P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
4. MOISÉS
CONTINUACIÓN
4.9. EL PASO DEL MAR ROJO. EX 13,17 Y 15,22
La liberación física de la
opresión egipcia ya está realizada. Esta liberación ha sido obra exclusiva de
Yahvé, obra de su brazo poderoso:
"Acordaos siempre del día en que salísteis de Egipto, de la casa de la
servidumbre, pues ha sido la poderosa mano de Yahvé la que os ha sacado", Ex
13, 3..
Moisés ha sido el mediador de esta liberación. El pueblo de
las promesas ha sido el beneficiado. A
uno y a otro lo único que se le ha pedido es que aceptara el plan de Dios: "Todos los hijos de Israel hicieron lo
que Yahvé había mandado a Moisés y Aarón", Ex 12, 50.
El pueblo emprende el camino de salida a través del desierto
con entusiasmo, gozando de la libertad obtenida. No es una huida vergonzosa. Es una salida
triunfal: "Los hijos de Israel
subían en buen orden desde Egipto", Ex 13, 18. Dios sigue su obra
acompañando a su pueblo de la siguiente manera: "De día en columna de nube, para guiarlos en su camino, y de
noche en columna de fuego para alumbrarlos y que pudiera así marchar lo mismo
de día que de noche", Ex 13, 21-22.
Pero la liberación se va revelar inmediatamente deficiente, necesitada de
una realización futura y mejor. El faraón se arrepiente de haber dejado salir
al pueblo privándose de sus servicios, Ex 14, 5. Y sale en persecución de
Israel. La superioridad egipcia es tal que parece que la liberación anterior ha
sido sólo un paso hacia la muerte. El pueblo así lo entiende y reacciona de
manera meramente humana: "¿Es que no había sepulcros en Egipto
que nos has traído al desierto a morir?. ¿Qué es lo qué nos has hecho con
sacarnos de Egipto?", Ex 14,
11.
La situación no era para menos. Los israelitas han llegado a
la orilla del mar, que les cierra el paso. El ejército del faraón les acosa por
la espalda. La situación es realmente desesperada no hay posibilidad alguna de
escape, la única salida humanamente explicable es la muerte.
Dios parece que se complace en llevar las cosas hasta el
extremo, hasta el límite justo en que ya sólo Él es capaz de librar. Para que
el hombre ponga toda su confianza en sólo Dios: "No temáis, estad tranquilos y veréis la victoria que en este día
os dará Yahvé... Yahvé combatirá por vosotros, vosotros estad tranquilos",
Ex 14, 13-14.
Si el mar cierra el paso liberador a los judíos, la
salvación se realizará abriendo el camino entre el mar. Si el faraón ataca, la
salvación se realizará haciendo sucumbir al faraón. Dios ha salvado al pueblo
de un modo mucho más maravilloso aún que en el momento de la salida de Egipto: "Aquel día libró Yahvé a Israel de los
egipcios... Israel vio la mano potente que mostró Yahvé para con Egipto, y el
pueblo temió a Yahvé, y creyó en Yahvé y en Moisés, su siervo." Ex 14,
30-31. Como toda intervención de Yahvé, ésta, fue para Israel vida y salvación,
y para Egipto, representado por el faraón y en su ejército: juicio, condenación
y muerte. Esta Salvación y este juicio son el tema del canto de alabanza que
entonan los hijos de Israel al iniciar la "nueva vida", que para
ellos ha supuesto el paso del mar Rojo:
"Cantad a Yahvé que ha hecho resplandecer su gloria, precipitando en el
mar al caballo y al caballero", Ex
1 5, 21.
Lo más importante de este relato del paso del mar Rojo es la
convicción que subyace en el alma del pueblo judío: "Yahvé ha liberado al pueblo de la esclavitud de Egipto y lo ha
hecho con mano poderosa y brazo fuerte". El pueblo elegido no puede olvidar cómo Yahvé
le sacó de la casa de la servidumbre, Jos 24 ,17, y le condujo a la liberación,
Miq 6, 4, sirviéndose de Moisés y Aarón
1 Sam l2, 6. Ya la tradición del
Exodo es fija en este tema, y en este pasaje tan importante se ha simbolizado
el bautismo de Israel.
4.9.1. El camino del desierto
Para quien vive en tierra cultivada y verde, el desierto es
la más lograda expresión de soledad y de prueba física, Deut 32, 10, es un
lugar de aridez y de tinieblas, Ez 19, 13; Os 13, 5, de inseguridad, Salm 55, 8, lugar del caos infernal, Jer 2,
6. El desierto es lugar donde habitan los demonios, Lev 16, 10, y sobre todo
lugar donde viven las bestias salvajes, Is 13, 26, dispuestas a devorar a
cuantos se adentren en él. Tal visión del desierto invita a convertirlo en el
castigo simbólico que Dios reserva a los pecadores, Ez 6, 14. El desierto es
pues, una tierra terrible, un lugar de prueba, Deut 1, 19. Es tierra desolada, Ez 6, 14 y expresión de la muerte, Jer 2, 6.
Aunque parezca paradójico, es precisamente en este desierto,
lugar inhóspito, donde Yahvé acrisola y prueba la fe de su pueblo. Ello
justifica que la tradición bíblica judía, al reflexionar sobre los orígenes de
Israel siempre interpretara su permanencia en el desierto como signo de prueba,
de purificación y de bendición. Cierto que el pueblo estuvo expuesto a la
intemperie, debiendo de sufrir toda clase de pruebas físicas y de tentaciones
en el espíritu, sin faltar momentos en que su fe, probada una vez más, se
trocara en idolatría. Más, a pesar de
ello, Dios fue guiando al pueblo hasta el país de la tierra prometida. Así es cómo la prueba del desierto pasó a significar
el encuentro de Dios con el pueblo intolerante y de cabeza dura.
4.9.2. El secreto de la nube y la columna de fuego, Ex 13, 21
“Yahvé marchaba delante de ellos: de día en columna de nube, para
guiarlos por el camino, y de noche en columna de fuego para alumbrarlos, de
modo que pudiesen marchar de día y de noche. No se apartó del pueblo ni la
columna de nube por el día, ni la columna de fuego por la noche”. Ex 13,
21.
