SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
16. Pentecostés: La efusión del Espíritu Santo por el Padre y el Hijo
Glorificado. (La Iglesia manifestada)
La actividad de Jesucristo en orden a la
formación de la Iglesia sólo se consumó con el envío (misión) del Espíritu
Santo. Sólo desde el día de Pentecostés existe la Iglesia. El Kyrios
Glorificado junto con el poder del Padre comunica su Espíritu Santo a aquel
grupo que había sido conformado para constituir el cuerpo de la Iglesia. Así la
faz de la Iglesia sólo se presenta completa cuando se la considera tanto bajo
el aspecto cristológico como pneumátológico. La actividad fundamental del Jesús
histórico, la acción de su Espíritu en los discípulos y la libre decisión de
los Doce constituyen un todo unitario del cual salió la Iglesia bajo la forma
concreta de sus comienzos. El Espíritu que el día de Pentecostés vino sobre los
discípulos es el don y el signo de la reconciliación. La misión del Espíritu
aconteció públicamente, del mismo modo que la crucifixión de Cristo se produjo
ante las puertas de la ciudad santa en medio de la publicidad del pueblo judío
y del imperio romano.
La autocomunicación de Dios mismo en la misión
del Espíritu Santo estaba tan expuestas a la tergiversación y al escándalo como
la encarnación del Verbo divino en el cuerpo humano de María. Hech 2, 13. Pero
precisamente esta tergiversación ocasionó que la comunidad llena del Espíritu
Santo saliera a la publicidad de la ciudad de Jerusalén y después del mundo
entero. Pedro con la fuerza y la luz del Espíritu comunica y desvela en nombre
de los Doce el mensaje de salvación y dio valerosamente testimonio de:
"cómo los judíos habiendo matado a Jesús, mataron al autor de la vida,
pero Dios Padre rico en misericordia lo resucitó de entre los muertos y lo ha
confirmado como Salvador y Mesías sentándolo a su derecha, según lo predicho
en las antiguas profecías", Hech 2 14, s.s. Cada uno puede participar de
ese Espíritu, si hace penitencia y se deja bautizar en el nombre de Jesucristo.
Hablamos de "Iglesia Manifestada" en
el sentido explícito de la palabra y del acontecimiento salvífico que en ella
se significa, a saber: el plan eterno de salvación universal del Dios Trino y
Uno, cuyos fundamentos acabamos de mencionar, es el tiempo del
"kairós" de la Ekklesia de Cristo como oferta y promesa de salvación
de la humanidad, como misterio de verdad y de gracia que el hombre acepta por la fe y profesa en
su "creo en la Iglesia". Así se manifiesta toda la Iglesia "como
una muchedumbre reunida por la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo. Así el misterio de Cristo, siendo la recapitulación y plenitud de todo
el plan de salvación y el medio escogido por Dios para salvar a todo el género
humano se perpetúa de un modo sacramental en medio de nosotros como fuente de
verdad y de gracia salvadoras en el misterio de la Iglesia vivificada y
asistida continuamente por le presencia salvífica del Espíritu Santo. Así el
entronque de la "Ekklesia" de Cristo con el misterio del Dios Uno y
Trino y de la misión del Hijo (encarnación) y de la misión del Espíritu
(Pentecostés) al mundo, señala el origen de la Iglesia, como nuevo pueblo de
Dios, en el espacio y el tiempo que es la historia humana y señala su misión
salvífica universal a todos los hombres de todos dos tiempos, 1Tim 1, 2.
17. La Primitiva Comunidad Cristiana
El libro que nos narra fielmente los
acontecimientos del devenir de la primitiva comunidad cristiana es el libro de
los Hechos de los Apóstoles. Es un libro de apología de la Iglesia, nos la
presenta tal como surgió después del acontecimiento pentecostal y de la acción
inmediata de los apóstoles movidos por la fuerza del Espíritu. Pedro aparece como
el apóstol dirigente de la primera
comunidad cristiana y Pablo como el misionero elegido por Cristo para llevar
el evangelio a los gentiles, siendo ambos los grandes portadores del proceso
formativo de la Iglesia.
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Agradecemos al P. Ignacio Garro S.J. por su colaboración.
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