Marcharé en medio de vosotros", Lev 26. 11-12. Estas relaciones de amor hacen posible y da origen a la imagen bíblica que compara las relaciones entre el pueblo de Dios y Yahvé con las relaciones de padre a hijo. "Pero ahora, escucha Ja­cob, mi siervo, Israel a quien elegí yo. Así habla Yahvé, que te ha hecho, y en el seno materno te formó y ahora te socorre", Is 44, 1-2.

La alianza, crea pues, una relación de amor. Esta relación de amor, exige al pueblo elegido una respuesta amorosa y ésta es: cumplir, res­petar y llevar a cabo todo el contenido de la LEY. En esta empresa esta comprometido todo el pueblo elegido y será el centro de su espiritua­lidad y religiosidad, por eso dice el primer mandamiento: "Amarás a Yahvé tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza, con todo tu ser, y lle­varás muy dentro del corazón todos estos mandamientos que yo te doy", Deut 6, 5-6

Finalmente:  La finalidad de la Alianza se expresa de esta manera: "No porque seáis el más numeroso de todos los pueblos se ha ligado Yahvé a vosotros y os ha elegido, pues sois el menos numeroso de to­dos los pueblos; sino por el amor que os tiene y por guardar el jura­mento hecho a vuestros padres, por eso os ha sacado Yahvé con mano fuerte y os ha librado de la casa de la servidumbre, del poder del Faraón, rey de Egipto. Has de saber, pues, que Yahvé tu Dios es  el Dios verdadero, el Dios fiel que guarda la alianza y el amor por mil generaciones a los que le aman y guardan sus mandamientos", Deut 7, 7-9.

Conclusión:  Con las palabras de Dios a Moisés de Ex 6, 7-8 : " Por tanto di a los hijos de Israel: Yo soy Yahvé; Yo os liberté de los duros trabajos de los egipcios... Yo os haré mi pueblo, y seré vuestro Dios...", Lev 26, 12. Con estas palabras queda demostrada y realizada la voluntad de Dios con relación a la vocación y la promesa de Abraham. Dios se hizo un pueblo elegido. Pueblo que fue designado por el propio Yahvé con el nombre de "ISRAEL" = "combatiente de Dios", Gen 32, 29; 35, 10. Nombre que pervivirá de generación en generación para toda la eternidad. Gen 25, 23; Rom  4, 18.s.s.


Por esta predilección divina el pueblo de Israel pudo llamarse jus­tamente hijo de Dios. Ex 4, 22, Israel es la viña, o la vid del Señor, Os 10, 11. El rebaño del Señor, Is 40, 11. La esposa de Dios, Os 1,3. Dios conoció al pueblo de Israel y lo amó y le regaló con su miseri­cordia, Rom 2, 2. Como pueblo elegido de Dios, Deut 4, 3 como es el pueblo de los santos que conocen a Yahvé, invocan su nombre y confían en El, Salm 34, 10; tienen la tarea y la obligación de vivir de acuerdo a este carácter de santidad, Así el cumplimiento de la LEY es expresión del amor al que Dios les llamó. Esto significa que el pueblo no puede vivir como cualquier otro pueblo, sino sólo en el nom­bre de Dios. En cuanto pueblo de Yahvé, Deut 7, 6, el sentido de su existencia sólo se justifica si reconoce a Yahvé como Señor en ac­titud de amor y de obediencia. En el culto sagrado realiza la existencia de Dios y el pueblo tiene que estar al servicio del honor Dios; debe cuidarlo en el centro de su propio ser y frente a los demás pueblos. Su cuidado principal no es la grandeza política o la económica, sino que debe de estar determinado por el orden de la a­lianza que Dios le ha concedido.    



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Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.

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