Yahvé jamás abandonó a su
pueblo en el desierto. A la salida de Egipto había actuado a través de una
nube, que daba sombra durante el día, protegiéndoles del sol y el calor, Ex 13,
21-22. Esta nube vuelve a aparecer cuando los israelitas se adentran en el
desierto jugando un papel de excepción en el Sinaí, Ex 19, 9, es obvio que la
tradición bíblica asociara esta nube con la presencia divina. Y Yahvé también
se hace presente por medio de una columna de fuego, para que pudieran caminar
durante la noche. La nube y la columna de fuego son dos símbolos de la
presencia y protección continua de Dios a su pueblo.
Yahvé dirige al pueblo a
través del desierto. Su providencia
quiere que los israelitas, lejos de seguir el camino más corto, Ex 13, 17, se
dirigieran hacia la estepa, para adorarle en los aledaños del monte Horeb, Ex
3, 17-18, donde recibirán las tablas de la ley y las normas de legislación.
Todo ello culminará en un pacto, en virtud del cual dejarán los hebreos de ser
peregrinos errantes para convertirse en el
pueblo elegido de Dios. Dios quiso en cierto modo que su pueblo naciera
en el desierto. Le había prometido una tierra buena donde vivir, pero la sede
del desierto fue el primer eslabón de la compleja cadena de la historia.
Este pueblo en el desierto
fue infiel, anteponiendo la seguridad personal dentro del cautiverio a la
inseguridad de la libertad en el desierto. En Egipto eran esclavos, pero no carecían
de alimentos; la murmuración por este hecho, se convirtió en un tema dominante,
Ex 14, 11. La reacción, humanamente hablando, era lógica, pues el pueblo echaba
de menos las comodidades de la vida ordinaria, de antes: por penosa que fuera
en Egipto la esclavitud no había mayores problemas: había pan en abundancia,
verduras, frutos frescos, ahora en el desierto, cada día, era una incógnita.
Cada día había que preguntarse ¿Qué habrá mañana? La respuesta sólo la tenía
Dios, que pedía a su pueblo un voto de confianza y así aunque la confianza del
pueblo a Dios, faltara, a la postre prevaleció la misericordia de Dios sobre la
inconstancia y las quejas del pueblo.
Yahvé no duda en ostentar
su santidad y su gloria, Num 20, 13, quedando así el desierto convertido en un
escenario donde Dios por encima de la infidelidad de su pueblo prodiga su
misericordia. La gran lección en el desierto es: descubrir a Dios en
circunstancias favorables es fácil,
hacerlo en circunstancias adversas, es casi heroico. Así lo enseña la
experiencia de aquel pueblo que, itinerante a través del desierto pudo
constatar que Yahvé nunca abandona. En los momentos decisivos, Dios siempre
ayuda y siempre interviene. Mientras no falte la nube, el pueblo seguirá
caminando, gozando de sombra durante el día.
Así es cómo Yahvé protege y guía.
Acerca del itinerario que
tomó el pueblo elegido para huir de los egipcios y llegar a la tierra prometida
hay muchas teorías y casi todas ellas aceptables. Nosotros no nos inclinamos
por ninguna de ellas por considerar que este detalle histórico, si bien es
importante para la historia, para el saber teológico no tiene mayor
importancia. Igualmente podemos decir acerca de: cuánto tiempo duró la
experiencia del desierto. Sabemos que la cifra de 40 años es desde el punto de
vista humano imposible, dadas las dificultades propias del desierto, antes, más
que hoy día. Lo importante es saber que fue un período de prueba humana y
espiritual y que el pueblo se forjó en la adversidad, la prueba y el dolor, al
final la misericordia la providencia de Dios pudo más que la inconstancia y la
rebeldía del pueblo.
4.9.3. ¿Qué es el maná?
Es el alimento que Dios dio
a su pueblo en la marcha a través del desierto. El maná es menos portentoso de
lo que a primera vista parece. Viene presentado como el pan del cielo, Ex 16,
4. Téngase en cuenta que la tradición bíblica emplea la palabra "lehem" = pan", para
designar los alimentos en general, Lev 3, 11. Más los conocedores de la zona
aseguran que tal fenómeno no es raro. Todavía hoy, se produce, en la costa
occidental de la península del Sinaí, el llamado: "tamarisco mannífero", de cuyas hojas se desprende,
sobre todo en verano, una goma blanca resinosa en forma de pequeños granos, de
tamaño inferior a un guisante; es una sustancia con cierto sabor a miel,
producida por unas cochinillas, que chupan de día gran cantidad de linfa para
procurarse nitrógeno, restituyendo lo superfluo en forma de secreción melosa.
La rápida evaporación solidifica las gotas en bolitas viscosas que pueden
recogerse para ser comidas. Es evidente que los israelitas no debieron nutrirse
solamente de maná, pero este alimento les suministró el azúcar necesario y
encontrarlo en el desierto debe de haber sido una experiencia gratificante.
4.9.4. El milagro de las codornices.
Ex 16, 13
El especialista en la
materia E. Wright dice: "Todos los años por septiembre y octubre, grandes
bandadas de codornices provenientes de Europa vuelan sobre el mar Rojo para
invernar en Arabia y en África del norte.
Después del vuelo sobre el mar llegan totalmente exhaustas a las costas
de la península sinaítica y es fácil capturarlas".
4.9.5. El milagro del agua sobre la roca. Ex 17, 6
E. Wright escribe a
propósito de este fenómeno: "El mayor inglés, C. S. Jarvis, ex-gobernador
de la península del Sinaí, cuenta haber visto algo semejante. Durante una
incursión del cuerpo de camelleros del Sinaí buscaba agua, excavando las
pendientes rocosas de un valle que apenas goteaba un hilo de la roca calcárea.
Durante los trabajos de excavación, un golpe, destinado al granito, cae en la
superficie lisa y dura de la roca calcárea, que se rompe, y de la débil piedra,
porosa, brotó agua con gran asombro de todos un fuerte brazo de agua pura. Antes del éxodo, Moisés había vivido mucho
tiempo en la península sinaítica, y es, muy probable, que conociese algunas
propiedades de las formaciones calcáreas de algunas partes de la península.
