Historia de la Salvación: 7° Parte - La historia de Moisés - Continuación


P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA


4. MOISÉS

CONTINUACIÓN



4.9. EL PASO DEL MAR ROJO. EX 13,17 Y 15,22


La liberación física de la opresión egipcia ya está realizada. Esta liberación ha sido obra exclusiva de Yahvé, obra de su brazo poderoso: "Acordaos siempre del día en que salísteis de Egipto, de la casa de la servidumbre, pues ha sido la poderosa mano de Yahvé la que os ha sacado", Ex 13, 3..
         
Moisés ha sido el mediador de esta liberación. El pueblo de las promesas ha sido el beneficiado.  A uno y a otro lo único que se le ha pedido es que aceptara el plan de Dios: "Todos los hijos de Israel hicieron lo que Yahvé había mandado a Moisés y Aarón",   Ex 12, 50.
         
El pueblo emprende el camino de salida a través del desierto con entusiasmo, gozando de la libertad obtenida.  No es una huida vergonzosa. Es una salida triunfal: "Los hijos de Israel subían en buen orden desde Egipto", Ex 13, 18. Dios sigue su obra acompañando a su pueblo de la siguiente manera: "De día en columna de nube, para guiarlos en su camino, y de noche en columna de fuego para alumbrarlos y que pudiera así marchar lo mismo de día que de noche", Ex 13, 21-22.

Pero la liberación se va revelar inmediatamente deficiente, necesitada de una realización futura y mejor. El faraón se arrepiente de haber dejado salir al pueblo privándose de sus servicios, Ex 14, 5. Y sale en persecución de Israel. La superioridad egipcia es tal que parece que la liberación anterior ha sido sólo un paso hacia la muerte. El pueblo así lo entiende y reacciona de manera meramente humana:  "¿Es que no había sepulcros en Egipto que nos has traído al desierto a morir?. ¿Qué es lo qué nos has hecho con sacarnos de Egipto?",   Ex 14, 11.
        
La situación no era para menos. Los israelitas han llegado a la orilla del mar, que les cierra el paso. El ejército del faraón les acosa por la espalda. La situación es realmente desesperada no hay posibilidad alguna de escape, la única salida humanamente explicable es la muerte.
         
Dios parece que se complace en llevar las cosas hasta el extremo, hasta el límite justo en que ya sólo Él es capaz de librar. Para que el hombre ponga toda su confianza en sólo Dios: "No temáis, estad tranquilos y veréis la victoria que en este día os dará Yahvé... Yahvé combatirá por vosotros, vosotros estad tranquilos",  Ex 14, 13-14.
         
Si el mar cierra el paso liberador a los judíos, la salvación se realizará abriendo el camino entre el mar. Si el faraón ataca, la salvación se realizará haciendo sucumbir al faraón. Dios ha salvado al pueblo de un modo mucho más maravilloso aún que en el momento de la salida de Egipto: "Aquel día libró Yahvé a Israel de los egipcios... Israel vio la mano potente que mostró Yahvé para con Egipto, y el pueblo temió a Yahvé, y creyó en Yahvé y en Moisés, su siervo." Ex 14, 30-31. Como toda intervención de Yahvé, ésta, fue para Israel vida y salvación, y para Egipto, representado por el faraón y en su ejército: juicio, condenación y muerte. Esta Salvación y este juicio son el tema del canto de alabanza que entonan los hijos de Israel al iniciar la "nueva vida", que para ellos ha supuesto el paso del mar Rojo: "Cantad a Yahvé que ha hecho resplandecer su gloria, precipitando en el mar al caballo y al caballero", Ex  1 5, 21.
         
Lo más importante de este relato del paso del mar Rojo es la convicción que subyace en el alma del pueblo judío: "Yahvé ha liberado al pueblo de la esclavitud de Egipto y lo ha hecho con mano poderosa y brazo fuerte".  El pueblo elegido no puede olvidar cómo Yahvé le sacó de la casa de la servidumbre, Jos 24 ,17, y le condujo a la liberación, Miq 6, 4, sirviéndose de Moisés y Aarón  1 Sam l2, 6.  Ya la tradición del Exodo es fija en este tema, y en este pasaje tan importante se ha simbolizado el bautismo de Israel.


4.9.1. El camino del desierto
         
Para quien vive en tierra cultivada y verde, el desierto es la más lograda expresión de soledad y de prueba física, Deut 32, 10, es un lugar de aridez y de tinieblas, Ez 19, 13; Os 13, 5, de inseguridad,  Salm 55, 8, lugar del caos infernal, Jer 2, 6. El desierto es lugar donde habitan los demonios, Lev 16, 10, y sobre todo lugar donde viven las bestias salvajes, Is 13, 26, dispuestas a devorar a cuantos se adentren en él. Tal visión del desierto invita a convertirlo en el castigo simbólico que Dios reserva a los pecadores, Ez 6, 14. El desierto es pues, una tierra terrible, un lugar de prueba, Deut 1, 19. Es tierra desolada,  Ez 6, 14 y expresión de la muerte,  Jer 2, 6.
         
Aunque parezca paradójico, es precisamente en este desierto, lugar inhóspito, donde Yahvé acrisola y prueba la fe de su pueblo. Ello justifica que la tradición bíblica judía, al reflexionar sobre los orígenes de Israel siempre interpretara su permanencia en el desierto como signo de prueba, de purificación y de bendición. Cierto que el pueblo estuvo expuesto a la intemperie, debiendo de sufrir toda clase de pruebas físicas y de tentaciones en el espíritu, sin faltar momentos en que su fe, probada una vez más, se trocara en idolatría.  Más, a pesar de ello, Dios fue guiando al pueblo hasta el país de la tierra prometida.  Así es cómo la prueba del desierto pasó a significar el encuentro de Dios con el pueblo intolerante y de cabeza dura.
         

4.9.2. El secreto de la nube y la columna de fuego, Ex 13, 21
         
“Yahvé marchaba delante de ellos: de día en columna de nube, para guiarlos por el camino, y de noche en columna de fuego para alumbrarlos, de modo que pudiesen marchar de día y de noche. No se apartó del pueblo ni la columna de nube por el día, ni la columna de fuego por la noche”. Ex 13, 21.
         
