Señor, enséñame tu modo de tratar con los discípulos, con los pecadores, con los niños, con los fariseos o con Pilatos y Herodes... Enséñame a ser compasivo con los que sufren: con los pobres, con los leprosos, con los ciegos, con los paralíticos…; muéstrame cómo manifestabas tus emociones profundísimas hasta derramar lágrimas…
Ésa es la imagen tuya que contemplo en el Evangelio: ser noble, sublime, amable, ejemplar, poseedor de la perfecta armonía entre vida y doctrina; aquella manera dura para contigo mismo, con privaciones y trabajos; pero para con los demás lleno de bondad y amor y de deseo de servirles. Tu constante contacto con tu Padre en la oración, antes del alba, o mientras los demás dormían, era consuelo y aliento para predicar el Reino.
Enséñame tu modo de mirar, como miraste a Pedro para llamarlo o para levantarlo; o como miraste al joven rico que no se decidió a seguirte; o como miraste bondadoso a las multitudes agolpadas en torno a Ti; o con ira cuando tus ojos se fijaban en los insinceros. Quisiera conocerte como eres: tu imagen sobre mí bastará para cambiarme. Desearía verte como Pedro cuando, sobrecogido de asombro tras la pesca milagrosa, toma conciencia de su condición de pecador en tu presencia.
(Adaptación de la oración de Pedro Arrupe, sj "Invocación a Jesucristo modelo" - REZANDOVOY Texto de apoyo)
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