4.9.6. Interpretación de estos milagros
Para cuanto se refiere a la
interpretación de los milagros en el desierto debe de tenerse en cuenta que,
aunque uno u otro milagro ocurrido en la península del Sinaí, se pueda explicar
naturalmente; la larga duración del recorrido y la cantidad abundante de agua
que brotó, junto al alimento desconocido del maná constituían para el piadoso
israelita, nada acostumbrado al desierto, un suceso tan prodigioso e
inexplicable que, al no conocer las modernas leyes de la física, todo lo
ocurrido lo atribuían a la obra exclusiva de Dios. El israelita no estaba
todavía infectado de la mentalidad deista que relega a Dios a su morada
celestial, sin concederle posibilidad alguna de influir en la creación, que es
obra de sus manos. Todo lo que acaeciera y del modo que acaeciera, constituía
para el israelita una manifestación de la potencia divina. Todo viene de Dios y
mira a recordar a Dios y a su gracia salvadora.
Más que nunca es ahora el
momento de tener en cuenta que la Biblia ignora el concepto de ley natural y no
se preocupa, por tanto, de si una ley natural ha sido o no violada por un
milagro. Es necesario, pues, tener en cuenta también los "milagros
relativos" es decir, aquellos signos divinos que, en el momento en que
ocurrieron, debieron ser y fueron considerados como milagros maravillosos. Lo importante es que
Dios hizo milagros en favor de su pueblo, le ayudó, le protegió en los momentos
de gran dificultad. Queda en el misterio qué es el milagro como intervención
divina, Dios conoce muy bien las leyes de la naturaleza y se puede valer
rectamente de ellas para poder ayudar a su pueblo. Por lo tanto no se trata de
querer restar importancia a la acción divina, sino saber que Dios puede valerse
de su ciencia y sabiduría para poder realizar milagros en favor de su pueblo.
También un fenómeno natural
puede y debe ser un signo de la cercanía de Dios, en el cual el hombre advierte
y experimenta la divinidad. La naturaleza deviene sin más un "experimentum Dei", en el
sentido, en que en ella Dios es "experimentado" como el siempre
presente, el Dios que está cerca, que es justamente, lo que significa su
nombre.
4.9.7. Los grandes acontecimientos ocurridos en el Monte Sinaí: La
Alianza y los 10 Mandamientos
El enemigo del pueblo
elegido ha sido vencido, el pueblo ha sido liberado de la mano opresora, ahora
ya puede emprender el camino hacia la tierra prometida. Pero antes de llegar a esa tierra prometida
Dios va a realizar una alianza con este pueblo que El ha elegido.
4.9.8. La alianza en el Oriente Medio y en la Biblia
En el mundo semita del
Oriente Medio, la alianza, era la forma ordinaria de establecer una relación
cuasi familiar entre tribus nómadas de distintos troncos familiares. La alianza
regulaba las relaciones entre ambos clanes. Más tarde se hace forma ordinaria
para regular las relaciones entre pueblos distintos. A la luz de estas alianzas
se entienden mejor los elementos que constituyen y forman la alianza del Sinaí
entre Yahvé y el pueblo elegido y al mismo tiempo se entiende mejor su peculiaridad.
Ya
aludimos a la importancia que el tema de la "alianza" tiene en la Biblia
y cómo constituye el tema que unifica todos sus libros. Los momentos más
solemnes de la historia de Israel (Noé, Abrahán), se caracterizan por la
realización de una alianza, pero el momento más importante de la renovación de
la alianza acaece en el monte Sinaí, como en Moab, antes de atravesar el río
Jordán para emprender la conquista de la tierra prometida, Deut 28, 32; como
cuando se recordó en Siquem, una vez conquistada la tierra prometida, Josué 2,
4; o cuando la reforma religiosa llevada a cabo por el rey Josías, 2 Reyes 23.
4.9.9. El Dios de la Alianza
La tradición bíblica sitúa
la realización de la Alianza de Yahvé con el pueblo en el desierto Sinaí, en la
montaña sagrada, sin precisar más. Es en este ámbito del desierto, de la
soledad y el silencio donde no hay otro trabajo que realizar sino el
peregrinar, ni distracciones humanas en que distraerse el que Yahvé eligió para
realizar la gran Alianza del Antiguo Testamento.
La iniciativa de realizar
una "Alianza" vuelve a
partir de Yahvé. Todas las tradiciones coinciden en subrayar este hecho, cada
una a su manera y según sus peculiares características. El pueblo que Yahvé se
formó en Abrahán y su descendencia y se había constituido ya un pueblo
numeroso, este pueblo oprimido y esclavizado en Egipto, clamó a Dios (al Dios
de nuestros Padres: Abrahán, Isaac y Jacob) para que les liberara de la
esclavitud y Dios les escuchó. Moisés fue el elegido para esta salvación, una
vez liberados de la esclavitud salen hacia la libertad de la Tierra Prometida: “Dios habló a Moisés y le dijo: Yo soy
Yahvé. Me aparecí a Abrahán, a Isaac y a Jacob como EL SADDAY = (el
Omnipotente); pero mi nombre de Yahvé no se lo di a conocer. Después establecí
con ellos mi alianza, para darles la tierra de Canaán, la tierra donde
peregrinaron y moraron como forasteros. Y ahora al escuchar el gemido los
israelitas esclavizados por los egipcios, he recordado mi alianza. por eso di a
los israelitas: Yo soy Yahvé. Yo os sacaré de los duros trabajos de los
egipcios, os libraré de su esclavitud y os redimiré con brazo tenso y juicios
solemnes. Vosotros seréis mi pueblo y Yo seré vuestro Dios; y sabréis que yo
soy Yahvé, vuestro Dios ... Yo Yahvé”. Ex 6, 7-8.
Es Yahvé el que llama a
Moisés desde lo alto de la montaña y le indica que va a establecer alianza con
el pueblo: "Descendió Yahvé sobre la
montaña del Sinaí, sobre cumbre de la montaña, y llamó a Moisés a la cumbre y
Moisés subió a ella", Ex 19, 20. El mismo sentido ofrece la teofanía
que entonces tuvo lugar: "Al tercer
día por la mañana hubo truenos y relámpagos, y una densa nube sobre la montaña,
y un muy fuerte sonido de trompetas, y el pueblo temblaba en el
campamento", Ex 19, 11-12.