Yahvé jamás abandonó a su pueblo en el desierto. A la salida de Egipto había actuado a través de una nube, que daba sombra durante el día, protegiéndoles del sol y el calor, Ex 13, 21-22. Esta nube vuelve a aparecer cuando los israelitas se adentran en el desierto jugando un papel de excepción en el Sinaí, Ex 19, 9, es obvio que la tradición bíblica asociara esta nube con la presencia divina. Y Yahvé también se hace presente por medio de una columna de fuego, para que pudieran caminar durante la noche. La nube y la columna de fuego son dos símbolos de la presencia y protección continua de Dios a su pueblo.
         
Yahvé dirige al pueblo a través del desierto.  Su providencia quiere que los israelitas, lejos de seguir el camino más corto, Ex 13, 17, se dirigieran hacia la estepa, para adorarle en los aledaños del monte Horeb, Ex 3, 17-18, donde recibirán las tablas de la ley y las normas de legislación. Todo ello culminará en un pacto, en virtud del cual dejarán los hebreos de ser peregrinos errantes para convertirse en el  pueblo elegido de Dios. Dios quiso en cierto modo que su pueblo naciera en el desierto. Le había prometido una tierra buena donde vivir, pero la sede del desierto fue el primer eslabón de la compleja cadena de la historia.
         
Este pueblo en el desierto fue infiel, anteponiendo la seguridad personal dentro del cautiverio a la inseguridad de la libertad en el desierto. En Egipto eran esclavos, pero no carecían de alimentos; la murmuración por este hecho, se convirtió en un tema dominante, Ex 14, 11. La reacción, humanamente hablando, era lógica, pues el pueblo echaba de menos las comodidades de la vida ordinaria, de antes: por penosa que fuera en Egipto la esclavitud no había mayores problemas: había pan en abundancia, verduras, frutos frescos, ahora en el desierto, cada día, era una incógnita. Cada día había que preguntarse ¿Qué habrá mañana? La respuesta sólo la tenía Dios, que pedía a su pueblo un voto de confianza y así aunque la confianza del pueblo a Dios, faltara, a la postre prevaleció la misericordia de Dios sobre la inconstancia y las quejas del pueblo.
         
Yahvé no duda en ostentar su santidad y su gloria, Num 20, 13, quedando así el desierto convertido en un escenario donde Dios por encima de la infidelidad de su pueblo prodiga su misericordia. La gran lección en el desierto es: descubrir a Dios en circunstancias favorables es fácil,  hacerlo en circunstancias adversas, es casi heroico. Así lo enseña la experiencia de aquel pueblo que, itinerante a través del desierto pudo constatar que Yahvé nunca abandona. En los momentos decisivos, Dios siempre ayuda y siempre interviene. Mientras no falte la nube, el pueblo seguirá caminando, gozando de sombra durante el día.  Así es cómo Yahvé protege y guía.
         
Acerca del itinerario que tomó el pueblo elegido para huir de los egipcios y llegar a la tierra prometida hay muchas teorías y casi todas ellas aceptables. Nosotros no nos inclinamos por ninguna de ellas por considerar que este detalle histórico, si bien es importante para la historia, para el saber teológico no tiene mayor importancia. Igualmente podemos decir acerca de: cuánto tiempo duró la experiencia del desierto. Sabemos que la cifra de 40 años es desde el punto de vista humano imposible, dadas las dificultades propias del desierto, antes, más que hoy día. Lo importante es saber que fue un período de prueba humana y espiritual y que el pueblo se forjó en la adversidad, la prueba y el dolor, al final la misericordia la providencia de Dios pudo más que la inconstancia y la rebeldía del pueblo.
        

4.9.3. ¿Qué es el maná?
         
Es el alimento que Dios dio a su pueblo en la marcha a través del desierto. El maná es menos portentoso de lo que a primera vista parece. Viene presentado como el pan del cielo, Ex 16, 4. Téngase en cuenta que la tradición bíblica emplea la palabra "lehem" = pan", para designar los alimentos en general, Lev 3, 11. Más los conocedores de la zona aseguran que tal fenómeno no es raro. Todavía hoy, se produce, en la costa occidental de la península del Sinaí, el llamado: "tamarisco mannífero", de cuyas hojas se desprende, sobre todo en verano, una goma blanca resinosa en forma de pequeños granos, de tamaño inferior a un guisante; es una sustancia con cierto sabor a miel, producida por unas cochinillas, que chupan de día gran cantidad de linfa para procurarse nitrógeno, restituyendo lo superfluo en forma de secreción melosa. La rápida evaporación solidifica las gotas en bolitas viscosas que pueden recogerse para ser comidas. Es evidente que los israelitas no debieron nutrirse solamente de maná, pero este alimento les suministró el azúcar necesario y encontrarlo en el desierto debe de haber sido una experiencia gratificante.





4.9.4. El milagro de las codornices.  Ex 16, 13
         
El especialista en la materia E. Wright dice: "Todos los años por septiembre y octubre, grandes bandadas de codornices provenientes de Europa vuelan sobre el mar Rojo para invernar en Arabia y en África del norte.  Después del vuelo sobre el mar llegan totalmente exhaustas a las costas de la península sinaítica y es fácil capturarlas".


4.9.5. El milagro del agua sobre la roca. Ex 17, 6
         
E. Wright escribe a propósito de este fenómeno: "El mayor inglés, C. S. Jarvis, ex-gobernador de la península del Sinaí, cuenta haber visto algo semejante. Durante una incursión del cuerpo de camelleros del Sinaí buscaba agua, excavando las pendientes rocosas de un valle que apenas goteaba un hilo de la roca calcárea. Durante los trabajos de excavación, un golpe, destinado al granito, cae en la superficie lisa y dura de la roca calcárea, que se rompe, y de la débil piedra, porosa, brotó agua con gran asombro de todos un fuerte brazo de agua pura.  Antes del éxodo, Moisés había vivido mucho tiempo en la península sinaítica, y es, muy probable, que conociese algunas propiedades de las formaciones calcáreas de algunas partes de la península.


