3. Hay urgencia de "ser santos"
Juan Pablo II, en la Homilía de beatificación del matrimonio Luiggi y Maria, habló así: “A los impulsos negativos que se manifiestan en el mundo, la Iglesia responde reforzando su compromiso de anunciar la Buena Noticia de Cristo, esperanza del hombre y esperanza del mundo mismo. En esta misión de esperanza, las familias desempeñan un papel fundamental; porque la familia anuncia la Buena Noticia de la “esperanza” por su constitución misma, que se basa en la confianza recíproca y en la fe que tengan en la Providencia. La familia anuncia la esperanza porque ella es el lugar de donde surge y crece la vida, en el ejercicio generoso y responsable de la paternidad y la maternidad. Una familia auténtica, fundada en el matrimonio, es en sí misma una Buena Noticia para el mundo”.
Al comenzar un tercer milenio de andadura de la Iglesia, nos encontramos con un mundo desquiciado, amenazado de ruina en su gran “progreso”, montado en estructuras de pecado y sin horizonte de esperanza. Toda la sociedad sufre este deterioro y amenaza de ruina; pero especialmente es porque el matrimonio y la familia están en verdadera quiebra, cuando se llama “amor de esposos” no al verdadero amor de los dos cónyuges, sino al egoísmo de ambos en competencia: ver cuánto puede cada uno aprovecharse del otro, en lugar de entregarse el uno al otro para hacerle feliz dando la vida por él. Cuando “Amar es entregarse, olvidándose de sí, buscando lo que al otro pueda hacerle feliz”.
“Evangelizar”, tarea inabdicable de la Iglesia, es anunciar al mundo de hoy “la Buena Noticia” que es Cristo, y que sólo en El tenemos la salvación. Es evangelizar proponer el Matrimonio como el Sacramento que significa y realiza el Amor de Cristo a su Iglesia, por el cuál cumple Dios su Alianza de estar siempre con nosotros, fiel a su Amor. Poniendo la Salvación de la sociedad y del mundo en “la decisión de amar y de dialogar siempre arriesgando la confianza”, amando como nos ama Dios.
El amor en el matrimonio exigirá ser, como lo es Dios, generosos en darse, siendo ambos, por igual, responsables del amor entre la pareja, y de la paternidad que da a este mundo angustiado nuevas vidas en el amor; también en los sacrificios que ese amor conlleva. Ese es el amor que hace crecer felices a los hijos para el bien de toda la humanidad. Vivir con esa fe el matrimonio, es evangelizar, dar al mundo la Buena Noticia de que, gracias a Cristo, tenemos firme esperanza creyendo en el Amor.
La beatificación de un matrimonio en medio de la penosa realidad actual, en la que se cuestiona si vale la pena tomarse en serio el matrimonio y traer nuevos hijos al mundo, como se ve en los países más desarrollados precisamente, tiene un valor especialmente grande. Los cristianos tenemos asumido el deber de “ser santos”. Y tenemos que proclamar que ello es posible, también en la vida de matrimonio y también en nuestros días.
Pero igualmente tenemos el deber de anunciar, al mundo entero de hoy, que la santidad no es una utopía anhelada; mostrando cómo se puede vivirla en nuestros tiempos. Juan Pablo II quiso realizar esa beatificación justamente en el día del DOMUND. Diciendo que, “a los impulsos negativos que se manifiestan en el mundo, la Iglesia responde reforzando su compromiso de anunciar la Buena Noticia de Cristo, esperanza del hombre y esperanza del mundo. Solamente en el vivir de veras la santidad estará la verdadera Salvación del hombre y del mundo con él.
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Agradecemos al P. Vicente Gallo, S.J. por su colaboración.
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