P. José Luis Fernández-Castañeda SJ: Tercer año de su partida a la Casa del Padre


P. Rómulo Franco, S.J.

El diez de febrero, se cumple el tercer aniversario de la partida del P. José Luis Fernández-Castañeda Az-Osorio, quien nos dejó sorpresivamente mientas era Párroco de San Pedro y Administrador de la Provincia del Perú.

Estaba a punto de cumplir 72 años el día 14, y 55 como jesuita en setiembre. Fue ordenado sacerdote en junio de 1968. Había coincidido con el P. Nicolás, nuestro nuevo Padre General, en el Colegio de Madrid y en su posterior formación jesuita.

Era hombre de consejo, de criterios firmes y serenos, de larga experiencia, franco y sincero, con sentido del humor y profunda bondad, de amistades eternas. Fue Superior del P. Arrupe, Consejero del P. Kolvenbach, compañero de Colegio y de Noviciado del P. Adolfo Nicolás y muy amigo de cantidad de gente. No deberíamos dejar caer en el olvido las cualidades que nos dedicó. Puso en juego todo cuanto tenía e iba creando tal confianza a su alrededor que siempre le buscamos para asumir tareas de especial atención a los demás: Superior de Huancayo (primer destino como sacerdote), Rector de los estudiantes jesuitas de (primero cuando estuvieron en el Cusco y luego en el Jirón Chancay), Provincial desde el 1974 hasta 1980, Presidente de la Conferencia de Religioso del Perú, Asistente del P. General, Superior de la Curia General, Rector del Colegio de La Inmaculada entre 1990 y 1996, Superior de San Pedro, Párroco, Asesor Eclesiástico del Núcleo CVX-San Pedro, Administrador de la Provincia. Un jesuita siempre disponible.

Pero una historia como la suya no se explica por los cargos cumplidos, sino por una espiritualidad aplicada, puesta al día, vivida con constancia, servicial y atenta a lo que se pudiera esperar de él: sabía de talentos recibidos, de casas sobre roca, de tesoro encontrado y ¡cómo no! de perdonar deudas. Ahora pertenece a ese Reino para siempre, sin medida alguna, con la misma generosidad con que él ha servido y con la que el Señor le ha acogido por haber sido el administrador fiel y prudente a quien puso al frente de su casa.

"Se nos ha ido un gran jesuita, que aunque a veces aparecía frío, se hacía querer mucho", me escribía un amigo el día de su fallecimientoi "Su sonrisa amable no dejaba de ser cariñosa. Era amable, simple, y eso lo hacía grande. Con suavidad escudriñaba sabiamente en el interior de sus compañeros. Observador, socarrón, muy español en sus expresiones pero sencillo y humilde de corazón, seductor al estilo Ignaciano", dice otro de los mensajes de condolencias que recibimos.


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Agradecemos al P. Rómulo por su colaboración.

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