P. Adolfo Franco, S.J.
Lucas 4, 21-30
Jesús rechazado y amenazado de muerte ya al comienzo de su predicación. Su entrega fue total y pasó por alto los peligros que siempre le acosaron.
El domingo pasado leíamos en la
Misa la primera parte de la presentación de Jesucristo en la sinagoga de
Nazaret. Hoy leemos la segunda parte de este mismo hecho, que cuenta la
tragedia en que terminó esta presentación de Jesucristo en la sinagoga de su
ciudad; no fue bien recibido, fue rechazado por los suyos. Jesucristo tiene su
primera actuación apostólica en su tierra, en Nazaret. Y no le fue muy bien,
pues sus paisanos reaccionaron furiosos, tanto que quisieron asesinarlo,
arrojándolo a un barranco. ¿Qué es lo que pasó?
Ellos pensaron que podrían
aprovecharse de este "hijo predilecto" del pueblo de Nazaret para su
propio provecho. Todos estaban felices de que volviese, y que empezase su
predicación en su sinagoga, la que él había visitado tantas veces cuando niño.
Y ahí está convertido en adulto, y todos orgullosos de Él, y pensando en los
beneficios que le podrían sacar.
Jesús siempre fue transparente,
y no quiere que queden dudas de su actuación, de su forma de ver las cosas. Y
por eso les dice claramente que no le van a poder manipular, y que no les podrá
hacer ningún "signo", porque ellos no tienen el corazón preparado.
Además Jesús no ha venido a realizar espectáculos, sino a suscitar la fe.
Muchas veces nos acercamos a Dios, lo buscamos, pero no para entregarnos más a Él,
para que nuestra fe en El crezca, sino para sacarle provecho. Esta es una tendencia
frecuente y un peligro constante de nuestra relación con Dios.
Este choque con la doctrina de
Jesús la tendrán muchos de sus contemporáneos, porque encontraron que El no
contemporizaba con ninguna apariencia, con ninguna superficialidad, ni con la
comodidad, ni con lo fácil. Para El obtener popularidad y recibir aplausos
fáciles no era ninguna meta; más bien rechazaba todo eso; no le interesaba el
populismo religioso. Ahí está el problema que muchos encontraron en la
predicación de Jesús. Y Él fue lo suficientemente claro para que nadie dudase
de qué es lo que enseñaba, y qué mensaje venía a traernos.
Los Apóstoles fueron los
primeros sorprendidos cuando Jesús les planteó lo que significaba ser Mesías.
No venía a buscar un triunfo humano, ni aplausos, ni una salvación política, ni
nada por el estilo. Salvar a la humanidad era cumplir la voluntad del Padre
hasta la Cruz. Y este era un lenguaje que escandalizó a los apóstoles, que
quisieron disuadirlo. Ellos buscaron los lugares privilegiados junto a un
supuesto triunfador de un reino de éxitos. Y Jesucristo les propone en su lugar
beber del cáliz que Él tenía que beber (el cáliz de la Pasión).
Pero Él siguió adelante con su
idea de cumplir el mandato del Padre hasta las últimas consecuencias. Había sufrido
en carne propia la tentación, cuando el demonio lo tentó por tres veces en el
desierto. Y esa tentación tuvo el mismo contenido: el éxito, el dominio, la
comodidad. Y tres veces rechazó la propuesta del demonio; porque había venido
no a cumplir su voluntad, sino la del Padre. Y cuando esto lo convierte en
enseñanza, nos dice quiénes son los bienaventurados, o sea quiénes en verdad
aciertan en la vida: los pobres, los que lloran, los perseguidos, los mansos.
Que a Dios no se le adora con prácticas rituales, ni en un templo o en el otro,
sino en espíritu y en verdad.
Y por atreverse a esto sus
enemigos fueron llegando a la convicción de que Él debía ser destruido, porque
cuestionaba y hacía peligrar todos los refugios en que los hombres querían
poner su confianza. Y al final, después de varios intentos fallidos, cuando fue
la hora del "poder de las tinieblas", los poderosos culminaron su
plan de eliminarlo. Aunque en realidad, sabemos que fue el momento de su
triunfo.
Esa presentación en la sinagoga
de Nazaret, y el rechazo que Jesús sufrió y la amenaza de muerte que vivió, son
la introducción abreviada de todo lo que sería el resto de su vida.
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