4.9.6. Interpretación de estos milagros
         
Para cuanto se refiere a la interpretación de los milagros en el desierto debe de tenerse en cuenta que, aunque uno u otro milagro ocurrido en la península del Sinaí, se pueda explicar naturalmente; la larga duración del recorrido y la cantidad abundante de agua que brotó, junto al alimento desconocido del maná constituían para el piadoso israelita, nada acostumbrado al desierto, un suceso tan prodigioso e inexplicable que, al no conocer las modernas leyes de la física, todo lo ocurrido lo atribuían a la obra exclusiva de Dios. El israelita no estaba todavía infectado de la mentalidad deista que relega a Dios a su morada celestial, sin concederle posibilidad alguna de influir en la creación, que es obra de sus manos. Todo lo que acaeciera y del modo que acaeciera, constituía para el israelita una manifestación de la potencia divina. Todo viene de Dios y mira a recordar a Dios y a su gracia salvadora.
         
Más que nunca es ahora el momento de tener en cuenta que la Biblia ignora el concepto de ley natural y no se preocupa, por tanto, de si una ley natural ha sido o no violada por un milagro. Es necesario, pues, tener en cuenta también los "milagros relativos" es decir, aquellos signos divinos que, en el momento en que ocurrieron, debieron ser y fueron considerados como  milagros maravillosos. Lo importante es que Dios hizo milagros en favor de su pueblo, le ayudó, le protegió en los momentos de gran dificultad. Queda en el misterio qué es el milagro como intervención divina, Dios conoce muy bien las leyes de la naturaleza y se puede valer rectamente de ellas para poder ayudar a su pueblo. Por lo tanto no se trata de querer restar importancia a la acción divina, sino saber que Dios puede valerse de su ciencia y sabiduría para poder realizar milagros en favor de su pueblo.
         
También un fenómeno natural puede y debe ser un signo de la cercanía de Dios, en el cual el hombre advierte y experimenta la divinidad. La naturaleza deviene sin más un "experimentum Dei", en el sentido, en que en ella Dios es "experimentado" como el siempre presente, el Dios que está cerca, que es justamente, lo que significa su nombre.


4.9.7. Los grandes acontecimientos ocurridos en el Monte Sinaí: La Alianza y los 10 Mandamientos
         
El enemigo del pueblo elegido ha sido vencido, el pueblo ha sido liberado de la mano opresora, ahora ya puede emprender el camino hacia la tierra prometida.  Pero antes de llegar a esa tierra prometida Dios va a realizar una alianza con este pueblo que El ha elegido.


4.9.8. La alianza en el Oriente Medio y en la Biblia
         
En el mundo semita del Oriente Medio, la alianza, era la forma ordinaria de establecer una relación cuasi familiar entre tribus nómadas de distintos troncos familiares. La alianza regulaba las relaciones entre ambos clanes. Más tarde se hace forma ordinaria para regular las relaciones entre pueblos distintos. A la luz de estas alianzas se entienden mejor los elementos que constituyen y forman la alianza del Sinaí entre Yahvé y el pueblo elegido y al mismo tiempo  se entiende mejor su peculiaridad.
          
Ya aludimos a la importancia que el tema de la "alianza" tiene en la Biblia y cómo constituye el tema que unifica todos sus libros. Los momentos más solemnes de la historia de Israel (Noé, Abrahán), se caracterizan por la realización de una alianza, pero el momento más importante de la renovación de la alianza acaece en el monte Sinaí, como en Moab, antes de atravesar el río Jordán para emprender la conquista de la tierra prometida, Deut 28, 32; como cuando se recordó en Siquem, una vez conquistada la tierra prometida, Josué 2, 4; o cuando la reforma religiosa llevada a cabo por el rey Josías, 2 Reyes  23.


4.9.9. El Dios de la Alianza
         
La tradición bíblica sitúa la realización de la Alianza de Yahvé con el pueblo en el desierto Sinaí, en la montaña sagrada, sin precisar más. Es en este ámbito del desierto, de la soledad y el silencio donde no hay otro trabajo que realizar sino el peregrinar, ni distracciones humanas en que distraerse el que Yahvé eligió para realizar la gran Alianza del Antiguo Testamento.
         
La iniciativa de realizar una "Alianza" vuelve a partir de Yahvé. Todas las tradiciones coinciden en subrayar este hecho, cada una a su manera y según sus peculiares características. El pueblo que Yahvé se formó en Abrahán y su descendencia y se había constituido ya un pueblo numeroso, este pueblo oprimido y esclavizado en Egipto, clamó a Dios (al Dios de nuestros Padres: Abrahán, Isaac y Jacob) para que les liberara de la esclavitud y Dios les escuchó. Moisés fue el elegido para esta salvación, una vez liberados de la esclavitud salen hacia la libertad de la Tierra Prometida: “Dios habló a Moisés y le dijo: Yo soy Yahvé. Me aparecí a Abrahán, a Isaac y a Jacob como EL SADDAY = (el Omnipotente); pero mi nombre de Yahvé no se lo di a conocer. Después establecí con ellos mi alianza, para darles la tierra de Canaán, la tierra donde peregrinaron y moraron como forasteros. Y ahora al escuchar el gemido los israelitas esclavizados por los egipcios, he recordado mi alianza. por eso di a los israelitas: Yo soy Yahvé. Yo os sacaré de los duros trabajos de los egipcios, os libraré de su esclavitud y os redimiré con brazo tenso y juicios solemnes. Vosotros seréis mi pueblo y Yo seré vuestro Dios; y sabréis que yo soy Yahvé, vuestro Dios ... Yo Yahvé”. Ex 6, 7-8.
         
Es Yahvé el que llama a Moisés desde lo alto de la montaña y le indica que va a establecer alianza con el pueblo: "Descendió Yahvé sobre la montaña del Sinaí, sobre cumbre de la montaña, y llamó a Moisés a la cumbre y Moisés subió a ella", Ex 19, 20. El mismo sentido ofrece la teofanía que entonces tuvo lugar: "Al tercer día por la mañana hubo truenos y relámpagos, y una densa nube sobre la montaña, y un muy fuerte sonido de trompetas, y el pueblo temblaba en el campamento", Ex 19, 11-12.
         