La exigencia de
purificación y santificación por parte del
pueblo para disponerse a recibir las palabras de la alianza, marcan y
señalan la distancia que separa al pueblo de Dios santo que va a
"descender" a su encuentro, y la indignidad radical del pueblo para
tal gracia: "Yahvé le dijo: ve al
pueblo y santifícalos hoy y mañana..." "Tú marcarás un límite al
pueblo diciendo: guardaos de subir vosotros a la montaña y tocar el límite,
porque quien tocare la montaña, morirá", Ex 19, 11-12.
La "alianza" es, pues, una "condescendencia", de Dios, una "gracia". El pueblo no tiene nada que ofrecer, nada que
alegar, ningún título que exhibir para hacerse acreedor de tal don. La
tradición deuteronomista, posterior, fruto de una mayor reflexión sobre esta
condescendencia, empleará la palabra clave que da la explicación de esta
sinrazón. El Amor de Dios a su pueblo:
"Si Yahvé se ha ligado con vosotros y os ha elegido, no es por ser
vosotros los más en número entre todos los pueblos, pues sois el más pequeño de
todos. Porque Yahvé os amó". Deut 7, 7-8.
Sin embargo, precisamente
porque es el amor el que ha realizado tal maravilla, Yahvé no impone la
alianza, sino que la expone, la propone al pueblo por medio de Moisés, para su
aceptación: "Moisés vino y llamó a
los ancianos de Israel y les expuso todas estas palabras, como Yahvé las había
mandado. El pueblo todo entero
respondió: nosotros haremos todo cuanto Yahvé ha dicho", Ex 19, 7-8.
4.9.10. Forma y Rito de la Alianza
La formulación del pacto
entre Yahvé y su pueblo sigue el modelo de las alianzas profanas que se
realizan en aquella época. La alianza entre un rey superior y otro rey inferior
consta de ordinario de los siguientes elementos:
1. Preámbulo: En que se da a conocer el nombre y los títulos soberano que
establece la alianza:
a. "Yo soy Yahvé, tu Dios",
constituye el preámbulo. En él se
presenta el contratante principal con su nombre: Yahvé, y su título con
relación al pueblo: "Yo soy Yahvé,
tu Dios. Vosotros seréis mi pueblo”.
2. Prólogo histórico: que recuerda los beneficios que el rey soberano ha hecho al
rey vasallo, o personalmente, o en sus antepasados. Yo soy Yahvé. Me aparecí a Abrahán, a Isaac y a Jacob como EL SADDAY =
(el Omnipotente); pero mi nombre de Yahvé no se lo di a conocer. Después
establecí con ellos mi alianza, para darles la tierra de Canaán, la tierra
donde peregrinaron y moraron como forasteros”. Con ello se pretende llegar
a la gratitud del vasallo y moverle a la aceptación de las cláusulas.
a. El
beneficio fundamental que Yahvé ha realizado al pueblo y en el que se apoya el
establecimiento de la alianza y la exigencia de los compromisos, como es el
hecho de haber sacado a Israel de Egipto:
"de la casa de la servidumbre", Ex 20, 2.
Así se recalca el aspecto salvífico del
beneficio divino, apareciendo Yahvé como el "Salvador".
La relación que une a Israel con Yahvé es de orden real, experimental, no especulativo. Israel "ha visto", lo que Yahvé ha, hecho con ellos. Ex 19 , 4.
3. Estipulaciones o
cláusulas de la alianza: Son la expresiones de la voluntad del soberano y
suelen consistir en la ayuda que el vasallo debe prestarle en caso de guerra,
el pago de los tributos, la defensa de sus intereses por parte del rey inferior
al rey superior. Esta estipulaciones Se llaman "palabras de alianza".
Las estipulaciones de la Alianza, se resumen
en el "Decálogo".
4.- Conclusión: En el
comienzo, medio y fin de la Alianza de Yahvé en el monte Sinaí por medio de
Moisés está la palabra de Yahvé: “Vosotros
seréis mi pueblo y Yo seré vuestro Dios; y sabréis que yo soy Yahvé, vuestro
Dios ... Yo Yahvé”. Ex 6, 7-8.
4.10. EL DECÁLOGO: LOS DIEZ MANDAMIENTOS
El pacto o "Alianza" entre Yahvé y el
pueblo de Israel queda plasmado legalmente en los 10 Mandamientos. Esta
formulación de la Alianza entre Yahvé y el pueblo elegido Israel se realizó por
medio de Moisés en el monte Sinaí. Esta versión de los 10 mandamientos se ha
mantenido bajo dos tradiciones diferentes. La versión más antigua esta en Éxodo, 20, 2 - 17:
“Yo soy Yahvé, tu Dios , que te ha sacado del país de Egipto, del lugar
de la esclavitud. No tendrás otros dioses fuera de mí. No te harás escultura ni
imagen de la que hay arriba en los
cielos, abajo en la tierra o en las aguas debajo de la tierra. No te postrarás
ante ellas ni les darás culto, porque yo Yahvé, tu Dios, soy un Dios celoso,
que castigo la iniquidad de os padres en los hijos hasta la tercera y cuarta
generación de los que me odian, pero tengo misericordia por mil generaciones
con los que me aman y guardan mis mandamientos.
No pronunciarás el nombre de Yahvé, tu Dios, en falso;
porque Yahvé no dejará sin castigo a quien pronuncie su nombre en vano.
Recuerda el día sábado para santificarlo. Seis días
trabajarás y harás todos tus trabajos, pero el día séptimo es día de descanso
en nombre de Yahvé, tu Dios. No harás ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu
hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, ni el forastero que habita en
tu ciudad. Pues en seis días hizo Yahvé el cielo y la tierra, el mar y todo
cuanto contienen, y el séptimo descansó; por eso bendijo Yahvé el día del
sábado y lo santificó.
Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus
días sobre la tierra que Yahvé tu Dios te va a dar.
No matarás.
No cometerás adulterio.
No robarás.
No darás testimonio falso contra tu prójimo.
No codiciarás la casa de tu prójimo, ni codiciarás la mujer
de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que
sea de tu prójimo”.
Y existe otra versión de los 10
mandamientos más reciente en Deut 5, 6-18:
“Yo soy Yahvé tu Dios, que te ha sacado del país de Egipto,
de la casa de servidumbre. No tendrás
otros dioses fuera de mí. No te harás escultura ni imagen alguna, ni de lo que
hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay
en las aguas debajo de la tierra. No te postrarás ente ellas ni les darás
culto. Porque yo, Yahvé tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad
de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación, cuando me
odian, y tengo misericordia por mil generaciones cuando me aman y guardan mis
mandamientos.
