Cuarta recomendación
Durante este itinerario, en especial al iniciar la Cuaresma, debemos mantener nuestra decisión y disponibilidad de conversión, por ello lo que ya hemos ido trabajando en los meses anteriores, reconciliándonos con Dios y con nuestros hermanos en nuestro entorno familiar, laboral y social, debemos seguir practicándolo cuanto sea necesario, dispuestos a perdonar setenta veces siete y a suplicar el perdón de Dios, quien no se cansa de perdonarnos, y muy en especial durante la Cuaresma, preparándonos de esta manera para vivir la Semana Santa.
Este nuevo estilo de vida debemos ir adoptándolo con la gracia de Dios, convirtiéndonos constantemente. Solo así tendrá sentido practicar las obras de misericordia, desde un corazón convertido, que busque acercarse más a Cristo y en especial al Cristo necesitado en nuestros hermanos y hermanas que requieran nuestra ayuda. Por ello es bueno mantenernos en oración y aprovechar las oportunidades de vivir la oración en jornadas y retiros que nos ayuden a profundizar y crecer en la fe, gracia que debemos pedir a Dios. Practiquemos las obras de Misericordia de acuerdo a las oportunidades que se nos presente pidiendo a Dios estar atentos para poder reconocerlas en las necesidades de los demás.
Recordaremos esto durante este Jubileo y cada mes iremos meditando las obras de misericordia, de tal forma que nos ayude a vivirlas como obras de amor hacia nuestro prójimo. Quien ejerce el amor al prójimo desde el amor a Dios recibe gracias, pues con las obras de misericordia, está haciendo la Voluntad de Dios. "Den y se les dará" (Lc. 6, 38)
Dar de comer al hambriento... dar de beber al sediento*
Estas dos
primeras son complementarias y se refieren a la ayuda que podemos dar en
alimento o en dinero a los necesitados.
Los bienes
que poseemos, ¡si son bien habidos!, también nos vienen de Dios. Y debemos
responder a Dios por éstos y por el uso que le hayamos dado.
Dios nos
exigirá de acuerdo a lo que nos ha dado:
Parábola de
los Talentos (Mt. 25,14-30). Por cierto, no es por casualidad, que viene
contada en el Evangelio de San Mateo, justamente antes de la escena del Juicio
Final, donde habla de las Obras de Misericordia.
“A quien
mucho se le da, mucho se le exigirá (Lc. 12, 48).
Esta
exigencia se refiere tanto a lo espiritual, como a lo material.
Podemos dar
de lo que nos sobra. Esto está bien. Pero podemos dar de lo que no nos sobra.
Por supuesto, el Señor ve lo último con mejores ojos.
Recordemos a
la pobre viuda muy pobre que dio para el Templo las últimas dos moneditas que
le quedaban. No es una parábola, es un hecho real que nos relata el Evangelio. Cuando
Jesús vio lo que daban unos y otros hizo notar esto: “Todos dan a Dios de lo
que les sobra. Ella, en cambio, dio todo lo que tenía para vivir” (Lc. 21,
1-4).
Esta viuda
recuerda otra historia del Antiguo Testamento sobre la viuda de Sarepta, en
tiempos del Profeta Elías. Ella alimentó al Profeta Elías con lo último que le
quedaba para comer ella y su hijo, en un tiempo de una hambruna terrible. Y
¿qué sucedió? Que no se le agotó ni la harina y ni el aceite con que preparó el
pan para el Profeta. (Ver 1 Reyes 17, 7-16).
A veces no
sabemos a quién alimentamos: Abraham recibió a tres hombres que era ¡nada
menos! que la Santísima Trinidad (algunos piensan que eran 3 Ángeles), los
cuales le anunciaron el nacimiento de su hijo Isaac en menos de un año (ver Gn.
19, 1-21). Y, a pesar, de la risa de Sara, así fue. (Por cierto el nombre de
Isaac significa: "Aquel que hará reír" o “Aquél con el que Dios se
reirá”).
Sobre dar de
beber al sediento, la mejor historia de la Biblia es la de la Samaritana a
quien el Señor le pide de beber. (Ver Jn. 4, 1-45)
Meditemos estas lecturas.
*Fuente: Catholic.net
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