La exigencia de purificación y santificación por parte del  pueblo para disponerse a recibir las palabras de la alianza, marcan y señalan la distancia que separa al pueblo de Dios santo que va a "descender" a su encuentro, y la indignidad radical del pueblo para tal gracia: "Yahvé le dijo: ve al pueblo y santifícalos hoy y mañana..." "Tú marcarás un límite al pueblo diciendo: guardaos de subir vosotros a la montaña y tocar el límite, porque quien tocare la montaña, morirá", Ex 19, 11-12.
         
La "alianza" es, pues, una "condescendencia", de Dios, una "gracia". El pueblo no tiene nada que ofrecer, nada que alegar, ningún título que exhibir para hacerse acreedor de tal don. La tradición deuteronomista, posterior, fruto de una mayor reflexión sobre esta condescendencia, empleará la palabra clave que da la explicación de esta sinrazón. El Amor de Dios a su pueblo: "Si Yahvé se ha ligado con vosotros y os ha elegido, no es por ser vosotros los más en número entre todos los pueblos, pues sois el más pequeño de todos. Porque Yahvé os amó". Deut 7, 7-8.
         
Sin embargo, precisamente porque es el amor el que ha realizado tal maravilla, Yahvé no impone la alianza, sino que la expone, la propone al pueblo por medio de Moisés, para su aceptación: "Moisés vino y llamó a los ancianos de Israel y les expuso todas estas palabras, como Yahvé las había mandado.  El pueblo todo entero respondió: nosotros haremos todo cuanto Yahvé ha dicho",  Ex 19, 7-8.


4.9.10. Forma y Rito de la Alianza
         
La formulación del pacto entre Yahvé y su pueblo sigue el modelo de las alianzas profanas que se realizan en aquella época. La alianza entre un rey superior y otro rey inferior consta de ordinario de los siguientes elementos:

1. Preámbulo: En que se da a conocer el nombre y los títulos soberano que establece la alianza:
a. "Yo soy Yahvé, tu Dios", constituye el preámbulo.  En él se presenta el contratante principal con su nombre: Yahvé, y su título con relación al pueblo: "Yo soy Yahvé, tu Dios. Vosotros seréis mi pueblo”.
        
2. Prólogo histórico: que recuerda los beneficios que el rey soberano ha hecho al rey vasallo, o personalmente, o en sus antepasados. Yo soy Yahvé. Me aparecí a Abrahán, a Isaac y a Jacob como EL SADDAY = (el Omnipotente); pero mi nombre de Yahvé no se lo di a conocer. Después establecí con ellos mi alianza, para darles la tierra de Canaán, la tierra donde peregrinaron y moraron como forasteros”. Con ello se pretende llegar a la gratitud del vasallo y moverle a la aceptación de las cláusulas.

a. El beneficio fundamental que Yahvé ha realizado al pueblo y en el que se apoya el establecimiento de la alianza y la exigencia de los compromisos, como es el hecho de haber sacado a Israel de Egipto: "de la casa de la servidumbre", Ex 20, 2.
Así se recalca el aspecto salvífico del beneficio divino, apareciendo Yahvé como el "Salvador". La relación que une a Israel con Yahvé es de orden real,  experimental, no especulativo. Israel "ha visto",  lo que Yahvé ha, hecho con ellos.  Ex 19 , 4.

3. Estipulaciones o cláusulas de la alianza: Son la expresiones de la voluntad del soberano y suelen consistir en la ayuda que el vasallo debe prestarle en caso de guerra, el pago de los tributos, la defensa de sus intereses por parte del rey inferior al rey superior. Esta estipulaciones Se llaman "palabras de alianza". Las estipulaciones de la Alianza, se resumen  en el "Decálogo".
         4.- Conclusión: En el comienzo, medio y fin de la Alianza de Yahvé en el monte Sinaí por medio de Moisés está la palabra de Yahvé: “Vosotros seréis mi pueblo y Yo seré vuestro Dios; y sabréis que yo soy Yahvé, vuestro Dios ... Yo Yahvé”. Ex 6, 7-8.


4.10. EL DECÁLOGO: LOS DIEZ MANDAMIENTOS
         
El pacto o "Alianza" entre Yahvé y el pueblo de Israel queda plasmado legalmente en los 10 Mandamientos. Esta formulación de la Alianza entre Yahvé y el pueblo elegido Israel se realizó por medio de Moisés en el monte Sinaí. Esta versión de los 10 mandamientos se ha mantenido bajo dos tradiciones diferentes. La versión más antigua esta en  Éxodo, 20, 2 - 17:
         
“Yo soy Yahvé, tu Dios , que te ha sacado del país de Egipto, del lugar de la esclavitud. No tendrás otros dioses fuera de mí. No te harás escultura ni imagen de la que hay  arriba en los cielos, abajo en la tierra o en las aguas debajo de la tierra. No te postrarás ante ellas ni les darás culto, porque yo Yahvé, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad de os padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian, pero tengo misericordia por mil generaciones con los que me aman y guardan mis mandamientos.
No pronunciarás el nombre de Yahvé, tu Dios, en falso; porque Yahvé no dejará sin castigo a quien pronuncie su nombre en vano.
Recuerda el día sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás todos tus trabajos, pero el día séptimo es día de descanso en nombre de Yahvé, tu Dios. No harás ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, ni el forastero que habita en tu ciudad. Pues en seis días hizo Yahvé el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contienen, y el séptimo descansó; por eso bendijo Yahvé el día del sábado y lo santificó.
Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que Yahvé tu Dios te va a dar.
No matarás.
No cometerás adulterio.
No robarás.
No darás testimonio falso contra tu prójimo.
No codiciarás la casa de tu prójimo, ni codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo”.