No tomarás en falso el nombre de Yahvé tu Dios, porque Yahvé
no dejará sin castigo a quien toma su nombre en falso.
Guardarás el día del sábado santificándolo, como te lo ha
mandado Yahvé tu Dios, Seis días trabajarás y harás todas tus tareas, pero el
día séptimo es día de descanso, consagrado a Yahvé tu Dios. No harás ningún
trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey,
ni tu asno, ni ninguna de tus bestias, ni el forastero que vive en tus
ciudades; de modo que puedan descansar, como tú, tu siervo y tu sierva.
Recuerda que fuiste esclavo en el país de Egipto y que Yahvé tu Dios te sacó de
allí con mano fuerte y tenso brazo; por eso Yahvé tu Dios te manda guardar el
día del sábado.
Honra a tu padre y a tu madre, como te lo ha mandado Yahvé
tu Dios, para que se prolongue tus días y seas feliz en la tierra que Yahvé tu
Dios te da.
No matarás
No cometerás adulterio
No robarás
No darás testimonio falso contra tu prójimo
No desearás la mujer de tu prójimo, no codiciarás su casa,
su campo, su sierva o su sierva, su buey o su asno: nada que sea de tu
prójimo”.
Las dos versiones presentan una sorprendente afinidad en la construcción
de las fórmulas empleadas en la alianza.
1. Yo soy Yahvé, el único Dios verdadero. Ex 20, 2-6; Deut 5, 6-10
2. No fabricarás
ídolos. Ex 20,7; Deut 5,11
3. No pronuncies mi nombre sin motivo. Ex 20, 8-10; Deut 5, 12-15
4. Acuérdate de santificar el Sábado. Ex 20 12; Deut 5, 16
5. Honra a tu padre
y a tu madre. Ex 20, 13; Deut-5,17a.
6. No matarás. Ex 20, 14; Deut
5, 17
7. No cometerás adulterio. Ex
20, 15; Deut 5, 17c
8. No robarás. Ex 20, 16; Deut 5, 17d.
9. No des falsos testimonios ni mientas. Ex 20, 17b; Deut 5, 18a
10. No codicies los bienes ajenos. Ex 20, 17b; Deut 5, 18b.
Esta distribución aunque
convencional, puede muy bien ajustarse al número y orden de los preceptos
sinaíticos. No en vano la propia tradición bíblica conoce las llamadas "diez palabras", Ex 34, 28; Deut 4,
13. Las más recientes investigaciones han demostrado que la forma del texto, en
que tenemos hoy el Decálogo, y la ley cultual y ritual presenta elementos
constitutivos originales muy antiguos, que indudablemente ha desarrollado y
modelado el culto litúrgico de la fiesta anual de los Tabernáculos.
El primer mandamiento es el
recuerdo de una experiencia que ha vivido profundamente el pueblo de Israel.
Sólo Yahvé es quien ha sacado a Israel de Egipto con mano fuerte y brazo
poderoso. El pueblo debe de reconocerle este carácter de "unicidad": "No tendrás otro dios que a mí".
Es una exigencia de servicio exclusivo, ya que el "tener" otros
dioses implica adorarlos, reconocerlos, darles culto, servirles, esto es, la
idolatría.
La experiencia histórica es
la que ha dado a Israel el concepto de un Dios único, concepto rarísimo en la
historia del pensamiento humano, que distingue a Israel entre todos los pueblos
de la antigüedad.
Esto no es fruto del mero
pensamiento humano de Israel ya que, constantemente se va tras otros dioses,
tiende a asociar a Yahvé con los dioses de los pueblos que le rodean. Israel,
es pues, un pueblo profundamente religioso y su fe en Dios es monoteísta, así se lo ha pedido Dios y muy a pesar suyo
por la tendencia innata a la idolatría. Si cree en Yahvé como Dios único y
exclusivo es porque Yahvé mismo así se lo ha manifestado y revelado, es más,
así se lo ha exigido. El monoteísmo es fruto de una revelación, no es fruto que
ha surgido espontáneamente del pueblo de Israel.
La segunda exigencia del
decálogo de la alianza se refiere a la naturaleza de Yahvé, el Dios salvador.
Nada de lo humano es capaz de representarlo, de expresar su naturaleza.
Cualquier representación, figura, imagen, escultura, es inadecuada y blasfema.
Nada de lo creado sirve para decirnos o representarnos cómo es Dios. Así se
reconoce la distancia que separa a la criatura de su Creador. Todo culto que se dé a lo humano, a lo
conocido, es una idolatría. Con ello se exige al hombre luchar contra su
tendencia innata a adorarse a sí mismo y a las obras de sus manos, a esa
tendencia innata a: "querer ser como
dioses". Gen 3, 5.
La tercera exigencia de la
alianza expresa también el respeto que se ha de tener al santo nombre de Dios,
que es respeto por su persona y que en el juicio de dos personas no se puede
tomar en vano. Ya que constituye una
ofensa.
La cuarta exigencia es la
de la institución del "sábado"
(palabra hebrea que significa = descanso), como día consagrado al Señor,
santificado, reservado a Yahvé, es también expresión y memorial perenne de las
maravillas realizadas por Dios en favor del hombre. Estas, comienzan con la
obra de la creación, a la que sigue el
"descanso de Dios". Así, el pueblo, mediante una institución
perpetua, recuerda durante seis días de trabajo la obra creadora de Dios y el
séptimo lo consagra a Yahvé recordando su descanso Ex 20, 8-11.
La redacción del
Deuteronomio profundiza más en la motivación de la institución del sábado. La
razón de la misma es más humanitaria: la gesta liberadora de Yahvé al sacar a
Israel de Egipto es la que el pueblo recuerda.
Acuérdate de: "que siervo
fuiste en la tierra de Egipto, y que Yahvé tu Dios te sacó de allí con mano
fuerte y brazo poderoso; y por eso Yahvé tu Dios te manda guardar el
sábado", Deut 5, 15.
Las demás cláusulas de la
alianza regulan las relaciones con el prójimo, y garantizan la vida familiar y
social. En estas exigencias de la alianza descubre uno la importancia que el
hombre en sí y en sus bienes, que
hacen posible su vida y su independencia social, tienen en la relación del
hombre para con Dios.
