P. Fernando Martínez Galdeano, jesuita
Se utiliza por extensión a los miembros de una familia ampliada (sobrinos, primos, etc.), a los pertenecientes a una misma tribu, pueblo, raza, etc. La fraternidad universal parece inalcanzable (leyenda de Caín y Abel). Jesucristo resucitado, al contrario, puede llamar a sus discípulos “hermanos”: “— No me retengas más, porque todavía no he ido n mi Padre; anda, vete y diles a mis hermanos que voy a mi Padre, que es también vuestro Padre; a mi Dios, que es también vuestro Dios” (Jn 20,17).
Y todos aquellos que le reciben también lo serán: “A cuantos le recibieron, a todos aquellos que creen en su nombre, les dió el poder ser hijos de Dios, los cuales no nacen por vía de generación humana, ni porque el hombre lo desee, sino que nacen de Dios” (Jn 1,12-13).
Y sobre todo la Iglesia ha de ser signo de fraternidad, signo del reinado de Dios: “Amaos de corazón e intensamente unos a otros, pues habéis vuelto a nacer no de una semilla mortal, sino de una inmortal, a través de la palabra viva y eterna de Dios” (1Pe 1,22-23).
Agradecemos al P. Fernando Martínez SJ por su colaboración.
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