         
Y existe otra versión de los 10 mandamientos más reciente en Deut 5, 6-18:
         
“Yo soy Yahvé tu Dios, que te ha sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre. No  tendrás otros dioses fuera de mí. No te harás escultura ni imagen alguna, ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te postrarás ente ellas ni les darás culto. Porque yo, Yahvé tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación, cuando me odian, y tengo misericordia por mil generaciones cuando me aman y guardan mis mandamientos.
No tomarás en falso el nombre de Yahvé tu Dios, porque Yahvé no dejará sin castigo a quien toma su nombre en falso.
Guardarás el día del sábado santificándolo, como te lo ha mandado Yahvé tu Dios, Seis días trabajarás y harás todas tus tareas, pero el día séptimo es día de descanso, consagrado a Yahvé tu Dios. No harás ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni tu asno, ni ninguna de tus bestias, ni el forastero que vive en tus ciudades; de modo que puedan descansar, como tú, tu siervo y tu sierva. Recuerda que fuiste esclavo en el país de Egipto y que Yahvé tu Dios te sacó de allí con mano fuerte y tenso brazo; por eso Yahvé tu Dios te manda guardar el día del sábado.
Honra a tu padre y a tu madre, como te lo ha mandado Yahvé tu Dios, para que se prolongue tus días y seas feliz en la tierra que Yahvé tu Dios te da.
No matarás
No cometerás adulterio
No robarás
No darás testimonio falso contra tu prójimo
No desearás la mujer de tu prójimo, no codiciarás su casa, su campo, su sierva o su sierva, su buey o su asno: nada que sea de tu prójimo”.
         
Las dos versiones presentan una sorprendente afinidad en la construcción de las fórmulas empleadas en la alianza.
          
1. Yo soy Yahvé, el único Dios verdadero.  Ex 20, 2-6; Deut 5, 6-10
2. No fabricarás ídolos.  Ex 20,7; Deut 5,11
3. No pronuncies mi nombre sin motivo. Ex 20, 8-10; Deut 5, 12-15
4. Acuérdate de santificar el Sábado. Ex 20 12; Deut 5, 16
5. Honra a tu padre y a tu madre.  Ex 20, 13; Deut-5,17a.
6. No matarás.  Ex 20, 14; Deut 5, 17
7. No cometerás adulterio.  Ex 20, 15; Deut 5, 17c
8. No robarás.  Ex 20, 16; Deut 5, 17d.
9. No des falsos testimonios ni mientas. Ex 20, 17b; Deut 5, 18a
10. No codicies los bienes ajenos. Ex 20, 17b; Deut 5, 18b.

Esta distribución aunque convencional, puede muy bien ajustarse al número y orden de los preceptos sinaíticos. No en vano la propia tradición bíblica conoce las llamadas "diez palabras", Ex 34, 28; Deut 4, 13. Las más recientes investigaciones han demostrado que la forma del texto, en que tenemos hoy el Decálogo, y la ley cultual y ritual presenta elementos constitutivos originales muy antiguos, que indudablemente ha desarrollado y modelado el culto litúrgico de la fiesta anual de los Tabernáculos.
         
El primer mandamiento es el recuerdo de una experiencia que ha vivido profundamente el pueblo de Israel. Sólo Yahvé es quien ha sacado a Israel de Egipto con mano fuerte y brazo poderoso. El pueblo debe de reconocerle este carácter de "unicidad": "No tendrás otro dios que a mí". Es una exigencia de servicio exclusivo, ya que el "tener" otros dioses implica adorarlos, reconocerlos, darles culto, servirles, esto es, la idolatría.
         
La experiencia histórica es la que ha dado a Israel el concepto de un Dios único, concepto rarísimo en la historia del pensamiento humano, que distingue a Israel entre todos los pueblos de la antigüedad.
         
Esto no es fruto del mero pensamiento humano de Israel ya que, constantemente se va tras otros dioses, tiende a asociar a Yahvé con los dioses de los pueblos que le rodean. Israel, es pues, un pueblo profundamente religioso y su fe en Dios es monoteísta,  así se lo ha pedido Dios y muy a pesar suyo por la tendencia innata a la idolatría. Si cree en Yahvé como Dios único y exclusivo es porque Yahvé mismo así se lo ha manifestado y revelado, es más, así se lo ha exigido. El monoteísmo es fruto de una revelación, no es fruto que ha surgido espontáneamente del pueblo de Israel.
         
La segunda exigencia del decálogo de la alianza se refiere a la naturaleza de Yahvé, el Dios salvador. Nada de lo humano es capaz de representarlo, de expresar su naturaleza. Cualquier representación, figura, imagen, escultura, es inadecuada y blasfema. Nada de lo creado sirve para decirnos o representarnos cómo es Dios. Así se reconoce la distancia que separa a la criatura de su Creador.  Todo culto que se dé a lo humano, a lo conocido, es una idolatría. Con ello se exige al hombre luchar contra su tendencia innata a adorarse a sí mismo y a las obras de sus manos, a esa tendencia innata a: "querer ser como dioses". Gen 3, 5.
         
La tercera exigencia de la alianza expresa también el respeto que se ha de tener al santo nombre de Dios, que es respeto por su persona y que en el juicio de dos personas no se puede tomar en vano.  Ya que constituye una ofensa.
         
La cuarta exigencia es la de la institución del "sábado" (palabra hebrea que significa = descanso), como día consagrado al Señor, santificado, reservado a Yahvé, es también expresión y memorial perenne de las maravillas realizadas por Dios en favor del hombre. Estas, comienzan con la obra de la creación, a la que sigue el "descanso de Dios". Así, el pueblo, mediante una institución perpetua, recuerda durante seis días de trabajo la obra creadora de Dios y el séptimo lo consagra a Yahvé recordando su descanso Ex 20, 8-11.
         
La redacción del Deuteronomio profundiza más en la motivación de la institución del sábado. La razón de la misma es más humanitaria: la gesta liberadora de Yahvé al sacar a Israel de Egipto es la que el pueblo recuerda.  Acuérdate de: "que siervo fuiste en la tierra de Egipto, y que Yahvé tu Dios te sacó de allí con mano fuerte y brazo poderoso; y por eso Yahvé tu Dios te manda guardar el sábado", Deut 5, 15.
         
Las demás cláusulas de la alianza regulan las relaciones con el prójimo, y garantizan la vida familiar y social. En estas exigencias de la alianza descubre uno la importancia que el hombre en sí y en sus bienes, que hacen posible su vida y su independencia social, tienen en la relación del hombre para con Dios.