4.11. INVOCACIÓN DE LOS DIOSES
Como testigos de la alianza
establecida y que son garantes de su cumplimiento. En la alianza con Yahvé al
pueblo le falta el cuarto elemento que es la invocación de los dioses pues
Israel no reconoce más Dios que a Yahvé. Este, por otra parte, es el que se ha
comprometido. Y basta su palabra como garantía de su fidelidad. Precisamente la
fidelidad será uno de los rasgos distintivos del Dios bíblico.
4.12. BENDICIONES Y MALDICIONES
Según la fidelidad o
infidelidad del rey vasallo a los compromisos estipulados; bendiciones y
maldiciones a las que se les atribuye una eficacia garantizada por los dioses
mismos, puestos anteriormente por testigos.
El quinto elemento de la
alianza se presenta en Ex 23, 20-23: “Yo
voy a enviar un ángel delante de ti, para que te guarde en el camino y te
conduzca al lugar que te he preparado. Hazle caso y obedécele, no te rebeles
contra él, pues actúa en mi Nombre y no perdonará vuestras transgresiones. Si
le obedeces fielmente y haces todo lo que yo diga, tus enemigos serán mis
enemigos y tus adversarios serán mis adversarios”. Insiste en las
bendiciones porque el autor, en este momento de generosidad y entusiasmo,
excluye la perspectiva de la infidelidad. No falta sin embargo una alusión
velada a la posibilidad de la infidelidad, con su correspondiente maldición, Ex
23, 21: “Hazle caso y obedécele, no te
rebeles contra él, pues actúa en mi Nombre y no perdonará vuestras
transgresiones”; y Ex 23, 33: “No habitarán en tu país, no sea que te
hagan pecar contra mí, pues dando culto a sus dioses caerías en sus lazos”.
En el Deuteronomio cuando el pueblo está sufriendo ya en su carne la "maldición de la alianza", se
insiste en esto, como explicación y justificación sin duda del mal que padece.
En Deuteronomio capítulos
27 y 28, se hace una explanación de las bendiciones y maldiciones en que
incurrirá el pueblo de Israel de acuerdo al pacto, o Alianza. En este período
inicial de la alianza, la bendición y maldición no rebasan los límites materiales
de la fecundidad de la tierra, de los animales y de los hombres, de las pestes,
de las derrotas en la guerra, o de la tranquilidad, del goce y de la paz. La
eficacia de la palabra de Dios pronunciada garantiza el cumplimiento del bien y
del mal que la bendición o la maldición anuncian para los que hayan sido fieles
o infieles a los compromisos adquiridos por la alianza.
4.13. FINALMENTE
El tratado de la Alianza
terminaba con un rito que varía según la época en que se realiza la alianza.
Podía consistir en un banquete sagrado, que simboliza la comunión de vida y de
intereses que la alianza establece entre los miembros que pactan, o en un
sacrificio en el que se partía, o dividía, la víctima inmolada, y los
compromisarios pasaban por entre las partes de la víctima deseándose la misma
suerte que la víctima, es decir: la muerte. En caso de ruptura de los
compromisos pactados.
Este último elemento nos
viene indicado en el Capítulo 24 del libro del Exodo: el rito escogido es: la
edificación de un altar y la inmolación de víctimas pacíficas a Yahvé. Moisés
toma una parte de la sangre de las víctimas consagradas a Yahvé y derrama sobre
el altar la sangre, toma otra parte de la sangre y rocía al pueblo que
solamente acaba de pronunciar su
"si" a la alianza: "Todo
cuanto dice Yahvé lo cumpliremos y lo obedeceremos", Ex. 24,7. Al
rociar con sangre al pueblo, Moisés pronuncia unas palabras solemnes y
misteriosas: "Esta sangre, es la
sangre de la alianza que hace con vosotros Yahvé sobre todos estos
preceptos", Ex 24, 8. Con esta efusión de sangre se significa la
comunidad de vida que se inicia entre Yahvé y el pueblo israelita, puesto que
la sangre es el "alma" y principio de la vida, Deut 12, 23.
Pero como la sangre de las
víctimas, por medio del sacrificio, se han hecho en cierto sentido "sangre de Dios", este rociar con
sangre no sólo significa comunión de vida con El, sino que, en un sentido
verdadero, aunque todavía no pleno, la realiza.
4.14. EL CÓDIGO DE LA ALIANZA, EX 20,25 Y SS. A 23,33
La Alianza del Sinaí tenía no sólo una parte
formal y ritual, como acabamos de explicar, tenía también una parte de
implicación material y social, a esta parte se le llama el "Código de la alianza". El "código" es, la
alianza en el estado práctico y en el nivel de la vida social ordinaria. Es un conjunto de prescripciones, soluciones
disposiciones justas, sanas y sólidas que solucionan dificultades, explican
algunos principios y orientan u ordenan la conducta de los hombres en las
situaciones comunes y variables de la condición humana. Pero este conjunto "no es sólo un
formulario de moral social y religiosa de muy buena ley, sino que la situación
de Israel lo ha situado en la alianza como en su gran y necesario contexto".
G. Auzou.
En realidad todo el
Levítico y gran parte del Deuteronomio no hacen sino explicitar y traducir a
situaciones concretas las directrices genéricas marcadas por el "código de
la alianza". El código de Moisés se limita a verter en normas las
experiencias religiosas del Sinaí, a fin de que rija en adelante la trayectoria
social y moral del pueblo judío. Es obvio que Moisés se limitó a esbozar las
pistas necesarias para que el pueblo canalizara su conducta. En este código de
la alianza aflora la formulación germinal de la "Toráh" o
"Ley del Pueblo elegido".
4.15. NORMAS SOCIALES
- El trato a los esclavos: La normativa de la alianza invita a ver
un hombre detrás de cada esclavo; este código respira un gran humanismo sobre
todo si lo comparamos con las costumbres de le época.
- La ley del talión: Justicia de los nómadas. El
castigo debe de se proporcional al delito cometido. Su principio es tajante: "Ojo por ojo, vida por vida", Ex 21, 24.