4.11. INVOCACIÓN DE LOS DIOSES
         
Como testigos de la alianza establecida y que son garantes de su cumplimiento. En la alianza con Yahvé al pueblo le falta el cuarto elemento que es la invocación de los dioses pues Israel no reconoce más Dios que a Yahvé. Este, por otra parte, es el que se ha comprometido. Y basta su palabra como garantía de su fidelidad. Precisamente la fidelidad será uno de los rasgos distintivos del Dios bíblico.


4.12. BENDICIONES Y MALDICIONES
         
Según la fidelidad o infidelidad del rey vasallo a los compromisos estipulados; bendiciones y maldiciones a las que se les atribuye una eficacia garantizada por los dioses mismos, puestos anteriormente por testigos.
         
El quinto elemento de la alianza se presenta en Ex 23, 20-23: “Yo voy a enviar un ángel delante de ti, para que te guarde en el camino y te conduzca al lugar que te he preparado. Hazle caso y obedécele, no te rebeles contra él, pues actúa en mi Nombre y no perdonará vuestras transgresiones. Si le obedeces fielmente y haces todo lo que yo diga, tus enemigos serán mis enemigos y tus adversarios serán mis adversarios”. Insiste en las bendiciones porque el autor, en este momento de generosidad y entusiasmo, excluye la perspectiva de la infidelidad. No falta sin embargo una alusión velada a la posibilidad de la infidelidad, con su correspondiente maldición, Ex 23, 21: “Hazle caso y obedécele, no te rebeles contra él, pues actúa en mi Nombre y no perdonará vuestras transgresiones”; y Ex 23, 33: “No habitarán en tu país, no sea que te hagan pecar contra mí, pues dando culto a sus dioses caerías en sus lazos”. En el Deuteronomio cuando el pueblo está sufriendo ya en su carne la "maldición de la alianza", se insiste en esto, como explicación y justificación sin duda del mal que padece.
         
En Deuteronomio capítulos 27 y 28, se hace una explanación de las bendiciones y maldiciones en que incurrirá el pueblo de Israel de acuerdo al pacto, o Alianza. En este período inicial de la alianza, la bendición y maldición no rebasan los límites materiales de la fecundidad de la tierra, de los animales y de los hombres, de las pestes, de las derrotas en la guerra, o de la tranquilidad, del goce y de la paz. La eficacia de la palabra de Dios pronunciada garantiza el cumplimiento del bien y del mal que la bendición o la maldición anuncian para los que hayan sido fieles o infieles a los compromisos adquiridos por la alianza.


4.13. FINALMENTE

El tratado de la Alianza terminaba con un rito que varía según la época en que se realiza la alianza. Podía consistir en un banquete sagrado, que simboliza la comunión de vida y de intereses que la alianza establece entre los miembros que pactan, o en un sacrificio en el que se partía, o dividía, la víctima inmolada, y los compromisarios pasaban por entre las partes de la víctima deseándose la misma suerte que la víctima, es decir: la muerte. En caso de ruptura de los compromisos pactados.
         
Este último elemento nos viene indicado en el Capítulo 24 del libro del Exodo: el rito escogido es: la edificación de un altar y la inmolación de víctimas pacíficas a Yahvé. Moisés toma una parte de la sangre de las víctimas consagradas a Yahvé y derrama sobre el altar la sangre, toma otra parte de la sangre y rocía al pueblo que solamente acaba de pronunciar su "si" a la alianza: "Todo cuanto dice Yahvé lo cumpliremos y lo obedeceremos", Ex. 24,7. Al rociar con sangre al pueblo, Moisés pronuncia unas palabras solemnes y misteriosas: "Esta sangre, es la sangre de la alianza que hace con vosotros Yahvé sobre todos estos preceptos", Ex 24, 8. Con esta efusión de sangre se significa la comunidad de vida que se inicia entre Yahvé y el pueblo israelita, puesto que la sangre es el "alma" y principio de la vida, Deut 12, 23. 
         
Pero como la sangre de las víctimas, por medio del sacrificio, se han hecho en cierto sentido "sangre de Dios", este rociar con sangre no sólo significa comunión de vida con El, sino que, en un sentido verdadero, aunque todavía no pleno, la realiza.


4.14. EL CÓDIGO DE LA ALIANZA, EX 20,25 Y SS. A 23,33
          
La Alianza del Sinaí tenía no sólo una parte formal y ritual, como acabamos de explicar, tenía también una parte de implicación material y social, a esta parte se le llama el "Código de la alianza". El "código" es, la alianza en el estado práctico y en el nivel de la vida social ordinaria.  Es un conjunto de prescripciones, soluciones disposiciones justas, sanas y sólidas que solucionan dificultades, explican algunos principios y orientan u ordenan la conducta de los hombres en las situaciones comunes y variables de la condición humana.  Pero este conjunto "no es sólo un formulario de moral social y religiosa de muy buena ley, sino que la situación de Israel lo ha situado en la alianza como en su gran y necesario contexto". G. Auzou.
         
En realidad todo el Levítico y gran parte del Deuteronomio no hacen sino explicitar y traducir a situaciones concretas las directrices genéricas marcadas por el "código de la alianza". El código de Moisés se limita a verter en normas las experiencias religiosas del Sinaí, a fin de que rija en adelante la trayectoria social y moral del pueblo judío. Es obvio que Moisés se limitó a esbozar las pistas necesarias para que el pueblo canalizara su conducta. En este código de la alianza aflora la formulación germinal de la "Toráh" o "Ley del Pueblo elegido".


4.15. NORMAS SOCIALES
         
- El trato a los esclavos: La normativa de la alianza invita a ver un hombre detrás de cada esclavo; este código respira un gran humanismo sobre todo si lo comparamos con las costumbres de le época.
         
- La ley del talión: Justicia de los nómadas. El castigo debe de se proporcional al delito cometido.  Su principio es tajante: "Ojo por ojo, vida por vida",  Ex 21, 24.
         
- Sobre el robo: En Israel siempre escasearon los ladrones, esto explica la pureza del cumplimiento de la ley. La ley es terriblemente intransigente con el ladrón en el que deja ver al ladrón como un asesino, se limita a considerarlo como un ser mezquino a quien debe de excluirse de la comunidad, a fin de no la contamine con su impureza.
         
- Normas del culto: Las normas sociales regulan los derechos y deberes entre los hombres, las normas cultuales los derechos de Dios. Dios concibe la alianza como una auténtica santificación del pueblo, Ex 19, 6, el cual quedará integrado así en la dinámica divina, Lev 11, 44-45.  La ley de la primogenitura es la ofrenda de ofrecer a Dios lo mejor ya sea en los animales como en los primogénitos hombres, Ex 34, 20. Los derechos de Yahvé revisten siempre carácter cultual.
         
- La observancia del sábado: La tradición israelita asociaba sus orígenes con dos alianzas singulares de Yahvé: la de Abrahán, Gen 17, 9-14; y la de Moisés, Ex 19, 1-20). La primera instauró un rito orgánico: la circuncisión; la segunda, un rito cúltico: el descanso del Sábado. El carácter cultual del sábado no se limita sólo al descanso físico en el séptimo día de la semana. La alianza sinaítica quiere que los israelitas celebren también el año sabático, Ex 23, 10-11, en este año sabático se devolverá la libertad a los esclavos que así lo deseen,  Ex 21, 2.
        

4.16. LAS GRANDES FIESTAS RELIGIOSAS DE ISRAEL
         
Es la unión de fiestas religiosas de tipo nómada: la pascua, con fiestas de tipo de tradición  agrícola: los panes  ázimos. (Ver este tema en: 6.5.3.2.).
         
a. Fiesta de la Pascua: es la más antigua, es fiesta nómada, típico de los pueblos pastoriles, se realizaba antes de Abrahán. Fiesta principal judía que recuerda la liberación de la esclavitud en Egipto hacia la libertad de la Tierra Prometida. Se come el cordero asado y las yerbas amargas.  
         
b. Fiesta de los Ázimos: Fiesta agrícola que señala el comienzo de la cosecha de la cebada. Se comía el pan ácimo procedente del grano nuevo, sin levadura.                     
         
c. Fiesta de las Semanas. (Pentecostés): En esta solemnidad ofrecían los israelitas a Yahvé las primicias de las cosechas.
         
d. Fiesta de las Tiendas o Tabernáculos, fiesta de la recolección final de todos los frutos. Fiesta final  de acción de gracias a Yahvé por todos los bienes recibidos  en todas las cosechas del año.


4.17. LA IDOLATRÍA DEL PUEBLO DE ISRAEL
         
El mayor pecado que cometió Israel, el gran delito religioso del pueblo judío, consistió siempre en el pecado de la idolatría. Es el pecado que más ofende a Dios, a su gloria. Es del pecado que más se queja Yahvé contra su pueblo. El que primeramente denuncian los profetas y en el que Yahvé por medio de ellos muestra mayor enojo, desagrado, ira, contra su pueblo. Dios, no puede permitir que su pueblo elegido, el pueblo que El formó, se vaya tras otros dioses materiales, hechos de manos humanas: dioses de barro, metales, maderas, hechas por manos humanas.
         
Así el culto idolátrico amenazaba de manera seria y definitiva a la hegemonía de Dios sobre su pueblo, contraviniendo todo lo pactado, todo lo revelado y acontecido entre Yahvé y el pueblo de Israel, manifestado en las cláusulas de la alianza. El becerro de oro: Ex Cptlo 32. La apostasía de Israel en el desierto en las faldas del monte Sinaí fue evidente: "Cuando el pueblo vio que Moisés tardaba en bajar... se quitaron los pendientes de oro... los tomó en sus manos e hizo un molde y fundió un becerro y ofrecieron holocaustos y presentaron sacrificios de comunión". La ira de Yahvé se hace patente y Moisés intercede  ante Dios en favor de  su pueblo.


4.18. RENOVACIÓN DE LA ALIANZA
         
Esta renovación viene descrita con toda minuciosidad en Ex 34,1-4.
         
“Yahvé dijo a Moisés: “Tállate dos tablas de piedra como las primeras, sube donde mí, al monte, y yo escribiré en ellas las palabras que había en las primeras tablas que rompiste, Prepárate para mañana; sube temprano al monte Sinaí y aguárdame allí en la cumbre del monte. Que nadie suba contigo, ni aparezca nadie en todo el monte. Ni siquiera las ovejas o las vacas pasten en el monte”. Moisés labró dos tablas de piedra como las primeras, se levantó temprano y subió al monte Sinaí como le había mandado Yahvé, llevando en su mano las dos tablas de piedra”. Ex 34, 1-4.

4.18.1. Las tablas de la Ley
         
Tras sellarse un pacto, solían consignarse por escrito las estipulaciones. La tradición bíblica, fiel el lema de "una alianza renovada", presupone una doble redacción de tales tablas. La primera contendría las cláusulas de la alianza, Ex 20, 1-21, y habría sido destrozada por el mismo Moisés al constatar que el pueblo veneraba el becerro de oro. Por esto fue necesario una segunda renovación de las tablas. Era una segunda redacción donde se fijaran las nuevas cláusulas. Así las tablas de alianza quedaban convertidas en símbolo del pacto renovado.

4.18.2. Objeto y esencia de la alianza
         
La esencia de la alianza viene constituida por la relación de comunión vital, que se establece e inicia entra las dos partes que se ligan con ella. La alianza crea entre Yahvé y el pueblo una "comunidad de intereses", de tal manera que Yahvé se hace garante de la seguridad del pueblo en todos los sentidos, como aparece por las bendiciones anexionadas a la alianza: "Yo mandaré un ángel ante ti, para que te defienda en el camino, y te haga llegar al lugar que te he dispuesto...  seré enemigo de tus enemigos y oprimiré a tus opresores", Ex 23, 20.
         
Es la actualización de la promesa hecha a Abrahán. Y a lo lejos se adivina ya la identificación real que la Nueva Alianza va a traer de tal manera que: "lo que a uno de estos pequeños hagáis, a mí me lo hacéis", Mt 25, 40.
         