- Sobre el robo: En Israel siempre escasearon los ladrones, esto
explica la pureza del cumplimiento de la ley. La ley es terriblemente
intransigente con el ladrón en el que deja ver al ladrón como un asesino, se
limita a considerarlo como un ser mezquino a quien debe de excluirse de la
comunidad, a fin de no la contamine con su impureza.
- Normas del culto: Las normas sociales regulan
los derechos y deberes entre los hombres, las normas cultuales los derechos de
Dios. Dios concibe la alianza como una auténtica santificación del pueblo, Ex
19, 6, el cual quedará integrado así en la dinámica divina, Lev 11, 44-45. La ley de la primogenitura es la ofrenda de
ofrecer a Dios lo mejor ya sea en los animales como en los primogénitos
hombres, Ex 34, 20. Los derechos de Yahvé revisten siempre carácter cultual.
- La observancia del sábado: La tradición israelita asociaba
sus orígenes con dos alianzas singulares de Yahvé: la de Abrahán, Gen 17, 9-14;
y la de Moisés, Ex 19, 1-20). La primera instauró un rito orgánico: la
circuncisión; la segunda, un rito cúltico: el descanso del Sábado. El carácter
cultual del sábado no se limita sólo al descanso físico en el séptimo día de la
semana. La alianza sinaítica quiere que los israelitas celebren también el año
sabático, Ex 23, 10-11, en este año sabático se devolverá la libertad a los
esclavos que así lo deseen, Ex 21, 2.
4.16. LAS GRANDES FIESTAS RELIGIOSAS DE ISRAEL
Es la unión de fiestas
religiosas de tipo nómada: la pascua, con fiestas de tipo de tradición agrícola: los panes ázimos. (Ver este tema en: 6.5.3.2.).
a. Fiesta de la Pascua: es
la más antigua, es fiesta nómada, típico de los pueblos pastoriles, se
realizaba antes de Abrahán. Fiesta principal judía que recuerda la liberación
de la esclavitud en Egipto hacia la libertad de la Tierra Prometida. Se come el
cordero asado y las yerbas amargas.
b. Fiesta de los Ázimos:
Fiesta agrícola que señala el comienzo de la cosecha de la cebada. Se comía el
pan ácimo procedente del grano nuevo, sin levadura.
c. Fiesta de las Semanas.
(Pentecostés): En esta solemnidad ofrecían los israelitas a Yahvé las primicias
de las cosechas.
d. Fiesta de las Tiendas o
Tabernáculos, fiesta de la recolección final de todos los frutos. Fiesta
final de acción de gracias a Yahvé por
todos los bienes recibidos en todas las
cosechas del año.
4.17. LA IDOLATRÍA DEL PUEBLO DE ISRAEL
El mayor pecado que cometió
Israel, el gran delito religioso del pueblo judío, consistió siempre en el
pecado de la idolatría. Es el pecado que más ofende a Dios, a su gloria. Es del
pecado que más se queja Yahvé contra su pueblo. El que primeramente denuncian
los profetas y en el que Yahvé por medio de ellos muestra mayor enojo,
desagrado, ira, contra su pueblo. Dios, no puede permitir que su pueblo
elegido, el pueblo que El formó, se vaya tras otros dioses materiales, hechos de
manos humanas: dioses de barro, metales, maderas, hechas por manos humanas.
Así el culto idolátrico
amenazaba de manera seria y definitiva a la hegemonía de Dios sobre su pueblo,
contraviniendo todo lo pactado, todo lo revelado y acontecido entre Yahvé y el
pueblo de Israel, manifestado en las cláusulas de la alianza. El becerro de
oro: Ex Cptlo 32. La apostasía de Israel en el desierto en las faldas del monte
Sinaí fue evidente: "Cuando el
pueblo vio que Moisés tardaba en bajar... se quitaron los pendientes de oro...
los tomó en sus manos e hizo un molde y fundió un becerro y ofrecieron
holocaustos y presentaron sacrificios de comunión". La ira de Yahvé se
hace patente y Moisés intercede ante
Dios en favor de su pueblo.
4.18. RENOVACIÓN DE LA ALIANZA
Esta renovación viene
descrita con toda minuciosidad en Ex 34,1-4.
“Yahvé dijo a Moisés: “Tállate dos tablas de piedra como las primeras,
sube donde mí, al monte, y yo escribiré en ellas las palabras que había en las
primeras tablas que rompiste, Prepárate para mañana; sube temprano al monte
Sinaí y aguárdame allí en la cumbre del monte. Que nadie suba contigo, ni
aparezca nadie en todo el monte. Ni siquiera las ovejas o las vacas pasten en
el monte”. Moisés labró dos tablas de piedra como las primeras, se levantó
temprano y subió al monte Sinaí como le había mandado Yahvé, llevando en su
mano las dos tablas de piedra”. Ex 34, 1-4.
4.18.1. Las tablas de la Ley
Tras sellarse un pacto,
solían consignarse por escrito las estipulaciones. La tradición bíblica, fiel
el lema de "una alianza
renovada", presupone una doble redacción de tales tablas. La primera
contendría las cláusulas de la alianza, Ex 20, 1-21, y habría sido destrozada
por el mismo Moisés al constatar que el pueblo veneraba el becerro de oro. Por
esto fue necesario una segunda renovación de las tablas. Era una segunda
redacción donde se fijaran las nuevas cláusulas. Así las tablas de alianza
quedaban convertidas en símbolo del pacto renovado.
4.18.2. Objeto y esencia de la alianza
La esencia de la alianza
viene constituida por la relación de comunión vital, que se establece e inicia
entra las dos partes que se ligan con ella. La alianza crea entre Yahvé y el
pueblo una "comunidad de intereses", de tal manera que Yahvé se hace
garante de la seguridad del pueblo en todos los sentidos, como aparece por las
bendiciones anexionadas a la alianza:
"Yo mandaré un ángel ante ti, para que te defienda en el camino, y te haga
llegar al lugar que te he dispuesto...
seré enemigo de tus enemigos y oprimiré a tus opresores", Ex
23, 20.
Es la actualización de la
promesa hecha a Abrahán. Y a lo lejos se adivina ya la identificación real que
la Nueva Alianza va a traer de tal manera que: "lo que a uno de estos pequeños hagáis, a mí me lo hacéis", Mt
25, 40.