La alianza establece una relación de propiedad entre Yahvé y el pueblo. Yahvé es dueño de toda la tierra y de todos los pueblos que la habitan. Ha querido, sin embargo, ligarse con ligaduras humanas, "con lazos de amor", Os 11, 4; con una serie de tribus haciendo de ellas: "su propiedad", uniéndolas en un solo pueblo, reservado para El, el pueblo de Yahvé", Lev 26, 12: "Ahora si oís mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad entre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra, pero vosotros seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa", Ex 19, 5-6.
         
Yahvé se convierte por la alianza en el Dios propio de Israel. Esta propiedad mutua, Israel es pueblo propiedad de Yahvé, Yahvé el Dios propio de Israel, hace de Israel un pueblo, una nación santa, un pueblo dedicado al servicio exclusivo de Yahvé, reservado para El. Separado de todos los demás pueblos con los que Yahvé no se ha ligado tan especialmente. Como pueblo sacerdotal que es, la tarea principal de este pueblo en la tierra es dar culto de adoración a Yahvé,  solo a Yahvé y no a otros dioses falsos e ídolos.
         
La relación de Yahvé con el pueblo supone una presencia especial suya: "Estableceré mi morada entre vosotros y no os abominará mi alma. Marcharé en medio de vosotros", Lev 26, 11-12. Este conjunto de relaciones tenemos que definirlas como relaciones de amor. La alianza hace posible y da origen a la imagen bíblica que compara las relaciones entre el pueblo de Israel y Yahvé con las relaciones entre padre e hijo: "Pero ahora, escucha, Jacob, mi siervo, Israel a quien elegí yo.  Así habla Yahvé, que te ha hecho, y en el seno materno te formó y te socorre", Is 44, 1-2. Más aún, esa relación se compara con aquella otra experiencia más profunda del amor humano: La relación matrimonial: "Me acuerdo en favor tuyo del afecto de tu adolescencia del amor de tus desposorios, de tu seguirme en el desierto...",  Jer 2, 2.
             
La alianza crea, una relación de amor.  Esta relación de amor al pueblo de parte de Yahvé exige de éste una respuesta también de amor. Esa respuesta de amor se concreta y expresa a través de la ley.  Este es, pues, para Israel, el modo real de manifestar su agradecimiento por el beneficio de la liberación de la esclavitud de Egipto. Por eso el comentario que el Deuteronomio hace al decálogo se inicia resumiendo la ley en ese precepto que dice: "Amarás a Yahvé tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu poder, y llevarás muy dentro del corazón todos estos mandamientos que yo te doy",  Deut  6, 5-6.
         
Este amor es sincero, y si vive lo que promete acabará desembocando en servicio, en cumplimiento de esos, mandamientos, Deut 6, 13-14.


4.19. MOISÉS, EL MEDIADOR DE LA ALIANZA
         
Yahvé tiene la iniciativa de la alianza. El pueblo es el destinatario de la misma. Entre Yahvé y el pueblo se halla la figura destacada de Moisés. Él es el que sube a la montaña, el que penetra en cierto sentido en la esfera de lo divino, mientras el pueblo tiene que permanecer alejado de la santidad de Yahvé; él oye las palabras de Yahvé, recibe sus confidencias, para bajar después, a incorporarse y comunicarle al pueblo todo lo que Yahvé le ha dicho. Moisés se convierte en el intermediario, el mediador de la alianza.  Es el hombre escogido por Dios como representante del pueblo para transmitir a éste su designio.
         
Es el intercesor en favor del pueblo cuando éste peca gravemente de idolatría, salvándole de la destrucción: "Al día siguiente, dijo Moisés al pueblo: "habéis cometido un gran pecado. Yo ahora voy a subir a Yahvé, a ver si os alcanzo el perdón.  Volvióse Moisés a Yahvé y le dijo: Oh! este pueblo ha cometido un gran pecado, pero perdónales su pecado",  Ex 32, 30-32. Moisés es el hombre elegido por Yahvé para salvar a su   pueblo. Es el que les ha guiado para salir de la esclavitud de Egipto. El que les ha hecho pasar el mar Rojo. El que por su intercesión les ha dado la victoria en las luchas y dificultades del desierto, Ex 17, 8-16.
         
Moisés es el sacerdote en el pacto, o alianza, entre Dios y su pueblo, derramando la sangre de las víctimas sobre el altar y aspergiendo con ella al pueblo; él consagra a Aarón sacerdote y la tradición bíblica hace proceder de Moisés la legislación cultual. Es, finalmente, el hombre solidario con el pueblo en el horizonte de la salvación, en los momentos de desgracia y de opresión. El elogio que de Moisés hace a continuación el Deuteronomio resume la conciencia que Israel tiene de la importancia de la mediación que tuvo Moisés entre Yahvé y su pueblo: "No ha vuelto ha surgir en Israel profeta semejante a Moisés con quien cara a cara tratase Yahvé ni en cuanto a las maravillas y portentos que Yahvé le mandó hacer en la tierra de Egipto contra el faraón y contra todos sus servidores y contra todo su territorio, ni en cuanto a su mano poderosa, y a tantos terribles prodigios como él hizo a los ojos de todo Israel",  Deut 34, 10-12.


4.20. LA MUERTE DE MOISÉS 
         
Hasta tal punto llega esta solidaridad del mediador con el pueblo que corre la suerte que Dios le había profetizado: la de  verse privado de entrar en la tierra prometida. Moisés sube al monte Nebot, divisa toda la extensión de la tierra prometida a los patriarcas y muere en la soledad: "Subió Moisés desde los llanos de Moab al monte Nebot... y Yahvé le mostró la tierra prometida, desde Galad hasta Dan... y le dijo Yahvé: ahí tienes la tierra que juré dar a Abrahán, Isaac y Jacob... te la hago ver con tus ojos, pero no entrarás en ella. Moisés el siervo de Dios, murió allí en la tierra de Moab, conforme la voluntad de Dios",  Deut  34, 1-5.

         
A lo largo de los siglos se ha querido ver, a veces, a esta muerte en solitario, el significado de ascensión a una forma más elevada de existencia, es decir, al cielo, pero en este pasaje no hay tal afirmación. Puede servir como consideración espiritual piadosa como hacen ciertas tradiciones judías, pero exegéticamente hablando no hay más.



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Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.

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