La alianza establece una
relación de propiedad entre Yahvé y el pueblo. Yahvé es dueño de toda la tierra
y de todos los pueblos que la habitan. Ha querido, sin embargo, ligarse con
ligaduras humanas, "con lazos de
amor", Os 11, 4; con una serie de tribus haciendo de ellas: "su propiedad", uniéndolas en un
solo pueblo, reservado para El, el pueblo de Yahvé", Lev 26, 12: "Ahora si oís mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi
propiedad entre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra, pero vosotros
seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa", Ex 19, 5-6.
Yahvé se convierte por la
alianza en el Dios propio de Israel. Esta propiedad mutua, Israel es pueblo
propiedad de Yahvé, Yahvé el Dios propio de Israel, hace de Israel un pueblo,
una nación santa, un pueblo dedicado al servicio exclusivo de Yahvé, reservado
para El. Separado de todos los demás pueblos con los que Yahvé no se ha ligado
tan especialmente. Como pueblo sacerdotal que es, la tarea principal de este
pueblo en la tierra es dar culto de adoración a Yahvé, solo a Yahvé y no a otros dioses falsos e
ídolos.
La relación de Yahvé con el
pueblo supone una presencia especial suya:
"Estableceré mi morada entre vosotros y no os abominará mi alma. Marcharé
en medio de vosotros", Lev 26, 11-12. Este conjunto de relaciones
tenemos que definirlas como relaciones de amor. La alianza hace posible y da
origen a la imagen bíblica que compara las relaciones entre el pueblo de Israel
y Yahvé con las relaciones entre padre e hijo: "Pero ahora, escucha, Jacob, mi siervo, Israel a quien elegí
yo. Así habla Yahvé, que te ha hecho, y
en el seno materno te formó y te socorre", Is 44, 1-2. Más aún, esa
relación se compara con aquella otra experiencia más profunda del amor humano:
La relación matrimonial: "Me acuerdo
en favor tuyo del afecto de tu adolescencia del amor de tus desposorios, de tu
seguirme en el desierto...", Jer 2, 2.
La
alianza crea, una relación de amor. Esta
relación de amor al pueblo de parte de Yahvé exige de éste una respuesta también
de amor. Esa respuesta de amor se concreta y expresa a través de la ley. Este es, pues, para Israel, el modo real de
manifestar su agradecimiento por el beneficio de la liberación de la esclavitud
de Egipto. Por eso el comentario que el Deuteronomio hace al decálogo se inicia
resumiendo la ley en ese precepto que dice: "Amarás
a Yahvé tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu poder, y
llevarás muy dentro del corazón todos estos mandamientos que yo te doy", Deut
6, 5-6.
Este amor es sincero, y si
vive lo que promete acabará desembocando en servicio, en cumplimiento de esos,
mandamientos, Deut 6, 13-14.
4.19. MOISÉS, EL MEDIADOR DE LA ALIANZA
Yahvé tiene la iniciativa
de la alianza. El pueblo es el destinatario de la misma. Entre Yahvé y el
pueblo se halla la figura destacada de Moisés. Él es el que sube a la montaña,
el que penetra en cierto sentido en la esfera de lo divino, mientras el pueblo
tiene que permanecer alejado de la santidad de Yahvé; él oye las palabras de
Yahvé, recibe sus confidencias, para bajar después, a incorporarse y
comunicarle al pueblo todo lo que Yahvé le ha dicho. Moisés se convierte en el
intermediario, el mediador de la alianza.
Es el hombre escogido por Dios como representante del pueblo para
transmitir a éste su designio.
Es el intercesor en favor
del pueblo cuando éste peca gravemente de idolatría, salvándole de la
destrucción: "Al día siguiente, dijo
Moisés al pueblo: "habéis cometido un gran pecado. Yo ahora voy a subir a
Yahvé, a ver si os alcanzo el perdón.
Volvióse Moisés a Yahvé y le dijo: Oh! este pueblo ha cometido un gran
pecado, pero perdónales su pecado",
Ex 32, 30-32. Moisés es el hombre elegido por Yahvé para salvar a
su pueblo. Es el que les ha guiado para
salir de la esclavitud de Egipto. El que les ha hecho pasar el mar Rojo. El que
por su intercesión les ha dado la victoria en las luchas y dificultades del
desierto, Ex 17, 8-16.
Moisés es el sacerdote en
el pacto, o alianza, entre Dios y su pueblo, derramando la sangre de las víctimas
sobre el altar y aspergiendo con ella al pueblo; él consagra a Aarón sacerdote
y la tradición bíblica hace proceder de Moisés la legislación cultual. Es,
finalmente, el hombre solidario con el pueblo en el horizonte de la salvación,
en los momentos de desgracia y de opresión. El elogio que de Moisés hace a
continuación el Deuteronomio resume la conciencia que Israel tiene de la
importancia de la mediación que tuvo Moisés entre Yahvé y su pueblo: "No ha vuelto ha surgir en Israel
profeta semejante a Moisés con quien cara a cara tratase Yahvé ni en cuanto a
las maravillas y portentos que Yahvé le mandó hacer en la tierra de Egipto
contra el faraón y contra todos sus servidores y contra todo su territorio, ni
en cuanto a su mano poderosa, y a tantos terribles prodigios como él hizo a los
ojos de todo Israel", Deut 34,
10-12.
4.20. LA MUERTE DE MOISÉS
Hasta tal punto llega esta
solidaridad del mediador con el pueblo que corre la suerte que Dios le había
profetizado: la de verse privado de
entrar en la tierra prometida. Moisés sube al monte Nebot, divisa toda la
extensión de la tierra prometida a los patriarcas y muere en la soledad: "Subió Moisés desde los llanos de Moab
al monte Nebot... y Yahvé le mostró la tierra prometida, desde Galad hasta
Dan... y le dijo Yahvé: ahí tienes la tierra que juré dar a Abrahán, Isaac y
Jacob... te la hago ver con tus ojos, pero no entrarás en ella. Moisés el
siervo de Dios, murió allí en la tierra de Moab, conforme la voluntad de
Dios", Deut 34, 1-5.
A lo largo de los siglos se
ha querido ver, a veces, a esta muerte en solitario, el significado de
ascensión a una forma más elevada de existencia, es decir, al cielo, pero en
este pasaje no hay tal afirmación. Puede servir como consideración espiritual
piadosa como hacen ciertas tradiciones judías, pero exegéticamente hablando no
hay más.
...
Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
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